Enlace Judío México.- La emancipación del pueblo judío, y su culminación en la recuperación parcial de su tierra, Eretz Israel, provoca el miedo teológico del Islam al ver el incumplimiento de las profecías musulmanas recopiladas en el Corán y los hadices sobre el pueblo judío: “La Hora no vendrá hasta que los musulmanes combatan con los judíos y los maten. Los judíos se esconderán detrás de rocas y árboles, y estas rocas y árboles dirán: ¡‘Oh, Musulmán, Oh, siervo de Alá! ¡Hay un judío detrás mío, venid y matadlo!’ (Todos los árboles dirán esto con excepción de gharqad (lycium), ya que es un árbol de los judíos)”. Los hadices profetizan en los Últimos Días que todos los judíos y cristianos que no se conviertan al Islam serán exterminados y toda la tierra será musulmana.
EDUARD YITZHAK
Las profecías del Islam, recogidas del Corán y de los hadices anuncian que en Dabiq, pequeña ciudad del norte de Siria, ocurrirá la Batalla Final antes del Fin de la Hora, del Fin del mundo, un Armagedón musulmán, en la que se enfrentarán las fuerzas del Islam capitaneadas por Isa Ibn Maryam (Jesús, hijo de María. El Hijo de Dios, para la cristiandad) contra las tropas cristianas comandadas por el Papa de Roma. En esta batalla se resolverá al final el conflicto del Islam contra los infieles (judíos y cristianos). Las tropas musulmanas, comandadas por Isa Ibn Maryam (Jesús de Nazaret), vencerán a los 12 ejércitos cristianos y obligarán a judíos y cristianos a convertirse al Islam, destruirán sinagogas e iglesias y cruces; y aquellos judíos y cristianos que no se conviertan al Islam serán pasados por las armas por el mismo Isa Ibn Maryam (Jesús de Nazaret). Los hadices de Al Bujari y Muslim dicen textualmente que “Jesús romperá la Cruz y matará él mismo a los cerdos cristianos”.
Hace más de 9 años Jaled Mechaal, jefe de la oficina política de Hamás, declaró que “Al-Qods pertenece a los palestinos y a la comunidad musulmana y solamente los árabes tienen el derecho a gobernar sobre esta región”, y añadió “Al-Qods es el territorio que conecta la tierra al cielo y no conviene que este territorio consagrado a un principio de compromiso se convierta en una oferta de rendición. […] Entendemos por Al-Qods, todo el territorio, geografía, la historia y la herencia religiosa de la región no solo algunos nombres otorgados a los distintos puntos de Cisjordania. La región Abou-Dis no representa a Al-Qods. La cuestión no se limita a un nombre. Queremos a Al-Qods con toda su historia, su civilización y su herencia”. Anteriormente Omar Bachij, el Gran Muftí de Croacia afirmó que la cuestión palestina era el problema de todos los musulmanes del mundo, destacando que “Irán desempeñó un papel importante en la realización de los derechos legítimos de los palestinos” añadiendo que “La comunidad musulmana de Croacia contribuye en la medida de nuestras posibilidades a la resolución de la situación de los palestinos y proseguiremos nuestros esfuerzos en este sentido”. En esas fechas el presidente del Parlamento de la República de Islámica de Irán Ali Lariyani declaró en que “El palestino es el asunto más importante del mundo islámico” considerando que Al Qods -tal como los árabes y musulmanes denominan a Jerusalén- es el centro de debate de su Yihad, y el punto de encuentro y de choque entre el Islam y el mundo no musulmán.
El Pueblo Judío se convirtió en una nación en el año 1312 antes de la EC, dos mil años antes de que surgiese el Islam, y Jerusalén se constituyó desde el inicio como su capital, la capital eterna e indivisible de Israel. Desde la conquista judía, que tuvo lugar en el año 1272 a. de C., los judíos han disfrutado el dominio sobre la tierra durante mil años, que ha contado con una presencia continuada en la tierra durante los últimos 3,300 años y durante más de 3,300 años, Jerusalén ha sido la capital judía, de todos los judíos de todos los tiempos, de los judíos que vivían en Tierra Santa y de los que vivían en la Diáspora.
