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viernes 22 de noviembre de 2024

Mi Aliá: Por qué (y cómo) una judía mexicana se trasladó a Israel (Parte II)

Enlace Judío México.- Como ya expliqué en el capítulo anterior, todo lo que hacíamos nos salía mal. Estábamos como con muy mala suerte para todo lo que emprendíamos, pero pasó algo en cuanto decidimos hacer Aliá.

MERY MIRIAM LANIADO DE HARARI

Trámites para la Aliá.

De verdad, es impresionante, pero de pronto, todo se arreglaba fácilmente, todo lo que tenía que ver con la Aliá salía perfecto. Todo el papeleo estuvo listo muy rápido. Algo asombroso fue que siete meses antes de la fecha de la Aliá, un amigo de Alan, del templo, le dijo que le urgía cambiarse de casa en 10 días porque tenía que entregar el departamento rentado donde él estaba viviendo y el que él había comprado, no estaba listo todavía.

Nos pidió que si nos salíamos en diez días, nos pagaba el doble de renta y claro que acepté. En diez días, empaqueté y le dejé la casa lista y pintada, y nos cambiamos a casa de mi suegra. Me deshice de la mitad de mis cosas, y lo más increíble es que estaba feliz. Nunca me había dado cuenta de la cantidad de cosas que había demás y que no tenía caso conservar, y recuerdo que le dije a Alan que si por alguna circunstancia ya no nos íbamos de Aliá, estaba feliz con la depuración de todas mis cosas.

Me encantó deshacerme de todo eso, eran cosas buenas, todos mis muebles, esculturas, varias vajillas, la mitad de los libros… en fin, tenía un mundo de cosas que no me iban a hacer falta en Israel. De muebles, sólo me traje mi piano y el desayunador, con sus vitrinas (que aquí en Israel es mi comedor). Todas las recámaras y colchones los dejé, porque no sabía qué tamaño iban a tener los de Israel y tampoco si cabrían o no los muebles.

Contratamos un container para traernos todas nuestras cosas a Israel y una bodega para que nos almacenaran todas ellas durante los 6 meses en los que estaríamos en casa de mi suegra. Y… Nos íbamos a Israel. Me traje muchos libros, los juguetes de los niños, toda nuestra ropa, (después de una exhaustiva limpieza), mis cosas de cocina, blancos, todos mis álbumes de fotos y mis cuadros. En fin, mis cosas. Obviamente no traje nada de línea blanca, porque el voltaje aquí en Israel es diferente al de México.

Desde el momento que decidí hacer Aliá me sentí feliz, liberada, nunca me sentí víctima ni pobrecita de que estaba deshaciéndome de mis cosas y dejando toda una vida atrás. Para pagar el container no teníamos dinero, así que vendí mi collar con aretes de brillantes que me había 11 regalado mi papá para el día de mi boda.

Eso es lo único que me dolió. Aún veo la foto de mi boda y si me da nostalgia de mi collar, pero no me arrepiento y lo volvería a hacer. Prefiero todas mis cosas y las de mi familia, a un collar de brillantes….

Total, nos fuimos a casa de mi suegra a vivir, 6 meses antes de hacer Aliá. Yo estaba dispuesta a empezar de cero en Israel y no me importaba si llegábamos a un departamentito chiquitito y ¨cucarachoso”. Con esas palabras exactamente lo dije.

La verdad, yo había tocado fondo en México y no tenía más nada que perder al venirme a Israel, a donde fuera y como fuera, con tal de no seguir en México, con toda la difícil situación económica por la cual atravesábamos.

Las cosas seguían caminado excelentemente bien. Una conocida mía, que había hecho Aliá 6 meses antes que nosotros y que también se había ido a Petaj Tikva, me platicó que estaba muy contenta y que había rentado un departamento muy bonito, de 5 recamaras más sala (porque aquí en Israel, a eso se le llama 6 cuartos, la sala la consideran como un cuarto más).

Era en una zona muy buena en Petaj Tikva, en la colonia Kfar Ganim Guimel, y me dijo que su casero tenía otro departamento en ese mismo edificio y que si me interesaba; a lo que yo le contesté que no, que muchas gracias. Obviamente que estaba interesada, pero no tenía el dinero en ese momento y ella igual le dio mi teléfono a su casero, que era un cardiólogo uruguayo ya retirado, muy lindo.

