Enlace Judío México.- Jared Kushner, yerno del Presidente Trump, y Jason Greenblatt, anteriormente uno de los abogados de bienes raíces del presidente, están buscando lo que el presidente llama el “acuerdo definitivo”, un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos. Debemos desearles suerte porque van a necesitarla.
JED BABBIN
Es la mejor de las épocas y la peor de las épocas para hacer tal acuerdo. Es la mejor debido a las acciones de Irán, al creciente alineamiento de los palestinos con Irán y a las acciones del Presidente Trump.
Es la peor debido a las otras acciones del Sr. Trump.
El anuncio del presidente que Estados Unidos está reconociendo a Jerusalén como capital de Israel y mudando la embajada estadounidense allí es más que cumplir una de las promesas de campaña del Sr. Trump. Es una medida poderosa que significa la influencia reducida de los palestinos -y muchos aliados árabes y europeos- sobre la política estadounidense hacia Israel. El anuncio revela que ya no son más válidas muchas presunciones sostenidas durante mucho tiempo acerca de los asuntos del Medio Oriente.
En reuniones con líderes mesorientales durante los últimos meses, los Sres. Kushner y Greenblatt han aprendido mucho, algo de ello completamente equivocado. El Sr. Kushner, quien tiene treinta y seis años, ha visitado Arabia Saudita tres veces este año y aparentemente ha establecido una relación estrecha con el príncipe de la corona saudí, Mohammed bin Salman, quien es cuatro años menor.
Lamentablemente, el Sr. Kushner ha aprendido, tal vez del Príncipe bin Salman, que la clave para restablecer la estabilidad del Medio Oriente es el arreglo de la disputa entre israelíes y palestinos. El Sr. Kushner así lo dijo en una rara aparición pública en una conferencia reciente del Foro Saban.
De hecho, el conflicto entre israelíes y palestinos no es una razón para la inestabilidad del Medio Oriente, sino una excusa para ella. Desde que fue creada Israel en 1947 a sus vecinos árabes nunca les ha importado lo que suceda a los palestinos, sólo usarlos como una palanca contra Israel.
La ecuación geopolítica ha sido cambiada en gran medida desde que los ataques del 11/S trajeron a Estados Unidos a la guerra primero en Afganistán y luego Irak. Desde que el Sr. Obama se retiró de Irak, esa nación se ha vuelto un estado satélite iraní.
Antes del acuerdo de armas nucleares del ex presidente Obama con Irán, la política exterior de Arabia Saudita era generalmente somnolienta, dependiendo de Estados Unidos tanto para ingresos como para seguridad. Pero el acuerdo del Sr. Obama los dejó aislados, resultando en su política exterior mucho más agresiva.
Los saudíes y sus aliados del Golfo están estancados en su guerra en Yemen contra rebeldes huzíes respaldados por Irán. Ellos están enfrentando también la dominación iraní (y rusa) de Siria. La derrota del ISIS en Siria e Irak dejó otros vacíos que Irán está llenando rápidamente.
La presencia de Irán en Siria ha sido legitimada por el Presidente Trump, dañando significativamente nuestra posición en el Medio Oriente. Después de reunirse con el presidente ruso Putin en la cumbre de Cooperación Económica Pacífico-Asia en Vietnam, los dos presidentes emitieron una declaración conjunta sobre la cooperación en Siria que no hace mención alguna a las fuerzas iraníes allí y no impone ningún requerimiento para que ellas sean retiradas. Esas fuerzas son una amenaza existencial para Israel y amenazan también a los saudíes.
El 4 de diciembre, The Wall Street Journal informó que el primer ministro israelí Netanyahu advirtió al gobierno sirio que Israel no toleraría el establecimiento de bases militares de Irán allí, lo cual está haciendo actualmente Irán.
Mientras está sucediendo todo esto, Hamas -un grupo terrorista que controla la Franja de Gaza y está aliado con la Autoridad Palestina- se ha aliado con Irán. El verano pasado el líder Yahya Sinwar de Hamas, “primer ministro” de Hamas en Gaza, dijo que el apoyo iraní a Hamas y su ala estratégica es “estratégico.”
Hamas está también vinculado estrechamente con el grupo terrorista Hezbolá, respaldado por Irán que domina Líbano. Los saudíes ven a Hezbola como una amenaza significativa. Cuando el primer ministro libanés Saad Hariri, temiendo el asesinato por parte de Hezbola, huyó a Arabia Saudita para renunciar, él fue persuadido de retrasar su renuncia y regresar a Líbano, presuntamente para trabajar contra Hezbolá, una fuerza que él no puede controlar.
Si Israel no existiera, las naciones árabes suníes todavía estarían luchando contra el Irán chií. El suyo es un conflicto religioso que ha continuado por más de un milenio y no terminará. Pero debido a que Hamás, el principal grupo palestino, se está aliando con Irán, las naciones árabes podrían posiblemente aceptar firmar un acuerdo para terminar el conflicto israelí-palestino. Ningún acuerdo puede ser digno del papel en que está impreso a menos que las naciones árabes también sean firmantes de él.
Aun con todas las amenazas de violencia palestina resultantes de la nueva política hacia Jerusalem, el anuncio del Sr. Trump podría estar bien sincronizado para capitalizar la creciente desafección de los árabes con los palestinos debido al realineamiento de estos con Irán.
En este ambiente, cuando a las naciones árabes les importa mucho más asegurarse contra Irán, los palestinos podrían ser obligados a aceptar un acuerdo con Israel si los Sres. Kushner y Greenblatt juegan bien sus cartas.
Es una posibilidad muy muy remota. Si el Sr. Trump fuera a cambiar públicamente la posición que asumió en la declaración conjunta con el Sr. Putin para requerir la retirada de todas las fuerzas iraníes de Siria, él podría poner a Hamas bajo el foco por su alianza con Irán, el enemigo mutuo nuestro, de Israel y las naciones suníes. Mahmoud Abbas, el líder de la Autoridad Palestina, estaría en una posición muy débil, de tal forma que los saudíes, jordanos y otros podrían ayudarnos a influenciar un acuerdo.
Al mostrar fuerza, como lo ha hecho al anunciar una nueva política hacia Jerusalem, el Sr. Trump podría tener una mejor oportunidad que la que tuvieron sus tres predecesores inmediatos.
Jed Babbin se desempeñó como subsecretario adjunto de defensa en el gobierno de George H.W. Bush. El es un miembro principal del Centro Londres para Investigación Política.
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