En la Torá/Tanaj –las Sagradas Escrituras del judaísmo (Antiguo Testamento) Jerusalén está nombrada más de 800 veces. En los textos neotestamentarios unas 200 veces. En el Corán ni se la cita, ni se la espera. Jerusalén no ha sido nunca la capital de ninguna entidad árabe ni musulmana. Incluso en la época en que los jordanos ocuparon Jerusalén, nunca los árabes –que posteriormente se autodenominaron palestinos- pretendieron convertirla en su capital y los dirigentes árabes no acudieron nunca a Jerusalén para visitarla. Los refugiados árabes en Israel comenzaron a identificarse a sí mismos como el pueblo palestino en el año 1967, dos décadas después del establecimiento del moderno Estado de Israel. Nunca antes se consideraron como “palestinos”. Eran árabes de Bilad as-Sham (la Gran Siria) que vivían en tierras del pueblo judío. El único dominio árabe desde la conquista del año 635 de la E.C. duró tan solo 22 años. El Rey David fundó la ciudad de Jerusalén como capital de Israel.
Mahoma no fue nunca a Jerusalén. Los judíos rezan orientándose hacia Jerusalén; mientras que los musulmanes lo hacen dándole la espalda y los glúteos a Jerusalén. El breve control árabe de Jerusalén significó destrucción y atraso en la Ciudad Santa. Los árabes tuvieron abandonada la ciudad, como pasó con el resto del país. Bajo el gobierno jordano, los lugares sagrados judíos fueron profanados y a los judíos se les negó el acceso a los lugares de adoración. Bajo el gobierno israelí, todos los emplazamientos musulmanes y cristianos han sido conservados y hechos accesibles a las gentes de todas las creencias. Las Naciones Unidas permanecieron silenciosas cuando los jordanos destruyeron 58 sinagogas en Jerusalén. Las Naciones Unidas persistieron en desviar la mirada cuando los jordanos profanaron sistemáticamente el antiguo cementerio judío en el Monte de los Olivos. Las Naciones Unidas permanecieron mudas cuando los jordanos impusieron una política, de tipo apartheid, -prohibiendo a los judíos el acceso a sus lugares santos- con el fin de impedir que los judíos visitasen el Monte del Templo y el Muro Occidental. Únicamente los judíos han vivido interrumpidamente en Israel durante los últimos 3,700 años.
¿Dónde estaban los árabes-palestinos en tiempo de Jesús? Los ocupantes musulmanes, árabes y turcos, respectivamente, nunca dejaron volver a los judíos que vivían en la Diáspora. Desde 1840 en la era moderna, Jerusalén ha tenido una mayoría judía.
Los colonos árabes procedentes de Jordania, Irak y Egipto se transmutaron súbitamente en “palestinos” en 1967. Nunca buscaron independizarse de esos tres países, pues se consideraban a ellos mismos como árabes de Bilad al-Sham (la Gran Siria). Israel concedió nacionalidad a todos los árabes que vivían en su territorio, después del 1948. El árabe es idioma oficial, juntamente con el hebreo, en Israel. Israel permanece siendo el único de los países de la zona donde los árabes pueden votar libremente (lo cual es una rareza en el área), al tiempo que es el único país de Oriente Medio donde las mujeres pueden votar.
De hecho, esta es una de las razones principales por las que Israel choca tan fuertemente con los valores de los árabes musulmanes que viven en su territorio. El reino de los Califatos contradice abiertamente las libertades que en Occidente nos parecen tan normales.
Los historiadores y la Biblia coinciden en que el término “Palestina” se deriva de Filistim, Filisteo -palabra del antiguo hebreo-, que significa invasor: personas egeas quienes en el Siglo XII antes de la E.C. que se asentaron a lo largo de las costas planas del Mar Mediterráneo, y que fueron expulsados posteriormente por el Rey David.
En el año 135 después de la EC los romanos aplastaron la última gran revuelta judía. El emperador Adriano cambió el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina y a la provincia judaica por Palestina, para borrar toda memoria judía de la región y en recuerdo de los invasores, procedentes del mar Egeo, que en hebreo eran nombrados “plishtim” –invasores. Los filisteos constituyeron una confederación de pueblos no-semíticos provenientes de Creta, las islas del Egeo y Asia Menor, conocidos también como “Pueblos del Mar”. Los ingleses nombraron Palestina a Tierra Santa, y los ocupantes e invasores árabes han recuperado el nombre de Palestina, cuando hasta hace unas décadas ignoraban la existencia de los nombres: Palestina y palestinos.
