Enlace Judío México.- La fiesta de Pésaj se vivía con mucha intensidad en los tiempos del Bet haMiqdash (Gran templo de Jerusalén, destruido en el año 68 de la era común). Cientos de miles de Yehudim llegaban a Yerushalayim desde todos los confines de Israel y se disponían a sacrificar el qorbán pésaj (una ovejita o cabra) el 14 de Nisán.
RABBI YOSEF BITTON
Los que venían de afuera de Yerushalayim se hospedaban en casa de familiares o conocidos, o muchas veces, donde hubiera lugar. Las casas en Yerushalayim estaban abiertas para todos los que quisieran hospedarse. Y sólo cuando en una casa no había más lugar disponible, se anunciaba colgando un paño rojo arriba de la puerta. En nuestros días recordamos este gesto de hospitalidad cuando decimos al principio de la Hagadá: “que todo el que quiera participar del Séder de Pésaj, venga y participe”.
En las casas, la gente se juntaba en grupos de familias, amigos e invitados llamados “jaburot” o en singular “jaburá”. Cada jaburá, que podía consistir de 50, 60 y hasta 100 personas, compartía un mismo qorbán.
La ovejita era llevada por la tarde del 14 de Nisán al Bet haMiqdash por uno o dos representantes de cada jaburá, y allí era sacrificada, mientras se recitaba el Halel.
Hay una hermosa costumbre, que pocos practican hoy en día, y que se practicó durante siglos en recuerdo a este Halel de víspera de Pésaj. ¿Saben cuándo solía la gente hornear las Matsot que se utilizaban en el Séder de Pésaj? ¡El 14 de Nisán! es decir, después del mediodía de la víspera de Pésaj. Exactamente cuando se acostumbraba a sacrificar el qorbán Pésaj. Este es el tiempo ideal para preparar las Matsot (mitsvá min hamubjar, la misma hora en la cual se preparan normalmente las jalot un día viernes). Y mientras se preparaban las Matsot en la víspera de Pésaj, ¡toda la familia cantaba el Halel!
Regresemos a Yerushalayim. Luego de ser sacrificado, el animal era asado en una sola pieza y llevado a la casa. Por la noche, siendo ya el 15 de Nisán, se realizaba el Séder de Pésaj más o menos como lo hacemos hoy. Se leía la Hagadá, se hacían las preguntas de Ma Nishtaná, se servía mucha comida, incluyendo otros qorbanot como jaguigá, y todo acompañado, por supuesto, de Matzá, Maror y Jaroset. La gente se sentaba sobre sofás o almohadones y comían reclinados, como los nobles. Bebían cuatro copas de vino templado, brindando por nuestra salvación, redención, libertad, y asignación como pueblo elegido. Al final de la cena, antes de la medianoche, se repartía el qorbán pésaj como afiqomán (última comida, o sobremesa) entre todos los miembros de la jaburá. Cada uno tenía que comer de ese qorbán por lo menos un pedacito del tamaño de una aceituna (kazait).
Hoy en día acostumbramos a poner en la bandeja de Pésaj, la que’ará, un hueso con carne (o entre los Ashkenazim, una pata de pollo) para recordar el qorbán Pésaj. Y también, al final del Séder comemos una porción adicional de Matzá, afiqomán diciendo: “[Comemos esta matzá ]en recuerdo al qorbán Pésaj, que se comía una vez que uno está satisfecho”.
Al terminar de comer el qorbán Pésaj, se recitaba el Birkat haMazón, la bendición de agradecimiento a HaShem por nuestra comida.
Hacia la medianoche, una vez terminada la cena de Pésaj, llegaba un momento muy especial. La gente subía a las terrazas de sus casas y desde allí, mirando hacia el Bet haMiqdash, que estaba iluminado por la luna llena, todo el pueblo cantaba el Halel, los Salmos de Tehilim, que se recitan en agradecimiento a HaShem por habernos liberado de Egipto. Creo que este era el momento más hermoso de la noche, cuando las voces de cientos de miles de Yehudim se juntaban para cantar el Halel, todos al mismo tiempo, con una misma melodía, y la ciudad se transformaba con ese extraordinario canto. La Guemará dice que las voces de ese multitudinario coro eran tan poderosas que las terrazas de la ciudad “temblaban”.
Hay quienes explican que hoy en día, para recordar ese hermoso Halel que cantábamos todos juntos al terminar el Séder, decimos todos juntos el Halel en la Sinagoga, antes de comenzar el Seder.
Quiera HaShem que el próximo año cantemos el Halel, en Yerushalayim, juntos, con una sola voz y con la misma melodía, frente a nuestro Bet haMiqdash.
¡Amen!
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