Mi Aliá: Por qué (y cómo) una judía mexicana se trasladó a Israel (Parte III)

Ahora sí, la realidad…

Enlace Judío México.- Las clases de los niños empezaron el 1° de septiembre, y el Ulpán también. Moy y Jonathan entraron a una escuela que estaba a unas cuadras de la casa y se podían ir caminando; me regalaron las playeras y chamarras del uniforme así como todos los libros. Ruth fue a otra escuela, una secundaria; a ella sí le compré playeras del uniforme, pero también le regalaron todos los libros.

MERY MIRIAM LANIADO DE HARARI

Alan, Joseph y yo entramos al Ulpán. Joseph estaba en un grado más avanzado que Alan y yo. La mayoría de los Olim Jadashim en el Ulpán, eran rusos, había un canadiense, dos americanos, una argentina y dos franceses. Era un grupo bonito y la pasábamos muy bien. La maestra era muy linda con nosotros, una amiga suya tenía dos bases de cama para donar y nos las dio a nosotros. Era divertido ir al Ulpán, nos gustaba. En realidad sí aprendes mucho, y teníamos una muy buena maestra.

Alan consiguió un trabajo en las tardes empacando pan en la panadería de un súper muy grande en Hod Hasharon, que se llama Hetzi Jinam. Todos los días, cuando venía de regreso, llegaba con bolsas de súper que yo le encargaba. Según Alan, él iba a aprender hebreo en ese trabajo y, mejor, aprendió ruso… ¡¡¡Todos eran rusos!!! Todos hablaban en ruso, oían el radio en ruso y le daban instrucciones en ruso. Y todos los empacadores de la mercancía en las cajas eran etíopes. Entonces, una parte de los empleados hablaba en ruso y, la otra mitad, en etíope, nadie en hebreo.

Alan estuvo 6 meses en ese trabajo, el mismo tiempo que duró el Ulpán.

Compramos una camioneta Mitsubishi del 2003. Estaba viejita, pero cómo la apreciábamos y la valorábamos; después de haber estado un mes sin coche la veíamos como una limusina. Qué impresionante es cómo uno aprende a valorar las cosas, ni siquiera me interesaba la marca ni el año de la camioneta… me interesaba nada más que cupiera con mi familia cómodamente. A las dos semanas de haber comprado la camioneta, nos paró un policía porque yo iba sin cinturón. Ya nos iba a multar, pero le caímos bien, vio que éramos Olim Jadashim y nos dijo que no lo volviéramos a hacer y nos la perdonó.

Se supone que la licencia de México nos servía durante un año, pero igual hicimos el examen de manejo. Aquí en Israel, para poder tener licencia, es casi como cursar una carrera universitaria; hay que tener un permiso del doctor y de un optometrista, hay que hacer un examen teórico, después tomar obligatoriamente por lo menos 35 clases de manejo y solamente entonces haces el examen práctico. A nosotros no nos obligaron a tomar las 35 clases porque teníamos licencia de México. Sólo tomamos 2 clases e hicimos el examen Alan y yo.  Alan sí pasó y yo no.

El examen lo hice bien, todo iba perfecto, en México manejé durante más de 20 años; pero el error que tuve fue que el maestro me dijo que me metiera al estacionamiento de un centro comercial y yo me metí, pero por la salida en vez de por la entrada. Pero mi error ¡fue porque no sabía leer hebreo! Por eso me metí por la salida. Y bueno, ni modo, reprobé el examen y pues no tengo licencia para manejar, pero Alan sí paso el examen. He de decir que en honor a la verdad, no me ha hecho falta manejar para nada. De por sí nunca me gustó manejar, y me las arreglo perfectamente con camiones, el transporte público aquí en Israel es muy bueno. Cuando necesito ir al súper o a hacer algún encargo, lo hago con Alan en el coche.

