Egon Erwin Kisch, la emoción de la verdad

Enlace Judío México.- Escritor cosmopolita y comunista, Egon Erwin Kisch luchó por el proletariado y contra el fascismo alemán. Sus reportajes literarios de todo el mundo lo hicieron famoso. Hoy hace 70 años que murió el intrépido reportero.

TIM SCHAUENBERG

“¿Estoy en un paisaje chino? ¿En una tierra concebida por Julio Verne dentro de la tierra? ¿En la pantomima acuática de un circo? Todo lo que estoy viendo es incomprensible y se vuelve aún más incomprensible a medida que empiezo a entender”, escribe Egon Erwin Kisch en Paisaje creado por la plata, un texto sobre las minas de plata de México. Este reportaje sobre la historia colonial del pueblo mexicano y la miseria de la población indígena debida a los excesos del capitalismo comienza fantásticamente en el sentido más auténtico de la palabra.

El intrépido reportero Kisch fue un destacado observador de la realidad, que investigó con profundidad y precisión para dar al lector una nueva visión de materias y mundos extraños. Lo hizo en reportajes sobre la cultura de la producción de seda en China, historias del norte de África y en una irónica correspondencia apócrifa con Adolf Hitler, así como en una entrevista con las pirámides de Chichen Itzá o un texto sobre la historia cultural del cactus en México. Kisch supo situar con técnicas literarias y periodísticas cuestiones actuales e históricas, políticas y culturales en un contexto amplio basado en hechos. La facilidad lingüística y el humor irónico a través del lenguaje y los juegos intelectuales distinguen tanto su estilo como su personalidad. “El indio piensa que no hay más dios que el dios de los cristianos, es verdad. Pero también es cierto que el peyote es un dios y un dios muy poderoso, como se ha demostrado en nuestro propio cuerpo. Eso significa que el peyote es el dios de los cristianos”.

México: ¡Por fin a salvo!

Los textos de México, en los que también establece una conexión entre el destino de los pueblos indígenas y el asesinato de los judíos en Europa, se convierten más adelante en uno de sus libros más famosos, Descubrimientos en México. Los críticos se han referido particularmente a Kisch como un eurocéntrico por el contenido de este libro, pero estas referencias también pueden leerse de manera diferente, sabiendo que, para Kisch, son un intento de salvar la patria y la tradición arrasada en Berlín y Europa. Algo que es una característica común de toda la literatura alemana del exilio.

En noviembre de 1940, Kisch cruzó la frontera mexicana cerca de Laredo, en el sur de Texas, en un camión. El deseo de emigrar a los EE.UU. todavía parpadeaba en el asfalto blando de la carretera rural que discurría tras él. A su frente, yacían cientos de kilómetros de un surrealista paisaje desértico al otro lado del mundo, un paisaje que iba a ser su futuro. En aquel momento, inimaginable y, sin embargo, su salvación. Había estado huyendo junto con su esposa durante años: República Checa, Francia, Estados Unidos y ahora México, lejos, pero a salvo. ¡Por fin!

De Praga al mundo.

Hijo de un comerciante de ropa judío, Egon Erwin Kisch nació en Praga en 1885. Después de la escuela y del servicio militar, estudió literatura y filosofía alemana. Su carrera como periodista comenzó en el prestigioso diario Praga Bohemia, donde redactaba historias de crímenes del submundo bajo el título de “Incursiones en Praga”. El descubrimiento de un caso de espionaje en el Ejército austríaco le dio gran prestigio.

Después de la Primera Guerra Mundial se unió al movimiento obrero y se fue a Berlín, donde escribió para varios periódicos y para la prensa del Partido Comunista. También probó a escribir dramas teatrales. Siguieron varios viajes a Rusia y Asia, Túnez y Argelia, de los que surgieron varios volúmenes de reportajes.

El mundo convulsiona.

