Enlace Judío México – Shoshana y Mylen regresan para hablarnos de un tema muy delicado: la crianza de los hijos, ¿cómo darles lo mejor que podemos sin volverlos dependientes? ¿cómo prepararlos para la vida real en casa? ¿Cómo enseñarles valores como el respeto y, sobre todo, a “jugar en sociedad? ¿cómo educarlos sin ser “mamá gallina”?
Mylen Saadia: Hoy les queremos hablar de un tema que se llama “Mamá gallina”
Shoshana Turkia: o “Papá gallo”.
MS: Creemos que es importante abordar el tema de los hijos. Y les quiero contar un caso. Había una mujer que siempre se sentía una súper mamá que protegía mucho a sus hijos. Y un buen día le llaman de la dirección de la escuela y le dicen, “Tu hijo se portó pésimo hoy en el colegio. Se desbordó. Salió de sí. Empezó a tirar los botes de basura. Pateó las bancas. No sabemos qué tiene y lo vamos a suspender por una semana”.
Esta mamá gallina se siente tan ofendida que no puede comprender la furia de su hijo y piensa que seguramente alguien le hizo algo tan grave en la escuela que por eso explotó. Lo primero que hizo esta mamá fue hablar con su hijo y preguntarle, “¿Y por qué mi vidita? ¿Qué te pasó? ¿Qué te hicieron esos desgraciados?”.
El niño le cuenta la historia de que el amigo lo traicionó con un trabajo y sobre la injusticia de la maestra porque le puso cero, y que nadie lo entiende, y que por ello explotó por ser un incomprendido.
Esta historia hizo que la mamá del pollito fuera a la escuela a reclamarle a la directora que cómo era posible que no contenían la emoción de su hijo, que no se daban cuenta de lo dolido que estaba y que no hacían nada contra el ingrato compañero que había traicionado a su hijo. Esto parece una historia desproporcionada, pero no lo es, es una historia real. Y muchas de nosotras, madres y padres, nos hemos encontrado en una situación de proteger a nuestros hijos. Lo que pasó con esta situación es que este niño recibió el mensaje de que él tenía derecho de tener reacciones emocionales desbordadas y agresivas. Y que además tenía el derecho de ser defendido por su madre.
ST: Diez años después este chavo que está muy acostumbrado a que su mamá salga en su defensa y siempre salirse con la suya. Porque claro, es la luz de los ojos de su mamá, así como mis hijos son los de mis ojos, y como tus hijos es la de de tus ojos. Él decide no tomar una carrera universitaria, no muy dentro de lo común, de lo comercial, de los estándares de su círculo social.
La mamá lo defiende de la presión de los tíos y de todos de que se meta a eso. Resulta que este muchacho no decide ir a la universidad, porque él necesita su espacio y su tiempo para pensar, meditar y observar la vida. Porque qué injusto es la voracidad del sistema que lo obliga a estar 8 horas a la semana en un sistema educativo.
Rascándole un poco al tema, nos dimos cuenta que lo que pasó 10 años atrás con la mamá defendiéndolo en primaria, es lo mismo que estaba pasando en la universidad. El sistema de valores y de creencias que se fue construyendo en esa primera infancia fue permeando a lo largo de la formación de este chavo. Y no fue construyendo las herramientas necesarias para la sociabilización del sistema en el que vivimos hoy en día.
MS: No se trata de que todos nos metamos en un cajón y de que todos seamos iguales, pero sí tenemos que entender bien claro cuáles son las reglas del juego. ¿Cómo se juega en esa escuela? ¿Cómo se juega en esta sociedad?
También es nuestra obligación como padres llevar a nuestros hijos a entender las reglas del juego. Quiero tocar un tema importante que es: cualquiera de nuestros chavos seguramente tiene un talento descomunal, increíble. Puede ser el mejor jugador de fútbol americano, pero si se mete al juego sin conocer las reglas, tanto talento no va a servir de nada, porque no está jugando de acuerdo a como arbitrariamente esta sociedad ha decidido que así todos jugamos este juego.