Algo que nos costó mucho trabajo para adaptarnos, fue la cuestión de la limpieza de la casa. En México casi siempre tuve dos muchachas de servicio viviendo en mi casa. En los últimos cinco años en México, porque estábamos tan mal económicamente, solamente teníamos una. Sé que suena ridículo, estar mal económicamente y tener alguien para el servicio; ahora que lo pienso no lo entiendo, pero en México así es. Además trabajaba, y alguien tenía que recibir a los niños de la escuela y estar con ellos cuando yo no estaba. Y bueno, la mano de obra es muy barata. Entonces, nadie de nosotros nunca había trapeado, barrido, limpiado baños, hecho la cocina, lavado los trastes y sí, fue un poco difícil. Todos me ayudaban, pero poquito; obviamente yo hacía casi todo. Como solo estudiaba en el Ulpán en las mañanas tenía tiempo y, la verdad, me acomodé bien, soy una persona muy práctica y me acostumbré rápido a hacer mis propias cosas yo. A los demás les costó un poco más de trabajo, pero al final todos se acostumbraron a la nueva vida. A todo se acostumbra uno, menos a no comer…

Los niños estaban felices con la libertad que hay aquí. Moy de 12 y Jonathan de 7, se sentían felices de irse a la escuela caminando solitos, sin nadie que los cuidara. Teníamos un centro comercial chiquitito a una cuadra de la casa y les encantaba a los niños ir solitos; y si necesitaba yo algo del súper, iban felices. Eso es algo que también es muy diferente de la vida en México. Allá no podían ni ir a dos edificios del nuestro solos, siempre alguien tenía que acompañarlos, ni se diga estar solos en el centro comercial. Y aquí se sentían libres, como pájaros.

Otra cosa increíble, que nos encantó, es que casi todo es Kosher, todos los súper son Kosher y muchísimos restaurantes también lo son. Cerca de la casa, también había un templo, muy bonito, sefaradí y la gente se portó muy linda con nosotros.

En las fiestas mayores Rosh Hashaná y Yom Kipur, todos los templos tienen las sillas ya alquiladas, hay que pagar previamente para poder sentarte o te puedes sentar en el área de hasta atrás gratis, pero casi nunca hay lugar. En nuestro primer Rosh Hashaná y Yom Kipur, obviamente no teníamos asiento, pero un señor un poco mayor invitó a Alan a sentarse junto a él. Sabía que eramos Olim Jadashim y le guardó un asiento especial. Alan hasta el día de hoy se sigue llevando mucho con ese señor que lo invitó a sentarse con él. Se ha portado con nosotros como un padre, quiere mucho a Alan y Alan a él. Siempre nos invita a todo, las fiestas con su familia, bodas de sus hijos, Brit Milot de sus nietos y nos sienta siempre en la mejor mesa. Él está bien económicamente, vive en una “villa” (casa elegante) muy bonita y cada vez que necesito una reparación sencilla o colgar algo con taladro en mi casa, él viene y nos lo hace con sus manos. También durante muchos años nos ayudó a construir la sucá (es una cabaña provisoria que se construye en la festividad de Sucot).

En fin, es muy lindo y fue una suerte enorme haberlo conocido. Su esposa también es muy linda conmigo. Se preocupan mucho por nosotros, como una verdadera familia.

Poco a poco, empezamos a integrarnos en la vida israelí. El apoyo en las escuelas fue impresionante. Sacaban diario a los niños por dos horas con maestros privados, para estudiar hebreo. Al año siguiente ya no necesitaron apoyo, se soltaron a hablar rapidísimo e hicieron muy buenas amistades.

Ir al súper para mí era muy difícil, porque no conocía las marcas y no sabía leer hebreo. Compraba todo basándome en la foto de la lata, y varias veces me llevé una sorpresa al descubrir que en realidad era otra cosa lo que había comprado. Una vez compré una lata donde en la foto se veían verduras congeladas surtidas, y cuando abrí el paquete descubrí que era alubia, tú le tenías que poner la verdura para que te quedara como la foto. Otra vez confundí el aceite con jabón de trastes líquido amarillo, compré jitomate en trozos en vez de puré. Varios detalles así. Es difícil comprar sin saber leer.

Hasta la fecha me da trabajo pedir algún corte de carne especial, siempre la compro ya cortada.

El doctor familiar que nos atendía era un médico uruguayo que también siempre fue muy lindo con nosotros, y obviamente fue un alivio enorme que hablara español.