Nunca ha existido una tierra llamada “Palestina” gobernada por “palestinos” ni la nación palestina. Los palestinos son árabes, procedentes de Siria, de Jordania, Líbano, Irak.
Mientras los antisemitas europeos increpaban y decían a los judíos, “iros a vuestro país, iros a Israel”, sin querer recordar que fueron las deportaciones romanas las que llevaron a los judíos por Europa. Cuando muchos judíos han podido volver a su tierra, Israel, ahora el antisemitismo europeo injuria a los judíos negando a éstos el derecho de decidir y vivir en su propia tierra, Israel. Estos mismos antisemitas europeos nunca han dicho a los árabes-palestinos: “árabes, palestinos, iros a vuestra casa, a Arabia o a Jordania, o a la Gran Siria”.
Cisjordania –Judea y Samaria- no fue nunca parte legal de Jordania. Bajo el Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947, el cual los Judíos aceptaron y los árabes rechazaron, Cisjordania se suponía fuera parte de un estado árabe independiente en el oeste de “Palestina” (¡el Israel histórico¡). Pero los jordanos invadieron y ocuparon el área durante la guerra de 1948. En 1950, Jordania anexó los Bancos del Oeste a su territorio, razón por la cual esta región es conocida bajo el nombre de Cisjordania.
Si usted busca el nombre “Cisjordania” en algún diccionario editado antes de 1948 verá que no existe. ¿Por qué?
Porque es un término reciente inventado para designar los Bancos del Oeste una vez fueron anexados a Jordania. En inglés el término usado es “West Bank”. Solamente los ingleses y Pakistán reconocieron la ocupación jordana.
El resto del mundo nunca lo reconocieron. Durante el período entre 1950 y 1967 Jordania permitió a terroristas panarabistas e islamistas que lanzaran ataques contra Israel.
Es una mentira repetida mil veces que ha devenido “verdad” en occidente de que Jerusalén es la tercera ciudad santa del Islam. Los musulmanes intentan conectar a Jerusalén con el Islam usando un pasaje vago del Corán, contenido en la sura 17, titulado “El Viaje Nocturno” En el mismo se relata que en un sueño o en una visión Mahoma fue llevado de noche desde “el templo sagrado al templo que es más remoto, cuyo recinto hemos verdecido, para que podamos mostrarle nuestras señales. …” Muy posteriormente al nacimiento del Islam, algunos musulmanes identificaron estos dos templos mencionados en este verso como el de Meca y el de Jerusalén. Y esta es la evidencia más contundente que tiene el Islamismo para reclamar a Jerusalén como ciudad santa.
Sin embargo, los judíos pueden mostrar miles de años de morar y habitar en esta tierra, de construir Templos –el Primero y el Segundo-, de adorar a Dios, de vivir y luchar por esta tierra, como evidencia histórica para reclamar a Jerusalem, desde los tiempos de Abraham – ¡hace miles de años!
El área de los Establos de Salomón se puede datar a la fecha aproximada cuando Salomón construyó el Templo para el Eterno. De acuerdo con el historiador Flavio Josefo (Siglo I de la E.C.), este lugar existía en esta montaña hacía siglos y era usado por los judíos para refugiarse cuando Tito conquistó a Jerusalén en el año 68 después de la Era Común. El mismo Corán – el libro sagrado del Islam – describe la construcción del Primer Templo de Salomón (Sura 34:13) y la destrucción del Primer y Segundo Templo de Salomón (17:7). La conexión de los Judíos con la Montaña del Templo puede datarse hasta ,.000 años en el pasado, y está basada en datos históricos, evidencias arqueológicas y tradiciones escritas y orales. Cuando Abraham ató a su hijo Isaac en el altar para sacrificarlo a Dios, lo hizo en la cima de esta montaña, llamada Monte Moriá, donde recientemente los musulmanes construyeron un templo, con la intención de borrar la asociación de los judíos con el Monte Moriá. Posteriormente a la Guerra de los Seis Días en 1967 Israel recuperó Jerusalén Este y la Ciudad Vieja y abolió todas las leyes discriminatorias promulgadas por Jordania y adoptó su propio sistema de leyes para garantizar el acceso a todos los fieles a sus templos religiosos. Los jordanos habían prohibido e impedido a los judíos el acceso a los lugares santos.
