Enlace Judío México.- Apenas en el transcurso de tres días, el ejército sirio se ha visto envuelto en dos episodios de violencia que no le dejaron nada bueno.
IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
El primero fue el jueves, cuando tropas de Bashar el Assad atacaron a un grupo integrado por tropas rebeldes y tropas estadounidenses que las apoyan en sus combates con el Estado Islámico.
El resultado fue devastador: las tropas estadounidenses contestaron la agresión contundentemente, y más de cien soldados sirios resultaron muertos en el enfrentamiento.
Fue una situación potencialmente muy peligrosa, porque Rusia tiene tropas en Siria y ha dado un apoyo fundamental a Bashar el Assad, para mantenerlo en el poder. De cualquier modo, en ningún momento hubo un riesgo real de que las tropas estadounidenses y las rusas se enfrentaran. Al día siguiente Rusia metió una protesta ante el Consejo de Seguridad de la ONU, pero afortunadamente el asunto no pasó de allí entre las dos potencias.
No habían pasado dos días cuando un dron iraní, en evidente misión de espionaje, se introdujo a territorio israelí y fue derribado por un helicóptero. Israel contestó la agresión bombardeando la base desde donde despegó el dron, y de ello se encargaron seis cazas F-16 de las Fuerzas de Defensa de Israel. Las baterías anti-aéreas sirias –de fabricación y tecnología rusa– contestaron con toda su fuerza, y ello resultó en el derribo de un caza israelí.
No está claro cómo sucedió el evento. Una cosa es segura: el caza no fue derribado por un golpe directo, porque pudo regresar hasta territorio israelí. Lo que más probablemente haya sucedido es que uno de los misiles de las baterías anti-aéreas sirias haya explotado cerca del caza, y la metralla resultante haya herido a los dos pilotos, que tuvieron que eyectarse del avión una vez que estuvieron en territorio seguro.
Eso provocó una nueva respuesta israelí, que resultó devastadora. Se trata del bombardeo más severo que Israel ha realizado sobre Siria desde 1982. Doce instalaciones militares fueron completamente destruidas.
Lo singular del caso es que varias de ellas eran del sistema anti-aéreo sirio, que ahora ha quedado severamente afectado, por lo que en caso de un nuevo bombardeo de la aviación israelí, Assad no tendrá modo de defenderse como lo hizo en esta única ocasión. Otro dato importante es que cuatro de las doce instalaciones destruidas eran del ejército iraní. Es decir, el ejército iraní estacionado en Siria fue directamente golpeado por la aviación israelí. Finalmente, destaca que uno de los centros de comando más importantes del ejército sirio fue destruido también.
Es un golpe del que Siria e Irán van a tardar mucho en recuperarse.
El resultado no tiene nada de sorprendente. Era obvio, por demás, que Siria no estaría a la altura de cualquier respuesta estadounidense o israelí. Lo único que podía esperarse era una derrota evidente y costosa.
Entonces, la pregunta inquietante es ¿por qué las tropas de Assad se enredaron en estos dos episodios, si era evidente que no tenían posibilidades de éxito?
Enigma. Bashar el Assad no es alguien que se caracterice por su sensatez. De hecho, como presidente ha sido bastante pésimo (nótese la exageración), incluso peor que su padre Hafez el Assad, cuyas desastrosas e ineptas políticas hundieron a Siria en crisis y pobreza.
Lo único razonable que podría decirse –a expensas de que el flujo de la información posterior lo confirme o lo desmienta– es que Assad habría querido arrastrar a Rusia a tomar una parte más activa en el conflicto.
Cosa que no sucedió.
Rusia no se va a involucrar directamente en el conflicto en Siria. En primer lugar, Putin no tiene ninguna afinidad ideológica con Assad, y menos aún con los Ayatolas iraníes que lo defienden. Así que en este caso no opera la lógica de la Guerra Fría, en la que los bandos estaban claramente conformados, y la ex-URSS y Estados Unidos apoyaban directamente a sus aliados en casos de riesgo.
La guerra civil en Siria ha sido, básicamente, un jugoso negocio para Rusia. Negocio que le hacía falta, porque la economía del gigante asiático-europeo sigue siendo frágil tras la caída de los precios del petróleo.
