Enlace Judío México.- “Chutzpah”. Si hay una palabra que se escucha insistentemente en Israel para describir a su gente es esa. Significa osadía, descaro, incluso insolencia. Es un ingrediente crucial de la vida cotidiana de este país lleno de contrastes y contradicciones. Y lo consideran una de las tantas razones por las cuales ha logrado superar barreras geográficas, desafíos de seguridad, crisis económicas y la falta de recursos naturales para convertirse en una potencia tecnológica mundial.
En otras palabras: tuvo que innovar para sobrevivir.
Esa cualidad es evidente más que en ningún otro lado aquí, en Beersheva, la capital del desierto del Négev, que está viviendo una verdadera revolución: con una población de unas 250.000 personas, se espera que sume otras 100.000 en los próximos años, a medida que este verdadero oasis bíblico emerja como la capital mundial de la ciberseguridad.
¿La fórmula del éxito? Una política de Estado: la decisión del gobierno de convertir en prioridad nacional el desarrollo del desierto del Négev. Así, con el objetivo de corregir una marcada centralización de la población y con generosos subsidios, se embarcó en un inédito esfuerzo conjunto con la pujante Universidad Ben-Gurión, la municipalidad de Négev y el Parque de Tecnologías Avanzadas de Gav-Yam Négev, a los que se suman decenas de empresas tecnológicas.
Estudiantes, ingenieros, investigadores y entrepreneurs caminan entre los áridos canteros con la infaltable irrigación a goteo y a lo largo del impactante puente blanco construido en forma de doble hélice que une la universidad con el Parque Gav-Yam. Son algunos de los mejores talentos del país, que conviven en unos pocos metros cuadrados en esta ciudad, ubicada a unos 100 kilómetros de Tel Aviv. Lo que más impacta es la edad: más del 50% de los que trabajan en el polo tecnológico tienen menos de 35 años.
A solo 40 kilómetros de la frontera caliente con Gaza, donde hace apenas seis años no había más que arena, hoy se levanta un parque tecnológico de modernas oficinas en más de 200.000 metros cuadrados, con 10.000 empleados. Unos 2000 ingenieros e investigadores trabajan para las más de 70 empresas de tecnología ubicadas en el parque, que en los próximos dos años duplicará su tamaño.
“Este será uno de los grandes motores de crecimiento del país. Hay un perfecto alineamiento de intereses públicos y privados, un acuerdo entre la universidad, el gobierno, el sector privado y los militares”, dice Roy Zwebner, CEO del Parque Gav-Yam Négev. “Hemos convocado 70 empresas en cuatro años. Este movimiento hacia el desierto es, para muchos, como el nuevo sionismo”.
En efecto, el desplazamiento del motor de crecimiento de Israel hacia el sur ha provocado una verdadera tormenta en el desierto. En las flamantes y vidriadas oficinas del complejo, un ejército de ingenieros y hackers trabaja día y noche. Son las mentes que van a defender el país en los próximos años.
Entre miles de otras cosas, desarrollan las herramientas para prevenir ataques terroristas, tanto en Israel como en cualquier otro lado del mundo, y combatir la creciente amenaza de piratas informáticos. Más que en ningún otro país, en Israel, que desde su nacimiento ha vivido en estado de guerra permanente, la seguridad es considerada clave para la supervivencia. Y las nuevas amenazas cibernéticas plantean un creciente y renovado desafío: son la cuarta frontera a defender, el nuevo campo de batalla. “Ahora, con un clic se puede poner de rodillas una nación”, advirtió el año pasado el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Así, la eterna preocupación por la defensa, sumada a su poderío tecnológico, ha convertido la ciberseguridad, un mercado que se estima moverá más de US$170.000 millones en todo el mundo para 2020, en una de las principales exportaciones de Israel.
Un poco más abajo del radar, sucede lo mismo con la capacidad ofensiva: una de las operaciones más célebres de los últimos años fue la denominada “Juegos Olímpicos”, con el virus Stuxnet, una ofensiva conjunta de Estados Unidos e Israel que logró frenar el programa nuclear de Irán.