La ley israelí estipula lo siguiente: “Cualquiera que haga algo que pueda poner en peligro la libertad de acceso a los miembros de los varios grupos religiosos a sus lugares sagrados será castigado con prisión por un término de cinco años.” Israel también confió la administración de los lugares sagrados a sus respectivas autoridades religiosas, por ejemplo, el Waqf Musulmán tiene la responsabilidad de las mezquitas de la Montaña del Templo.
Yáser Arafat dijo: “Nuestro objetivo es simplemente la liberación del suelo palestino y el establecimiento de un estado. Por lo tanto, los judíos (israelitas) deben ser expulsados, e Israel debe ser aniquilado. No podemos aceptar ni más ni menos que la completa aniquilación de todos los judíos”. Los continuadores del terrorismo, Hamás –que actualmente gobiernan a los árabes palestinos-no sólo no quiere reconocer parte del territorio de Israel, sino que en su carta constitucional se pide la destrucción de Israel.
Jerusalén es la capital de Israel no sólo tiene carácter religioso, también es nacional y estatal.
La sociedad árabe en general quedaría definida por las coordenadas del eje de la abscisa nacionalista y del eje de la ordenada religiosa. La abscisa cartesiana abarcaría desde el nacionalismo monárquico feudal y estatal -Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Jordania, Kuwait, -al estatista panarabista nacional-socialista -Egipto, Siria, Irak .ahora en stand by debido al conflicto religioso intramusulmán-. La ordenada cartesiana, tendría teóricamente que desplazarse desde el islamismo -Arabia Saudita- al ateísmo, pasando por laicismo. Pero la ordenada cartesiana en el mundo musulmán y árabe se desplaza sólo por el islamismo, pero no alcanza al laicismo, y mucho menos al ateísmo.
1. La abscisa nacionalista. El eje cartesiano del nacionalismo
Acabada la Segunda Guerra Mundial se inició el proceso de descolonización del Magreb, el Poniente del mundo árabe, incluye Marruecos, Túnez, Argelia, Mauritania, Sahara Occidental y Libia-, y de la mayoría de los países árabes. Una vez expulsados los colonizadores europeos, a veces tras cruentas guerras de liberación contra la metrópoli, en algunos países se impondrá un nacionalismo feudal, como Marruecos; en otros un presidencialismo socialista, como Argelia acabando en el socialismo nacionalista; y en otros se instaurarán regímenes nacional panarabista-socialistas -de inspiración nacional-socialista- como Egipto, Siria e Irak, tras golpes de estado anti-monárquicos. La Liga árabe afirma que “árabe es una persona cuyo idioma es el árabe, vive en un país de lengua árabe y simpatiza con las aspiraciones de los araboparlantes”. Este planteamiento ha marcado el devenir político y social del mudo árabe, a pesar de la diversidad de dialectos del árabe, desde mediados del siglo XIX con el nacimiento de los nacionalismos modernos. A imagen y semejanza del nacionalismo europeo, el nacionalismo árabe proclamará que todos los pueblos árabes comparten una historia, una cultura y una lengua comunes. Se forjará una ideología política arabista aletargada durante los doce siglos anteriores debido a la adhesión de la mayoría de los árabes a la Uma islámica, colectivo que acentúa la unidad dentro del Islam de poblaciones y países que supera las fronteras lingüísticas y étnicas del mundo árabe.
Tres años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, los judíos consiguen su estado en 1948, liberado de la ocupación británica, y anteriormente otomana, Israel, el estado judío, consigue su independencia, reconocida por las Naciones Unidas el 14 de mayo de 1948, en una porción de su tierra ancestral, aunque la mayor parte de la tierra judía permanecerá ocupada por los árabes. El mundo árabe considerará un deshonor y una afrenta a su orgullo que el dhimmi y sometido pueblo judío pueda librarse del yugo árabe y/o musulmán. Israel es atacado al cabo de pocas horas de proclamar su independencia por los ejércitos de cinco países árabes –Transjordania (Jordania), Egipto, Siria, Líbano e Irak- y la Legión Árabe que cruzan la frontera e inician la invasión del estado judío, dando así comienzo a la primera guerra árabe-israelí. Azzam Pashá, Secretario General de la Liga Árabe, que pensaba destruir Israel y exterminar a los judíos, declaraba el 15 de mayo de 1948: “Esta será una guerra de exterminio y una masacre trascendental de la cual se hablará como de las masacres mongoles y de las cruzadas”. A partir de la nacionalización del Canal de Suez en 1956, Gamal Abdel Nasser se convertirá en el referente principal del nacional-socialismo panarabista. El objetivo principal del Rais [Caudillo] Nasser será destruir Israel para poder acaudillar el mundo árabe. El 14 de octubre de 1956, Náser declaraba: “No estoy luchando solamente contra Israel mismo. Mi tarea es librar al mundo árabe de la destrucción a través de las maquinaciones de Israel, que tienen sus raíces afuera. Nuestro odio es muy fuerte. No tiene ningún sentido hablar de paz con Israel. No existe ni el más mínimo lugar para las negociaciones.”
