Tiro al aire / Pues claro que tengo miedo

Enlace Judío – ¿Cómo no voy a tener miedo? después de escuchar al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu mostrando por la televisión israelí y en inglés para que todo el mundo lo entienda (los que saben inglés), información de inteligencia demostrando que Irán sigue en su proyecto nuclear.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Según Netanyahu esta información es uno de los más grandes logros de inteligencia de toda la historia de Israel: el programa secreto de Irán.

Netanyahu nos mostró las imágenes del presidente Hasán Rouhani, y de  Mohammad Yavad Zarif, ministro de asuntos exteriores, este último  asegurando que no aspiran a la bomba nuclear. Y… ”Mienten” según Netanyahu, pues tienen una instalación nuclear secreta en Teherán. Y he aquí las fotos, las mostró: 55 mil páginas y 83 cd con toda la información al respecto. Todo el programa nuclear secreto. Se llama proyecto Amad. Cinco cabezas nucleares capaces de transportar 10 toneladas de TNT en misiles. Cinco elementos que poseen y que son  necesarios para armar bombas nucleares. Y pasa a mostrarnos a los televidentes asustados todo el proceso con enriquecimiento de uranio incluido. Con simulaciones de explosiones y pruebas nucleares. Todo preparado para montar en los misiles Shihab 3. Con alcance a Riad, Moscú y Tel Aviv.

Y he aquí (y los muestra), los archivos secretos que datan del 2003 y que son la base del proyecto Amad. Es decir, “que el acuerdo con Irán del 2015 está basado en mentiras”, dice Netanyahu.

¿Que por qué tengo miedo se preguntarán ustedes? Elemental, Watson. Porque  el mundo es un lugar peligroso para vivir. Porque hay misiles atómicos emplazados en muchos países.

Mientras escuchaba a Netanyahu pensaba en aquella explosión que, al destruir Hiroshima, inauguró la era atómica y, al dividir en dos partes la historia de la humanidad, mandó el pasado al rincón de los recuerdos ingenuos, al mismo tiempo que lanzó el futuro hacia cualquier parte, la parte incierta en la cual vivimos hoy en día.

Nos ha tocado vivir plenamente insertos en la parte atómica de la historia humana. Nos ha tocado, contra nuestra voluntad, pertenecer a esta generación, que sabe que el hombre es capaz de destruir la tierra y modificar el cosmos. Y no sólo en las películas de Hollywood. No sólo en Doctor Strangelove. Pero esto no es nada nuevo. Ya desde hace años se leía en la prensa que se habían construido refugios antinucleares por si estallaba la Tercera Guerra Mundial.

Pero los de antes de 1945, los de la historia dorada y tranquila anterior a la Segunda Guerra Mundial, nunca pensaron que una guerra podía ser la última, o que la capacidad destructora del hombre podía llegar a ser tan elaborada, tan enorme. Las envidiables generaciones de antes no tuvieron a la bomba y a la destrucción radioactiva consecuente, como una pesadilla infantil, y tal vez por eso  gastaban mucho menos dinero del que hemos gastado nosotros en psicoanálisis.

Pertenezco a una generación pacifista, por elemental instinto de conservación. Una generación enemiga de los galardones militares y las medallas hasta la paranoia.

No sé, pero recuerdo que los hombres de mi generación se dejaban el pelo largo y ponían inútiles flores en la boca de los fusiles.

De nuestra generación surgió el feminismo y las primeras luchas de las minorías sexuales, no así nomás, ni porque sí, sino como una oposición definitiva al machismo de los militares.

Fue la misma generación que incineró sus cartillas de reclutamiento y denunció la Guerra de Vietnam. La generación que floreció en la Primavera de Praga y lloró de rabia e impotencia cuando los tanques soviéticos llegaron a violarla.

La generación que fue agredida y torturada por el poder militar en Chile, Uruguay y Argentina. La generación que ha hablado de todas estas cosas tantas veces, que ha sido acusada de obsesiva y anacrónica y de ser “niños bien”.

Pero fuimos  una generación humanista, ingenua tal vez, que propuso la paz y el amor a una mayoría silenciosa que, al revés de nosotros, nunca ha dejado de llevar el espíritu uniformado y lleno de medallas de guerra.

Fuimos Piedras Rodantes, Rolling Stones, o niños de las flores, porque bailamos con ellas desnudos en Woodstock y otros lugares del mundo, pidiendo cosas tan absurdas como sobrevivir. Sí, tan absurdas como sobrevivir o vivir.

Luego crecimos e intentamos continuar con nuestros sueños pacifistas, pero no hemos conocido la paz… Vietnam, las matanzas en Latinoamérica, las ocupaciones soviéticas, las guerras en Israel, la guerra del Golfo, siempre bombas  contra nuestro sueño en diferentes partes del mundo… y ahora nos hablan de misiles iraníes emplazados en Siria.

Todos sabemos lo que las guerras han hecho a los grandes movimientos del espíritu humano. La forma en que los años Weimar fueron borrados del mapa por la guerra, la forma en que el espíritu de la República Española fue crucificado por la guerra, la forma en que la guerra consolidó al estalinismo y desbarató el aliento de la Revolución de Octubre. La forma en que la guerra aniquila el alma. Supimos y sabemos que la guerra es nuestro enemigo principal.

Soñamos siempre con que la humanidad no se atreva otra vez. Pero siempre se atreve.

Deseamos épocas de silencio, de tranquilidad. Y hubo a veces episodios de  silencio… que pensamos se convertiría de silencio temporal en un silencio definitivo. No estábamos seguros. No lo sabemos tampoco ahora.

El programa nuclear de Irán, al parecer, sí tiene dimensiones militares. Casi todos los medios hablan de la amenaza del programa. Todos los políticos, o casi todos, señalan la necesidad de mantener una presión sobre el régimen de Teherán. ¿Sabrán algo que nosotros, simples mortales, simples televidentes, no sabemos?

Esta generación a la que pertenezco pide paz, una vez más, como lo ha pedido siempre, sin ningún resultado, como lo seguirá pidiendo, obsesivamente, hasta que nos borren del mapa, porque No, nunca aprendimos a pedir otra cosa…

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Shulamit Beigel: Llegué de Israel a México a la edad de siete años. La primaria y la secundaria las hice en el Colegio Hebreo “Tarbut”. Mis recuerdos de aquella época son excelentes. Mi primer trabajo como periodista, lo hice recortando periódicos en la Embajada de Israel, en el departamento de prensa, a cargo en aquel entonces, de Sergio Nudelstejer. La prepa, fue en la Escuela de la Ciudad de México, en Campos Elíseos, que me permitió conocer otra gente y otros aspectos de la vida mexicana. Estudié y me gradué en antropología y en letras, en la universidad de las Américas, en Cholula. La maestría, en Antropología, fue en la UNAM. Antes de incursionar a la universidad viví en Teloloapan, Guerrero, haciendo trabajo de comunidad y siendo jefa de organización campesina para varias instituciones gubernamentales. Viví varios años en Israel. En esa época, los ochentas, fui productora de Ariel Roffe y Erika Vexler para Televisa desde Medio Oriente. Tuve una columna que se llamaba “Burbujas” en el periódico israelí en español Aurora, otra, “Al Margen” en la revista Semana, que ya no existe. Viví cuatro años en Caracas, cuando mi ex esposo fue sheliaj del KKL. Actualmente vivo entre Londres y Venezuela, he dejado de creer en la política y mi pasión es la literatura, el cine y la música. Confieso que ya no tengo grandes respuestas ante la vida, pero que soy muy feliz.