Enlace Judío México.- La penitenciaría de Lecumberri entró en funciones el 29 de septiembre de 1901, inaugurada por el presidente Porfirio Díaz, siendo su primer director el mejor penalista de la época Miguel Macedo, fue clausurada el 29 de agosto de 1976 como lo refiere el doctor Sergio García Ramírez en su obra “El final de Lecumberri”, esa magistral obra reúne dos condiciones fundamentales para ser una radiografía de la prisión, su autor no solo fue director del Palacio Negro que comentamos, es el mejor teórico y académico que en el tema ha tenido México y también en lo práctico, pues estuvo al frente de proyectos penitenciarios a nivel federal, en la Ciudad de México y de otras entidades como el llevado a cabo en el Estado de México a finales de 1960 y 1970 con magníficos resultados. En su obra el maestro relata en un lenguaje entendible y ameno cómo surge esa institución, los episodios al traspasar sus grises murallas hasta el día de su clausura, de hecho el doctor García Ramírez fue su último director.
En Lecumberri se suscitaron episodios dantescos, homicidios, motines y algunas fugas, célebre resulta la de Pancho Villa, Enrique Krauze, en su libro “Biografía del Poder”, relata que ese personaje a principios del siglo pasado se escapó vestido de mujer, de la misma forma se fugó décadas después el norteamericano Dawith Worker, quien fuera detenido en 1973 en el aeropuerto de la Ciudad de México cuando llegó procedente de Perú, trayendo adheridas a su cuerpo grapas de cocaína; Worker fue víctima de los más temerosos hostigamientos debido a su nacionalidad, en su interesantísimo libro “Fuga de Lecumberri” narra, a manera de diario, la crónica de cómo planea y ejecuta una inteligente fuga al ensayar movimientos femeninos y cómo poco a poco una amiga suya, gringa también, fue introduciendo a su celda maquillajes y ropa de mujer, en un cateo a pocos días antes de la fuga los custodios estaban a punto de encontrar la peluca que Worker tenía escondida en una caja donde una gata amamantaba a sus mininos, este evadido relata cómo vestido de mujer y con pasos afeminados sale del penal, cuando estaba a punto de desmayarse, el piropo de un custodio le levanta el ánimo y le da toda la seguridad para salir tranquilamente por el portón.
El extinto penitenciarista Juan Pablo de Tavira relata que en esa cárcel el problema de la homosexualidad era grave; inclusive los homosexuales activos se unían, amenazaban y golpeaban para satisfacer sus deseos, existió una crujía especial para este tipo de personas, el pabellón J “de ahí lo de joto”. Como en San Juan de Ulúa, Lecumberri tuvo también, en sus 76 años de servicio, importantes huéspedes, como ya se dijo don Francisco I Madero y Pino Suarez, hasta creadores de la talla de José Revueltas y David Alfaro Siqueiros así como célebres delincuentes de todos los tiempos como Goyito Cárdenas, brillante estudiante de ingeniería que por el rumbo de Tacuba, Distrito Federal, asesinó a cuatro mujeres de la vida galante en 1941, en su reclusión escribió anécdotas y novelas de su encierro en el que también estudió la carrera de licenciado en derecho, motivo por el que fue ovacionado en la Cámara de Diputados, de Tavira resalta un pensamiento de Goyo Cárdenas que mueve a la reflexión: “En estos largos años que he pasado encerrado, propiamente sustraído al devenir de la vida, ausente de la evolución del mundo en el que no tengo más derecho que vivir en unos pocos metros cuadrados dentro de esta maldita celda, sé, por los diarios, que han ocurrido muchas aventuras y desventuras”. El italiano Enrico San Pietro, grabador y falsificador que llegó a México con documentos falsos y ya en nuestro país hizo una importante emisión de billetes alterados. Fue aprehendido en 1933 y enviado a Lecumberri. Más tarde decidió fugarse y para ello sobornó al jefe de vigilancia, quien le proporcionó una sierra para limar los barrotes. En el día de la fuga, el propio jefe de vigilancia acompañó al preso hasta la puerta, lo colocó en un automóvil y San Pietro se despidió, no sin antes entregarle un fajo de billetes que resultaron falsos. (Caso similar, aunque más patético, fue el ocurrido en 1943, cuando nuevamente hubo una fuerte emisión de billetes falsos de gran calidad realizada por el falsificador venezolano Alberto De Shelly ¡En la propia imprenta de Lecumberri!).
