Enlace Judío México – Esta semana celebramos Janucá. Todas las noches prendemos velas y recordamos los milagros que ocurrieron durante la ocupación griega. Sin embargo, ¿qué es un milagro?, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ellos? A continuación lo explicamos.
Milagros y eventos naturales
El Talmud cuenta la historia de rabí Janina Ben Dosa, cuya hija una vez colocó por accidente vinagre en vez de aceite en la lámpara de Shabat. El rabí le dijo a su hija: “¿Por qué estás triste? ¿Cuál es la diferencia? Aquel que le ordena al aceite arder también puede ordenarle al vinagre arder”. El vinagre estuvo encendido todo el Shabat hasta que la vela de Havdala fue encendida al concluir el día sagrado.
La cultura popular define a la naturaleza como un sistema autónomo y autosuficiente de causa y efecto; y a un milagro como un suceso sobrenatural. El creyente agrega que ese sistema autónomo fue concebido por D-os en los tiempos de la Creación, y el milagro como la intervención de D-os y ruptura de ese sistema.
El aceite arde naturalmente. El vinagre no. El milagro radica en que D-os hizo al vinagre arder.
La perspectiva judía difiere radicalmente:
Para nosotros, la naturaleza es tan maravillosa como un milagro y el milagro es tan comprensible como la naturaleza. Ambos son la materialización del deseo divino en todo momento. Lo que hace a los efectos naturales perder su matiz milagroso es la frecuencia con la que suceden; así mismo, es la irregularidad con la que ocurren los milagros lo que nos recuerda la presencia divina en nuestros días.
El aceite arde porque D-os lo hace arder. Lo mismo el vinagre. La diferencia radica en que D-os hace al aceite arder siempre, pero escasamente, o nunca, hace al vinagre arder.
Bajo esta perspectiva, los milagros no son tanto un suceso como son una perspectiva. En otras palabras los milagros suceden todos los días, la pregunta es si sabemos verlos de esta forma. A veces esa visión es evidente y a veces debemos hacer un esfuerzo por verlos. Ultimadamente vamos a poder verlo únicamente si deseamos verlo. Como el Talmud dice “el escéptico ve la partición del mar como un evento natural, mientras que el creyente es capaz de ver el crecimiento del trigo como un milagro”.
Así como D-os hace a los mares fluir, también puede hacer que se partan. Así como hace a las semillas fértiles, también puede hacerlas estériles. ¿Qué separa lo natural del milagro?, aquello que separa al escéptico del creyente: la percepción. El escéptico atribuye incluso lo sobrenatural a un sistema independiente, mientras que el creyente considera incluso lo natural como regido por una ley divina.
La palabra hebrea para referirse a la naturaleza es “teva”, que también quiere decir sumergido. En la naturaleza, el involucramiento de D-os está sumergido y pasa desapercibido. La palabra hebrea para decir milagro es “nes”. “Nes” también significa signo. Un milagro es un recordatorio de que es D-os quien maneja la naturaleza.
El milagro de Janucá y de Purim
Aunque todos los milagros funcionan bajo la misma mecánica que fue descrita. El milagro de Janucá y el milagro de Purim tienen un distintivo especial: fueron milagros hechos por el hombre. De todas las fiestas que celebramos en las que ocurrieron milagros en ninguna mencionamos los milagros ocurridos durante la época del desierto. Durante Pesaj, no hacemos un rezo específico para recordar las plagas, la partición del mar, ni los otras decenas de milagros que D-os hizo. Lo mismo con Shavuot y Sucot no decimos nada sobre los eventos sobrenaturales que ocurrieron.
La razón que se da es que en Purim y en Janucá hubo un esfuerzo inhumano por preservar el judaísmo y su espiritualidad. Los hombres que se enfrentaron a griegos y persas en distintas épocas tuvieron que ir en contra de la lógica para defenderse; se aferraron a sus creencias y perfeccionaron su carácter a tal nivel que D-os decidió darles el regalo de la salvación. En hebreo “nes” (milagro) también es prueba.
Parte de la información fue tomada de Ask Moses.com
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