Enlace Judío México.- Hace un año, el 4 de abril de 2017, en París, Sarah Halimi, una anciana judía, médica jubilada, fue brutalmente torturada y asesinada en su casa de París, y después arrojada por la ventana, por un individuo que gritaba “Alahu Akbar” (“Alá es el más grande”). Ella había denunciado varias veces a la policía —en vano— que estaba siendo víctima de amenazas antisemitas.
GUY MILLIÈRE
Hace menos de un año, en París, otra anciana judía —y discapacitada— Mireille Knoll, fue violada, torturada y asesinada en su apartamento por otro extremista musulmán. La señora Knoll, superviviente del Holocausto, también se había puesto en contacto con la policía para comunicar que estaba recibiendo amenazas. De nuevo, la policía no hizo nada.
Durante meses, el sistema judicial francés ha intentado encubrir el carácter antisemita del asesinato de Sarah Halimi; en el juicio sobre el caso de Mireille Knoll al menos se ha reconocido de una vez la naturaleza antisemita de su asesinato.
Ambas mujeres fueron víctimas de un odio antisemita que está creciendo rápidamente en Francia.
Los judíos franceses viven constantemente en la inseguridad. Es evidente que los individuos que las asesinaron no dudaron en allanar sus casas y atacar a las ancianas; parece que saben que pueden amenazar a sus futuras víctimas sin temor a ser detenidos. La mayoría de las veces, la policía ni siquiera registra las quejas de los judíos que van a la comisaría, sólo anotan en el libro del día que un judío ha dicho que de vez en cuando recibe amenazas.
Las autoridades francesas dicen que están luchando contra el antisemitismo, pero nunca hablan del único antisemitismo que hoy mata judíos en Francia: el antisemitismo islámico. Si el asesino es un musulmán, normalmente es descrito enseguida como “radicalizado”.
La palabra “radicalizado” se utiliza ahora para describir a los asesinos musulmanes. Permite a quienes la usan evitar las palabras “musulmán” o “islam”.
Los grandes medios franceses utilizan el mismo lenguaje que las autoridades francesas. Cuando se entrevista a los vecinos de un asesino, suelen decir que era “un buen tipo”.
Casi no hubo cobertura informativa sobre el caso de Sarah Halimi cuando se produjo. Hubo más sobre el asesinato de Mireille Knoll, pero casi nadie se ha referido a la causa de su asesinato.
El medio que neutraliza a los políticos y periodistas franceses es este: ser acusados de “islamofobia”.
De todos los innumerables libros sobre el peligro y las consecuencias del antisemitismo publicados en Francia desde la Segunda Guerra Mundial, sólo uno aborda específicamente el odio a los judíos en el mundo musulmán. El autor, Philippe Simonnot, antiguo periodista de Le Monde, justifica este odio. Aduce (incorrectamente) que los judíos que vivían en los países musulmanes eran bien tratados, pero que traicionaron al islam por no luchar junto a los musulmanes en la época de la colonización occidental; que la creación de Israel es un crimen contra los “pobres” palestinos y que los musulmanes tienen derecho a castigar colectivamente a los cristianos y los judíos. Estos ideales no son algo marginal. En Francia, están muy extendidos.
Cada vez que un musulmán perpetra un crimen antisemita en territorio francés, los políticos y periodistas del país intentan ocultar quién es el criminal o cuáles son sus móviles. A menudo, explican que el criminal es también una “víctima”.
Cuando un criminal deja un mensaje afirmando que ha actuado para vengar el sufrimiento de los “palestinos”, los políticos y periodistas franceses repiten casi unánimemente que lo que ocurre en Oriente Medio es asunto de Oriente Medio, y después que hay que encontrar una “solución justa” al “sufrimiento palestino”. Ignoran el hecho de que, a pesar de todos los esfuerzos de Israel por dar un trato humano a los árabes, todas las informaciones francesas sobre Israel empiezan denunciando a los soldados israelíes como asesinos despiadados, supuestamente encantados de humillar a los árabes.
Hoy, Francia es el único país del mundo occidental donde los judíos son asesinados por el mero hecho de ser judíos. Desde 2006, once judíos franceses han sido asesinados, hombres mujeres y niños. En el colegio Ozar Hatorah de Toulouse, en marzo de 2012, niños de tres, seis y ocho años murieron al ser disparados a quemarropa.
Giulio Meotti escribió:
Si hubiesen sido musulmanes, sus historias se habrían convertido en una advertencia universal contra la intolerancia, el racismo y el odio étnico y religioso. […] Los políticos habrían bautizado calles y escuelas con sus nombres.
Pero eran judíos, así que en Francia, no se menciona el antisemitismo por su nombre.
Hace unas semanas, en la cena anual que organiza la organización judía CRIF en París, Emmanuel Macron dijo que Francia está en guerra contra el antisemitismo. Tras el asesinato de Mireille Knoll, dijo lo mismo.
Durante décadas, todos los presidentes franceses han usado prácticamente las mismas frases.
Macron repitió muchas veces que “sin los judíos, Francia ya no sería Francia”. Lo que parece estar ocurriendo, sin embargo, es precisamente eso: una Francia sin judíos.
En dos décadas, más del 20% de los judíos franceses se han marchado del país. Según una encuesta, el 40% de los judíos que siguen viviendo en Francia quieren irse. Aunque los judíos representan ahora un poco menos del 0,8% de la población francesa, la mitad del ejército y la policía desplegadas en las calles de Francia hacen guardia ante colegios y lugares de culto judíos.