Cuando él me habló para ofrecerme el departamento, le dije que lo iba a pensar; y fue justo en esa época que el amigo de Alan me ofreció rentarme mi departamento al doble de precio. Entonces con lo que me dieron por la renta de mi casa pagué justo el depósito que me pedía el casero; y además, me iba a esperar hasta que llegara a Israel, sin pedirme ningún aval. Confiando en mí. Así, nada más.

Los 6 meses que estuvimos en casa de mi suegra fueron bastante buenos y las cosas, poco a poco se iban acomodando muy bien. Todo fluía mejor, de verdad, era impresionante. La Sojnut nos organizó un viaje, un fin de semana a Tepotzotlán, que es un pueblito muy bonito cerca de la Ciudad de México, al que fuimos las 10 familias que hacíamos Aliá, con la sheliaj y con Sary, la secretaria, que nos organizaron actividades y dinámicas muy divertidas y entretenidas. La pasamos muy bien.

Pasó muy rápido el tiempo, y un mes antes de irnos nos hicieron todas las despedidas del mundo. Todos los días teníamos una con varios grupos de amigos. Esther, mi mejor amiga (llevamos siendo muy buenas amigas desde que yo tenía 18 años), me organizó una despedida en su casa con muchas de mis amigas el 18 de junio, que era mi cumpleaños número 40.

Fue una cena mexicana y Alan me trajo Mariachis de sorpresa (que son unos cantantes vestidos de Charros, con sombreros típicos y que cantan canciones mexicanas). Fue una despedida muy bonita, con banderas de México y de Israel. Fue muy emotiva. También mi mamá me hizo una despedida muy bonita con toda mi familia, primos y tíos; y mi cuñada Raquel, la esposa de mi hermano Jacobo, me hizo un audiovisual precioso, que me emocionó. Y lloré mucho. Todos los días salíamos con amigos para despedirnos. Nunca había tomado conciencia de que éramos muy queridos y de que teníamos muchos amigos y mucha gente que nos quería.

También la Sojnut, nos hizo una cena-despedida muy bonita a las 10 familias que hicimos Aliá y uno de los que hizo Aliá con nosotros, hizo un audiovisual muy lindo y muy emotivo. A Joseph, sus amigos le organizaron una despedida muy bonita, le rentaron una limusina y lo llevaron a pasear por toda la ciudad. A Ruth, también, una muy divertida.

Desde que decidimos hacer Aliá, empezamos a tomar clases de hebreo por internet. Yo no tenía idea de nada; Alan al menos leía muy bien, porque todos los días reza en hebreo y los niños sabían un poco de hebreo por la escuela. Yo estaba segura de que, ya viviendo en Israel, en un año iba a hablar hebreo mejor que una israelí.

Dos días antes de hacer Aliá, mi suegra me prestó su coche para ir a comprar unas cosas que necesitaba y según yo, me estacioné bien, pero resulta que no y cuando iba saliendo, veo que al auto se lo está llevando la grúa. Llorando le pedí al policía, le rogué que por favor no se lo llevara, que no era mío, que era de mi suegra, aunque a él no le importaba y seguía levantando el coche con la grúa.

En eso pasó un señor que tenía kipá, (gorra que usan algunos hombres judíos religiosos) y al verme llorando se acercó a ver en qué me podía ayudar. Él le pagó la multa al policía, que era bastante dinero. Yo no llevaba esa cantidad. Se portó super lindo conmigo, me ayudó a tranquilizarme y no me quería cobrar, hasta que lo convencí de que me diera su número de cuenta para que le pudiera depositar lo que me había prestado y me lo dio, pero me dijo que no se lo debía y que no tenía que pagárselo. Me deseó una buena Aliá.

A pesar de que fue un muy mal momento lo que me sucedió con el coche de mi suegra, me llegó al alma el favor que me hizo ese desconocido. Fue algo muy bonito y por supuesto que se lo pagué al día siguiente, pero se me hizo precioso, cómo me apoyó desinteresadamente.

