Enlace Judío México.- Ludwig von Mises, cuyo bisabuelo, Mayer Rachmiel Mises, había sido ascendido a la nobleza por el emperador Francisco José, nació en una familia judía que estaba entre los principales representantes de la cultura germano-judía de Leopla (Lviv/Lvov, actual Ucrania).
EUGEN-MARIA SCHULAK y HERBERT UNTERKÖFLER
Ludwig (nacido en 1881) fue a la escuela primaria durante un tiempo en su ciudad natal. Entre 1889 y 1892 la familia se mudó de Galicia y Lodomeria a Viena cuando su padre, ingeniero de formación, asumió un puesto importante en el Ministerio del Ferrocarril. Según los registros de vivienda de Lehman, la familia vivió primero en Elisabethgasse #3 (en el actual cuarto distrito, cerca de Karlskirche o Iglesia de San Carlos); desde 1893 en Friedrich Strasse #4 (no muy lejos de Elisabethgasse #3) y desde 1912 en adelante, en el centro de la ciudad, primer distrito de Viena, en Wollzeile #24 (el piso fue posteriormente saqueado por los nacionalsocialistas, privando a Ludwig de toda su biblioteca). La tumba de sus padres, Arthur y Adele, que se aprecia claramente debido a su inusual belleza y lugar prominente, está en el Zentralfriedhof o Cementerio Central de Viena (1ª puerta, antigua sección judía, grupo 5b, fila 15, tumba 1c). La inscripción sepulcral indica que Arthur von Mises era un representante de la comunidad judía, es decir, un miembro del Consistorio Judío de Sinagogas elegido democráticamente.
El obituario de Arthur von Mises, que murió repentinamente en Halberstadt a los 50 años, tras una operación en la vesícula, aparece en el Semanal Austriaco del Dr. Bloch (Dr. Bloch’s Österreichischen Wochenschrift: Centralorgan für die gesammten Interessen des Judenthums [Cuerpo Central de Todos los Intereses del Judaísmo]; Volumen XX, Nº 41). Las siguientes líneas ofrecen una conmovedora idea de la naturaleza de la familia, que, con su alta idea moral, era un modelo para muchos:
“El Sr. Von Mises tomó parte sin reservas en obras humanitarias: dio de lo suyo con generosidad. Aunque otros se vieron más dueños de medios que él, fue capaz de dar en su más profunda simpatía por los necesitados. Fue uno de los más activos miembros del Cultusvorstandes [Un consejo, compuesto por cargos electos que representaba y hacía recomendaciones a una comunidad judía]: un modelo de lealtad y devoción. En particular, dedicó un atento cuidado a la administración de la casa de jubilados y el hospicio, igual que se ganó el respeto y cariño de sus colegas en el consejo dirigiendo importantes revisiones en el área del alivio de la pobreza.”
El rabino, de apellido Taglicht, dedicaba estas palabras al finado en la casa de oración en la que se ofició el funeral de Arthur von Mises:
“Conversaciones de alto nivel casi siempre animaban (tu hogar): lo esencial del judaísmo o la filantropía o la obra de ayudar a otros. Mediante tu noble naturaleza y obras y las de tu esposa, tu hogar parecía un lugar sagrado, que abandonábamos con una elevada sensibilidad. (…) Has guardado cuidadosamente y desarrollado las grandes tradiciones de tu extraordinaria familia y su pura nobleza de corazón.)”
Mayer Rachmiel Mises, el bisabuelo de Mises, ya había fundado junto con su esposa varios orfanatos y escuelas en Brod y Leopla (y también una biblioteca), todo lo cual sin duda contribuyó a su ascenso a la nobleza.
Al haber pasado sus años de instituto y universidad en Viena, Ludwig von Mises creció en este nuevo mundo (que tenía poco en común con las tradiciones judías de Galicia y Lodomeria) de forma muy natural. Pero lo que ya había empezado a caracterizar a Mises era, como escribió Friedrich von Hayek en su prólogo a las Memorias de Mises, que de todas formas no encajaba con la Viena de su tiempo. El mismo hecho de que era judío y no socialista, decía Hayek, parecía extraño a muchos en ese momento. Mises era cualquier cosa menos seguidor de la moda, por el contrario era persona de principios, directa, inflexible y casi tozudo en sus opiniones.