Otro habitante célebre, refiere Tavira, fue Jacques Monard, asesino de León Trotsky, que no obstante de haber sido hallado culpable de homicidio con alevosía, ventaja y premeditación, fue sentenciado a penas a 19 años y seis meses de prisión, otorgándosele la libertad anticipada por haberse dedicado a las labores de alfabetización promovidas por la Secretaría de Educación Pública. Otro distinguido de esa prisión fue un doble homicida, de quien se dice existen sospechas fundadas de que fue un asesino serial que mucho impactó en la sociedad mexicana conservadora de su tiempo, justamente a la mitad del siglo XX Higinio Sobera de la Flor, mejor conocido como El Pelón Sobera, junior adinerado que tenía ataques violentos, su primera víctima conocida lo fue un militar con quien Sobera tuvo un casual percance automovilístico, tío de Ana Bertha Lepe, ganadora del certamen Señorita México en 1953 y finalista en miss universo, el padre de esa mujer también estuvo a la sombra, conocido en su reclusión como el Timbón Lepe, por haber matado al amante de su hermosa hija; Sobera en su segunda víctima se dice que practicó la necrofilia, lo que escandalizó a la ciudadanía de aquél tiempo más que el feminicidio, fue sentenciado a 40 años de prisión, murió recluido muy deteriorado y coprófago en 1985 en el reclusorio oriente.
Como resultado del movimiento estudiantil de 1968, algunos intelectuales también fueron recluidos en esa prisión, como Eli de Gortari (su sobrino Carlos Salinas de Gortari fue presidente de México de 1988 a 1994), el ingeniero y líder opositor Heberto Castillo, Manuel Marcue Pardiñas. El Palacio Negro continúa de Tavira, alojó en sus diversas épocas y acusados de diversos delitos a los generales Francisco Villa y Felipe Ángeles; a los pintores David Alfaro Siqueiros y Manuel Rodríguez Lozano; al fanático católico José León Toral, asesino de Álvaro Obregón; a los líderes del movimiento ferrocarrilero Demetrio Vallejo y Valentín Campa; al poeta Álvaro Mutis, al escritor Juan de la Cabada y al medallista olímpico en equitación general Humberto Mariles.
En la sección para mujeres estuvieron la monja Concepción de la Llata, mejor conocida como la Madre Conchita, cómplice del atentado en que muriera el general Obregón; Dolores Estévez Zulueta, alias Lola la Chata, emperatriz de las drogas; Graciela Olmos, alias la Bandida, la mayor matrona de prostíbulos. En fin, Lecumberri fue escenario de una de las fugas más espectaculares, protagonizada por el narcotraficante cubano Alberto Sicilia Falcón y su banda. Ciertamente la fuga falló de alguna manera porque fue parcialmente descubierta por el jefe de vigilancia, el coronel Gil Cárdenas, quien cambió de dormitorio a Carlos Estrada Ortiz, alias Don Carlos, el mayor traficante colombiano de aquellos años (1975), implicado en el asunto. Sin embargo, aunque los colombianos decidieron retirar el apoyo a Sicilia Falcón para sacarlo del país, este, apoyado por los reos José Egozzi (cubano), Zucoli y Rubí, emprendieron la fuga por un túnel que, partiendo de una pequeña casa ubicada frente a la prisión, atravesaba la avenida Eduardo Molina y llegaba hasta la celda del narcotraficante (¿Dónde se suscitó algo muy parecido en tiempos recientes?). La fuga dejó entrever la enorme corrupción a la que había llegado el penal.
En 1960 el compositor Salvador Flores Rivera conocido como Chava Flores, creador de temas populares como “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”, “Sábado Distrito Federal”, “Peso sobre peso”, “Los pulques de Apan”, entre otros, también fue huésped de ese lúgubre espacio por un año ocho meses, acusado de fraude por no recoger unas letras de cambio firmadas por un préstamo ya saldado a su compadre, era la época en que por no pagar una deuda civil contrariando a la Constitución General una persona iba por mucho tiempo a prisión.
También ahí estuvo preso un muchacho, al que ahora no se sabe si su ingreso al Palacio Negro haya sido una desgracia o el inicio de su fortuna, éxitos, vasta riqueza y popularidad internacional, pues es en ese lugar siniestro, donde se le dieron las circunstancias para realizar una de las más brillantes carreras dentro de la farándula, Alberto Aguilera Valadez, joven oriundo de Parácuaro, Michoacán, por su carácter dócil y abnegado, es acusado infundadamente de robo y recluido año y medio en Lecumberri, durante esos meses se rodeaba de presos a quienes les encantaba escuchar sus composiciones, motivo que llamó la atención del director del penal, quien hizo traer al muchacho a su presencia, quedando impactado por la calidad de sus canciones, pidió las cantara a su esposa Ofelia, quien resultó ser amiga de Queta Jiménez la Prieta Linda y de Luz Elena Ruiz Bejarano Lucha Villa, quienes impulsaron la carrera artística del joven recluso quien más tarde sería Juan Gabriel.
Lecumberri fue de las prisiones más ligadas a la historia represiva de las autoridades en México por más de medio siglo, en la que se cometieron asesinatos, torturas, extorsiones, violaciones, desapariciones forzadas y la más amplia gama de actos inmorales, vejatorios, contranaturales e inhumanos, aun así, es un referente obligado en el estudio de nuestro penitenciarismo, cuando usted vaya a la capital del país debe visitar el actual Archivo General de la Nación, imagine por un momento que se encuentra preso en ese lugar, lo tétrico de ese espacio y su historia negra hará que una rara sensación le erice la piel.
Fuente:elindependientedehidalgo.com.mx
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