Esos 6 meses antes de hacer Aliá, puedo decir que fueron muy bonitos; muchas cosas se iban arreglando, vi y sentí el cariño y apoyo de muchos amigos que ni me esperaba. Me vine a Israel con el alma llena de amor, no sé cómo explicarlo, pero mi vida cambio, no desde el momento que hice Aliá, cambio desde el momento en que decidí hacer Aliá.

No es que quisiera volver a vivir y volver a pasar por los momentos difíciles que viví en México, pero siento que gracias a esas dificultades, soy ahora quien soy; y por supuesto que me ayudó mucho a tener otra actitud al venir a Israel, porque estoy segura de que si yo me hubiera venido 5 años antes, no la hubiera hecho aquí.

Hubiera venido en plan princesa, porque sí es muy diferente la vida en México y la vida en Israel, empezando porque la mano de obra es muy barata allá y es muy fácil tener gente a tu servicio que te haga todo, sin mover un solo dedo, que fue mi caso.

Puedo decir que en mi vida había limpiado un baño, jamás había trapeado ni sacudido, siempre tuve la fortuna de contar con gente que me lo hacía, y si por algún día desafortunado no llegaba la muchacha de servicio a mi casa, ese día no se trapeaba, no se hacían los baños, no se sacudía y no se cocinaba en mi casa.

Ahora que veo en el pasado esos días, siento mucho orgullo de que mis cuatro hijos saben hacer de todo aquí. Limpian, cocinan, trapean y barren; en fin, hacen de todo lo que yo no sabía hacer en México. Claro que lo hacen cuando ellos quieren, no particularmente cuando yo lo necesito, pero no me quejo, me da mucha satisfacción ver cómo han crecido aquí y cómo han madurado.

Por fin llegó el día de la Aliá, un día muy esperado y, también, temido, porque no voy a decir que no tenía miedo… Tenía todo el miedo del mundo. Iba a otro país, con otra cultura, con otro idioma, al otro lado del mundo. Iba con mi esposo, mis 4 hijos, mi container y con 3000 dólares en la mano, para empezar una nueva vida. Claro que tenía miedo… mucho miedo, pero muchas ganas de salir adelante y, tenía que lograrlo, por mí y por mis hijos.

Rumbo a Israel.

Llegó el gran día. Yo no dormí en toda la noche acabando de empacar. Y… llegó la camioneta que Alan rentó para que nos llevara al aeropuerto, a las 7:00 de la mañana. Vinieron al aeropuerto mi mamá, mi suegra y mi hermana. Cada quien tenía derecho a dos maletas, una que es la que te permite la aerolínea, y la segunda pagada por la Sojnut. Hay que aclarar que los boletos de avión los paga la Sojnut; por supuesto sólo son los de ida. Los de vuelta obviamente no te los dan, lo cual, me parece bien.

La Aliá no es un juego ni un paseo por Israel pagado por la Sojnut. Es un compromiso de irte a vivir a Israel. Tuvimos muy buen vuelo, nos fuimos con otras 2 familias más, hicimos escala en Nueva York, como 2 horas. Volamos por Delta Airlines y todo estuvo muy bien gracias a D’os. El vuelo bien, las maletas llegaron bien.

Llegamos el 29 de julio de 2010, fecha que hasta el día de hoy, año con año, festejamos juntos muchas de las familias que hicimos Aliá juntas. Llegando a Israel nos dieron el dinero que nos había prometido la Sojnut. Esperamos a que llegaran las demás familias y pasó un camión por nosotros, que nos llevó al hotel Renissance de Yerushalaim, donde nos hicieron una cena a todos los Olim Jadashim (que significa: nuevos inmigrantes), muy bonita y emotiva. Nos dieron a todos la Teudat Zeut, que es la identificación oficial como israelíes y ya que todos la recibimos, cantamos el Hatikva (himno de Israel).

Quiero decir que es de las cosas más emocionantes y bonitas que recuerdo… cantar el Hatikva por primera vez en mi vida ya como israelí… es de esas cosas que en serio, te llegan al alma y te hacen sentir profundamente orgullosa de ser israelí. Pasamos la noche en el hotel, nos dieron 2 cuartos, todo patrocinado por la Sojnut; y, al día siguiente, después del desayuno, había una especie de feria de la Aliá, que era para todos los olim jadashim (nuevos inmigrantes) que llegamos el día anterior, éramos muchísimos. A eso se llama llegar en ‘’alfombra roja’’.

