Enlace Judío – Estos últimos días estoy leyendo el libro Shilté haGuiborim del rab Abraham Portaleone (1540-1612).
RAB YOSEF BITTON
Este interesantísimo libro trata un solo tema: el Bet haMiqdash, el Gran Templo de Jerusalén. Su ubicación, su arquitectura y todos los sacrificios y ofrendas que se llevaban a cabo allí. Una de las ofrendas más importantes del Bet haMiqdash era el ketoret (קטורת הסמים), en español, “incienso”. La Torá menciona la preparación de este incienso en el libro de Shemot, (Éxodo 30:34) y también nombra 4 de los 11 elementos que se utilizaban en la preparación del mismo. Los otros 7 elementos son mencionados por el Talmud en el tratado de Keritut. En su libro Shilté haGuiborim el prominente Rabino y científico italiano dedica 11 capítulos al tema del Quetoret.
Pero, ¿qué porqué se necesita una explicación tan extensa para algo aparentemente tan sencillo como el Ketoret? El tema más complicado es identificar los 11 elementos que se usaban para preparar el Ketoret. Ya que si bien la Torá y la Guemará los mencionan, la identificación de estas especies, luego de la destrucción del Bet haMiqdash, ha sido objeto de múltiples debates, teorías y especulaciones. Esto no sólo ocurre con las plantas del Ketoret. Lo mismo pasa con otras plantas, piedras preciosas o animales mencionados en la Torá. Como ilustración les cuento que el muy estimado Doctor Rab Isaac Betech de México ha escrito un fascinante libro que se llama El enigma del Shafán, con el objetivo principal de identificar esta animal bíblico (popularmente traducido como “conejo”). Con un objetivo similar el Rab Portaleone, por ejemplo, dedica 11 capítulos de su libro a este tema. Incluyendo 13 páginas que identifican sólo la primera especie del Ketoret: el Tsorí.
Pero antes de profundizar en estos detalles, les contaré un poco más acerca de la Mitzvá del Ketoret.
368 PORCIONES
Los 11 elementos, cada uno en su exacta medida, se mezclaban en un preparado especial una vez por año, al comienzo del mes de Nisán. Este preparado se molía a mano y se dividía en 368 porciones (manim) de aproximadamente 1/2 kilo cada una. Cada mañana y cada tarde, los 365 días del año solar, se quemaba media porción del Ketoret, luego del sacrifico diario.
En Yom Kippur, en el momento más sagrado del día, el Gran Sacerdote ingresaba al Sancto Sanctorum (קודש יקדשים), donde ningún otro ser humano ingresaba durante el resto del año, y realizaba allí la Mitzvá del Ketoret. Pero a diferencia de los demás días del años en Yom Kippur, en lugar de usar media porción del Ketoret se usaban tres porciones completas. Y estas porciones, que cabían en la mano del Gran Sacerdote, tenían que ser molidas con mucha más intensidad que las porciones diarias (דקה מן הדקה).
El Ketoret diario se quemaba sobre un altar relativamente pequeño, exclusivo para esta función, el Mizbeaj haZahab, el altar de oro, que estaba en el Hejal, un recinto interior del Templo.
EL INGREDIENTE SECRETO DEL KETORET
Mientras el Ketoret se consumía, su humo impregnaba de un aroma dulce e inigualable el Bet haMiqdash. Y lo más bonito es que el aroma del Ketoret no sólo se sentía en el Bet haMiqdash sino en todo Jerusalén. ¿Cómo era esto posible? En primer lugar la fragancia era muy intensa. Los elementos que se usaban en la preparación del Ketoret, la mayoría de ellos plantas, no eran de uso común, sino que eran muy escasos (¡e increíblemente caros!). Pero había algo más: una familia en Jerusalén, los Abtinás, encargados de preparar el Ketoret, conocían la “fórmula secreta” del Ketoret, que consistía en la manera artesanal que se molía y mezclaba el Ketoret y especialmente la identidad de una misteriosa plantita llamada en hebreo “ma’ale ‘ashán” (=elevador de humo). Unas pocas hojitas de esa planta hacían que el humo del Ketoret subiera verticalmente, lo cual era requerido ritualmente, y permitía que la fragancia del Ketoret bajase y se percibiera por toda la ciudad, lo que es hoy la Ciudad Vieja. El Ketoret era la fragancia habitual de Jerusalén, y era parte de lo que hacía a nuestra ciudad capital tan hermosa y especial.…
Los viajeros que llegaban desde Yerijó (Jerico) podían saber que estaban cerca de la Ciudad Santa, cuando olían el inigualable aroma del Ketoret. El Midrash cuenta que en Jerusalén las mujeres no usaban perfumes ni siquiera en el día de su boda, porque la deliciosa fragancia del Ketoret encubría cualquier otro perfume que alguien pudiera usar.
Continuará…
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