En la Guerra de los Seis Días (junio de 1967) el ejército egipcio, coordinado con los de Siria y Jordania -conformaban la Coalición Arábica-, sufrirá una estrepitosa derrota ante Israel, siendo el principio del declive del aura de Náser y, en general, del nacionalismo árabe. En agosto de 1967 los líderes árabes reunidos en Jartún adoptaron la fórmula de tres noes: “no paz con Israel, no negociaciones con Israel, no reconocimiento de Israel”[4]. Al morir Nasser en 1970, Anuar al Sadat se impuso a sus rivales en el partido y heredó el poder, así como el proyecto de nacionalismo árabe que representaba Náser. Sadat desencadenó un nuevo ataque, junto con Siria, con el objetivo de destruir Israel, el 6 de octubre de 1973 que sorprendió a Israel y en el que estuvo a punto de triunfar, pero Egipto y Siria perderán la Guerra de Yom Kipur
Egipto, acaudillado por Anwar al Sadat, e Israel firmarán el Tratado de Paz en Washington el 26 de marzo de 1979, lo que marcará el término de treinta años de hostilidades y cinco guerras, y permitirá un mayor desarrollo económico en el país del Nilo. El 6 de octubre de 1981 Anuar el-Sadat será asesinado por militares pertenecientes a la Hermandad Musulmana que consideraban este tratado de paz una traición al Islam y al mundo árabe. El Reino hachemita de Jordania e Israel firmarán el Tratado de Paz el 26 de octubre de 1994, lo que también será considerado árabe por los islamistas como una traición al Islam y al mundo árabe.
El objetivo del panarabismo nacional-socialista populista de mejorar las condiciones de vida de las masas árabes, de aniquilar Israel, y de llevar la nación árabe a la cima del prestigio mundial fracasará rotundamente en todos sus objetivos. En la sociedad árabe aumentará la endémica y profunda corrupción, la ineficacia de sus políticos, dirigentes y cuadros. La ausencia de iniciativa y de autocrítica en el mundo árabe, la persistente y tradicional falta de libertad, el caudillismo [la obediencia ciega al jefe y caudillo], la escasísima producción cultural e intelectual, la denigrante situación de la mujer, las enormes diferencias sociales y económicas, la gran desigualdad económica y la extrema pobreza de grandes sectores de población, a pesar de los abundantes recursos económicos procedentes del petróleo y gas en muchos de estos estados no sólo no serán mejoradas, sino que muchas veces empeorarán, serán justificados por los nacionalistas panarabistas, como por los islamistas, por el lamento continúo y el constante y permanente abusivo recurso al chivo expiatorio de Israel, como el causante de todos los males y fracasos en todos los ámbitos de la vida que acechan a la sociedad árabe. Las derrotas en los conflictos bélicos contra el estado judío, Israel, y el profundo retraso de la sociedad árabe han desprestigiado ante la mayoría de árabes al nacional-socialismo panarabista y sus dictaduras, aliadas –en diverso grado- del mundo occidental.
