Enlace Judío México.- La ‘locura’ de la noble madrileña veinteañera que se creía embarazada y con una misión sagrada: dar a luz al Mesías. En realidad seguía siendo virgen. Es el llamado síndrome de Jerusalén.
SAL EMERGUI
Cerca de los Lugares Santos, una veinteañera española preocupa a sus compañeros de fe y turismo en Jerusalén. Ya no es la misma mujer que salió de Madrid con destino al centro del mundo. Su comportamiento se hace cada vez más extraño a medida que avanza por unas callejuelas que rezuman tanta santidad que a veces desvarían en alucinaciones. Profundamente religiosa y perteneciente a la nobleza en Madrid, la peregrina guarda con celo un secreto muy relacionado con las milenarias piedras a su alrededor. Como su vientre en las últimas semanas, crece su convicción de que está embarazada. En pocos meses espera alumbrar al Mesías.
«La joven no estaba tranquila. Lo primero que le dije en inglés fue que le iría bien tomar algo para que se calmara. Tenía síntomas de alteración bipolar de sobreactividad, así que le di una pastilla para hipomanía», recuerda el prestigioso psiquiatra Eliezer Witztum ante uno de los casos más increíbles que ha tratado del denominado síndrome de Jerusalén. Un fenómeno nacido de la agitación espiritual en Tierra Santa: la pérdida temporal del sano juicio conduce a encarnarse en figuras místicas o experimentar una iluminación divina.
Veinte años después del episodio de la joven madrileña, el profesor israelí, ya retirado, recibe a Crónica en el sótano de su casa en Jerusalén para contar por primera vez la historia de la española. A falta del nombre real (él insiste en seguir manteniendo el anonimato a rajatabla), la llamaremos Isabel. «No se lo dije a nadie antes», enfatiza antes de reconstruir de forma cautelosa lo sucedido.
El pequeño grupo de peregrinos españoles no sabía cómo reaccionar a las risas y comentarios sin sentido de Isabel; tampoco a sus desconectadas citas de Jesús y María. Y a esa férrea convicción que mostraba: «Llevo al Mesías en mi vientre».
El guía local fue quién detectó el problema. Y llamó a la solución. Witztum. El especialista para estos casos. Como quien va a la oficina, el psiquiatra acudió al hotel con la experiencia de haber ayudado a muchas personas que escuchan voces del más allá, proclaman ser profetas o buscan fieles para su reinado en la Tierra.
El hotel donde la española tuvo su revelación no está muy lejos de las murallas que encierran el kilómetro cuadrado más sagrado del mundo. Witztum no tardó mucho en apreciar síntomas del síndrome. Al día siguiente de su primera charla, dieron un paseo. Fue cuando Isabel le dijo que estaba embarazada de cuatro meses, fruto del encuentro fortuito con un joven antes del peregrinaje a Jerusalén. Y que había perdido la virginidad. El retraso menstrual y un vientre más pronunciado de lo habitual contribuyeron a su relato.
«Fue en Jerusalén donde se le metió en la cabeza que estaba embarazada. Aquí tuvo un encontrado sentimiento de santidad y pecado. Excitación y culpabilidad al ser como María en Tierra Santa. Creía que era su misión vital», cuenta.
Witztum marcó una cita con el ginecólogo cerca del hotel. La prueba sentenció que no estaba embarazada y que seguía virgen. El llamado embarazo psicológico se explica por la presión y ansiedad.
No todos los días una persona recibe la noticia de que no es la madre del Mesías, así que el especialista intervino para evitar una peligrosa depresión. «Son buenas noticias, son buenas noticias», le repetía intentando bajarla a la tierra sin demasiados traumas.
«Por supuesto, no le dije que una mujer no puede quedarse embarazada sólo por el Espíritu Santo. Hay que ser muy sensible y delicado. Esta mujer nunca había tenido una relación con un hombre. En el encuentro seguramente la tocó y ella se emocionó sexualmente. No estaba preparada o no había recibido una educación sexual mínima», estima.
