Enlace Judío México.- Auschwitz-Birkenau son dos nombres que generan simultáneamente una gran variedad de sentimientos, pasando por la tristeza, la rabia, el terror, la impotencia hasta la incomprensión. En sólo cinco años, entre 1940 y 1945, perdieron la vida en este campo de exterminio más de 1,3 millones de personas, la mayoría judíos. Declarado en 1979 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO para recordar a las víctimas del genocidio y para alertar a la humanidad que jamás vuelva a cometer unos actos tan atroces, analizaré la relación de este campo de exterminio con los recursos hídricos de la zona.
XAVI DURÁN RAMÍREZ
El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau se sitúa al sur de Polonia y su nombre corresponde a los municipios polacos cercanos traducidos al alemán (Auschwitz era el topónimo alemán de Oswiecim y Birkenau era Brzezinka). El complejo, que albergaba un total de tres campos principales en su interior, se construyó en una zona pantanosa e inundable. Transcurren por esta área los ríos Vístula (el más largo de Polonia con 1.047 kilómetros de largo) y su afluente Sola (84 kilómetros de largo), los cuales generan a su paso varios humedales, tal y como se observa en la imagen inferior, y sirven para recargar las aguas subterráneas. También hay que tener en cuenta que la unión de estos dos ríos se materializa agua arriba de la localidad de Oswiecim, donde precisamente se encuentra el campo de exterminio de Auschwitz.
A la abundancia de agua en la región se suma también la riqueza en carbón, algo que conllevó la construcción de una fábrica de licuación de carbón, con unas necesidades de agua de unos 15.000 m3/hora.
La mayoría de las personas que perecieron en este campo de concentración (unas 900.000 víctimas) lo hacía de un modo casi inmediato. Una vez llegaban al complejo y después de pasar por un rápido proceso de selección para determinar si eran aptos/as para trabajar, se enviaba a las cámaras de gas a aquellos/as que no pasaban la prueba. Esto provocaba que el elevado número de cadáveres que se generaban a diario fueran enterrados en grandes fosas. También se sepultaban en estas zanjas a los presos y presas que morían a causa de la desnutrición, los experimentos médicos o por enfermedades contagiosas como el tifus. Hay otras versiones que también aseguran que muchos de los restos humanos eran tirados al río Sola.
En los dos primeros años de actividad del campo de exterminio, el enterramiento de personas en fosas provocó la alteración de la calidad de las aguas subterráneas, a partir de los fluidos que expulsaban los cadáveres. Incluso hay fuentes que aseguran que la contaminación provocó problemas entre el personal alemán que trabajaba en el centro, causando la muerte a la mujer de un comandante por la ingesta de agua contaminada.
Por este motivo, a partir del mes de septiembre de 1942, se toma la decisión de incinerar a los cadáveres para evitar la contaminación del agua del subsuelo, primero en fosas y después a partir de la incineración en un nuevo crematorio. Incluso se decide desenterrar por estas fechas a unas 100,000 personas para quemarlas y evitar la transmisión de enfermedades a través de las aguas subterráneas.
A pesar de los datos concluyentes y demoledores sobre el genocidio durante la expansión de la Alemania nazi, hay una corriente de pensamiento –el negacionismo del Holocausto- que considera este episodio de la historia como un mito y un fraude. Para éstos, la abundancia de agua subterránea en la zona de Auschwitz-Birkenau sería un argumento de peso para demostrar que era imposible hacer pozos crematorios en el suelo, debido a la abundancia de agua.
El lingüista Carlo Mattogno, en un artículo titulado Pozos crematorios y niveles de las aguas subterráneas en Birkenau, analiza las oscilaciones del agua del subsuelo entre 1941 y 1944, destacando que en este período los volúmenes de agua subterránea eran muy elevados. El mencionado lingüista también analiza las características del suelo, muy pantanoso y que a menos de 30 centímetros de la superficie se podía encontrar agua.
Los negacionistas cogen como argumento que la elevada cantidad de aguas subterráneas hacía inviable la creación de pozos crematorios al aire libre
A pesar de esta supuesta abundancia de agua, durante 1944 se produjo una drástica reducción del nivel, que según la propia administración del campo, puso en peligro la garantía de las demandas ordinarias del complejo.
El negacionista Mattogno, sin embargo, apunta a que los niveles de las aguas subterráneas eran siempre muy elevados en la zona y que este descenso fue algo puntual, lo que hacía imposible la creación de fosas de incineración a cielo abierto (eso sí, no se niega en ningún momento la existencia de fosas para enterrar a las víctimas). De este modo, los negacionistas tendrían un argumento para asegurar que el genocidio fue algo exagerado, pero sólo haciendo referencia a uno de los métodos para deshacerse de los cadáveres: la incineración, sin decir nada sobre la inhumación.
Escasa disponibilidad de agua subterránea
Con datos de 2010 del Polish Geological Institute, podemos observar que la zona donde se encuentra el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau (marcado en rojo) es una de las regiones del país con menor disponibilidad de agua subterránea. Con estos datos basados en métodos actuales (y no como los negacionistas, que se remontan a documentación del imperio austrohúngaro del siglo XIX), se confirmaría que la zona donde se construyó el complejo no hay tanta abundancia de agua subterránea y que en realidad se trataría más de una área inundable donde se quedaría estancada el agua (y, por lo tanto, que no se infiltraría en el subsuelo).
Zona con riesgo de inundabilidad
La confluencia en Auschwitz-Birkenau de dos ríos caudalosos en su curso alto provoca que la zona sea muy pantanosa, tal y como he comentado al inicio de este post, con una elevada presencia de abedules (árboles que precisamente necesitan suelos con humedad), algo que eleva de un modo considerable el riesgo potencial de inundaciones, tal y como se puede ver en el siguiente mapa (en rojo, las zonas con mayor riesgo de inundación).
Además de las características de la zona, hay que añadir los métodos ineficaces de construcción y la inestabilidad del terreno, que provocan el mal estado de los cimientos de los edificios. Por esta razón, en los últimos años se está llevando a cabo una inversión de 80 millones de euros con el objetivo de estabilizar la zona y evitar que el agua pueda dañar el espacio histórico. Asimismo se están llevando a cabo varias tareas para regular las aguas subterráneas, renovar los diques de drenaje y garantizar que se pueda drenar el agua de lluvia.
Parece que la elección de escoger emplazamientos inadecuados para campos de concentración nazis no fue un hecho aislado. El campo de Terezín, en el norte de la República Checa, también sufrió graves daños en 2002 (ver imagen página 136), a partir de unas fuertes inundaciones que azotaron a todo el país, provocando la muerte de unas 17 personas y daños materiales por valor de unos 2,680 millones de euros.
Fuente. Iagua
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