Enlace Judío México.- Pedagogo y director de un orfanato con 200 niños en el gueto de Varsovia, su diario cuenta aquella vida y aquella muerte.
EDUARDO JORDÁ
Korczak podría ser un personaje de Chéjov, pero fue real, escandalosamente real. Su nombre civil fue Henryk Goldzmit (1878-1942), pero se lo cambió a Janusz Korczak porque se consideraba un judío asimilado cuya cultura era polaca. Además de director de un orfanato, Korczak había escrito libros para niños, como su hermoso cuento «El rey Matías I», o su ensayo «Cómo amar a un niño», que escribió cuando era médico militar durante la Primera Guerra Mundial.
En 1940, tras la ocupación alemana, su orfanato con 200 huérfanos fue obligado a trasladarse al gueto judío de Varsovia. En mayo de 1942, cuando empezaron los rumores sobre las deportaciones masivas de judíos, Korczak retomó un viejo proyecto autobiográfico y se puso a escribir un diario. A diferencia de los diarios de Emmanuel Ringelblum o de Chaim Kaplan, el diario de Korczak no pretendía registrar los hechos que ocurrían en el gueto, sino que eran notas escritas al azar, a veces con el ritmo caótico del flujo de la conciencia.
Korczak saltaba de los recuerdos de infancia a las sombrías reflexiones sobre la eutanasia que le asaltaban en los momentos de mayor abatimiento. A veces se permitía el humor negro, como cuando le preguntaba a una vendedora del gueto si sus salchichas estaban hechas con carne humana. Otras veces meditaba, horrorizado, sobre el niño muerto que se había encontrado en una acera. Una noche soñó que iba en un vagón de tren lleno de cadáveres de niños (un sueño premonitorio como el de los profetas bíblicos). Cuando la violencia de los nazis se hacía insoportable («Anoche sólo fusilaron a siete judíos»), Korczak se preguntaba si debería suicidarse, pero combatía la idea inventándose el planeta Ro, donde el profesor Zi sabía convertir la radiación solar en una fuerza moral capaz de imponer la bondad.
Hermosa oración
En julio, un amigo de Korczak se introdujo en el gueto y le propuso escapar. Korczak se negó a abandonar a sus huérfanos. La última anotación del diario estaba dedicada a un soldado alemán que vigilaba el gueto. En vez de ver a un enemigo, Korczak se preguntaba si aquel soldado había sido un maestro en la vida civil. Korczak ya no pudo escribir nada más. Aquella misma mañana, las SS se presentaron en el orfanato: «Que salgan todos los judíos».
Por testimonios de testigos, se sabe que Korczak, en la mañana del 6 de agosto de 1942, se puso al frente de los 192 niños y diez empleados del orfanato, enarbolando la bandera del rey Matías -esa bandera de un reino que no existía-, y todos juntos fueron recorriendo las calles del gueto en perfecto orden. En el último momento, antes de subir al tren, otro amigo que trabajaba para el Consejo Judío le propuso escapar, pero una vez más Korczak se negó.
Una de las notas que dejó Korczak en su diario era una súplica: que las únicas guerras del futuro fueran competiciones para escribir la más hermosa oración que diera gracias a Dios. Korczak y todos sus huérfanos fueron enviados a la cámara de gas de Treblinka, pero atrás quedó este diario, la más hermosa oración que se escribió en Varsovia para dar las gracias a Dios (o al bondadoso profesor Zi, si queremos pensarlo de otro modo). Y Dios -o el profesor Zi- nos lo agradeció dándonos seres humanos como el doctor Janusz Korczak.
Fuente:abc.es
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