ST: ¿Cuál es el dilema de la maternidad? Por un lado nuestro mandato divino es preservar la vida. Desde que nace el chamaquito estamos persiguiéndolo, primero que coma bien, revisar que todo esté en orden cuando le cambiamos el pañal, que no se tropiece cuando empiece a caminar, etc. Procurando salvarguardar su vida e integridad física, y por otro lado ver cómo les vamos dando herramientas emocionales, psicológicas, cognitivas e incluso materiales para que se pueda independizar.
Y ahí viene la gran dicotomía de la mamá gallina: ¿cómo hacemos que nuestros pollitos se conviertan en gallos y gallinas sin matarlos y sin sofocarlos con nuestra presencia?
MS: Básicamente la respuesta está en que no podemos hacer mucho por evitarles las caídas. Es al contrario. Cuando nos quitamos y permitimos que se caigan, como sea, pero sí los ayudamos de alguna manera a levantarse, ese es el punto donde el niño empieza a generar sus propias herramientas. Y no necesariamente es darle la mano y sacarlo del hoyo. Ayudarlo, levantarlo, es ayudarlo a pensar las alternativas que tiene para levantarse, para enfrentar esta situación. ¿Qué puedes hacer con la directora? ¿Qué puedes hacer con tu amigo? ¿Cómo vas a hablar con tu maestra? ¿Cómo te puedo ayudar yo? “…No es que, dile a la directora…”. “No, eso yo no lo puedo hacer porque no es mío. En esta situación te metiste tú, tienes que salir tú de ella. Estoy contigo, te acompaño, me siento a tu lado, pero el que va a hablar eres tú”.
Es como darle el apoyo, la contención, crear ese encuadre, como si fuera un lienzo. Nosotros seríamos como la estructura del lienzo, pero ellos tienen que decidir qué van a pintar ahí adentro. No podemos ser nosotros los que le digamos, “Pinta una casa con un árbol verde”.
ST: Lo que pasa con los niños hoy en día es que están llenos de palabras pero vacíos de contenidos. Todo mundo dice que va a educar con valores y que ahora sí va a escucharlos más. Empezamos a llenar a los niños de conceptos y de abstracciones que en apariencia podrían serles muy útiles, pero realmente no estamos generando las herramientas vivenciales que necesitamos atrás. ¿Cómo se logra esto? Yo diría, “No hables con tus hijos, actúa con tus hijos”.
Y les vamos a dar dos ejemplos muy transparentes. Tenemos una paciente que para ella el deporte y la cultura son los dos pilares del bienestar. Sin cultura y sin deporte la vida no es posible. ¿Ustedes creen que si va con su hijo y le dice todos los días, “Tienes que hacer ejercicio. Léete a Julio Verne, aquí están tus libros”, ese niño va a hacer algo? Posiblemente no. Ahí es donde entra la congruencia.
Tenemos que actuar en nuestra cotidianeidad como queremos que actúen nuestros hijos cuando sean libres e independientes. Lo que acompañamos a esta mujer a hacer es un plan semanal donde la cultura y el deporte estuvieran muy presentes. Lo que acordaron es que, en familia, salir todos los domingos a una actividad cultural y todos los mismos domingos a una actividad deportiva. Una no existe sin la otra.
Dices a lo mejor, “Bueno, lo hice una, dos o tres veces”. No, hay que hacerlo todos los días. El sistema de goteo, es decir que haya continuidad y que la gota caiga siempre en el mismo lugar es el único mecanismo probado a lo largo del tiempo que le da las herramientas a los niños para que se conviertan en adultos exitosos.
Si no hay congruencia entre lo que decimos, lo que estamos exigiendo de ellos y nuestro hacer, vamos a lograr que haya una confusión y que haya caos. Y que no haya una estructura emocional interna que les permita la independencia.
MS: Lo que hacemos en Presente Continuo es buscar que los hijos, por pequeños que sean, empiecen a construir esta autonomía. Como hemos hablado antes de estas 4 autonomías: la espiritual, la emocional, la erótica y la económica. ¿Podemos ayudar a nuestros hijos a que piensen en una autonomía espiritual? A que empiecen a sentirse parte del todo y la parte. Es decir, crearles una conciencia ecológica, crearles una conciencia espiritual. Pero ayudarlos e invitarlos a que ellos decidan cuál es su parte del todo.
