Enlace Judío México.- Para el momento en que escribo, se han confirmado 15 muertos y más de 1,100 heridos en los enfrentamientos entre palestinos y tropas israelíes en la zona fronteriza con Gaza.
IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Y, de seguro, muchos ya están maldiciendo al “asesino ejército de Israel que dispara contra palestinos indefensos”.
Pues no. No se vaya usted con una interpretación tan simplista y tan torpe del asunto. Hay varios aspectos a considerar.
El primero es que no se trata de una manifestación pacífica en lo absoluto. La logística es simple: movilizar a miles de personas hacia la zona fronteriza para intentar desbordarla, pero usar esa valla humana como escudo para lanzar ataques.
Para estos momentos, los soldados israelíes ya han sido atacados con fuego real disparado desde las manifestaciones. Para desgracia de los agresores palestinos, las tropas israelíes cuentan con la tecnología suficiente como para enfrentar esa situación. En el caso concreto de dos palestinos que aprovecharon el entorno para abrir fuego contra los soldados israelíes –sin lograr herir a ninguno– la respuesta fue precisa y efectiva, y ambos fueron eliminados.
Además, como represalia, la aviación y la artillería israelí bombardearon instalaciones de Hamás al interior de Gaza, mismas que estaban desocupadas. No se reportaron víctimas humanas, pero sí la destrucción completa de los edificios.
También se abrió fuego contra palestinos que intentaron saltar la frontera e internarse en territorio israelí, y contra otros que intentaron aprovechar la manifestación para sembrar explosivos en la valla fronteriza. Es en estos casos que se han dado los 15 palestinos fallecidos hasta el momento.
El problema más frecuente ha sido el de manifestantes lanzando piedras y bombas caseras tipo molotov. A ellos se les ha respondido con balas de goma, y de allí el resultado de más de 1,100 heridos hasta el momento.
El segundo es el objetivo teórico de las manifestaciones. Tal y como lo ha señalado Yahya Sinwar, líder de Hamás en la Franja de Gaza, se trata de “borrar la frontera” para que “decenas de miles de palestinos regresen a Israel”.
¿De qué se trata esto? Es la médula de una de las exigencias más irracionales por parte de los palestinos. El llamado “derecho al retorno”. La lógica es que los desplazados de guerra en 1948 deben ser aceptados de regreso en sus hogares originales. Claro, resulta que la abrumadora mayoría de dichos desplazados de guerra ya murieron. Pero para los palestinos eso no es problema: los derechos de retorno se heredan sin importar cuántas generaciones pasen.
Hasta allí parecería un reclamo lógico (aunque inaudito; no existe UN SOLO CASO en la Historia moderna en el que una crisis de refugiados anacrónica se haya solucionado enviando de regreso a los descendientes de esos refugiados siete décadas después). Pero hay un detalle: se supone que los palestinos están en la negociación para obtener un estado, cuyo territorio será –por lógica– lo que hoy es la Franja de Cisjordania y Gaza.
¿Entonces para qué hablan de un “derecho al retorno”? Porque “derecho al retorno” significa “irme a vivir a Israel”. Los palestinos son los únicos incoherentes del mundo que exigen que se les permita tener un país, pero queriendo mandar a sus propios ciudadanos a vivir a otro país (porque resulta que casi todos son “descendientes” de refugiados con derecho al retorno).
Sinwar ha sido claro: se trata de “retornar a TODA Palestina”. Esto, traducido a lenguaje coloquial, es que se trata de invadir a Israel para destruirlo como el estado que es.
En realidad, las manifestaciones de hoy son un descarado proyecto colonialista. Gente de un país queriendo invadir otro país. El detalle es que es un colonialismo paupérrimo, incluso miserable (tanto en recursos como en ideas).