En 1933, Kisch huyó de Berlín a Francia como escritor perseguido, judío y comunista. En París se involucró en el movimiento de resistencia con los intelectuales y artistas emigrados que vivían allí. Junto con el famoso autor Heinrich Mann, representó a la delegación alemana en el Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. A pesar de haberse instalado en Francia, en realidad Kisch viajaba sin parar. Su famoso desembarco en Australia en 1934 causó sensación: saltó de un barco desde una altura de seis metros porque quería participar en un congreso de paz, pero el Gobierno del país le prohibió entrar. Cuando estalló la Guerra Civil española, viajó al frente de la Brigada Internacional para informar desde allí.

Cuando las tropas de Hitler conquistaron finalmente el norte de Francia y quienes huían de los nazis se abrieron paso hacia el sur del país, se produjeron escenas dramáticas en las ciudades portuarias. Miles de personas buscaban visados, visados de tránsito, billetes de barco, cualquier cosa para salir del continente europeo invadido por la avalancha fascista. Eran tiempos en los que un discreto hotelero o el encuentro con un benévolo vendedor de billetes para el siguiente barco a Marruecos decidían entre la vida o la cámara de gas. Kisch necesitaba reunirse con el Cónsul General de México, Gilberto Bosques. En los dramáticos meses del verano de 1940, Bosques emitió más de 40.000 visas a personas perseguidas. Lo hizo sin consultar a su Gobierno y Kisch fue uno de ellos. Una amiga de Kisch, la escritora Anna Seghers, a quien más adelante volvería a ver en México, también estuvo entre quienes se salvaron. En su novela Tránsito, Seghers le hizo un homenaje a estos tiempos dramáticos en el sur de Francia.

Resistencia desde el otro extremo del mundo.

Kisch primero fue en barco a Nueva York. Hubiera querido instalarse en California, debido a que, gracias a visitas anteriores, tenía buenos contactos en Hollywood. Otros escritores alemanes ya estaban allí: Lion Feuchtwanger, Heinrich Mann ya estaban allí. Pero EE.UU. rechazó la entrada de las personas clasificadas como comunistas, incluido Kisch.

Famoso en Europa, Kisch en México era un desconocido. Solo le quedaba escribir y seguir trabajando contra el fascismo. “La emigración no es un estado, la emigración es una actividad”, dijo. No estaba solo. Algunos de sus compañeros de la época del exilio francés de lengua alemana y compañeros del partido también fueron allí: Anna Seghers, Bodo Uhse, Bruno Frei o el director de orquesta vienés Dr. Ernst Römer. Junto con ellos y un círculo de exiliados de lengua alemana, fundó el club Heinrich Heine en la Ciudad de México en 1942. Se convertiría en una de las asociaciones más importantes de la lucha antifascista en el extranjero. Lecturas, discusiones políticas, representaciones teatrales les proporcionaban la sensación de estar en casa y contribuían a preservar la cultura prohibida en Alemania. El club Heinrich Heine editó la revista El libro libre, que publicaba artículos para arrojar luz sobre las verdaderas condiciones en Alemania y durante la guerra. Además, varios miembros del club impulsaron una organización mayor llamada Alemania Libre, que tenía como objetivo convertirse en una alianza latinoamericana de los opositores de Hitler.

Los hechos no son toda la verdad

Los hechos son la realidad, pero solo una parte de la verdad. “Nada es más emocionante que la verdad”, es una de las famosas citas de Kisch. Kisch estaba convencido de que la verdad no se podía encontrar sólo en los hechos, lo que le dio una posición clara sobre la idea de objetividad que propagado hasta el día de hoy. Describir algo así como la verdad requiere más, como muestran sus textos: actitud, impresiones individuales y creatividad lingüística. La verdad requiere imaginación, fantasía, que expande positivamente los límites de la realidad basada en hechos. La cuestión sobre si eso es periodismo ya se planteaba en aquel momento. El periodismo literario sigue siendo la respuesta hasta hoy día.

Kisch regresó a Praga después de la guerra, en 1946. Dos años después, el intrépido reportero murió de un derrame cerebral. La cuestión de qué es la objetividad y cuál es la línea que separa el periodismo de la literatura permanece hasta el día de hoy. Kisch dio su propia respuesta a esta cuestión: el periodismo puede ser literatura si es verdad. Porque, “nada es más emocionante que la verdad”.

 

 

Fuente:dw.com

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