Enlace Judío México.- No te dejes engañar por la simplicidad de la matzá. Oculta en esta aparentemente plana y simple galleta, yace una increíble profundidad que captura la esencia del Éxodo y las enseñanzas de la festividad de Pésaj.
¿Por qué nos fue ordenado comer matzá en Pésaj? Como todo niño sabe, comemos matzá porque el pueblo judío no tuvo tiempo para que su masa leudara antes de ser echados rápidamente de Egipto por un frenético Paró que temía una muerte inminente. En ese aspecto, la matzá es una declaración de libertad, un recuerdo de la liberación que vivimos esa noche, preservado ahora para toda la historia.
Pero si profundizamos un poco más, el tema comienza a ser confuso. La Hagadá comienza con la declaración de que la matzá “es el pan de la pobreza, que comieron nuestros antepasados en la tierra de Egipto”. Los egipcios alimentaron con matzá a los esclavos judíos porque es el pan del pobre que permanece en el estómago durante mucho tiempo sin ser digerido, haciendo innecesario alimentar a los esclavos tan a menudo. Desde esta perspectiva, la matzá no es un símbolo de libertad, sino de pobreza y esclavitud.
Para aumentar la confusión, el pueblo judío recibió la orden de comer matzá en el primer Séder, que celebraron cuando aún estaban en Egipto, mientras los llantos de los egipcios que lamentaban la muerte de sus primogénitos emanaban de todo hogar. Si comieron matzá incluso antes de salir rápidamente, ¡la matzá debe ser más que un recordatorio de la escena de abandonar Egipto!
Entonces, ¿es la matzá el pan de la libertad o el pan de la esclavitud?
¿Por qué la esclavitud?
Hace varios años, una película llamada Slumdog millonaire inspiró a espectadores de todo el mundo. Era la historia de un joven de la India, cuya infancia estuvo plagada por la pobreza, abuso, pérdida de amor y muchas experiencias que pusieron su vida en peligro. Un día, la suerte del hombre cambia y se encuentra compitiendo en ¿Quién quiere ser millonario? Mientras es desafiado por una difícil pregunta tras otra, reflexiona sobre las experiencias negativas de su vida, cada una de las cuales le brinda una de las respuestas que necesita para ganar el concurso. La misma negatividad que plagó su vida se convirtió en la clave para su salvación.
Cuando estudiamos sobre la esclavitud en Egipto y los milagros del Éxodo, la pregunta obvia es: ¿Por qué tuvimos que ser esclavizados? ¿Por qué tuvo la nación judía que ser sometida a semejante dolor? ¿No pudo Dios habernos nutrido en la seguridad de un tranquilo shtetl (aldea) hasta estar listos, para luego darnos la Torá sin ninguna complicación?
Claramente no. El pueblo judío necesitó vivir la esclavitud para desarrollar tres rasgos claves:
1. Humildad
Cuando atravesamos momentos difíciles, entendemos que sin la ayuda de otros, la persona por sí sola no es tan grandiosa. Necesitamos ser parte de algo más grande que nosotros mismos. De acuerdo a la tradición judía, las plegarias más poderosas surgen de una persona desesperada, porque esa persona puede abrir verdaderamente su corazón a Dios y decir: “Te necesito”. El pueblo judío necesitaba llegar a este nivel para dejar que Dios entre por competo.
2. Perseverancia
Convertirse en el pueblo judío significó aceptar un futuro al que no le faltarían ni pruebas ni adversidades. Persecuciones, pogromos, inquisiciones, holocaustos y terror serían un tema recurrente en el futuro de la nación, y debían tener el poder para perseverar metido en su ADN. Sólo un duro comienzo los prepararía adecuadamente para ello.
3. Identidad
En Egipto, a pesar de caer a los más bajos niveles de impureza, el pueblo judío mantuvo una identidad judía: en la vestimenta, el lenguaje y los nombres. Sobre todo, mantuvieron firme la unidad familiar. El poder para permanecer fieles a nuestra identidad, a pesar de no haber tenido aún la libertad para cumplir las mitzvot, fue crucial para nuestra supervivencia como nación a través de la historia. Cuando no queda nada a lo que aferrarse, sabemos que continuamos siendo el pueblo judío.
Ahora podemos apreciar nuestra curiosa dicotomía en la matzá, la cual es tanto el pan de la esclavitud como de la libertad. En Pésaj, la matzá recibe toda la atención como el pan de la esclavitud que representa los rasgos personales que desarrollamos como esclavos en Egipto. Y cuando Dios nos convocó para que abandonemos Egipto, nos organizó para que llevemos el mismo alimento a la libertad.
De hecho, es mediante la caldera de la esclavitud en Egipto que solidificamos nuestro carácter nacional de humildad, perseverancia e identidad, los rasgos necesarios para una nación libre y sagrada, que nos permiten sobrevivir toda dificultad en nuestra misión de transmitirle al mundo el mensaje eterno de Dios.
Fuente: Aishlatino
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