Por eso, Putin sabe que no puede involucrarse en una guerra de verdad. Asesora, vende armas, ofrece cierto margen de seguridad y protección a Assad en el caso concreto de Siria, pero no se involucra en nada que represente gastos militares, que son –por definición– muy costosos. Si lo hiciera, tendría que ser apenas de manera breve, puntual y quirúrgica. En caso de involucrarse en un conflicto de un año de duración o más, Putin sabe que su economía se va a derrumbar.
Esa es la explicación de por qué Rusia nunca quiso enredarse en fricciones o conflictos con Israel, pese al apoyo dado a Bashar el Assad y a que Israel ha bombardeado en repetidas ocasiones tanto al ejército sirio, como a tropas iraníes estacionadas allí o cargamentos de armas para Hezbolá.
Por el contrario: los funcionarios de Moscú y Jerusalén se han mantenido en permanente comunicación cada vez que algo grave sucede, que generalmente culmina con un ataque israelí en Siria. De ese modo, se evitan interferencias molestas para unos y otros. Del mismo modo, tanto Putin como Lavrov han repetido insistentemente que Rusia e Israel no están en ningún tipo de conflicto, y que Rusia no va a interferir en las legítimas medidas de defensa que Israel tenga que tomar, siempre y cuando éstas sólo estén dirigidas contra blancos sirios, iraníes o de Hezbolá.
Assad no tiene nada que ofrecer a cambio de una mayor participación rusa en los combates. Depende completamente del dinero de Teherán.
Por su parte, Irán no representa para Rusia más atractivo que el de un país pobre, sumido en una severa crisis económica consecuencia de la pésima política económica de los Ayatolas, pero obsesionado con mantener su control hegemónico en la zona, razón por la cual prefiere gastar irracionalmente millones de dólares en Siria, y no en su propia gente.
Pero a mediano y largo plazo, Irán no tiene ningún atractivo para nadie. Es un país dominado por una casta clerical que cree que los problemas se solucionan por fe, que últimamente tiene severos problemas para mantener el orden interno, y que lo único que puede garantizar para su población es más crisis y pobreza.
¿Desarrollo tecnológico? El normal. Nada del otro mundo. Acaso en el rubro militar, debido a la obsesión belicista de los Ayatolas, pero ese es un capítulo donde no tiene nada que enseñarle a los rusos.
En contraste, Israel es –por mucho– el país más atractivo para los negocios durante el resto del siglo XXI. Estamos en la época en la que el petróleo dejó de ser el artículo que rige los rumbos del mercado. Ha sido definitivamente sustituido por la innovación tecnológica, y en ese rubro Israel es una potencia que no le pide nada a nadie. Ni a Rusia ni a Estados Unidos.
La innovación tecnológica tiene una ventaja: es un campo de competencia en el que dos oponentes no necesitan destruirse el uno al otro. Por el contrario: pueden complementarse y obtener beneficios mutuos. Es un universo en el que se puede dar la mágica ecuación de ganar-ganar.
Y Rusia lo sabe. Israel tiene infinitamente mejores posibilidades de negocio que Irán o que cualquier otro país de la zona.
Por ello, las tropas rusas nunca se han molestado en involucrarse a fondo en el conflicto sirio. Simplemente, se están encargando de que dos estructuras político-militares arruinadas, que son la Siria de Bashar el Assad y el Irán de los Ayatolas, sobrevivan lo suficiente para que puedan pagar los millones de dólares que cuestan los favores rusos. Porque, sobra decirlo, Moscú no regala su ayuda.
¿Qué va a hacer Assad ahora?
Si logra ser un poco sensato, detendrá sus experimentos absurdos. Ya comprobó del peor modo posible que Estados Unidos e Israel están más que decididos a ser contundentes en sus reacciones. El chiste le costó muchos soldados muertos y mucha artillería destruida en el choque con las tropas americanas, y doce bases militares de máxima importancia en el episodio con Israel.
Ahora tendrá que esperar a que Irán ponga el dinero para empezar a reconstruir las cosas, y ese dinero seguro acabará en Rusia, por lo que Putin en realidad debe estar bastante complacido con el curso que tomaron los acontecimientos.
Assad es un pobre mequetrefe que sigue sin darse cuenta de que Rusia lo mantiene con vida sólo porque eso se traduce en ganancias económicas.
Pero cuando Assad deje de representar esa ventaja, Rusia no tendrá ningún problema con sacrificarlo.
Es un inútil que no tiene nada que ofrecerle a nadie en este mundo. Sólo sus movimientos estúpidos, inútiles y contraproducentes.
Lo pavoroso es que puede hacer dos de ellos en menos de tres días.
Todo un récord.
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