Enlace Judío – Desde 1990, con la publicación de Poemas Escogidos en nuestro país, Claudia Kerik se ha dedicado a divulgar la obra de este poeta israelí en español. Ella es Doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México, y labora como profesora del Departamento de Filosofía, en el Área de Semiología Literaria, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, en la Ciudad de México. En esta ocasión nos comparte un anticipo de su próximo libro de traducciones sobre el poeta.
DOS POETAS EN MÉXICO¹
Yehuda Amijái
Traducción del hebreo: Claudia Kerik
Claudia es muchos judíos
que hicieron juntos una hermosa chica en México,
Verónica es muchos rumores.
Quiero describirlas como en los libros de viajes
del siglo pasado
con mucho amor y pocos conocimientos.
No sé qué palabras las hacen felices
ni qué palabras las vuelven tristes,
cuáles son los paisajes de su desconsuelo y cuáles los de su esperanza
qué matas profundas y qué desiertos
qué lejanas montañas nevadas y qué de la noche².
Claudia es bella como ventanas abiertas al mar,
es una espía de las tierras del adiós.
Verónica es la nieta de Trotsky,
su linda cabellera cubre la herida profunda en el cráneo de su abuelo.
Vive en una casa con muchos libros y mucha muerte.
Últimamente las he visto juntas en ceremoniosas sesiones
fotográficas a los pies de las escaleras
entre personas que se amontonan y se dispersan,
la música de una trompeta que debiera apaciguarme
abrió viejos recuerdos llenos de dolor.
Claudia cargará sobre los hombros
su rostro que se irá olvidando.
Verónica se llevará consigo
las palabras que no llegué a saber.
Como un temblor en la piel de un perro viejo,
así las anhelará mi alma.
Mano y manija se perdieron juntas
y la abeja se hundió en su propia miel.
-
Escrito tras su primera visita a México en 1982, hace referencia a mi persona (Claudia Kerik) y a Verónica Volkow.
- Isaías 21,11-12: “Guarda, ¿qué de la noche? Guarda, ¿qué de la noche?” Este versículo bíblico ha sido interpretado como una interrogación que contiene un duro anuncio sobre las calamidades que habrían de venir.
LOS JUDÍOS
Yehuda Amijái
Traducción del hebreo: Claudia Kerik*
Los judíos son como fotografías expuestas en un aparador,
todos juntos en distintos tamaños, vivos y muertos,
novios y novias, muchachos en su Bar-Mitzvá¹ con bebés.
Y hay retratos reconstruidos de viejas fotos amarillentas.
Y a veces llegan y rompen la vitrina
y queman las fotos. Y entonces son fotografiados nuevamente, revelados
y expuestos una vez más, dolientes y sonrientes.
Rembrandt los pintó envueltos con turbantes
turcos, en la belleza de su oro opaco.
Chagall los pintó flotando en el aire
y yo los pinto como mi padre y como mi madre.
Los judíos son la reserva de un bosque primigenio
cuyos árboles se alzan tan apretados que ni los muertos
podrían yacer. Se apoyan, parados, sobre los vivos
y no se los puede distinguir. Sólo el fuego
habrá de quemarlos más rápido.
¿Y qué hay de Dios? Dios ha permanecido
como el perfume de una hermosa mujer que alguna vez pasó
sobre sus rostros sin que su cara se viera,
dejando su fragancia, aromas diversos,
Bendito el Creador de diversas clases de perfumes.
Un hombre judío recuerda la Sucá² en la casa de su abuelo.
Y la Sucá recuerda por él
la peregrinación en el desierto, que a su vez recuerda
la compasión por la juventud³ y las piedras de las Tablas de la Ley
y el oro del becerro de oro⁴ , y el hambre y la sed
que recuerdan a Egipto.
¿Y qué hay de Dios? Según el contrato
de divorcio del paraíso y del Templo,
Dios ve a sus hijos una vez
por año, en Yom Kipur⁵.
Los judíos no son un pueblo histórico
ni un pueblo arqueológico siquiera, los judíos
son un pueblo geológico con grietas
y derrumbes y capas y lava ardiente.
Su historia debe medirse
con otra escala.
Los judíos roídos por el dolor y pulidos por el tormento
como piedrecillas junto al mar.
La ventaja de los judíos reside solamente en su muerte
como la ventaja de las piedrecillas sobre el resto de las piedras:
cuando una mano fuerte las arroja,
saltan dos o tres veces
sobre el agua antes de hundirse.
Hace poco me encontré con una bella mujer
cuyo abuelo me circuncidó
mucho antes de que ella naciera. Le dije:
ni tú me conoces ni yo a ti,
pero nosotros somos el pueblo judío,
tu difunto abuelo, yo el circunciso, y tú su bella nieta
de cabellera dorada: somos el pueblo judío.
¿Y qué hay de Dios? Cantábamos
No hay como nuestro Dios, y ahora cantamos “no hay Dios”,
pero cantamos, nosotros todavía cantamos.
- Ceremonia de ingreso en el cumplimiento de las obligaciones de la religión judía que un muchacho judío debe realizar a los trece años de edad.
- Cabaña precaria construida simbólicamente para recordar las moradas de los judíos en el desierto al salir de Egipto. Todo judío debe construirla el día quince del séptimo mes en que se celebra Sucot, la fiesta de las cabañas.
- Jeremías 2,2.
- Éxodo 24 y 32
- Día del Perdón
*Esta traducción apareció publicada por primera vez en la revista Vuelta que dirigió Octavio Paz, en el número 173, en abril de 1991, pp. 18-19.
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