Había todos los servicios que tienes que hacer, en un mismo lugar: Había una oficina de correo donde se pagan todos los servicios, estaban todas las compañías de seguros médicos y podías afiliarte a la que escogieras y pagar ahí mismo. Estaban todas las compañías de teléfonos celulares y todos los bancos para que pudieras abrir ahí mismo tu cuenta, y todos los servicios de televisión por cable. En verdad, tuvimos mucha suerte en general, con todo. Tuvimos un grupo muy bonito en México, junto con Judy la sheliaj y Sary la secretaria, y el haber llegado en alfombra roja como llegamos también.

Fuimos muy afortunados en contar siempre con el apoyo y la ayuda de Rosita, una señora uruguaya que trabajaba para la Sojnut, nosotros fuimos los últimos Olim jadashim con los que trabajó. Desde antes de llegar a Israel ya estaba en contacto con ella y, muy linda, me inscribió a los niños en las escuelas. Ruth, a una de niñas religiosas (dati) y a Moisés y Jonathan, en una primaria que estaba muy cerca de la casa, también datí. Además, me limpió la casa y me consiguió 6 colchones prestados (de una Yeshivá, que es una escuela de estudios religiosos), para que pudiéramos dormir, me hizo algo de súper y me prestó trastes de cocina, cafetera, etc.

También nos invitó el primer Shabat (sábado) a su casa a desayunar, y varias veces pasaba por nosotros para llevarnos al súper y a hacer mandados. Fue muy linda con nosotros, nos ayudó como si fuera mi mamá, nos dio muchos consejos y, hasta la fecha, conservamos su amistad y la de su esposo.

Llegando al departamento ya estaba todo listo y también estaba el casero ahí, esperándonos. También el casero fue muy lindo con nosotros. Al día siguiente nos llevó a comprar todos los aparatos de línea blanca y los closets. Según yo, iba a comprar todo poco a poco y de segunda mano, pero eso fue según yo, porque según D’os, cuando fuimos al banco a abrir la cuenta, nos dieron de crédito 20,000 shekels (como $6,000 dólares), que hasta la fecha no entiendo cómo nos lo dieron. A nadie de los olim que vinieron con nosotros les dieron tanto crédito y no sé porque a nosotros sí, sin tener nada que nos avalara. Pero gracias a eso, pudimos comprar todo nuevo, lo compramos a 2 años en pagos sin ningún interés.

Una anécdota simpática es cuando estábamos comprando todo lo de línea blanca. Alan no quería que comprara el lavavajillas en ese momento, él quería que la compráramos después, y el casero se dirigió a mí y me dijo: -¡Perfecto! ¡Que Alan lave los trastes!- Y Alan me dijo: -¡Compra la lavavajillas!

Los vecinos de la puerta de al lado también fueron muy lindos con nosotros. El día siguiente nos llevaron a comer a un McDonald’s Kosher. Todos teníamos mucha ilusión de ir ahí, porque en México obviamente y en todo el mundo no hay McDonald’s Kosher, solo aquí en Israel; ése fue el primer restaurante al que fuimos. Pedimos como locos y nos salió carísima la cuenta…

Cabe mencionar que McDonald’s en Israel en general es caro aunque es comida rápida. Los amigos que me recomendaron con el casero nos invitaron a cenar a su casa el primer Shabat (sábado) que estuvimos aquí. Los vecinos de la puerta de al lado también fueron muy lindos. Un día mi vecina me invito al bazar de Rosh Ain, el que ponen los viernes. Es un bazar increíble y enorme

El container con mis cosas llegó un mes después, 4 días antes de Rosh Hashaná (año nuevo judío); y ese Rosh Hashaná compre toda la comida ya cocinada para la fiesta, obviamente no tuve tiempo para cocinar, desempacando toda la mudanza. Algo que se me hizo muy impresionante y que en México no pasa, es que aquí la gente saca a la calle lo que no quiere, en buen estado. Cosas buenas, muebles, libros, ropa… en fin, de todo. Jamás me hubiera imaginado en México que yo hubiera agarrado nunca algo de la calle, es más, si un vecino de mi mismo edificio sacara algo que ya no quisiera en super buen estado, me hubiera muerto antes de agarrarlo; pero aquí en Israel, además de que vine con otra mentalidad y en una actitud de empezar de cero, me cayó del cielo esa costumbre, porque nos encontramos muchísimas cosas.

