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jueves 21 de noviembre de 2024

El diario perdido de Alfred Rosenberg, uno de los hombres que forjó el odio racial del nacionalsocialismo

Enlace Judío México.- El jerarca nacionalsocialista Alfred Rosenberg tenía un objetivo claro durante el Tercer Reich. Lideraba una fuerza de choque que robaba todas las obras de arte de los judíos que eran enviados a campos de concentración. Su plan era juntar objetos para un museo que construiría más adelante sobre lo que él catalogaba como una “futura raza extinta”. El botín que recolectó fue equivalente a 1,418,000 vagones de tren.

A partir de la primavera de 1941, luego de la entrada de la Unión Soviética en la guerra, este autodenominado “ideólogo del nacionalsocialismo” comenzaría a centrarse en otro tipo de aniquilación. No ya sólo de libros, esculturas y música.

El exterminio sería de personas.

Rosenberg, quien también fue Ministro del Reich para los Territorios ocupados del Este, fue sentenciado a muerte en los tribunales de Núremberg. En octubre de 1946 fue colgado en la horca.

Pero no se llevó sus secretos a la tumba: además de haber publicado en 1930 El mito del siglo XX, donde desplegaba todo su odio racial contra los judíos, dejó atrás un diario personal de 500 páginas. Una serie de anotaciones que tenían una particularidad: nunca debían ser publicadas, a diferencia de otros libros escritos por jerarcas nazis como Mi Lucha de Adolf Hitler.

Por esto, la crudeza del texto en contra de los judíos es perturbadora en su diario.

Como varios manuscritos y objetos del nazismo, su diario permaneció escondido. El texto fue ocultado por los nazis en un castillo en Banz, Baviera, y sería una importante prueba documental del odio hacia el bolchevismo, los comunistas y los judíos.

El diario personal de Rosenberg, evidencia clave de los Juicios de Núremberg para revelar los planes sistemáticos del exterminio nazi, fue robado por un abogado alemán judío, Robert W. Kempner, quien, luego de ser un fiscal clave en Núremberg, creyó que podía apropiarse del documento para publicarlo en un libro posterior.

Kempner murió en 1993. Años más tarde, el Museo del Holocausto de Estados Unidos lo buscó por toda su casa, pero nunca lo encontró.

A partir de entonces se presume que el texto pasó en manos de coleccionistas clandestinos de objetos nazis. Hasta que en 2015 el investigador (y fundador) de la rama de robos de obras de arte del FBI Robert Wittman dio con el documento y lo publicó en El diario del diablo (Editorial Aguilar, 664 páginas, 569 pesos), en coautoría con el periodista David Kinney (New York Times y Washington Post). El libro se había publicado en ebook a mediados del año pasado, pero recién este mes salió en papel en Argentina.

En diálogo con Clarín, Wittman cuenta los detalles de la búsqueda del documento, e intenta así desentrañar a una de las mentalidades clave del Tercer Reich.

Montones de tesoros robados almacenados en una iglesia de Elinga, Baviera

─¿Cuál fue tu trabajo como investigador de robos de obras de arte en el FBI?

─Llegué a ser lo que llaman “Investigador Senior”. Mi trabajo era, básicamente, dirigir la rama de investigación de robos de obras de arte (en el FBI se llamaba Art Crime Team). El equipo lo empecé en 2005 y éramos apenas 8 agentes. El trabajo era liderar investigaciones tanto locales como internacionales en torno a robos relacionados al arte. En rigor, relacionados a “propiedad cultural”, porque no sólo nos dedicábamos a perseguir el tráfico de pinturas, esculturas y demás, sino también a manuscritos de valor histórico. Como es el caso del diario personal de Rosenberg, al cual llegamos luego de años de investigaciones.

─¿Cómo explicarías la historia de este diario íntimo?

─Para contar la historia dividimos el libro dividido en dos secciones. Primero contamos cómo desaparece el diario y el trabajo que hicimos con el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional y el Fiscal general de Estados Unidos. Desde que se oculta en Europa hasta que, en 2013, logramos recuperarlo para publicarlo. La segunda sección es un intento de explicar qué había en el diario. Estuvo perdido, robado en realidad por 50 años, y tenía 500 páginas que fueron escritas entre 1936 y 1945 por Alfred Rosenberg. Cada notas en su diario es una nueva pista que permite entender la importancia del texto: habla del detrás de escena en el que Rosenberg estuvo involucrado junto a Adolf Hitler.

─El libro jugó un rol clave en los juicios de Núremberg. Además de esto, ¿qué significa este texto a la hora de entender e interpretar el nazismo?

─Creo que es importante porque Rosenberg era el “jefe ideológico” del nazismo, y esto desde bastante temprano. En 1920, cuando regía la República de Weimar, hasta 1930, Hitler mismo estuvo influenciado por las ideas de Rosenberg. De hecho, se afilia antes que Hitler al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). Fue el arquitecto de las teorías que fundaron al partido nazi. Las ideas de que los judíos tenían que ser exterminados y expulsados de Europa, la concepción de “raza” misma, y que una “raza aria” tenía un lugar especial en la historia universal. Estas son las ideas que Rosenberg introduce en el espectro nacionalsocialista. Ideas que estaban dando vueltas en esa época, claro. Pero que él sistematiza.

