Enlace Judío México – Ocasionalmente, algunas parejas me consultan antes de su boda. A veces me preguntan si tengo algún consejo que darles para fortalecer su matrimonio.
RABINO JONATHAN SACKS
En respuesta, les sugiero seguir el siguiente ritual: una vez al día, por lo general al final del día, deben elogiar uno al otro por lo que hicieron ese día. Basta con una acción, una palabra, un gesto bondadoso o sensible, una iniciativa generosa o una atención especial. El elogio debe enfocarse en una acción específica. Debe ser genuino, y el otro debe aprender a aceptarlo.
Eso es todo lo que tienen que hacer. Lleva uno o dos minutos. Pero debe ser un hábito de todos los días. Esto lo aprendí de la manera más inesperada.
Lena Rustin, una de las personas más extraordinarias que he conocido, es terapeuta de lenguaje especializada en tratar a niños tartamudos. Fundó el Centro Michael Palin para el tratamiento de problemas de dicción en Londres, y adoptó un enfoque único en su labor. La mayoría de sus colegas se enfocan en técnicas de dicción y respiración, y en el paciente en particular (ella trabajaba con niños de un promedio de cinco años). Lena hizo más que eso. Se centró en las relaciones familiares y trabajó con los padres, no sólo con los niños.
Ella decía que para curar el tartamudeo, es necesario trabajar con la familia, además de ayudar al niño a hablar con fluidez. Las familias tienden a crear un equilibrio. Si el niño tartamudea, el resto de la familia se adapta a ello. Por lo tanto, para que el niño deje de hacerlo, las relaciones intrafamiliares deben cambiar.
Pero el cambio a nivel básico es muy difícil. Creamos patrones de comportamiento que se vuelven cómodos como si fueran un viejo sillón gastado. ¿Cómo se crea un entorno familiar que fomente el cambio sin que sea amenazante? Lena sugirió el elogio. Orientó a las familias a buscar acciones positivas de cada miembro y decirlo específica, positiva y sinceramente. Cada integrante, pero especialmente los padres, debían aprender a dar y recibir elogios.
Al verla trabajar, me di cuenta de que estaba generando un clima de respeto mutuo y continua afirmación positiva en cada hogar. Estaba convencida de que esto generaría confianza en el niño tartamudo y en todos los miembros de la familia. Así, se crearía un entorno que permitiera el cambio ayudando a otros a intentarlo también.
Filmé el trabajo de Lena para un documental que hice para la BBC sobre la situación de la familia en Gran Bretaña. También entrevisté a algunos de los padres que habían trabajado con ella. Cuando les pregunté si Lena había ayudado a su hijo, no sólo dijeron que sí, sino que afirmado que había contribuido a salvar su matrimonio. Esto era extraordinario, ya que al fin y al cabo, no era terapeuta familiar sino de lenguaje. Pero ese simple ritual era tan poderoso que tuvo efectos secundarios beneficiosos y transformó la relación de la pareja.
Menciono esto por dos razones, una obvia, la otra menos. La razón obvia es que los sabios reflexionaron sobre el tema principal de Tazria-Metzorá, la enfermedad de la piel conocida como tsaraat. Se preguntaban por qué la Torá se concentraba tanto en el tema si no es un libro de medicina, sino de ley, de moralidad y espiritualidad.
La respuesta que dieron fue que la tsaraat era un castigo por lashon hará: expresiones negativas, de odio o despectivas. Citaron el caso de Miriam que habló peyorativamente de su hermano Moshé y contrajo la tsaraat durante siete días (Núm. 12). También señalaron el incidente de la zarza ardiente, cuando Moisés criticó a los israelitas y su mano fue afectada por la tsaraat (Éxodo 4: 1-7).
Los sabios se expresaron más dramáticamente sobre lashon hará que cualquier otra ofensa. Afirmaron que es tan negativa como los tres pecados cardinales juntos: la idolatría, el incesto y el asesinato, y que es como matar a tres personas: al que lo dice, al que se refiere y al que lo escucha. Y en relación con Tazria Metzorá, dijeron que el castigo corresponde al pecado. El que comete lashon hará crea malestar en el entorno. Por lo tanto, su castigo de metzorá (la persona que padece tsaraat) era debía ser alejada temporalmente del campamento.