Aún recuerdo un sofá negro de piel que tenía la pata rota. Lo agarramos y nos lo llevamos a la casa cargándolo entre Alan y yo, y lo tuvimos como un mes, mientras comprábamos una sala. También me había encontrado un librero que estaba muy bueno, un escritorio para Jonathan y otro para Moy y una mesa de centro de la sala que estaba muy bonita.

Lo más raro, es que ahora, 7 años después, ya no me he vuelto a encontrar nada de muebles, o será que, como no los necesito, no los veo, o no sé, pero cuando los necesité, ahí estaban.

Lo que más difícil se me había hecho, era el calor… yo sentía que me derretía. Toda mi ropa y la de todos, no es que era precisamente de calor, era con la que habíamos vivido los 6 meses en casa de mi suegra en México, y no era exactamente ropa de verano; entonces era horrible, porque todavía no teníamos coche y caminábamos mucho. La ropa se me pegaba a la piel. El calor de Israel en Agosto de verdad es una pesadilla, hasta ahora me sigue molestando mucho, es algo difícil e incómodo de soportar aun con aire acondicionado.

En general, todo el primer mes casi nos dedicamos a pasear. Era verano y todavía no entrabamos al ulpán, que son clases de hebreo obligatorias para todos los olim jadashim que no hablan hebreo. El ulpán empezaba en septiembre, junto con la escuela de los niños; entonces no teníamos mucho que hacer. Íbamos a la playa y a los parques, no es que hacíamos tanto turismo porque era caro; y comimos falafel y shawarma hasta hartarnos (que son las comidas más típica de Israel, el falafel son unas bolas de masa de garbanzo o de haba, fritas, en un pan pita y el shawarma es carne de pavo, cortada en tiritas, también dentro de un pan pita, o lafa, que es una tortilla grande). Pero fue un mes divertido. No conocíamos a nadie, ninguno tenía amigos, así que, entre nosotros, éramos amigos. Todos estábamos contentos y todo era una aventura.

Cuando me llegaron los electrodomésticos esa semana, estábamos emocionados estrenando todo. Ni parecía que veníamos con una situación económica nefasta. Cuando desempacaron los niños la televisión, estaban super emocionados, le tomaron fotos y las subieron a Facebook. La verdad todo fue un milagro, corrimos con muchísima suerte; el departamento, además de que tenía 5 recamaras más sala, era totalmente nuevo, nosotros lo estrenamos. Además, estaba en una muy buena colonia: Kfar Ganim Guimel.

Disfrutamos mucho del verano, pero la vida en serio todavía no empezaba. Seguíamos de vacaciones. El container con mis cosas me llegó un mes después y eso fue un relajo, porque todos los que nos venimos juntos de Aliá hicimos también juntos el container, aunque cada quien tenía el suyo. Todos llegaron perfectos sin ningún problema; sólo que el de nosotros nos lo abrieron y lo checaron todo con policías y perros y, además, nos cobraron el que lo revisaran.

Nosotros no entendíamos por qué, pero un año después, lo supimos: aquí en Israel hay un mafioso muy famoso que se llama Yosi Harari y como nosotros somos Harari, factiblemente pensaron que éramos familia o algo así y, viniendo de México, más. Por eso nos revisaron tan exhaustivamente.

Pero me llegó justo 4 días antes de Rosh Hashaná, y sí estuvo difícil, porque de verdad era todo un relajo en lo que acomodaba todas las cosas; la ropa, los cuadros, los adornos, los juguetes, los libros… en fin, toda mi casa.

Sentía que todo era nuevo, tenía casi 8 meses de no ver nada de mis cosas. Fue muy bonito  tenerlas conmigo, las valoré mucho más al volverlas a ver. Valió mucho la pena haber vendido mi collar, aun ahora, 7 años después, volteo y veo todas mis cosas y es una suerte haberlas podido traer. Sé de mucha gente que no ha podido traer su container, solo vienen con unas maletas y ya. Yo sí fui muy afortunada en poder traer todo lo que quise.

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