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viernes 22 de noviembre de 2024

Perforando nuestro camino a la paz en Medio Oriente

Enlace Judío México.- Los bajos precios petroleros han erosionado tanto el poder de los Estados árabes, que ellos ahora ven a Israel como un protector.

WALTER RUSSELL MEAD

Sea lo que sea que ustedes piensen de la decisión del Presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, apunta a la realidad estratégica más importante en el Medio Oriente: el poder árabe ha colapsado frente a los bajos precios petroleros y la competencia de los perforadores estadounidenses.

Las devastadoras sacudidas en los precios del petróleo de la década de 1970, orquestados por la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), casi arruinaron la economía mundial. Desde entonces, Estados Unidos ha buscado formas de quebrar el control parasitario y buscador de renta de la OPEP sobre el mercado petrolero—y así reducir la vulnerabilidad geopolítica de Estados Unidos ante los acontecimientos en el Medio Oriente.

La victoria no llegó fácilmente. Campañas de conservación intensas hicieron a EE.UU. mucho más eficiente energéticamente. Los nuevos descubrimientos petroleros en África y otras partes ampliaron significativamente el suministro disponible. Las fuentes de energía renovable sumaron a la diversificación. Pero el acontecimiento más decisivo fue que décadas de investigación e inversión pública y privada desataron un auge estadounidense de petróleo y gas, llevando a una revolución en los mercados de energía que ha enviado ondas de choque geopolíticas a lo largo de los asuntos mundiales.

Las consecuencias reverberan en el Medio Oriente y más allá. Los futuros ingresos petroleros para países como Arabia Saudita, Irán, Venezuela, Rusia e Irak caerán billones de dólares lejos de lo que una vez habría sido esperado. El cambio en los mercados de energía beneficiarán a economías de consumo como Japón, China, India y las naciones de la Unión Europea. Estados Unidos y naciones situadas similarmente, como Australia y Canadá, pueden esperar crecimiento más rápido y mayor inversión extranjera, ya que ellos capturarán mucho del ingreso petrolero que pierden Rusia y la OPEP.

Los bajos precios de la energía ya han dado a los países sureños en apuros de la Unión Europea una posibilidad de regresar al crecimiento. Han limitado las perspectivas de Rusia y obligaron a Vladimir Putin a un presupuesto ajustado. Ellos han compensado en gran medida las ganancias que Irán había esperado hacer a partir de firmar el acuerdo nuclear y escapar a las sanciones occidentales.

Pero las consecuencias más grandes están siendo sentidas en el mundo árabe, donde la caída a largo plazo en los ingresos petroleros amenaza la estabilidad de muchos estados. No son sólo los productores petroleros los que sufrirán; las economías prósperas del Golfo han sido una gran fuente de oportunidad para los egipcios, pakistaníes, palestinos y muchos otros meso-orientales.

Las ciudades brillantes que surgen donde el desierto encuentra al Golfo pueden estar en tiempos más difíciles. Los rascacielos vidriados, centros comerciales relucientes y opulentos complejos de departamentos de los jeques fueron concebidos para un mundo en el cual la demanda desbocada de energía y fuentes limitadas (recuerdan “pico petrolero”?) llevaron inexorablemente a precios en alza. Estas economías frágiles y artificiales requieren condiciones de invernadero que una OPEP debilitada ya no puede proporcionar más. Ahora la gran burbuja del Golfo parece a punto de desinflarse lentamente.

Hay más. La afluencia asombrosa de los países del Golfo durante la era de la OPEP ocultó el fracaso del mundo árabe en desarrollar estados y economías capaces de competir eficazmente en el siglo XXI. Cuando se desvanece su sueño de renacer a través de las riquezas petroleras, ellos están caminando a una nueva era de debilidad y dependencia.

Los estados del Golfo ven a Israel cada vez más no como un insecto a ser aplastado por el poder árabe resurgente, sino como a un león que puede defenderlos de Irán. Siria, una vez una ciudadela del nacionalismo árabe, ahora alberga desdichadamente a fuerzas rusas, estadounidenses, iraníes y turcas que la dinastía Assad no puede ni controlar ni desalojar.

Diplomáticos, lobistas y financistas árabes deben prepararse para más malas noticias: A medida que se hacen más evidentes las perspectivas a largo plazo en caída de los estados de la OPEP, puede esperarse que disminuya aún más su influencia diplomática y económica a lo largo del Occidente.

Muchos analistas ven las frustraciones de la política de Estados Unidos en el Medio Oriente y concluyen que Estados Unidos está en retirada y decadencia hegemónica. Eso pierde la verdad más profunda. La diplomacia estadounidense ha tenido su parte de fracasos, pero la región ahora está siendo reformada por los perforadores en Texas, Pennsylvania, Dakota del Norte y otras partes.

Incluso con el control roto de la OPEP, el Medio Oriente seguirá siendo un problema para la política estadounidense. Además, no todas las consecuencias de la caída de la OPEP son buenas. En el corto plazo, es probable que Rusia e Irán dupliquen la apuesta en políticas exteriores aventuradas como una forma de distraer a sus poblaciones de los duros desafíos que se avecinan. La inestabilidad en los aliados clave de Estados Unidos en el Golfo y en Egipto podría crear grandes dolores de cabeza para Estados Unidos.

No obstante, reducir la capacidad de la OPEP de capturar rentas, mientras obliga a más oligarquías petro-estatales a contemplar la reforma, probablemente ya es tiempo de reducir tanto los costos como los riesgos de la política exterior estadounidense. Así es como se puede ganar.

 

*Walter Mead es miembro en el Hudson Institute y un profesor de asuntos exteriores en el Bard College.

 

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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