Hasta ahora, todo está claro: no contar chismes (Levítico 19:16). No difamar. No hablar mal del prójimo. El judaísmo tiene una ética rigurosa y detallada sobre las expresiones porque se basa en la creencia de que “la vida y la muerte están en el dominio de la lengua” (Prov. 18:21). El judaísmo es una religión del oído más que de la vista, de palabras en lugar de imágenes. Dios creó el mundo natural con palabras y nosotros creamos o dañamos el mundo social con palabras. No decimos: “los palos y las piedras pueden romper los huesos, pero las palabras nunca me lastimarán”. Por el contrario, las palabras pueden causar lesiones emocionales que son tan dolorosas como las físicas.
Por lo tanto, la premisa de elogio de Lena Rustin es lo contrario a lashon hará. Es lashon hatov: un mensaje positivo y alentador. Según Maimónides, elogiar a una persona es parte del precepto “amarás al prójimo como a ti mismo”.
Pero a un nivel más profundo, hay una razón por la cual es difícil curar a la gente de lashón hará, y aún más de la tendencia al chisme. El sociólogo estadounidense Samuel Heilman escribió en su obra titulada, Synagogue Life, sobre las congregaciones ortodoxas modernas a las que pertenecía durante algunos años y dedica un capítulo entero a los chismes de la sinagoga. Dar y recibir chismes, dice, es más o menos como pertenecer a la comunidad. Abstenerse de hacerlo lo define como un extraño.
El chisme, dice, es parte de “un sistema estricto de intercambio obligatorio”. La persona que rechaza el chisme por completo, ya sea como el que lo da o el que lo recibe, corre el riesgo de ser “estigmatizado” y en el peor de los casos “se excluye de la actividad central de la vida colectiva y social”. En resumen, los chismes son una parte vital de la comunidad.
No sólo Heilman, sino probablemente todo miembro adulto de la comunidad, sabe que el chisme está prohibido en la Torá y que el el lenguaje peyorativo, lashon hará, es uno de los pecados más graves. También conoce el daño causado por alguien que produce más chismes de los que recibe. En idish esta persona es denominada yenta. Sin embargo, a pesar de esto, argumentó Heilman, la sinagoga sigue siendo un lugar donde se crea y se distribuye el chisme.
Synagogue Life se publicó 20 años antes de que el antropólogo Robin Dunbar publicara su obra Grooming, Gossip and the Evolution of Language. Según Dunbar, en la naturaleza, los grupos se mantienen unidos y dedican mucho tiempo a construir relaciones y alianzas. Los primates no humanos lo hacen mediante el “aseo personal” – acariciando y limpiando la piel del otro (de ahí viene la expresión “si tú me rascas la espalda, yo te rascaré la tuya”). Pero lleva mucho tiempo y pone un límite al tamaño del grupo.
Los humanos desarrollaron el lenguaje como una forma más efectiva de expresión. Sólo se puede acariciar a un animal o a una persona a la vez, pero es posible hablar con varios a la vez. La forma específica de lenguaje que une a un grupo, dice Dunbar, es el chisme, porque es la manera en la que los miembros del grupo aprenden en quién confiar. Por lo tanto, el chisme no es una forma de hablar con otros. De acuerdo a Dunbar, es la forma más primaria del uso del lenguaje. Es por eso que los humanos desarrollaron el lenguaje. El relato de Heilman sobre la sinagoga corresponde a este patrón. El chisme crea la comunidad, que sería imposible sin el chisme.
Esto explica por qué la prohibición del chisme y lashon hará es frecuentemente juzgada por su transgresión y no por su cumplimiento.Lashon hará es tan común que el rabino Yisrael Meir Ha-Cohen, uno de los gigantes del judaísmo moderno, dedicó gran parte de su vida a combatirla. Sin embargo, sigue existiendo, como lo puede indicar cualquier persona que alguna vez haya formado parte de un grupo.
Es por eso que considero que la labor de Lena Rustin tiene un gran significado espiritual. Su trabajo no tenía nada que ver con el chisme, pero casualmente descubrió uno de los antídotos más potentes contra lashon hará. Enseñó a la gente a desarrollar el hábito de hablar bien del otro. Enseñó a elogiar, diariamente, específica y sinceramente. Cualquiera que haya puesto en práctica la técnica de Lena por un período prolongado se curará de lashon hará. Es el antídoto más efectivo que conozco.
Además, su técnica transforma las relaciones y salva los matrimonios. Sana lo que lashon hará daña. El hablar mal de otro destruye relaciones. Las buenas expresiones las repara. Esto funciona no sólo en matrimonios y familias, sino también en comunidades, organizaciones y empresas. Por lo tanto: si consideras que una relación es importante, elógiala diariamente. Ver y elogiar lo bueno de la gente nos hace mejores personas, y fortalece nuestros vínculos. Esta es una idea que cambia la vida.
Shabat Shalom
Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
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