Enlace Judío México.- La historia de las 10 plagas que azotaron a Egipto es fascinante. No sólo por su contenido sino también por la sofisticación de su narrativa.
RABBI YOSEF BITTON
Las plagas empiezan con un Moisés tímido y un Faraón arrogante. Cuando Moshé torna el rio Nilo en sangre, la reacción del Faraón es la indiferencia y la soberbia. El dios Nilo, una de las divinidades principales de Egipto, ha sido derrotado, dañado y herido. La industria pesquera se ha venido abajo. El Faraón, que alimentó al dios Nilo con los cuerpos de los infantes hebreos ahora ve con sus propios ojos la sangre derramada. El Faraón le pide a sus magos que repliquen lo que parece ser un truco de Moshé. Y cuando esto sucede, el monarca le da la espalda a Moshé (vayifen) y se retira, soberbio, a la comodidad de su palacio.
En la segunda plaga las cosas comienzan a cambiar para el Faraón. Las ranas del Nilo no se van a quedar en el Nilo. Van a llegar ahora a su palacio, a su cocina y a su dormitorio. Ahora, esta plaga lo afecta a él. Las ranas y los sapos eran los dioses de la reproducción en Egipto, que ahora se ha transformado en una reproducción incontrolable que está infestando Egipto. Sus magos, otra vez, reproducen la plaga, pero el Faraón se da cuenta, un poco tarde, que lo que necesita no es que sus magos hagan surgir más ranas, sino que las controlen.… El Faraón hace llamar a Moisés y Aharón, y para ganar tiempo, dice que acepta sus demandas. Pero luego, cuando las ranas se van, el Faraón endurece su corazón, se arrepiente y no los deja salir. Pero comienza a ceder.
En la tercera plaga, los piojos, el Faraón confirma lo que ya sospechaba: que sus ilusionistas sólo pueden fingir que están controlando las plagas reproduciéndolas, pero no las pueden parar. El Faraón acepta que sus magos han sido vencidos y va a empezar a ceder más. Además, también confirma que uno por uno sus dioses son vencidos o son controlados por el Dios de Israel. Los insectos eran venerados por los egipcios como la manifestación mágica de los espíritus divinos. Y ahora esos dioses se estaban tornando contra los egipcios.
No son solo los dioses egipcios lo que han sido afectados. Poco a poco todo lo que hace a la prosperidad de Egipto colapsa. Uno de los países más prósperos del mundo, el único en el Medio Oriente que no depende de la lluvia para sobrevivir, está en ruinas. Primero fue el colapso de la industria pesquera, luego del ganado, y en las últimas plagas —granizo y langostas—la cosecha es destruida. Y el Faraón sigue negociando. Pero ahora es Moshé el que no cede.
Llega la penúltima plaga, la oscuridad. Esta plaga posiblemente no afectó más profundamente la economía de Egipto. Pero me imagino que habrá sido un golpe sicológico devastador para el Faraón y su pueblo. ¿Por qué? Porque el dios principal de los egipcios era “Ra”, el todopoderoso Dios Sol. La oscuridad demostró que hasta este supremo dios, que gobierna el mundo pagano, pierde su poder frente al Dios de los hebreos.
El paganismo egipcio casi que ha sido derrotado. Las plagas han demostrado que los dioses egipcios son poderes visibles pero imaginarios. Los egipcios, y principalmente los judíos, comienzan a entender que hay un solo Dios, que es invisible y que aparentemente ostenta todos los poderes.
Queda una plaga más. La muerte de los primogénitos. Sin duda, las más grave y cargada de simbolismo. Los egipcios se arrogaban que podían dominar la muerte y conocían el secreto de la inmortalidad. ¿Cómo? Si el candidato, sacerdotes o primogénitos, que cumplían funciones sacerdotales, decidía sacrificarse (o ser sacrificado) su inmortalidad estaría garantizada por los dioses.
Pero cuando la muerte no era voluntaria o deliberada, sino accidental o involuntaria, la eternidad no se obtenía. Se suponía entonces que los dioses protegían a sus sacerdotes y primogénitos, para cederles la inmortalidad.
La muerte de los primogénitos significo también el final de la imaginaria inmortalidad, representada por las impresionantes pirámides, que conectaban al muerto con al mundo de ultratumba.
Pero hay algo más, muy sugestivo. Durante las primeras ocho plagas el Faraón desafió a Moshé y hasta trató de humillarlo pero nunca lo amenazó de muerte. Recién en la novena plaga se escucha por primera vez esta amenaza. El faraón le dice a Moisés. “Puedes irte, tú y tu pueblo, los ancianos y los niños, pero debes dejar aquí a tu ganado”. El faraón aunque accede pone condiciones. Dejen aquí su ganado como garantía. Pero Moshé se niega a negociar. Y en ese momento el Faraón pronuncia la sentencia de muerte y dice (Shemot, Éxodo, 10:27): “Vete de aquí, y cuídate de no venir a verme más, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás ”. En la narrativa de las 10 plagas, y en las intensas negociaciones que tuvieron lugar, no fue Moshé sino el Faraón, el primero que puso “la muerte” en la mesa.
Este fue el último recurso, lo que terminó de convencer al Faraón -luego de que todas las demás advertencias fueron desoídas y no lograron doblegar la soberbia del tirano dictador – para que liberase a los esclavos hebreos.
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