Joseph acabó el Ulpán y entró a la Mejiná (un año de preparación, anterior a la universidad) en la universidad de Bar Ilan. Después entró a trabajar en una fábrica de muebles en el tiempo que esperaba para entrar a la Tzahal (ejército) y se compró una moto. Era una moto viejita y no le contrató seguro, porque no sabíamos que era obligatorio. Tampoco tenía licencia de moto, tenía la licencia de México que no era válida aquí. No puedo creer, ya viviendo aquí y sabiendo como son las cosas, cómo permitimos que Joseph no tuviera seguro y licencia de moto; si un policía lo hubiera agarrado hubiera ido a la cárcel. Pero no sabíamos. En México todo es mucho más relajado.

Un día, Joseph tuvo un accidente. Se cayó de la moto y se raspo feo, no se lastimó mucho pero lo llevamos al hospital y una amiga nos recomendó que no dijéramos que se cayó de la moto; que dijéramos que se cayó de una bicicleta. Lo llevamos al hospital Belinson y ya lo iban a atender, pero cuando vieron que era menor de edad (le faltaban tres meses para cumplir 18) lo mandaron al hospital Schneider, que es el hospital de niños. Solo le sacaron radiografías y todo estaba bien, gracias a D’os. Le curaron los raspones y estuvo muy cómico cómo lo atendieron en un cubículo con cortinas de Peter Pan y sabanas de Blanca Nieves. Como nos reímos de él…

No pagué nada del hospital y los medicamentos que le dieron costaron muy baratos. Lo que más caro salió, fueron las gasas…

Otro día, llegó Moy a la casa desde la escuela con un gatito recién nacido que se lo había encontrado allí y me pidió que si lo podíamos tener en la casa. Claro que le dije que no y que lo fuera a regresar a su escuela. Y lo fue a regresar… según yo… ¡¡¡Porque regresó con 3 gatitos!!! Por supuesto que puse el grito en el cielo y le dije que los fuera a regresar otra vez, pero para ese entonces ya estaba cerrada la escuela. Yo no tuve alma para dejarlos en la calle. Los dejé que pasaran la noche en mi casa y Joseph consiguió regalar dos gatos a amigos de la universidad. El que quedó, los niños me convencieron de que se quedara en la casa. Los niños lo adoraban y, pues ya, lo tuve que aceptar.

Ese gatito estuvo con nosotros casi un año hasta que se cayó por la terraza del quinto piso y se murió. Fue horrible. Ruth fue la que lo descubrió tirado en el piso. Lo peor, fue que justo ese día era el cumpleaños número 13 de Moy; mi mamá y mi suegra, habían venido especialmente de México para la fiesta de Bar Mitzva de Moy. Lo que hice, fue que me lleve a los niños a pasear todo el día y llegamos muy de noche y buscaban al gato al llegar, pero los convencí de que el gato estaba dormido y se fueron a dormir sin hacer ruido. Al día siguiente, se fueron a la escuela de ahí los lleve a pasear otra vez toda la tarde para que no estuvieran en la casa y se dieran cuenta que no estaba el gato. Llegamos tarde y, obviamente buscaban al gato y no lo encontraban, les dije que seguro estaba escondido y se durmieron.

Al día siguiente, seguían sin 22 encontrarlo. Los mande a la escuela y de regreso, se pusieron a buscar al gato y yo les ayudé. No quería decirles que se había muerto y justo en el cumpleaños de Moy. Recuerdo que rente un taxi durante una hora, para que nos ayudara a buscarlo y que me había salido carísimo.

Durante una semana lo estuvieron buscando y, después, les dije la verdad; primero a Moy que quiso que lo llevara al terreno donde lo había enterrado y, ya estando ahí, quitó tantita tierra hasta que lo vio un poquito del gatito y cómo lloró y me abrazó. Para Jonathan fue peor, durante casi un mes le prendía una vela a diario, le guardaba un minuto de silencio y se venía a acurrucar conmigo a llorar por el gato. En su libreta de tareas, durante más de 100 días, iba escribiendo diariamente: “Día 1, sin el gato”, “Día 2: sin el gato” y así sucesivamente. Joseph estaba en el ejército el día que se murió el gato y quería regresar a enterrarlo, pero obviamente, no le dieron permiso. Fue un episodio muy triste, nunca pensé que les fuera a afectar tanto.

