Enlace Judío México.- Entre 30 y 60 millones de los habitantes de Latinoamérica son descendientes de judíos.
GUIDO MAISULS
“Anusím” (Hebreo: אנוסים), el plural para “anús”, significa “los forzados” en hebreo. Este es el término legal aplicado a un judío que ha sido forzado a abandonar el judaísmo en contra de su voluntad, y quien hace todo lo que está en su poder para continuar practicando el judaísmo bajo la condición de coerción.
La Iglesia Católica se refiere a los anusím como “Conversos” o “Nuevos cristianos.” “Criptojudíos” es una invención moderna de los historiadores y ” Marranos ” es el término peyorativo que los españoles antisemitas dieron a los anusim.
¿Cree usted que desciende de judíos?
Alegato 1: Como judío y murciano mi vida ha ido algo paralela al devenir histórico. Con 12 años me sentía ya judío sin saber aún que mi abuelo era de origen judío-sefardí y mi abuela materna anusim. Entonces comenzó mi búsqueda y lucha por conseguir un lugar entre mi Pueblo. Desde mis clases con 16 años en la Comunidad Judía de Madrid hasta la actualidad han transcurrido muchos años de intensa lucha por mantener y consolidar mi identidad judía. Luchar contra los prejuicios tanto de la sociedad que me rodeaba como de algunos judíos que no entendían que de lo que hablamos no es de conversión sino de Teshuvá, de un auténtico Retorno al Pueblo al que por derecho pertenecemos.
Alegato 2: Mi propio abuelo recordaba de manera muy vívida cómo dos veces al día los hombres de la familia, ricos terratenientes en el Nordeste de Colombia, “Se ponían “toallas” sobre sus cabezas y leían de extraños libros que nunca le mostraban a nadie.” Él pudo después confirmar sus sospechas acerca de que su familia no solo era peculiar, sino aún más: que eran judíos.
Alegato 3: Manuel creció en su natal Cuba practicando en secreto eso que sus abuelos llamaban “brujería”. Cuando él y su familia se establecieron en los Estados Unidos, su padre se sorprendió al descubrir que esa ” brujería” no sólo era practicada en su nueva tierra, sino que se hacía en forma pública. Manuel y su familia pronto ingresaron en una Sinagoga donde podían practicar sus tradiciones ancestrales de manera libre, como judíos.
El 31 de marzo del año 1492 es una fecha trascendental para el pueblo judío. Los Reyes Católicos de Castilla y Aragón, Fernando VII e Isabel “La Católica” firman el Decreto de Expulsión de los judíos de España, quienes podían elegir entre dos caminos muy difíciles: el destierro y la búsqueda de otros lugares donde se les permitiese vivir respetando su fe o convirtiéndose al catolicismo.
Muchos fueron los que optaron por la conversión manteniendo así en secreto su judaísmo, pero esto trajo como posterior consecuencia la implementación de la famosa Santa Inquisición que se caracterizó por la intolerancia y por la utilización de métodos violentos que iban desde la tortura hasta la hoguera, buscando la confesión de aquellos que judaizaban en secreto, seguido de la confiscación de los bienes, con lo cual los familiares quedaban en el desamparo y la ruina total.
Quedan miles de relatos como testimonios a lo largo de los siglos en que la inquisición persiguió despiadadamente a los judíos en los diferentes continentes. Las cifras no son claras porque muchos archivos con el transcurso del tiempo se perdieron, o fueron destruidos intencionalmente, pero se estima que murieron en manos de la inquisición más de 50.000 judíos, cuyo único pecado fue tratar de preservar su fe y su identidad milenaria.
El efecto que tuvo la salida de los judíos de España fue la desaparición del judaísmo de la península y lo que quedó como vestigio fue la práctica del marranismo o de un judaísmo en secreto, que podía despertar la sospecha con las consiguientes delaciones, era obligatorio ocultar las identidades, todo debía ser secreto. Conociendo bien el judaísmo, la primera generación, algo menos la segunda, la ausencia de libros, maestros y libertad fue generando un judaísmo muy peculiar, un judaísmo adaptado a la nueva realidad.
En el suelo ibérico, donde permanecieron los conversos que guardaron su identidad como pudieron, fueron social y políticamente discriminados. Trataron por todos los medios de mantener su identidad judía, vivieron una doble vida; en la calle, católicos fervientes, y en el hogar, judíos aferrados a sus costumbres y a sus creencias.
Pese a la explícita prohibición, otros conversos lograron llegar a América, después de aquellos que viajaron con Colón. Hasta las costas de Lima y México los persiguió la inquisición y fueron acusados de Judaizar. Muchos millares huyeron al Tucumán y al Río de la Plata. Otros, los que vinieron de Portugal, vivieron sus desventuras en Brasil, entre la inquisición portuguesa y la permisividad holandesa.
Aquello que la Inquisición no pudo lograr durante siglos, pese a la saña con la que se persiguió a los judíos, lo ha hecho el paso del tiempo, ya que en cada generación se iban diluyendo un poco más los lazos ancestrales con sus orígenes, pero hoy, en nuestras últimas décadas, muchos de los descendientes de los anusim están buscando la forma de retornar a sus raíces.
Se cree que unos 60 millones de los habitantes de Latinoamérica son descendientes de los primeros judíos, de aquellos que llegaron buscando nuevos lugares para vivir en paz alrededor de su fe, millones de personas que se vieron condenadas a no saber sus verdaderas raíces e identidad. Quienes lograron descubrir algo, sintieron quizás la indiferencia de las comunidades judías actuales por el desconocimiento y tal vez un poco por la desconfianza ante este fenómeno histórico.
El aprecio y orgullo que estas comunidades judías actuales muestran hacia estos ilustres anusim del pasado contrasta de manera dramática con las dificultades que deben enfrentar sus descendientes cuando deciden llegar ante ellas para reclamar su herencia e identidad judías.
Cada año, un número nutrido de anusím se acerca a las comunidades judías locales, en busca de respuestas a las preguntas que rondan el laberinto histórico de sus orígenes y su sangre. Algunos buscan ser aceptados plenamente, otros saben que para ser reconocidos deben optar por una conversión para retornar al Pueblo Judío. La mayoría, sin embargo, sólo están interesados en aprender algo más sobre judaísmo y al mismo tiempo, sobre sí mismos.
El camino de vuelta a casa no es fácil, siempre plagado de espinas, ya que la mayoría de los B’nei Anusím que desean retornar encuentran generalmente muchos difíciles obstáculos que superar: escepticismo, interrogaciones despiadadas y en la mayoría de los casos el rechazo.
El Estado de Israel ha hecho hasta ahora, muy poco para mejorar las necesidades de los B’nei Anusím. La distancia de Israel hace estos esfuerzos aún más difíciles, especialmente cuando los caminos funcionan a través de esas mismas comunidades que están asustadas para recibir a estos recién llegados.
En Israel y en el Mundo, ciertas instituciones están tratando de ubicar y ayudar a los B’nei Anusím que han descubierto su pasado y buscan su retorno sincero; pero esto no basta, se requiere que sean los mismos Bnei Anusím quienes tomen la bandera de su lucha y exijan ser escuchados y apoyados en su justa y noble causa por recuperar su identidad.
Los B’nei Anusím, o sea, estos descendientes de los forzados, son un gigante dormido, listo para ser despertado a su verdadera herencia.
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