Enlace Judío México / Cuando salimos a la calle, estamos con amigos, visitamos familiares juzgamos. Muchas veces sin darnos cuenta, pensamos: actuó mal, hizo mal, dijo mal, etc. Esos juicios de valor afectan la forma en la que nos relacionamos con los demás y la forma en la que nosotros mismos somos juzgados. Po eso es esencial que aprendamos a juzgar para bien. Rab Rosenfeld nos enseña sobre este mandato.
Rab. Dovid Rosenfeld. El sistema de justicia divino.
Sólo una persona que es capaz de ignorar los defectos de sus amigos (incluso de sus profesores) y en su lugar aprende de sus virtudes podrá desarrollar relaciones positivas y fuertes. No existe una persona a la que podamos admirar en absolutamente todas sus características. Únicamente con grandes dosis de paciencia e historia una relación significativa puede surgir.
El Talmud deduce el principio de juzgar a otros favorablemente del verso en Levítico 19:15 que dice: “Con virtud juzgaras a tu compañero” (Shavuot 30a). En su sentido literal, el verso se dirige a los jueces. Los Sabios deducen de este pasaje la importancia de ser justo e imparcial dentro de un juicio, sin favorecer a una de las dos partes durante los procedimientos de la corte.
Sin embargo, el Talmud también observa que este verso no se dirige únicamente a los jueces, sino a todos nosotros también, fuera de una corte debemos juzgar favorablemente a nuestros compañeros. Para bien o para mal, constantemente juzgamos a nuestros compañeros basándonos en sus acciones y sus palabras, seguido nuestros veredictos son más duros y condenatorios que los juicios de los jueces más despiadados. El Talmud nos obliga a darle al prójimo el beneficio de la duda, en algunas ocasiones a doblegarnos y ver la bondad de nuestro compañero cuando no hay nada evidente. Quizás entró al MacDonald’s para usar el teléfono o el baño. Actuó de esa forma porque había tenido un día duro en el trabajo, o quizás no es tan perceptivo en determinado tema como yo.
En su comentario a la Mishná, Maimonides ofrece una línea mucho más precisa de cómo llevar a cabo este mandato. En la filosofía toráica existen tres categorías de personas. A la persona promedio, aquella que no es particularmente devota, ni particularmente pecaminosa (o que al menos no suele incurrir continuamente en la falta que está a disputa), se le debe dar el beneficio de la duda sólo en situaciones en las que hay espacio para la duda. Si la acción podría ser juzgada de determinada forma, hay que juzgarla favorablemente. En cambio, si el suceso deja poco espacio a la duda, y la persona es conocida por un actuar poco propio, uno no está obligado a buscar alguna interpretación descabellada a su acción. La Torá no nos pide que seamos ingenuos, ni que ignoremos lo que está frente a nuestras narices. Sin embargo, sí reconoce como un mérito encontrar algún rasgo que sea extenuante de la situación, incluso en momentos en que no queda espacio a la duda.
El segundo tipo de persona es aquella conocida por su actuar justo y correcto. Maimonides escribe que debemos verla favorablemente incluso en circunstancias que no garantizan esa opción; incluso en eventos que su comportamiento parece pecaminoso. Debemos doblegarnos para ver favorablemente a esa persona. Incluso si claramente pecó, el Talmud explica que uno debe pensar que al día siguiente recapacitó su error, se arrepintió y corrigió su actuar a la mañana siguiente (Berajot 19a). (Sobra decir que estas actitudes que deben ser adoptadas no se refieren a momentos en los cuales existe una posible pérdida de dinero para un tercero, en cuyo caso debe alertarse a las personas correspondientes, o dentro de una corte rabínica; son actitudes que deben ser tomadas en cuenta únicamente de forma individual en el pensamiento).