La sensación entremezclada de pecado y éxtasis, la profunda creencia religiosa y el contacto físico con la historia conformaron el marco psicológico del síndrome de Jerusalén de Isabel. Aconsejada por el psiquiatra, la madrileña adelantó su regreso a España acompañada de una amiga. En la maleta, la carta del israelí al médico de familia detallando el caso para que valorase el tratamiento que la joven debía seguir a su regreso a Madrid.
Desde el siglo XV a ‘Los Simpson’
Lo asombroso es que su caso no es único. Alrededor de un centenar de turistas son hospitalizados anualmente en Israel por trastornos de la personalidad relacionados con este síndrome. La mitad de ellos, en Jerusalén. Muchos se recuperan al cabo de varios días sin lograr explicar el delirio manifestado.
«No se trata de una enfermedad sino de un fenómeno que radica en el contexto cultural. Expresa problemas o alteraciones mentales bajo la vestimenta de la cultura. Tiene lugar en varias ciudades. El de Jerusalén proviene de la tradición judeocristiana a través de la Biblia y el Nuevo Testamento», explica el psiquiatra.
Presente desde el siglo XV, el fenómeno ha conquistado incluso a Los Simpson con un episodio en el que Homer, disfrazado de Mesías, pide a cristianos, judíos y musulmanes que difundan «las palabras paz y pollo».
En los años 1986 y 1987, Witztum y el doctor Moshe Kalian examinaron a 89 turistas internados en el centro psiquiátrico de Kfar Shaul de Jerusalén y trazaron este perfil: soltero, religioso, de unos 30 años, que llega solo y procedente de Europa o Estados Unidos. Cuarenta y nueve de ellos padecían esquizofrenia, 14 tenían un cuadro patológico severo, 11 desorden psicótico, siete alteraciones personales, dos demencia y los seis restantes ninguna categoría clara. El 13% fue hospitalizado tras intentar suicidarse. El 21% se creía el Mesías.
El contacto físico con los Lugares Santos tan anhelados es el detonante de la pérdida de la razón, pero el 82% había recibido ya algún tipo de tratamiento psicológico previo en sus países. «Sabemos si un turista inicia el proceso del síndrome e intentamos evitar que haya un deterioro», nos comenta Gadi, guía en Jerusalén, cerca del Santo Sepulcro. Los afectados prefieren hablar que escuchar. Cuando les replican que no son lo que proclaman, suelen reaccionar con rabia y agresividad.
No todo peregrino que se aleja discretamente del grupo, muestra ansiedad y se recluye en su mundo de salmos y profecías tiene el síndrome. Aunque si sale a la calle vestido con las sábanas del hotel y una corona de espinas en la cabeza es muy posible que su próximo destino sea el centro psiquiátrico. Como el turista que entró en el Hotel Plaza y quitó las gafas de la gente en la recepción «para que vieran la luz de la verdad». Es decir, a él. Otro hombre esperó durante semanas la llegada de Jesús sentado en la puerta del hostal. Hasta que se cansó y desapareció. Witztum trató a un chef alemán que irrumpió en la cocina de su hotel y pidió de forma vehemente que le dejaran preparar «la Última Cena».
Este desorden mental puede causar daño al entorno de los afectados pero también a sí mismos. Podría ser el caso de Oliver McAfee, de 29 años, cuya estela se perdió en noviembre en el desierto del Négev, al sur de Israel. Según fuentes de la investigación consultadas por Crónica, este turista británico podría haber desarrollado el síndrome de Jerusalén. Le encontraron una libreta en la que aparecen fragmentos bíblicos y garabatos que evocan esquizofrenia.
En su libro Jerusalem of Holiness and Madness (Jerusalén de Santidad y Locura), publicado en 2013, Witztum y Kalian hacen un recorrido geográfico, antropológico y espiritual de siglos de indescifrables caminos en torno a la villa. Como el turista estadounidense que entró en una tienda y ofreció su ropa a cambio de la gran espada del escaparate. «Por favor, usted mismo», bromeó el vendedor. Ante su asombro, se desnudó, le dio la ropa, cogió la espada y salió corriendo. «¡Abran paso al Rey David!, ¡el Rey Mesías!», gritaba mientras avanzaba entre la estupefacción de los transeúntes de una céntrica calle. El enloquecido paseo real duró lo que los policías tardaron en detenerle y taparle con una sábana.
