Enlace Judío México – Suena el shofar –el cuerno litúrgico que hace tres mil años que usan los judíos, y empezamos a andar. Alrededor, más de trece mil judíos, autoridades, decenas de embajadores de la ONU y los Presidentes de Polonia y de Israel. Los pasos son lentos, como si la siniestra maldad del lugar los frenara, encolerizado por haber perdido la batalla. Son tres kilómetros de marcha por la vida entre Auschwitz y Birkenau, como bello tributo a la victoria sobre el horror.
Pero la memoria de millones de personas tratadas como animales, gaseadas hasta la muerte (tardaban veinte minutos en morir), y convertidas en humo en los crematorios, nos pesa como una losa, y las emociones inician un intenso proceso de vaivén, de la tristeza a la alegría, de la rabia a la esperanza. En la marcha hay 13.850 judíos y alguien me dice que esta era la cifra de los judíos asesinados en un solo día en Birkenau, cuando la solución final usaba los crematorios a toda capacidad. Trece mil judíos quemados en un día…, toda la gente que ahora andamos, los argentinos que cantan cerca, un judío polaco superviviente de 90 años que, con la nieta, marcha con una torá y el uniforme de Auschwitz, mi amigo Hernan, israelí orgulloso, superviviente de muchas vidas, unos alegres jóvenes de Los Ángeles, los cubanos que saludan con su acento dulce…, trece mil judíos quemados en un solo día, aquí, en Birkenau, andando por los caminos donde ahora doy los pasos…
Siento un aliento negro y la oscuridad me invade, en una espiral que me hunde sin remedio, y el ahogo que provoca tanta maldad, me sacude el alma y me derrota. Auschwitz es eso, una oscuridad que engulle la luz y mata toda vida. Nuevamente, como la primera vez que estuve, con mi hija, me rompo por dentro. Pero entonces veo las banderas de Israel, metáfora de la supervivencia de un pueblo escogido para ser exterminado, y alguien me dice que murieron 75 personas de su familia, pero que ella está aquí y pronuncia los nombres y, al hacerlo, alza la fuerza de la vida. “No nos exterminaron, no lo consiguieron”, remacha, y su sonrisa me devuelve la paz. Sí, venimos de la memoria de la muerte, pero estamos andando por la vida.
Después vendrá la ceremonia solemne: la canción Es Brent, himno de los guetos de Polonia, cantada por el teniente coronel Shai Abramson; “Eli, eli”, escrita por la húngara Hannah Senesh que, a pesar de haber emigrado a Israel, volvió a luchar contra los nazis y fue fusilada a los 23 años; el Malei Rachamim, la tradicional plegaria judía para los muertos; los parlamentos presidenciales; el encendido de antorchas; el Kadish de luto; la Hatikva…
Al dejar Auschwitz, nos recluimos en nuestras emociones, trastornados por tanta intensidad. Miro alrededor y pienso en los miles de judíos que me acompañan. Son los vencedores de este reino de muerte que quiso aniquilarles. Y con este pensamiento luminoso, dejo atrás la oscuridad.
Fuente: La Vanguardia
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