2. La ordenada religiosa. El eje cartesiano del islamismo
En el mundo árabe, la ordenada cartesiana sólo se desplaza por el islamismo, sin alcanzar el laicismo y mucho menos el ateísmo. Obviamente exceptuando las minorías religiosas cristiana y la muy reducida judía, del mundo árabe. Pero ¿por qué no llega se llega al laicismo, y mucho menos al ateísmo? Friedrich Engels en Sobre los orígenes del cristianismo escribía: La historia del cristianismo primitivo ofrece curiosos puntos de contacto con el movimiento obrero moderno. Como éste, el cristianismo era en su origen el movimiento de los oprimidos: apareció primero como la religión de los esclavos y los libertos, de los pobres y los hombres privados de derechos, de los pueblos sometidos o dispersados por Roma. Ambos, el cristianismo y el socialismo obrero predican una próxima liberación de la servidumbre y la miseria; el cristianismo traslada esta liberación al más allá, a una vida después de la muerte, en el cielo; el socialismo la sitúa en este mundo, en una transformación de la sociedad. Ambos son perseguidos y acosados, sus seguidores son proscritos y sometidos a leyes de excepción, unos como enemigos del género humano, los otros como enemigos del gobierno, la religión, la familia, el orden social. Y a pesar de todas las persecuciones e incluso directamente favorecidos por ellas, uno y otro se abren camino victoriosa, irresistiblemente. Tres siglos después de su aparición, el cristianismo es reconocido como la religión de Estado del Imperio romano: en menos de sesenta años, el socialismo ha conquistado una posición tal que su triunfo definitivo está absolutamente asegurado. El paralelo entre los dos fenómenos históricos atrae nuestra atención ya desde la Edad Media, en los primeros levantamientos de los campesinos oprimidos y particularmente de los plebeyos de las ciudades. Estos levantamientos, como todos los movimientos de masas de la Edad Media, estaban obligados a llevar la máscara de la religión y aparecieron como la restauración del cristianismo primitivo para salvarlo de la difusión de la degeneración. Una peculiar antítesis de esto fueron los levantamientos religiosos del mundo musulmán, en especial en el África. El Islam es una religión adaptada a los orientales, en particular a los árabes, es decir, por una parte a los hombres de las ciudades dedicados al comercio y la industria, por la otra a los beduinos nómadas. Pero hay en él el embrión de una colisión que reaparece en forma periódica. Los habitantes de las ciudades se enriquecen, viven en el lujo y no se esmeran en la observancia de la “ley”. Los beduinos, pobres y por lo tanto de estricta moralidad, contemplan con envidia y codicia estas riquezas y placeres. Luego se unen bajo un profeta, un mehedi, para castigar a los apóstatas y restablecer la observancia del ritual y de la fe verdadera, y para apropiarse, en recompensa, de los tesoros de los renegados. Al cabo de cien años, como es natural, se encuentran en la misma posición de los renegados de antes: surge la necesidad de una nueva purificación de la fe, aparece un nuevo mehedi y el juego recomienza otra vez. Esto fue lo que sucedió desde las campañas de conquista de los almorávides africanos y los almohades de España hasta el último mehedi de Jartún, que con tanto éxito contuvo a los ingleses. Lo mismo, o algo similar, sucedió con los levantamientos en Persia y otros países musulmanes. Todos estos movimientos estaban revestidos del ropaje de la religión, pero tenían su fuente en causas económicas. Pero cuando triunfan permiten que las antiguas condiciones económicas se mantengan intactas. De manera que la situación anterior se conserva inmutable y la colisión se repite en forma periódica. En los levantamientos populares del Occidente cristiano, el disfraz religioso es sólo una bandera y una máscara para los ataques contra un orden económico que se torna anticuado. Este es finalmente derribado, surge uno nuevo y el mundo progresa.
No es por casualidad que no exista ni un solo país árabe democrático. El substrato ideológico que subyace en la sociedad árabe es el Islam, y este no permite la separación entre religión y política. El Islam no diferencia entre Religión y Estado. Religión y política en el Islam es un todo continuo, un mismo corpus.
La represión llevada por las diversas dictaduras árabes contra las escasas fuerzas democráticas ha eliminado cualquier disidencia que no sea la religiosa, ya que es el substrato que cohesiona la sociedad y cementa toda relación humana. La consecuencia, comprobada desde la Revolución Francesa, y aún más desde la Revolución Rusa, es que en situaciones pre-revolucionarias o de caos, los más organizados y sanguinarios [Robespierre, Stalin] se imponen finalmente, y el islamismo es la única estructura política organizada en el mundo árabe fuera del aparato militar-estatal.