Pero la vida siguió y, como dije, fue la fiesta de Bar Mitzva de Moy. Fue una fiesta muy bonita, la hicimos en un salón de fiestas, era la quinta noche de Janucá. Tuvimos como 100 invitados, vinieron todos los que hicimos Aliá y los amigos que hemos conocido en ese año. Mi mama, mi suegra, el casero, vecinos. Estuvo muy bonito. Rentamos un camión y desde las 7 de la mañana, todos los amigos de Moy de la escuela y nuestros amigos nos fuimos para Yerushalaim. Se puso el Tefilim en el Kotel, en Yerushalaim, fue una ceremonia preciosa aunque hacia mucho frio y estaba lloviendo así que la ceremonia fue adentro del Kotel. Después regresamos en el camión al salón de fiestas en donde estaba la comida. Llegaron los invitados y hubo muy bonito ambiente. Traje a un disc jockey que puso la música, prendimos las velas de Janucá y acabó la fiesta.

Ese día, mi suegra me confesó que cuando le dijimos que íbamos a hacer Aliá, ella pensó que solamente nos íbamos a quedar hasta el Bar Mitzvá de Moy y después nos íbamos a regresar a México; pero luego de estar en nuestra casa y ver lo contentos que estábamos, se dio cuenta que no teníamos pensado regresar a México a vivir otra vez.

Alan, acabando el Ulpán, se salió del trabajo de la panadería y empezó a trabajar entregando súper a domicilio; que, aunque no era un buen trabajo, al menos ganaba el doble que en el súper y, además, bajo mucho de peso, porque tenía que subir a veces por las escaleras en edificios que no tenían elevador y hacia mucho ejercicio. También llevaba a gente al aeropuerto como taxi y hacia traslados.

Una semana antes de Rosh HaShaná (ya habíamos cumplido un año de hacer Aliá), chocó Alan la camioneta y la tuvo que mandar al taller para arreglarla. Yo estaba muy deprimida, porque 23 justo esa semana era de muchísimo trabajo para él y obviamente cobraba más; pero sin coche no podía trabajar. Vivíamos muy justos de dinero. Y, en Rosh HaShaná, uno gasta mucho más de lo normal. Pero en el templo, seguramente Rafy (el amigo de Alan que siempre nos ha ayudado y apoyado en todo), le comento a otro señor del templo que es un brillantero millonario y que se encarga de los gastos del templo, y éste le dio a Alan un sobre como regalo de Rosh HaShaná de parte del templo, con mil dólares.

Puedo decir que es de esas cosas que te llegan al alma. Ahí me di cuenta de lo afortunados que éramos y la gente tan linda que teníamos alrededor, porque estábamos solos, sin familia; pero toda la gente que teníamos cerca siempre se portó extraordinariamente con nosotros.

Similarmente en la escuela de Jonathan me pasaron dos cosas, que me dejaron sin palabras:

La primera fue que por esa misma época, nos mandaron un sobre con dinero, como con 200 dólares de regalo por la fiesta. En la escuela, no tenían idea de lo que había pasado con el coche de Alan. Yo creo que éramos los únicos Olim Jadashim allí y que por eso nos lo dieron.

La otra cosa, fue que antes de que terminara el curso escolar, me llaman por teléfono y me dicen que Jonathan está muy bajo en matemáticas y que necesita estudiar en vacaciones. Me preguntaron si estaba interesada en que estudiara en la escuela, yo les pregunte preocupada, que cuanto costaba y me dijeron que nada. Entonces, claro que estaba interesada que en vacaciones estudiara matemáticas en la escuela. Me habían dicho que el curso iba a ser de 3 semanas, de 8 a 1 de la tarde.

El primer día que lleve a Jonathan a sus clases, casi me voy de espaldas. Yo que pensé, que iban a haber varios niños en el salón de clases, con un maestro y… ¿cuál fue mi sorpresa? Había nada más 4 niños y 5 maestros, cada niño tenía un maestro particular y el quinto maestro, era el de Jonathan. No lo podía creer. Tres semanas son 15 días por 5 horas diarias, ¡¡¡son 75 horas!!! 75 horas de clases de matemáticas particulares y gratis, y no he comentado que es una escuela excelente, en una zona muy exclusiva y totalmente gratis….