Pero no todos los casos acabaron de forma pacífica. El australiano Denis Michael Rohan casi provoca una guerra mundial de religiones después de prender fuego a la mezquita de Al Aqsa. Para el islam es el tercer lugar más sagrado y situado en el Noble Santuario. Para el judaísmo se encuentra en el Monte del Templo, su lugar más santo.
Ocurrió a primera hora de la mañana del 21 de agosto de 1969. Consciente de sus actos pero rendido a un impulso incontrolable emanado de una misión divina, Denis Michael Rohan se dirigió al santuario. En ese momento estaba cerrado pero accedió tras sobornar a un guardia que pensaba que sólo quería hacer fotos. Tras incendiar parte de la mezquita, se marchó y cogió un autobús. Dejaba tras de sí una hilera de humo y efectos imprevisibles. Al día siguiente fue detenido.
«Quería demostrar al mundo que Dios desea que construya el templo y que sea el Rey de Jerusalén y Judea», alegó después de que lo detuvieran. Ante el diagnóstico profesional de esquizofrenia, los jueces le eximieron de la responsabilidad penal. Se limitaron a exigirle que continuara su tratamiento psiquiátrico.
Ante las acusaciones en el mundo árabe y musulmán sobre un «plan sionista para destruir Al Aqsa», las autoridades israelíes se apresuraron a revelar el nombre, apellido, origen y circunstancias del pirómano. Permitieron que fuera filmado. Asimismo, le asignaron una fuerte protección ante el temor de que se suicidara o fuera atacado.
Su delirante incendio generó protestas iracundas de ciudadanos musulmanes y líderes árabes incluso llamaron a la yihad «para liberar Jerusalén» dos años después de que Israel ocupase la parte oriental en la Guerra de los Seis Días. La victoria militar fue vista por el australiano como la señal de la reconstrucción del templo.
Su infancia no fue fácil. Sus exigentes padres no tenían reparo en pegarle. A los 24 años vivió su primera «aparición divina», que precedió a una crisis emocional y un intento de suicidio. «Dios me castigó con el infierno», contó Rohan.
Según su relato, escuchó voces e identificó señales que le condujeron a Jerusalén con la misión que él mismo confesó: «Quemar la mezquita Al Aqsa y construir el santuario a Jesús. Sabía que lo que iba a hacer no estaba bien pero Dios me lo ordenó porque era lo correcto».
En 1974 fue expulsado a Australia. «En la terapia de rehabilitación, realizaba siempre la escultura de una mano que envió el fuego», apunta Witztum.
La mayoría de los afectados no son peligrosos. A veces, porque son frenados a tiempo. No lo confirma, pero este psiquiatra evitó una acción que habría provocado una crisis internacional. «Prefiero apagar el incendio cuando es pequeño», señala en un despacho abarrotado de libros y cartas enviadas por personas de todo el mundo que le escriben creyendo ser personajes bíblicos.
El alcalde Nir Barkat también recibe misivas como las de un ciudadano de Indonesia pidiéndole que reúna a la gente ante su llegada o la firmada por el «Rey David» en la que detalla sus profecías.
Witztum recuerda el caso de una filipina, similar al de Isabel, aunque con una notable diferencia: iba a dar a luz a Satán. Insistía en que era el castigo de Dios por una relación con un hombre que se aprovechó de ella. Vino a Jerusalén para purificarse. Se sentía culpable.
-¿Sigue en contacto con la española?
-No. Me envió una carta para decir que estaba bien y agradecer mi ayuda. Lo valoro mucho. Escribió que estaba contenta de que Dios me hubiera enviado para ayudarla.
Fuente:elmundo.es
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