Enlace Judío México – Imagínate que tuvieras la oportunidad de amarrarte a D-s; que sin importar cuales fueran tus deseos y tentaciones no pudieras separarte de Él. Fueras incapaz de hacer el mal, de negarlo o de trasgredir Su ley. Que de repente todos tus deseos o aspiraciones nocivas desaparecieran y pudieras estar en paz, ser uno contigo y Uno con el Creador.
Es algo que muchos hemos deseado; es incluso un impulso natural en el hombre. Sin embargo, es extremadamente difícil de lograr en este mundo. No importa cual buenos queramos ser, cual claras tengamos las cosas y cual fuertes sean nuestros principios éticos, estaremos sujetos a la tentación de forma continua. Ya que D-s, al darnos el libre albedrío nos dio dos impulsos contradictorios: uno hacia el bien y otro hacia el mal. Tenemos un deseo inconmensurable de acercarnos a D-s, sin embargo, al mismo tiempo y con la misma fuerza tenemos un deseo de alejarnos y determinarnos de forma independiente; de correr lo más lejos que podamos correr, y aunque sea imposible, escondernos de Su luz para siempre. Hasta que no logremos dominar uno de los dos no podremos vivir en armonía. Es difícil, pero se puede lograr.
El judaísmo nos enseña que debemos aprender a dominar nuestras emociones para que vayan acorde a lo que es bueno, a los mandatos de D-s y su servicio. En numerosos momentos la Torá nos recuerda que debemos amar a D-s con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y todos nuestros recursos; que debemos acercarnos a Él en cuerpo, alma y acción.
Este objetivo, no se nos da de forma natural, ni llegamos a ello sin trabajo; es algo que debemos intentar día con día antes de lograrlo, algo que requiere de un esfuerzo continuo y constancia; un crecimiento espiritual. Esto es lo que representan los tefilin, las cajas negras con lazos que usamos en nuestros rezos.
Del par que conforman, uno se coloca sobre la cabeza y el otro sobre el brazo, cercano al corazón. Las tiras negras que se desprenden del segundo se amarran sobre el brazo y dan siete vueltas hasta cubrir el dedo medio de la mano. Cada una de sus partes nos recuerda que debemos dominar nuestros instintos si queremos acercarnos a D-s. El tefilin que se coloca sobre la cabeza nos recuerda que debemos subordinar el intelecto, el del corazón representa las emociones y las ataduras que se dirigen hacia la mano son símbolo de nuestras acciones. Cada parte debe estar en armonía con nosotros, debe ser refinada y usada para el servicio divino. Los amarres representan esta idea, sin importar cuánto caminemos, cuán lejos estemos, el lazo entre D-s y nosotros es indestructible, debemos trabajar para fortalecerlo. En cierto sentido debemos aferrarnos a Él, amarrarnos a Él.
¿Cómo son los tefilin y qué tienen adentro?
Los tefilin son dos cajas hechas de cuero que a sus lados tienen tiras del mismo material. Están pintados de negro y tienen un espacio donde se colocan distintos pergaminos. Los dos tienen el mismo texto escrito en su interior, sin embargo, el tefilin que se pone sobre la cabeza distribuye el texto en cuatro pergaminos y cuatro compartimentos distintos; mientras que el que se coloca sobre el brazo contiene un solo pergamino y un solo compartimento.
El cuero tanto de los pergaminos como de los tefilin deben ser hechos con piel de algún animal kosher. Los pergaminos deben ser escritos por un sofer (escriba calificado), con tinta negra y plumas especiales (de gallina o ganso). Si tan sólo una de las 1,594 letras del pergamino fue mal escrita, carece de una línea, de un punto o falta por completo el pergamino entero no puede ser usado y se entierra con respeto.
Los textos que tienen escritos en su interior son los versos de la Torá donde se menciona el mandato de usar tefilin. El primero y el segundo aparecen en el libro del Éxodo (13:1 – 10 y 13:11- 16) son referidos con las palabras Kadesh y Vehayah ki yeviaja describe el deber de todo judío de recordar el Éxodo de Egipto y enseñárselo en todo momento a sus hijos, junto con los mandamientos divinos. El tercer texto es el Shema (Deut 6:4-9), el rezo judío más conocido. En él se proclama la unidad del Único D-s y se nos obliga amarlo con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y todos nuestros recursos; también se nos obliga temerle. Finalmente el último texto aparece también en Deuteronomio (11: 13 – 21) y se nos recuerda la recompensa que D-s nos ofrece si seguimos sus mandamientos. En su conjunto los cuatro textos comprenden todo lo que implica ser judío, y la forma en que como pueblo hemos decidido acercarnos a D-s. Les deseamos que puedan disfrutar de esta gran mitzvá.
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