Mi primer trabajo.

Aparte de entregar súper a domicilio, Alan también llevaba gente al aeropuerto tipo taxi. Mi hermana Alegra, en México, tiene una vecina puerta con puerta que es una señora ya un poco mayor, con Alzheimer, que venía a Israel a hacer unos tratamientos contra esa enfermedad. Estaba aquí con su nieta, y su hija iba a venir a visitarla aquí a Israel. Alegra mi hermana le dijo que Alan podía recogerla en el aeropuerto y hacerle algunos traslados. En el camino, le dijo a Alan si no sabía de alguien que pudiera cuidar a su mama 2 tardes por semana, para que su nieta pudiera descansar unos días y él me pregunto si a mí me interesaba y le dije que sí.

Era una señora muy linda y todavía no estaba tan avanzado su Alzheimer. La estuve cuidando como por tres meses, 2 veces a la semana. Después de tres meses, volvió a regresar a Israel para seguir su tratamiento, pero esta vez, estuvo hospedada en mi casa todo ese tiempo. Alan la llevaba a su tratamiento todos los días al hospital Asaf Harofe, con el Dr. Martin Rabey, que es un profesor muy importante aquí en Israel y es argentino. Y yo la cuidaba en la casa, comía con nosotros y me encargaba de ella. Era una señora muy linda, pero no niego que si fue difícil cuidar de ella. Nos pagaron muy bien y nos la volvieron a mandar 6 meses después, por otros 3 meses más. Nos encariñamos con ella, pero sí era dedicarle mucho tiempo y si era complicado.

Una semana antes de que la señora se regresara a México, la primera vez que estuvo conmigo, pasamos por una guardería que estaba a 2 cuadras de mi casa y le dije a Alan que parara el coche. Me baje y toque la puerta. Hasta hoy, no puedo creer cómo me atreví a hacer lo que hice, no creo que me atreviera a hacerlo ahora… Toque y pregunte si había trabajo para mí, pero no hablaba casi nada de hebreo, entonces pregunte:

-¿Yesh aboda?- que en hebreo significa: ¿hay trabajo?

Y me dijeron que sí, que fuera al día siguiente a hablar con la directora y fui… Y al lunes siguiente ya tenía trabajo, cuidando a bebitos de 4 meses en adelante. Me entrevistaron en inglés, di mi identificación (mi Teudat Zeut) y empecé a trabajar ahí. Tuve mucha suerte, una de mis compañeras fue súper linda conmigo y me ayudó mucho, hasta la fecha es amiga mía y la quiero mucho.

No podían creer que en mi vida había trapeado, porque en el trabajo, aparte de cuidar a los bebitos, también había que limpiar y trapear el salón en el que estaban. Ella me enseñó a trapear. Estuve casi un año en esa guardería. Era muy pesado. Tenía a 7 bebitos de entre 4 25 meses y un año a mi cuidado. Yo les daba de comer, los cambiaba y los dormía. Llegaba muy cansada a mi casa todos los días.

Además de que había que trapear y limpiar el salón donde estaban los bebitos, (cada tercer día me tocaba a mí la limpieza, éramos 3 cuidadoras en mi salón y a cada una le tocaba un día). Había 5 salones y en total éramos 15 cuidadoras, y a cada una nos tocaba hacer la limpieza de los pasillos, el lobby y el baño de la guardería cada 15 días. La primera vez que me tocó a mí hacer la limpieza, la hice y la hice bien y todo iba bien, también había que limpiar la oficina de la directora y vaciarle la basura y lo hice. Ella no estaba en su oficina. Pero, la siguiente vez que me toco hacer la limpieza, la directora si estaba en su oficina sentada en su escritorio y, cuando entre a limpiar, subió sus pies a la silla para que yo pudiera seguir trapeando.