Más aún: es una provocación. Se supone que existe algo llamado “proceso de paz”. Consiste, en teoría, en negociaciones que desde 1998 ya debían haber dado como resultado el establecimiento de un Estado Palestino. Pero los palestinos se han rehusado –desde 1993– a continuar con la negociación, y han optado, sistemáticamente, por una estrategia alterna.
Su dinámica más evidente es la violencia. En otras épocas, ataques terroristas descarados como suicidas con explosivos en restaurantes o camiones; luego, una vez que Israel logró imponer un férreo control contra estas prácticas, lanzamiento de cohetes hacia zonas civiles israelíes, apedreamiento o incluso disparos contra autos en las carreteras, atropellamientos masivos y ataques con cuchillo a transeúntes en la calle.
A la par, las autoridades palestinas (incluso las moderadas) se han dedicado al fomento de toda esta violencia, estableciendo pagos para los terroristas que logren matar a un israelí. Si matan más, mayor el pago. Si mueren o son encarcelados, sus familias reciben los “salarios”.
También hay un trabajo diplomático paralelo. Mientras los líderes palestinos azuzan a su gente a cometer actos violentos, en los organismos internacionales los palestinos se han dedicado a promover decisiones anti-israelíes en todo nivel. El objetivo –infructuoso hasta el momento, y en las circunstancias actuales más bien derrotado y aniquilado– siempre fue lograr que la presión internacional obligara a Israel a, literalmente, rendirse.
Los palestinos aprovecharon dos características predominantes en la actual sociedad occidental: el viejo antisemitismo que siempre motiva a mucha gente a ponerse en contra de los judíos, y la idiotez sentimentalista posmoderna que ha perdido la capacidad de analizar los fenómenos sociales en toda su magnitud, limitándose a las impresiones inmediatas y emotivas.
Por eso los europeos, principalmente, cedieron durante mucho tiempo a las irracionales propuestas de la Liga Árabe (que han cambiado mucho en los últimos años, para desconcierto de los activistas anti-israelíes). La herencia de eso todavía la podemos ver: el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, así como el Consejo de Seguridad, el Parlamento Europeo y una cantidad interminable de ONGs tienen como obsesión, literalmente, al Estado de Israel. Pasan por alto los verdaderos problemas graves del mundo, y se concentran única y exclusivamente en buscar la rendición de Israel.
En el peor momento, incluso el gobierno estadounidense –encabezado por el más anti-israelí de todos sus presidentes, Barack Obama– fue parte de este concierto abiertamente judeófobo.
Pero acaso lo más grave es el lado sentimental de todo esto, que determina el tercer punto que hay que entender del actual conflicto en la frontera con Gaza.
Y es que los líderes palestinos de esa zona están, abiertamente, sacrificando a su población. La están mandando al frente de batalla, con la única esperanza de que haya muertos.
¿Por qué? Porque un palestino muerto a manos del ejército israelí vende.
Para los líderes de Hamás, son más útiles los palestinos muertos que los palestinos vivos. Si son menores de edad, mejor aún.
Por eso, conociendo la estupidez que caracteriza a la mayoría de los lectores de noticias en todo el mundo, mandan a su gente a una empresa irracional y sin posibilidades de éxito, con el único interés de que haya los suficientes muertos como para que Israel sea otra vez condenado en todos los foros internacionales, y de ese modo haya alguna remota posibilidad de que se active la diplomacia y se intente, por enésima vez, obligar al Estado Judío a rendirse.
Así que no. No es una masacre de palestinos por parte de Israel.
Es un sacrificio inhumano de palestinos, perpetrado por sus propios líderes, para buscar el apoyo de las buenas –pero idiotas– conciencias del público occidental.
El objetivo final es destruir a Israel. Pero eso no le importa al mundo. Muchos, en realidad, preferirían que fuera así. Están dispuestos a soportar el hipócrita discurso palestino, incluso fomentar el marco en el que muchos palestinos son literalmente sacrificados, con tal de conservar sus quejas contra Israel.
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