El último tipo de persona es aquella que se le conoce por su maldad. En este contexto una persona malvada es aquella que abierta y públicamente desprecia y difama los mandatos divinos; y no lo hace por ignorancia, sino que conoce la belleza y la profundidad de la Torá y decide abiertamente revelarse contra D-s. Según varios sabios es muy difícil encontrar a una persona así en nuestros días, la gente que abiertamente no respeta la Torá, aunque haya crecido en un entorno religioso, no lo hace como un desafío a D-s, sino por ignorancia o porque son incapaces de ver la bondad y la verdad de la Torá.
A una persona que es realmente malvada, no estamos obligados a juzgarlos favorablemente. No es “tu compañero” como nos dice el verso. Es más debemos inclinarnos a condenar sus acciones. Debemos siempre estar a la expectativa, creer que quiere formar una imagen limpia para después involucrar a más personas en su camino nocivo.
El Talmud además nos enseña los beneficios que recibimos al obedecer esta mitzvá (mandato). “Cualquiera que juzga favorablemente será juzgado favorablemente en el Cielo”. (Shabbos 127b) Esto obedece al principio moral que nos dice que D-s nos castiga y nos recompensa con la misma vara que nosotros usamos para medir. I somos pacientes y comprensivos con los demás, D-s actuara de la misma forma con nosotros. Si no lo somos, D-s obtendrá sus argumentos de nuestros propios actos.
Dicha afirmación presenta dificultades: Cuando nosotros juzgamos favorablemente a nuestros comañeros, ¿no lo hacemos porque otorgamos el beneficio de la duda, porque no tenemos todos los hechos? Lo vimos entrar al MacDonald’s, sin embargo no sabemos que pasó después. Quizás pidió un refresco. No estuvo en la sinagoga en Yom Kipur, a lo mejor estaba enfermo. Fue grosero conmigo, a lo mejor no entiende porque ese tema es sensible para mí, o tuvo un muy mal día, etc. Sin embargo, D-s conoce todos los hechos cuando nos juzga; no hay espacio para la duda. Conoce las circunstancias que nos rodean, nuestro pasado todo lo que aconteció antes y después de la acción. ¿Cómo puede entonces D-s juzgarnos favorablemente, si ello involucra ignorar lo que para Él son hechos claros y contundentes?
La respuesta es que juzgar favorablemente no sólo significa ignorar ciertas cosas, o interpretar de otra forma detalles. Cuando juzgamos a otros, estamos estableciendo nuestro propio sistema de justicia. Si constantemente estoy juzgando y criticando a otros Le envío el mensaje a D-s de que las equivocaciones deben ser señaladas y enfatizadas; no hay espacio para la tolerancia y la comprensión. D-s nos permite fabricar el sistema de justicia con el cual seremos vistos. Si vemos mal a los demás, llamamos sobre nosotros, el juicio que en nuestras mentes hacemos diariamente.
Si en cambio vemos a otros favorablemente, mandamos un mensaje completamente distinto a D-s. Sé que José es básicamente un buen tipo. Tiene buenas intenciones. Por ende para mí es como si no hubiera actuado mal. Si lo hizo es porque no sabía que lo estaba haciendo, o no conoce otra forma de hacer las cosas.
Cuando vemos a otros de esta manera, mandamos un mensaje distinto a D-s: sé que Tus creaturas son buenos seres humanos. Tropiezan y caen de ratos, pero no he perdido la fe en ellos. Tienen buenas intenciones, y estoy seguro que podrán levantarse nuevamente y tratar más duro. Y está es la actitud que deseamos que D-s tenga hacia nosotros. Él (por encima de todas las otras creaturas) sabe que los seres humanos somos buenos. Tenemos almas buenas y conciencias activas. Si reconocemos la bondad innata en los demás, la probabilidad de que la veamos en nosotros también es muy grande. Y D-s igualmente nos juzgara benéficamente. Sabe que somos Sus fieles seguidores sin importar cuantos resbalones y caídas tengamos. Lograremos levantarnos. D-s sabe que podemos hacerlo. Y también sabe que podemos reconocerlo. Si Él tiene esa confianza en nosotros, seguro podemos vivir a la altura de sus expectativas
Fuente: torah.org
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