Gav-Yam Negev, una empresa del gigante IDB Group, que desde 2014 está en manos de la argentina IRSA, liderada por Eduardo Elsztain, pasará así a la línea del frente en la lucha contra el ciberterrorismo. Se trata de la cristalización de un proyecto para “integrar la experiencia en ciberseguridad de los sectores privado, universitario, gubernamental y militar como no lo ha hecho ningún país”, en palabras de The Washington Post.
Esta transformación del desierto del Négev y Beersheva solo puede explicarse en un ecosistema de innovación que se ha convertido en la marca país de Israel.
Nueve años después del éxito del libro Start Up Nation, de Dan Senor y Saúl Singer, que explicó cómo es posible que Israel produzca más startups que Japón, China, Corea, la India, Canadá y Gran Bretaña, Avi Jorisch va un paso más allá en su libro “Tu innovarás: cómo el ingenio israelí está arreglando los problemas del mundo”. Según Jorisch, detrás del fenómeno hay una combinación de factores: el célebre chutzpah, el aporte cultural y étnico de los inmigrantes y el peso del servicio militar obligatorio. Todo eso, junto con una cuidadosa planificación central, explica la proliferación de empresas tecnológicas, que ha impulsado hasta 4,1% el PBI de Israel en 2017.
Las cifras son abrumadoras: el país (con una superficie equivalente a la de la provincia de Tucumán) gasta más que cualquier otro en innovación y desarrollo como porcentaje del PBI: 4,3%. Hay una startup cada 1800 habitantes, es decir, tienen una de las mayores concentraciones de innovadores del mundo. Es el tercero en número de compañías en el Nasdaq y está segundo a nivel mundial en inversión privada en empresas de ciberseguridad. “Israel es único: se erigió como una potencia en innovación porque la tierra nunca nos proporcionó agua, alimentos ni petróleo. Así es que tuvimos que innovar en agua, defensa y alimentos”, dice Chemi Peres, hijo del ex primer ministro Shimon Peres y director general del fondo Pitango. Y repite como mantra la visión de su padre: la paz se puede lograr a través de la innovación.
Pero el éxito de Israel como potencia innovadora y de tecnología no puede ser comprendido sin el rol del servicio militar, que es obligatorio tanto para los hombres (tres años) como para las mujeres (dos años). Este año el país celebra su 70º aniversario como la potencia militar hegemónica en Medio Oriente, pero sigue en estado de conflicto con sus vecinos: vive en alerta permanente.
En este contexto, el ejército se ha convertido en una increíble fábrica de talento e innovación para las empresas: capacita durante varios años a los israelíes y los prepara para el mercado comercial. “Del servicio militar sale al mercado o a la universidad un recurso humano casi único para startups o centros de investigación y desarrollo. Son jóvenes que no le temen al riesgo. Tienen experiencia y ven el fracaso no como un obstáculo, sino como una escalón hacia la próxima misión”, dice Roni Kaplan, director de Conexión Israel y vocero de las Fuerzas de Defensas Israelíes durante la guerra de Gaza.
En Gav-Yam, el rol de los militares es clave. El gobierno está invirtiendo miles de millones de dólares para transferir al sur varias unidades del ejército, especialmente las de elite de tecnología, entre ellas la célebre y ultra secreta Unidad 8200. Además, está construyendo una nueva sede para su unidad de ciberdefensa. En total, unos 20.000 soldados estarán desplegados en la zona en 2021.
Fue David Ben-Gurión, el padre del Estado de Israel, quien dijo que el futuro del país yace en el desierto del Négev: palabras proféticas en momentos en que esta ciudad parece ir en camino de convertirse en la Silicon Valley de Medio Oriente.
Un curioso récord caracteriza a Beersheva: es la ciudad que tiene más maestros de ajedrez per cápita del mundo, gracias a la inmigración rusa. Eso está a punto de cambiar. Pronto tendrá otro récord: el de la mayor cantidad de ingenieros en ciberseguridad.
Ubicación
Desierto del Négev
Población
250.000
Parque Tecnológico
70 empresas
Empleados
10.000
Ingenieros
2000
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