Creo que pocas veces en mi vida me sentí tan incómoda. Yo, toda mi vida tuve gente que estaba a mi servicio y me limpiaba mi casa y nunca había estado al servicio de alguien. Limpie la oficina, barrí y trapie, aunque me sentí súper mal, me salí con los ojos llenos de lágrimas, pero me sentí bien de haber sacado adelante esa situación particularmente difícil para mí. Hubo más días que me toco hacer la limpieza, pero no me volvió a tocar nunca más que estuviera la directora y que subiera sus piececitos, mientras yo trapeaba….

En la guardería me solté un poquito más a hablar en hebreo, pero es algo que definitivamente me ha costado mucho trabajo, el hebreo para mí no ha sido nada fácil.

Por fin acabo el año, es igual que el ciclo escolar y en verano me traje a 5 bebés a cuidarlos en mi casa las 3 semanas que la guardería cerraba. Jonathan me ayudó muchísimo, pero fue super matado y una mamá con gemelos no me pagó, me robó, entonces solo me pagaron 3. Definitivamente no lo volvería a hacer, no tenía ni tiempo para ir al baño, pero fue una experiencia más.

Después de ese trabajo, me fui a México un mes de visita. Fue la primera vez que iba a México desde que hicimos Aliá y fue muy bonito. Lo disfrute bastante, pero me dio mucho gusto darme cuenta de que no extrañaba vivir allá y me di cuenta de que estaba bastante contenta en Israel.

Regresando a Israel, empecé a estudiar tatuaje de ojos, boca, cejas y uñas postizas y de gel. Ese curso me lo pagó la Sojnut. Era tres veces a la semana, y los otros dos días cuidaba a una bebita de 4 meses que era hermana de uno de los niños que tenía a mi cargo en la guardería. Me la traían a mi casa y la disfruté muchísimo.

En todo este tiempo yo recibía el dinero de la renta de mi departamento en México y con ese dinero pagaba aquí mi renta. Después, vendí mi departamento en México y compramos un departamento aquí, en Petaj Tikva, pero lo compramos en preventa y ya no podía seguir pagando el departamento en donde estábamos, porque era muy caro. Entonces ya nos íbamos a cambiar a otro más barato, cuando mi casero, súper lindo, me bajo el precio durante cuatro meses más, un 40% menos, porque él ya tenía otro cliente que ocuparía el departamento en 4 meses. Le convenía bajar el precio por ese tiempo, que tenerlo vacío.

Después, pues sí nos tuvimos que cambiar. Nos cambiamos a un departamento horrible, más chico y super viejo, cerca de donde vivíamos, porque no quería cambiar a los niños de escuela y fue lo único que conseguí. Pero fue horrible ese año que vivimos ahí, todo se rompía, todo se caía, me daba asco hasta entrar al baño, nos bañábamos todos con chanclas, la cocina estaba fatal, de la estufa solo servían 2 quemadores y casi no cocinaba. Compraba mucha comida ya lista. Pero sabíamos que solo era por un año, en lo que me entregaban el departamento nuevo. Solo nos quedamos un año en ese departamento horrible. Un año que pasó lentísimo, el más lento desde que estoy aquí, hasta que nos pudimos cambiar de casa, por tercera vez, pero ya a nuestra casa.

Es chistoso, el departamento que tenía en México media 260 ms. y el que compré aquí, era de 130 ms. Pero costaba exactamente el doble de lo que me dieron por el de México.

Por esa época, empecé a cuidar a un bebito que era hijo de la dueña de una florería, en la que Alan también trabajaba en hacer entregas de flores y, entonces, me daban recibo de sueldo y como ya tenía referencias de que había trabajado en la guardería y cuidando a la bebita que era hermana de uno de los bebés, me dieron ese trabajo. Gracias a eso pude pedir un préstamo de hipoteca, porque tienes que demostrar en el banco que tienes un trabajo estable para pagar el resto de lo que me faltaba.

En esa época, Alan estudió para guía de turistas. Fue un proceso muy largo, muy caro y muy difícil, pero se certificó y ahora es en lo que trabaja. Gracias a D´os, no le va mal.