Los judíos franceses ven que se está borrando lo que quedaba de la presencia judía en Francia. Saben que tienen que ocultar su condición de judíos e incluso ir con cuidado por la calle y cerrar bien la puerta, porque el peligro acecha en todas partes. También saben que lo que les pasa no le interesa al resto de la población francesa. La Asamblea Nacional Francesa tiene 577 miembros. Sólo uno de ellos llama la atención valiente e infatigablemente sobre lo que está pasando: Meyer Habib. Él representa a los franceses que viven en Oriente Medio y salió elegido gracias al apoyo de los judíos franceses que ahora viven en Israel pero que conservan su ciudadanía. Sin ellos, no habría tenido posibilidades de salir elegido.
Tras el asesinato de Sarah Halimi, se organizó un homenaje en su honor en la calle donde vivía. Sólo acudieron judíos. Fueron recibidos con insultos y botellas lanzadas por las ventanas de los edificios.
Cuando las instituciones judías convocaron una marcha silenciosa en memoria de Mireille Knoll, fue más gente. De nuevo, la mayoría eran judíos. Gilles-William Goldnadel, presidente de Abogados sin Fronteras y abogado de la familia Knoll, dijo que el difunto marido de Mireille Knoll fue un superviviente de Auschwitz y que sus hijos habían vivido con el recuerdo constante del Holocausto en la cabeza, y que ahora debía de ser “terrible” para ellos ver a su madre asesinada y su cuerpo quemado. Uno de los hijos de Mireille Knoll, Daniel, dijo que “los musulmanes deben reaccionar”.
Las organizaciones musulmanas francesas condenaron el asesinato, pero no el odio antijudío.
Un estudio realizado por Fondapol (Foundation for Political Innovation) en 2014 reveló que el 25% de la población francesa tenía opiniones antisemitas, y que entre los musulmanes practicantes, la proporción era del 42%. Según el estudio, el 28% de los musulmanes franceses son hostiles a la enseñanza del Holocausto en las escuelas. Muchos dicen que el Holocausto es un invento judío.
Si bien los judíos son las principales víctimas, no son las únicas. En sólo cinco años, 250 personas han sido asesinadas en Francia por terroristas islámicos; las víctimas más recientes fueron disparadas pocas horas antes de que se descubriera el cadáver de Mireille Knoll entre las cenizas de su apartamento.
El 23 de marzo, un terrorista islámico francés mató a cuatro personas en Trèbes, una pequeña localidad del suroeste de Francia. Una de las víctimas era un alto oficial de la gendarmería nacional francesa donde había tenido lugar la toma de los rehenes y fue asesinado con un cuchillo de carnicero. El terrorista murió disparado.
Los principales medios franceses ocultaron que el agente fue asesinado a puñaladas; dijeron que le habían “alcanzado en el cuello”. El terrorista, que gritó “Alá Akbar”, no fue descrito como islamista, por supuesto, sino como un individuo que se había “radicalizado”. El ministerio de Interior francés añadió que se le consideraba extremadamente peligroso y que había sido “vigilado de cerca” por la policía. Miles de personas que están “radicalizadas” y que son consideradas como extremadamente peligrosas están siendo “vigiladas de cerca” por la policía.
Cuando una brigada de la policía fue al vecindario en el que había vivido el terrorista, fue recibida por los agitadores.
Muchos franceses consideran un héroe al alto oficial asesinado, Arnaud Beltrame; en París, se celebró un homenaje solemne en su honor. En ese momento, miles de jóvenes musulmanes ensalzaban en la calle al terrorista y gritaban su nombre, Raduane Lakdim. “Para muchos jóvenes musulmanes, el héroe es el terrorista”, dijo Thibault de Montbrial, presidente del Centro para la Reflexión sobre la Seguridad Doméstica.
Al día siguiente del atentado islámico en Trèbes, el portavoz del Gobierno francés dijo que Francia tenía el deber moral de acoger y “reintegrar” a 258 exmiembros franceses del derrotado Estado Islámico actualmente encarcelados en Siria. Este es al parecer el único punto de vista del Gobierno francés sobre su deber moral.
Hace unos días, se publicó en Le Figaro una “llamada de cien intelectuales contra el separatismo islamista”. El texto acusa a los islamista de intentar “separar a la población musulmana del resto de los franceses”.
Gran parte de la población musulmana de Francia ya vive de manera separada del resto de la población francesa. Se autosegrega. El principal problema, sin embargo, no es la autosegregación. El principal problema es la proliferación del odio hacia los judíos, Francia y el mundo occidental. Los extremistas musulmanes incitan al asesinato, y cada vez más a menudo, se producen asesinatos. No quieren vivir apartados: quieren destruir, devastar y conquistar. Sólo hay que observar las historias de Turquía, de todo el norte de África, de todo Oriente Medio, Europa Oriental, Grecia, Portugal, el norte de Chipre y el sur de España.
El año pasado, el historiador Georges Bensoussan, que nació y creció en el norte de África, publicó un libro titulado Une France soumise. El título resultó ser demasiado preciso.
¿Se rebelarán por fin los franceses? Una encuesta publicada el 29 de marzo revela que el 83% de los franceses está a favor de la expulsión de todos los extranjeros que tengan un “expediente S” en los servicios de inteligencia, cuyos titulares son considerados una amenaza para la seguridad nacional. La encuesta también reveló que el 87% de los franceses está a favor de enviar a los ciudadanos franceses con un “expediente S” a la cárcel. El Gobierno francés, sin embargo, no ha demostrado ningún interés en ninguno de ellos.
Fuente: Gatestone Institute
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