Te puede llegar un niño y decir, “Má, me sobra este juguete” o “Ya vi que a ese niño de la calle le falta el juguete y yo se le quiero regalar”. Eso es hacer un esfuerzo, agarro el coche y, “Vamos y se lo regalamos”. Pregonar con el ejemplo y accionar a que el chavo empiece a definir qué es para él la espiritualidad. Si vamos a hablar de una autonomía emocional por ejemplo. Hemos hablado anteriormente de los berrinches, de cómo manejamos los berrinches, y es importante encontrarnos en el dolor de nuestros hijos. En la angustia que están sintiendo ¿Qué lo llevó a hacer esas acciones? ¿Qué le está doliendo?
Cuando puedo encontrarme con el dolor, a mi una vez me pasó con uno de mis chavos que se le murió su pez. Y claro, era una cosa tan chiquita y tan insignificante, le puse una cara de, “¿Estás triste por tu pez?”, que en ese momento empezó a llorar con toda la emoción que dije, “Wow, lo único que necesitaba era un espejo que le dijera: se vale estar triste por el pez”.
ST: ¿Y autonomía económica y erótica en los niños? ¿Cómo? Pues sí se puede.
Vamos a retomar un poquito estos dos conceptos: la autonomía erótica es la libre expresión estética del deseo consciente. Cuando nosotros acompañamos a nuestros niños a expresarse, les creamos un espacio seguro, y no estoy hablando de una expresión sexual, sino de una expresión del deseo. Que ellos mismos encuentren qué quieren y le damos la capacidad de ver cuáles son las alternativas de esos deseos y cuáles son los caminos. Y los dejamos elegir libremente a pesar nuestro, entonces vamos a estar forjando su capacidad de decir sí o no. De poner límites, de autoponerse límites.
La autonomía económica es ¿Cómo les enseñamos a hacerse de recursos? Si mi mecanismo es cada vez que necesito algo me volteo con mi mamá y le digo, “Má, ¿me ayudas porque me quitaron mi juguete?”, “Má, ¿me sirves agua?”, “Má, ¿me haces…?”, etc. Cuando tenga 25 años no debería de asombrarme si me dice, “Má, ¿me compras mi coche?”, “Má, ¿me das dinero para casarme?”, si toda la vida lo acostumbré así.
Si desde jóvenes, desde chicos, los acostumbramos a “¿Quieres ese juguete? Negocia. Encuentra las vías para conseguirlo. Y que esas vías vayan acordes a las reglas de esta familia que son: no robar, no golpear, no violencia” entonces vamos a estar educándolos. Pero si en mi actuar yo soy violento con él o ella, si en mi actuar yo hago trampa y mis hijos se dan cuenta (porque siempre se dan cuenta) y no hay congruencia, ellos no van a tener estas herramientas.
MS: Básicamente es la idea de que la mamá gallina está detrás del hijo levantándolo, rescatándolo, evitándole que sufra o que viva la consecuencia de sus actos. Y esto es el peor aprendizaje que les estamos heredando a nuestros hijos. Nuestros hijos lo mejor que pueden hacer es vivir la consecuencia de sus decisiones y se vale y está bien y no pasó nada. Es seguro darme la oportunidad de tomar una decisión y llevarla a cabo.
ST: Muchas veces no vamos a estar de acuerdo con las consecuencias de las acciones de nuestros hijos. Es muy probable que la mayoría del tiempo no estemos de acuerdo, pero nunca van a saber ellos ejercitar su libertad si no les damos la oportunidad de equivocarse. Tenemos por ejemplo pacientes que tienen 30 o veintitantos años y que siguen muy infantilizados porque siempre tomaron las decisiones por ellos.
Es muy importante que acompañemos esas decisiones infantiles hasta el final de sus consecuencias, claro, siempre salvarguardando su integridad física, emocional y patrimonial, pero sí dándoles un rango de acción mayor donde vean que hay retroalimentación y supervisión para que ellos puedan lograr la consciencia de lo que están haciendo.
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