Su inconformismo le frustró tener una carrera convencional en el sistema. Pero le ofreció la ventaja de ser capaz de crear un espacio libre, su propia esfera de actividad en la que podía dejar que su talento científico y pedagógico fluyera libremente. Además de su trabajo en la Cámara de Comercio de Viena, fue, como profesor, capaz de formar a muchos alumnos y familiarizarlos con las enseñanzas de la Escuela Austriaca de Economía. Sus escritos revelaban que era uno de los más agudos analistas de su tiempo, que aguantó las emergentes y corruptoras ideologías del comunismo como ningún otro. En el invierno de 1918 a 19, se las arregló para convencer al líder de los marxistas austriacos, Otto Bauer, de que se distanciara de un experimento bolchevique en Austria. Mises fue el “economista del país”, como el mismo Bauer lo describió luego en sus memorias.
La constitución liberal de 1867 permitía a los miembros de grupos minoritarios posibilidades hasta entonces inimaginables de avance económico y social. Al empezar el nuevo siglo, los judíos en el centro de la ciudad eran más del 20% de la población; en toda Viena, su proporción era del 12%. Más del 50% de todos los juristas, doctores y periodistas en Viena eran de ascendencia judía y eran de un cuarto a la mitad de todos los profesores universitarios, escritores y artistas. Los principales periódicos liberales y socialistas, al igual que uno conservador eran propiedad de judíos o editados por judíos. Pero cuanto más se adaptaban estos judíos a la cultura alemana en sus campos de experiencia y ascendían en la escala social, más sospechosos resultaban de ser portadores de una modernidad decadente, problemáticos en general y enemigos del cristianismo. Hay que recordar las duras injurias del nacionalista Wagner al conservador Mendelssohn, que encendieron fuertes luchas entre ambos bandos y que no pararían sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial con el triunfo del conservadurismo en todos los países alemanes (Austria y Suiza incluidas).
Mises culpaba del pujante antisemitismo a la envidia y el resentimiento. Lo expresaba claramente en su libro “El Estado Omnipotente:
Muchas décadas de intensa propaganda antisemita no consiguieron que los “arios” alemanes no compraran en tiendas propiedad de judíos, consultaran a médicos y abogados judíos y leyeran libros de autores judíos. No eran inconscientes en su trato irrespetuoso a los judíos: los competidores “arios” se cuidaban de decirles una y otra vez que esa gente era judía. Quien quisiera librarse de estos competidores judíos no podía confiar en un supuesto odio a los judíos: necesitaba pedir una discriminación legal contra ellos. Esa discriminación no es el resultado del nacionalismo o el racismo. Es básicamente (como el nacionalismo) un resultado del intervencionismo y de la política de favorecer al productor menos eficiente en perjuicio del consumidor. (p. 184 de la versión en inglés)
De hecho, como se dice que dijo el compositor vienés Johann Strauss hijo, los ciudadanos de Viena tenían dos caras. Y según el poeta Franz Grillparzer, Viena era bella, pero también peligrosa. Una espada de Damocles parecía pender sobre la ciudad: “[Viena era como] un monstruo, retorcido y distorsionado, buscando el encanto pero desesperadamente verhatscht [raída o cansada]”, escribía Karl Kraus en su revista Die Fackel (Nº 50, 1907, p. 5). La dramática ironía y peligro latente que distingue a Viena hasta el día de hoy también se encuentra en una canción de Helmut Qualtinger y André Heller, en la que Viena se compara con una Taschenfeitel, una navaja pequeña pero afilada. Con la apropiación de Viena por los nacionalsocialistas, los judíos empezaron a sufrir las consecuencias de la Taschenfeitel de forma real.
Después de experimentar la humillación y la expropiación, quién no pudo dejar el país inmediatamente, fue deportado y acabó asesinado. Junto con su mujer, Margit, Mises fue capaz de abrirse camino desde Ginebra a Nueva York justo a tiempo.
Nunca volvería a Viena. En 1947 escribió a su amigo y colega Carl Brockhausen: “No soportaría ver a la masa que aplaudió la matanza de hombres distinguidos”.
Después de la Segunda Guerra Mundial, apenas hubo ningún interés serio en animar a Mises y otros representantes de la Escuela Austriaca a volver a Viena. En Viena los “austriacos” raramente se mencionaban en lecturas políticas y económicas. Pero esta situación parece haber mejorado un poco. Hay ahora en esta ciudad alguna gente que ha empezado a reconocer y apreciar a Ludwig von Mises como uno de los principales pensadores de la libertad, incluso aunque no haya muchos más en número de los que eran durante la propia vida de Mises.
Fuente: Mises Institute
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