Yo, después de cuidar al bebé de la dueña de la florería, según yo, pensaba que iba a trabajar en lo que estudié, en tatuaje de ojos, boca, cejas y uñas postizas, ya que había terminado el curso, me había certificado y había comprado todo lo que necesitaba para trabajar: la máquina para tatuar, la mesa para las uñas, la camilla y todo el equipo que me salió en un dineral. Tenía un cuarto de la casa nueva que iba a ser mi clínica de belleza, pero conforme se acercaba el día de cambiarme de casa, en vez de estar contenta, estaba muy ansiosa y angustiada.

La verdad, es que no se me antojaba en lo más mínimo dedicarme a eso. Tomé el curso porque fue lo único que podía aprender con mi hebreo tan deficiente, ya que más bien ahí aprendías con la práctica, no había mucho que hablar o que explicar y como la maestra también hablaba inglés, entonces pude sacar el curso adelante. Pero la verdad, no me gustaba para nada, salía mucha sangre al tatuar y me daba mucho asco, no disfrutaba para nada hacerlo.

Un día, platicando con Joseph mi hijo, le comenté que no quería para nada tatuar y él me contestó, fácil y sencillo, como los jóvenes piensan:

-Pues no lo hagas. No porque lo estudiaste, le tienes que vender tu alma al diablo en hacer algo que no te gusta para el resto de tu vida; vende las cosas y dedícate a cuidar bebés, si es lo que te gusta hacer.

Y fue como si me quitaran una piedra enorme de encima. Por muy tonto que parezca, a mí no se me había ocurrido que no tenía la obligación de dedicarme a eso por el simple hecho de haberlo estudiado. Fue una liberación enorme decidirme a no dedicarme a eso, y sí a cuidar bebés, que además, lo disfruto muchísimo. Pero cuidar bebés, uno o 2 y en sus casas, no en guardería.

De ahí, justo vi un anuncio en Facebook, en los grupos de latinos o mexicanos, no recuerdo bien, que pedían a una cuidadora de bebés en Tel Aviv. Fui a la entrevista. Era para un bebé recién nacido y la mamá era hija de un miembro de la Kneset (Parlamento Israelí), Mijael Eitan. Muy linda, estuve unos meses con ella y luego me recomendó con un amigo suyo, también hijo y nieto de un miembro de la Kneset que es un escritor muy famoso, llamado Nir Baram. Trabajé unos meses con él y me recomendó con una jueza, que era su amiga, con quien estuve un año y medio. También cuidé a unas gemelitas en mi edificio, a unos triates en Raanana, y así me fueron recomendando. Ahora, estoy cuidando a unas gemelitas preciosas recién nacidas, que viven en Kiriat Ono. Estoy muy contenta, gracias a D’os.

En el medio de todo esto, Joseph hizo sus tres años de ejército en la Fuerza Aérea, en la base aérea Tel Nof como rescatista de aviones; Ruth hizo sus dos años de servicio en la Fuerza Naval, en la base Masha Eres (que es una base pegada a la franja de Gaza) y Moy está ahora en el Ejército, en la unidad de combate Shimshon en Kfir. Jonathan está en la secundaria, de rebelde, como buen adolescente… y qué puedo decir del orgullo que siento por mis hijos, cómo se han desenvuelto en este hermoso país.

Ahora, Joseph vive solo en un departamento en Natania. Trabaja en una compañía muy importante como asesor financiero y está estudiando Física y Matemática. Él se paga su carrera 28 y su departamento. Ruth está ahora en Sudamérica. Se fue con sus amigas del ejército, por 8 meses. Ella se lo pagó todo porque saliendo del ejército, trabajó en la seguridad del hotel Hilton como jefa y después también estuvo de mesera. Así juntó su buen dinero para viajar. Moy sigue en el ejército, y Jonathan es mi bebé, mi adolescente hermoso de 14 años (que está insoportable, ja ja).

Y cada día, agradezco a D’os el haber tenido la suerte de poder hacer Aliá. No es fácil, no ha sido nada fácil, pero nada de lo que realmente vale la pena en la vida es fácil.

El hebreo a mí me sigue costando mucho trabajo. Ya lo hablo, pero muy mal. El problema es que los bebés no hablan hebreo y estoy con ellos ocho horas diarias, y los papás me piden que les hable en español; entonces en hebreo hablo cinco minutos con los papás en la mañana y cinco minutos cuando vuelven. En la casa, hablo español con los niños. Antes de hacer Aliá, yo juraba que iba a hablar hebreo ya muy bien, antes del año. Nunca me imaginé que me fuera a costar tanto trabajo.

