Enlace Judío México.- Irak celebra elecciones en mayo, e Irán está trabajando duro para influenciar el resultado. Teherán busca consolidar a sus milicias satélites que le dan fuerza dentro de Irak y, como con el Hizbolá libanés, pueden ser usadas a lo largo de la región. Irán también quiere sostener las divisiones sectarias, étnicas y políticas para impedir el resurgimiento de Irak como una potencia estable e independiente. Irán ve a Estados Unidos como su obstáculo clave y está ansioso por la retirada de las fuerzas estadounidenses del país.
ZALMAY KHALILZAD
Irán está en una posición fuerte. Las milicias chiíes respaldadas por Teherán, creadas como una medida de emergencia para enfrentar al ISIS, se han establecido en las áreas circundantes a Bagdad y en regiones suníes y algunas regiones curdas. Frente a la pasividad de Washington, Irán orquestó una respuesta violenta y punitiva por parte del gobierno iraquí y las milicias proiraníes contra los curdos, usando como pretexto el referendo de la independencia del 2017. Entonces, cuando no fueron respondidos los pedidos curdos a Estados Unidos, Irán comenzó a presentarse ante los curdos como su amigo. Teherán ofreció facilitar las negociaciones de los curdos con Bagdad para que se levanten algunas medidas punitivas. El resultado: nueva importancia iraní e influencia estadounidense reducida en la región curda de Irak, una ex área central de apoyo para Estados Unidos.
No es evidente que Teherán haya decidido sobre su candidato preferido para primer ministro iraquí. Los grandes electorados, incluidas las zonas en donde los chiíes son dominantes, están divididos. La estrategia evidente de Irán es apoyar a muchos grupos con la esperanza de ser el coronador en la negociación sobre el próximo gobierno iraquí.
Teherán parece respaldar a veces al Primer Ministro Haider al-Abadi, y a veces parece estar tratando de debilitarlo. El comandante de la Fuerza Qods de Irán, Qasim Sulaimani, alentó al Abadi y a las milicias proiraníes a formar una coalición electoral. Ellos lo hicieron, costando al primer ministro bastante apoyo de los iraquíes independientes y otros y socavando su aspiración a construir una coalición amplia que trascienda las identidades étnicas y sectarias. Enseguida después que había sido hecho el daño, la coalición terminó abruptamente. No obstante, al grupo del Abadi debió irle bien debido a su éxito contra el ISIS.
Ahora, en vez de desarmarse, muchas de las milicias de Irán quieren convertir el éxito en el campo de batalla y el control de facto de muchas áreas aventajando su ganancia política poniendo a sus propios hombres en el primer ministerio y otros puestos claves. Un candidato es Hadi al-Amiri, un iraquí que luchó para Irán en la guerra entre Irán e Irak, y quien junto con su grupo miliciano Badr ha estado en la lista de pagos de Irán durante décadas. Irán está apoyando también al grupo liderado por el ex Primer Ministro Nouri al-Maliki, quien comparte el objetivo de interrumpir la cooperación en seguridad estadounidense iraquí. Teherán es el más opuesto al grupo liderado por Ayad Allawi, un ex primer ministro laico con fuertes vínculos con el mundo árabe.
Para contener el peligro regional presentado por el agresivo expansionismo iraní, tanto como para proteger sus intereses nacionales, Estados Unidos debe adoptar un enfoque de cuatro puntas hacia Irak.
Primero, Estados Unidos debe hacer lo que pueda para alentar un campo de juego nivelado en el proceso político iraquí, apoyar a los que comparten sus objetivos, y no continuar permitiendo que Irán domine los partidos iraquíes. El historial de Estados Unidos en este sentido no es bueno. Después del derrocamiento de Sadam Husein, Estados Unidos gastó miles de millones mensuales en la campaña militar pero descuidó ayudar a las partes que querían ser independientes de la influencia de Irán.
Segundo, Estados Unidos debe aprender la lección de la desastrosa retirada del Presidente Obama y mantener fuerzas suficientes en Irak para mantener la cooperación sustancial en seguridad. Tal presencia ofrece influencia y credibilidad a Estados Unidos con los actores iraquíes y regionales.
Tercero, sean cuales sean los resultados en mayo, Estados Unidos debe permanecer comprometido a reforzar una formación rápida de un gobierno, impidiendo que Irán distorsione el resultado en su beneficio, y apoyando los pactos políticos sobre los cuales será formado el nuevo gobierno.
Cuarto, enrolar el apoyo de los aliados y socios regionales.
Estados Unidos no debe repetir el error de la desconexión que despilfarró la oportunidad de consolidar la democracia de Irak después de la elección del 2010 y precipitó los reveses desastrosos del 2014.
Khalilzad fue embajador estadounidense ante Irak, 2005-07
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