─Robert Kempner es uno de los grandes protagonistas del libro. ¿Podrías contarme un poco sobre él? ¿Por qué robó el diario luego de los juicios de Núremberg?

─Kempner era un abogado que fue refugiado. Como alemán judío, se exilió a Estados Unidos a mediados de los años 30, cuando vio la situación que se vivía. De hecho había sido miembro del Ejército Alemán durante la Primera Guerra Mundial: no sólo era ciudadano alemán sino que sirvió a su país. Pero por ser judío decidió emigrar. Durante la Segunda Guerra hizo contactos con el gobierno estadounidense para proveer información de lo que sabía de Alemania por su paso por la Gran Guerra. A partir de estos contactos con el FBI y el gobierno norteamericano se le pidió que vuelva a Núremberg, para ayudar a asistir a los juicios a los jerarcas. Entre 1945 y 1949 estuvo en Alemania por estos juicios.

─¿Y qué hizo luego de Núremberg?

─En 1949 terminó con este proceso. Interpretó que el mundo estaba cansado de Alemania y de lo que el nazismo había dejado. Los tiempos fueron cambiando, Rusia se convirtió en una potencia, la Guerra Fría comenzó a “calentarse”, y Kempner perdió interés por el nazismo. Pero como sabía de la importancia de los documentos a los que había tenido acceso durante el juicio de Núremberg, entre ellos el diario de Rosenberg, se los llevó. Y se los llevó porque, en el fondo, su lucha contra los nazis duraría toda la vida.

─¿Era consciente de que estaba robando documentos de mucha importancia histórica?

─Sí, sin dudas. Sobre todo porque no había copias de estos documentos. De hecho, algunas páginas del diario se las envió a un diplomático francés que había trabajado con Alemania durante la Segunda Guerra. Nuestra interpretación es que Kempner intentó, constantemente, elevar su status en la sociedad. Él envió estas páginas para demostrar cuán importante era. No fue sino hasta que murió, en 1997, que los documentos le llegaron al Museo del Holocausto de Estados Unidos, en Washington. Esto tenía un valor documental impresionante: el pensamiento de uno de los ideólogos del Tercer Reich.

─Kempner murió en 1997 y el diario se encontró oficialmente en 2013. ¿Qué pasó en el medio?

─Con exactitud, no podemos saberlo. Pasó por diferentes manos, desde el Estado norteamericano. Seguimos distintas pistas, donde su testamento, en el cual le dejaba todo a sus hijos, Lucian y André, es el punto de partida. En el medio estuvo escondido en archivadores y cajas en las afueras de Filadelfia, y en una localidad perdida del Estado de Nueva York durante más de seis décadas.

─¿Cómo definirías a Rosenberg y su rol al interior del nazismo?

─Diría que era un hombre de ideas pero no un hombre de acción. Por esto luchaba constantemente con otros jerarcas del Tercer Reich: Goebbels, Himmler. Porque éstos eran más pragmáticos. En cambio Rosenberg tenía una perspectiva más de cimentar las bases teóricas del nazismo. Muchas veces el poder que tenía era, incluso, minimizado por sus colegas.

─¿Quiénes eran sus adversarios entre los jerarcas nazis?

─En realidad, su único aliado era el mismo Hitler. Con el resto se llevaba bastante mal, y hasta llegaba a creer que eran unos idiotas: Himmbler, Goebbels, Göring, por mencionar algunos de los que están nombrados peyorativamente en su diario.

─¿Cuál es la importancia de su diario?

─La crudeza con la que está escrito. Hay otros dos diarios de jerarcas nazis publicados (de Goebbels y Hans Frank). La idea de esos manuscritos era que se publicara. El diario de Rosenberg, no: era algo privado. Esto puede denotar que, a través de él se puede conocer despojadamente el pensamiento desde el interior del nazismo. Incluso con críticas a los propios nazis. Tiene un tono intimista.

─¿Qué aporta el diario de Rosenberg al conocimiento que tenemos hoy sobre el nazismo?

─Por un lado, se puede ver la estrategia política de Hitler, quien asignaba a dos o tres personas distintas la misma tarea, y esto podía generar que se pelearan por cómo hacerla. Basaba, según el diario, sus acciones en la competencia y la creación de problemas. Pero por sobre todo, el diario nos da más información sobre la lucha de Hitler y los nazis contra la religión. Una de las cosas que aparece muy fuerte en el diario es la desconfianza de Hitler sobre las religiones. De hecho, según el diario, los curas serían ejecutados como los judíos una vez terminada (y ganada) la guerra. La idea era que cuando la ideología aria ganase la guerra, no se necesitarían religiones que, en el fondo, eran ideologías que competían entre sí. Este desdén por las religiones ha sido mirado medio por arriba durante mucho tiempo, y es una de las piezas clave para entender el pensamiento de uno de los períodos más oscuros de la historia de la humanidad.

Fuente: Clarín

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