Enlace Judío México.- El número 70 merece una atención especial, lo cual hace que este Yom Haazmaut sea particularmente significativo.
RAV BENJAMÍN BLECH
En la tradición judía los números tienen un significado especial y pueden transmitir ideas cruciales para nuestro entendimiento de la historia judía.
En la víspera del 70 aniversario del nacimiento del estado de Israel y del milagroso retorno de nuestro pueblo a nuestra tierra patria después de casi 2000 años de exilio, podemos preguntarnos: ¿Qué significa setenta? ¿Cuál es su secreto y su significado profundo?
Setenta no es tan sólo un lindo número redondo. Hace mucho tiempo el número fue destacado para prestarle atención de una forma especial, y esto hace que este Yom Haatzmaut sea particularmente significativo.
En el Séder de Pésaj encontramos el número setenta casi tangencialmente. Rav Eliezer ben Azariá admite que él nunca supo cuál es la fuente bíblica del mandamiento de recordar el Éxodo de Egipto cada noche así como cada día, hasta que tuvo el mérito de aprender esta fuente de otro sabio. Lo extraño es que él introduce su alegría ante su recién descubierta sabiduría con las palabras: “He aquí que soy como una persona de 70 años”. Los comentaristas se quedan perplejos. Sabemos que en ese momento Rav Eliezer tenía sólo 18 años. Hay muchas explicaciones para resolver esta cuestión, pero lo que queda claro es que para expresar la idea de ancianidad él utilizó el número 70.
¿Por qué? Seguramente esto fue una referencia al versículo del libro de Salmos: “Los días de nuestras vidas son setenta años o a lo sumo por vigor son ochenta años” (Salmos 90:10)
Setenta es el proverbial promedio de vida bíblico. Es la cantidad de años que normalmente se nos otorga para cumplir nuestra misión en la vida. Rav Eliezer a pesar de tener 18 años temía vivir sus días sin conocer una verdad fundamental de la Torá. Su enorme alegría fue sentir que ahora era “como alguien de setenta años”, la edad en la cual debemos medir nuestros logros, reflexionar sobre los resultados obtenidos y hacer un balance de nuestro trayecto por la vida y su propósito.
Esto es cierto para nuestras vidas. Y también lo es para nuestra tierra.
Setenta es el número que demanda reflexión. Es el número que define una generación. Está íntimamente ligado con el juicio, tanto que en la ley judía la Corte Suprema, el Sanedrín, está compuesto de 70 miembros tal como había 70 ancianos en la época de Moshé.
Todavía más, 70 es la clave de la creación del pueblo judío. El Libro del Éxodo, al pasar en la historia de nuestros ancestros de una familia a una nación, nos dice: “Y todos aquellos que eran descendientes directos de Yaakov eran setenta almas” (1:5). Toda la historia de Pésaj, tanto la esclavitud como el éxodo, tuvo comienzo con el mismo número que identifica el promedio de vida bíblico. Setenta es oportunidad. Setenta es potencial. Y 70 es el número que nos recuerda que somos juzgados con los mismos estándares Divinos que gobernaban los dictámenes del Sanedrín.
En un remarcable comentario del Midrash sobre el versículo de la Torá que nos dice que originalmente 70 personas descendieron a Egipto encontramos que en verdad si contamos a los miembros de la familia de Yaakov sólo llegamos a contar 69 personas. ¿Por qué la Torá nos dice que eran 70? De las diversas respuestas, quizás la que tiene más relevancia para esta celebración de los 70 años de la independencia de Israel es que Dios mismo se incluyó en la cuenta. Dios no puede excluirse a Sí mismo de Su pueblo.
Por eso fue que aquellos que salieron en aquél primer exilio lograron sobrevivir. Y también por eso sobrevivió el estado de Israel, rodeado desde su concepción por enemigos que amenazan con destruirlo y que lo atacaron en diversas ocasiones. No sólo sobrevivió sino que Israel prosperó. Esto se debe a que Dios era parte de esos 70 originales. Dios es la única explicación racional al milagro de 70 años del Israel moderno.
Hablar de Israel hoy después de sus primeros 70 años es reconocer una realidad dual. Por un lado, sería tonto sostener que Israel ha concretado la visión de los profetas, que ha llegado a la perfección de su destino mesiánico. Todavía queda mucho por hacer.
Setenta años dan testimonio de los logros de una generación. La historia requiere períodos adicionales de 70 años, futuras generaciones que tendrán la tarea de acercarnos al objetivo final. Pero no debemos minimizar lo que tuvimos el mérito de ver, lo que ya se ha logrado.
No sabemos cuándo vendrá el Mashíaj. Pero los Sabios nos han dejado una pista para avisarnos su arribo inminente. Esto quedó registrado en el Midrash con una parábola fascinante.
Una vez, un estudiante le preguntó a su rabino: “Durante tanto tiempo hemos estado esperando que venga el Mashíaj y él todavía no ha aparecido.
¿Cómo sabrá el pueblo judío cuando él finalmente vaya a revelarse? ¿Cuál es la señal que anunciará que su arribo es inminente?”
El rabino le respondió: “Te responderé con una historia. Un padre atravesaba el desierto con su hijo. Ellos se dirigían a una ciudad muy lejana. Cansado del viaje, el niño le pidió al padre que le diera alguna señal para saber cuándo se acercaban a su destino final. En respuesta, el padre le dijo: ‘Esta será tu señal. Recuerda este signo. Cuando veas un cementerio, sabrás que la ciudad está cerca’”.
El rabino siguió diciendo: “Esta parábola es la respuesta a tu pregunta. Cuando veas un cementerio sabrás que la redención está cerca. Así también Dios les reveló a Sus hijos que luego de sufrir horribles tragedias, muerte y destrucción, Dios les tendrá misericordia y responderá a sus plegarias, como está escrito: ‘Dios te responderá el día de grandes penurias” (Salmos 50:15).
Quizás esta parábola es la clave de la cercanía entre el Holocausto y la creación del Estado de Israel, el nexo entre Yom Hashoá y Yom Haatzmaut.
El Holocausto terminó en 1945. Apenas tres años más tarde, cuando muchos pensaron que el genocidio de seis millones implicaba el fin de la historia judía, comenzamos de nuevo cumpliendo con la primera etapa de la promesa profética de la redención.
Setenta años, una vida bíblica, nos llevan un paso adelante hacia el cumplimiento completo de la promesa. Por eso tenemos que celebrar. Y también por eso tenemos que rezar y pedir que la próxima generación tenga la oportunidad de completar rápidamente la misión… y el sueño.
Fuente: aishlatino.com
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