Enlace Judío México.- Queridos amigos ¿Es el cinismo y la hipocresía contagiosa? Antes de encontrar la respuesta, me doy cuenta que aquí, en lo que comentaremos en esta oportunidad, más que contagio, se trata de formar parte integral de la maraña, al punto de ser parte de ella, como el ADN a nuestros cuerpos.
EDUARDO HADJES PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Al principio con dolor y asombro, luego como parte integral de su composición y forma de ser, hemos visto cómo supuestos destacados organismos internacionales: ONU, Consejo de Seguridad y UNESCO a la cabeza, se han dedicado durante décadas, a condenar, mentir y desfigurar la historia, la realidad y la racionalidad, en todo lo referido a Israel. Los límites alcanzados son realmente increíbles, lo que, de todas formas, no nos permite decir que ya llegaron al límite de lo imaginable. Cuando de atacar y condenar a Israel se trata, está demostrado que es posible esperar cualquier cosa.
Estos organismos ya mencionados, están formados por naciones, las naciones del mundo y, a través de sus delegados, que representan a los gobiernos de estos países, van resolviendo los problemas, dudas y conflictos o acuerdos que se toman. Se supone, sí, se supone que lo que buscan es hacer de este mundo, un lugar mejor, más próspero y más justo donde habitar. Se supone que, en la forma más justa posible, tratarán de solucionar controversias, buscar la verdad y la tranquilidad entre sus miembros, de manera que la paz se imponga incluso en los lugares más recónditos de este sufrido y aporreado planeta.
¿Se podrá dar cumplimiento a tan nobles propósitos, tergiversando la historia al punto que lo está haciendo, cuando se refieren a las relaciones entre Israel y los palestinos? Es indiscutible que no. Ya hemos hablado latamente sobre atribuir el reino de Judá, Jerusalén, el Templo, las tumbas de los patriarcas y una lista interminable de realidades pertenecientes al pueblo israelita, desde hace 4.000 años hasta la actualidad, como reliquias pertenecientes al pueblo palestino, que no vamos a repetirlo, dándolo por sabido.
Polonia, el gobierno polaco, desde siempre, ha sido parte integral de todos los organismos hoy nombrados.
Igualmente, el pueblo polaco, desde siempre, ha sido mayoritariamente antisemita. Intrínsecamente antisemita. No podemos generalizar, ya que ha habido excepciones, las cuales, más adelante, las vamos a mencionar, pero, que en estos momentos su gobierno está transitando en un tren colmado de antisemitismo, es una realidad indesmentible.
Recientemente, el Congreso polaco aprobó por 57 votos a favor, 23 en contra y 2 abstenciones, un acuerdo que establece pena de 3 años de cárcel inconmutable, para todo aquel que se atreva a hablar o mencionar que durante el Holocausto, hubo campos de exterminio polacos en contra de los judíos. Incluso, llega a tal la desfachatez, que será igualmente sancionado quien se atreva a mencionar algún gesto polaco antisemita, durante la ocupación nazi de Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial.
El Presidente de Polonia, Andrzej Duda y el Primer Ministro Mateusz Morawiecki, orgullosos han firmado tan burda aseveración. Incluso, este último, ha rendido un sentido homenaje a los Luchadores de la Brigada de Montaña de la Santa Cruz, por su destacada actuación, ya finalizando la Segunda Guerra Mundial, colaborando con los nazis en la búsqueda y eliminación de judíos.
Dos millones de polacos fueron asesinados por la jauría nazi durante la ocupación de Polonia. En el mismo período, 3 millones de judíos polacos fueron víctimas del nacismo ya sea en campos de exterminio o en redadas efectuadas en sus lugares de residencia. La colaboración polaca fue innegable. Jaroslaw Sellin, Vice Ministro de Cultura polaco, acaba de proponer la construcción de un Polocausto, para contrarrestar lo que él califica de propaganda judía, para exagerar lo acontecido durante la barbarie nazi, conocida mundialmente como el Holocausto. Llega a tal su discurso antisemita, que se da el lujo de acusar que miles de judíos denunciaron a sus protectores polacos, durante la persecución nazi, en circunstancias que es sabido que fueron muchos los que, en un aparente gesto humanitario, escondieron judíos, para luego denunciarlos, entregándolos a los alemanes, para así usufructuar a continuación, al adueñarse de los bienes de los judíos a quienes supuestamente, estaban protegiendo.
Es el momento de destacar, así mismo, que realmente hubo miles de polacos que sí se arriesgaron y dieron protección a judíos, salvando a familias enteras o a sus hijos, de la muerte en los campos de exterminio. Yad Vashem, el Museo del Holocausto, ha destacado a 6.706 polacos como “Justos entre las naciones” cifra no igualada por ninguna otra nación.
Esto, reconociéndolo en todos sus méritos, no quita la historia de antisemitismo que ha caracterizado a Polonia desde épocas lejanas. Recordemos cómo a mediados del siglo XVII, en conjunto con cosacos ucranianos, dieron muerte a más de 100 mil judíos.
Ya finalizada la guerra y ahora bajo el dominio soviético, en 1968, se efectúa la horrenda persecución y matanza en el pueblo de Jedwabne, con 1600 judíos asesinados sólo en el primer día, finalizando la espeluznante “hazaña” quemando a los últimos sobrevivientes, en un barracón. Basten estos ejemplos, pese a poder mencionar miles de pogromos eternos.
En algunas oportunidades, hemos visto con asombro, a Polonia votar a favor de Israel, ya sea en la ONU, UNESCO o similares, pero, todo eso, se borra frente a la afrenta de estos días, ante la pretensión de querer transformar a Polonia en un paraíso protector de los judíos, durante el exterminio nazi.
Incluso la manifestación efectuada el recién pasado domingo 11 de Marzo, en la estación de trenes de Gdanski, lugar desde donde eran llevados los judíos a la muerte, durante las masacres de 1968, no logra opacar lo antisemita del actuar del gobierno polaco, con la aprobación de la ley ya mencionada.
David ben Jaim
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