Demográficamente la mayoría de la población de los países del norte de África y de los países musulmanes en conflicto religioso (Siría, Irak, Afganistán, etc) son jóvenes menores de 30 años. El futuro de todo país es de los jóvenes y está en manos de la juventud. La generación joven no está contrarrestada por una de mayor edad. La abundante riqueza generada por el petróleo y gas de la zona no ha revertido en beneficio de la mayoría de la población, sino que ha ido a parar a manos de las “elites” del poder, parásitas e incompetentes, que repiten hasta el hastío discursos nacionalistas y panarabistas. Muchísimos sueñan con emigrar a una Europa, admirada y odiada simultáneamente, una Europa “infiel” que hasta hace pocas décadas fue colonizadora del mundo árabe, y que es percibida como un nuevo paraíso. El discurso islamista presenta a los gobernantes de las diversas dictaduras árabes como instrumentos del “neocolonialismo” cristiano europeo, y promete repartir el botín de la riqueza de Europa a sus fieles. Corán 4:94: Alá ofrece abundantes ocasiones de obtener botín. Corán 48:15: Cuando os pongáis en marcha para apoderaros de botín,… Corán 48:18-20: Alá ha estado satisfecho de los creyentes cuando éstos te han jurado fidelidad al pie del árbol Él sabía lo que sus corazones encerraban e hizo descender sobre ellos la sakina, prometiéndoles, como recompensa, un éxito cercano y mucho botín, del que se apoderarán. Alá es poderoso, sabio. Alá os ha prometido mucho botín, del que os apoderaréis. Os ha acelerado éste y ha retirado de vosotros las manos de la gente, a fin de que sea signo para los creyentes y de dirigiros por una vía recta.
El nacionalismo, -desde el feudal hasta el panarabismo- está caduco, y el irredentismo panislamista gana gradualmente más adeptos por prometer en esta tierra el reparto del saqueo de las riquezas de las clases dirigentes árabes y de los infieles occidentales, considerados culpables, juntamente con Israel, de todos los males de la sociedad árabe. Exhausto ideológicamente el nacionalismo árabe, el islamismo es percibido por grandes sectores de las masas árabes y musulmanas, como el único capaz de cambiar la situación. Los jóvenes islamistas creen con absoluto convencimiento y fe que no tienen nada que perder en el combate, ya que si pierden la vida aquí por Alá, gozarán en el más allá abundante y desmesuradamente de los placeres que les han sido vetados aquí por los “infieles” que “se han aliado con los dictadores árabes”.
Las organizaciones islamistas, como la Hermandad Musulmana, tienen una sección solidaria y benefactora con los más necesitados, que contrasta con la actitud de los gobernantes panarabistas nacional-socialistas. La consideración mayoritaria del mundo árabe es que los islamistas son menos corruptos y más solidarios que los líderes actuales. Así como el comunismo se presentaba ante “la masa de proletarios y desheredados de la tierra” como un acelerador de procesos históricos, económicos y sociales, tanto individuales como colectivos, que permitiría avanzar velozmente a sociedades pobres, atrasadas y con enormes desigualdades hacia una mejoría de las condiciones de vida, igualdad y solidaridad; el islamismo es percibido por una población acrítica que idealiza y reinventa un pasado imperial islámico-árabe de esplendor y hegemonía mundial como el factor desencadenante de la supremacía final del mundo árabe-musulmán sobre el resto de la humanidad.
El irredentismo islámico, la pretensión de anexionarse los territorios que fueron en un tiempo ocupados por el Islam, como Israel o España, atrae y fascina a grandes sectores musulmanes, que ven la bandera de la yihad como la única oportunidad de superar su situación personal y colectiva. Los islamistas levantan obsesivamente la bandera anti Israel, como factor aglutinador de la sociedad árabe-musulmana, y prometen romper relaciones con Israel; y son conscientes de que en situación de conflicto permanente, las masas árabes se unirán más a sus dirigentes islamistas.
El rechazo a reconocer a Jerusalén como capital de Israel, la nación judía, es percibido por el nacionalismo panarabista y el islamismo como parte importantísima de la guerra contra Israel y Occidente. A ellos se suman los antisemitas europeos, nostálgicos de las persecuciones contra los judíos, muchos de ellos con ropaje extrema izquierdista, otros de “progresista” y otros de defensores de los débiles, se unen a los salafistas y yihadistas en su guerra contra Israel, desde el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) al apoyo económico e ideológico de Hamás y Al-Fatah.
A todos ellos les une el antisionismo, versión moderna del antisemitismo, el odio a la alteridad y a la diferencia y son totalmente indiferentes a los crímenes que las organizaciones y países islamistas cometen contra sus propias poblaciones y también contra los mismos árabes mal llamados “palestinos”.
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