Tuve una maestra muy linda, que era amiga de la maestra del Ulpán y que se voluntarizó para dar clases particulares a Olim Jadashim (nuevos inmigrantes) y estuve yendo a su casa, por casi un año una vez a la semana y le tomé mucho cariño aunque es de la edad de mi mamá. Se convirtió en una amiga muy querida.

Qué bueno que cuando decidimos hacer Aliá no lo pensé tanto, porque a lo mejor me hubiera dado más miedo la cuestión del hebreo. Pero bueno ya estoy aquí y también lo tendré que sacar adelante, no hay de otra. De verdad siento, como que D’os, me manejó todo en México, para obligarme a venir aquí y estoy sumamente agradecida con él, porque en todo momento me ha ayudado y me siento muy afortunada de poder haber hecho Aliá.

Yo sé que a cada quien le va diferente y que no es un país fácil, pero ningún país en el mundo es fácil y en todos lados, igual hay que echarle muchas ganas. Aquí, hay que echarle más ganas, pero los resultados son buenos, y la verdad es que me gustó mucho el tipo de vida israelí y nos adaptamos muy fácil todos.

Y bueno, es difícil ya que toda mi familia está en México: mis papás, hermanos y amigas. Y aunque sí he hecho amigos aquí, a veces sí duele la lejanía. La comida y los dulces mexicanos, los extraño muchísimo y, aunque de vez en cuando me traen papitas, dulces, tortillas, mole, etc., sí se extraña mucho; aunque puedo decir que al menos en Israel se pueden conseguir muchos tipos de chiles picantes, que no son como los de México, pero son buenos.

También he tenido la suerte de que mi familia venga, porque vienen a poner Bar Mitzvot a mis sobrinos y vienen de paseo. En fin, sí los he visto, no lo seguido que quisiera, pero no me quejo.

También yo he ido a México tres veces en estos siete años y voy con mucha alegría. Muchas cosas me dan nostalgia, pero cada vez que voy me convenzo más de la buena decisión que tomamos al venirnos a Israel. Es impresionante cuánta gente me felicita y me ven como una super heroína, por haberme lanzado a esta aventura. Y yo me siento muy orgullosa de mí misma, por haber tenido las fuerzas y las agallas que se necesitan, para tomar una decisión tan importante en mi vida y en la vida de mi familia, porque no cabe duda de que les cambié el rumbo de su vida a mis hijos.

Alan y yo, también cambiamos el rumbo de nuestras vidas. Incluso, para escribir esta historia sobre mi Aliá, se dio muy bonito…

Ya comenté que ahora cuido a unas gemelitas recién nacidas y se supone que me habían contratado desde el momento en que nacieran, pero se tardaron un mes más de lo planeado y, durante todo ese tiempo yo no tenía mucho que hacer. Vi en el grupo de latinos de Facebook que había un taller para escribir sobre la Aliá, con todo el apoyo que se necesita para escribir un libro y, claro, me interesó. Y aquí estoy, escribiendo sobre mi Aliá.

También, durante muchos años, tenía ganas de aprender a tejer y conocí a una chica mexicana (también por Facebook), que me venía a hacer la limpieza en mi casa (súper de vez en cuando, porque es carísimo aquí) y ella teje precioso; entonces viene a mi casa y me da clases privadas de tejido y… ¡¡¡me encanta!!! Disfruto muchísimo de tejer, además de que tengo mucho tiempo libre cuando las gemelitas están dormidas, que es casi todo el tiempo, ¡porque son recién nacidas! Y ya le he hecho bufandas a mi familia, amigos, etc.

Y pues ya, en general y, a grandes rasgos, esta es la historia de mi Aliá… Le agradezco infinitamente a D’os, haberme bendecido, con la suerte de poder vivir en este precioso país, donde día a día, tengo que seguir luchando y superándome, para salir adelante.

Si alguien quiere contactarme o necesita algo de mí, mi mail es: meryharari@yahoo.com

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