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domingo 22 de diciembre de 2024

Injusticia rápida: El caso de Tommy Robinson

Enlace Judío México.- La primera vez que pisé Londres, cuando era veinteañero, me dio un subidón de adrenalina que me duró toda la semana de mi visita. Nunca, en los años anteriores, ningún otro lugar me había causado tal impacto; ni París, ni Roma. Sí, Roma era la cuna de la civilización, y París el foco de la cultura occidental, pero Gran Bretaña era el lugar donde habían tomado plena forma los valores de la angloesfera, sobre todo, había una dedicación a la libertad. Sin Gran Bretaña, no habría habido Declaración de Independencia, Constitución o Carta de Derechos en EE.UU.

BRUCE BAWER

En los últimos años, por desgracia, Gran Bretaña se ha desviado de su compromiso con la libertad. Los críticos extranjeros del islam, como el académico estadounidense Robert Spencer y, durante algún tiempo, incluso el diputado holandés Geert Wilders, fueron vetados en el país. Ahora, a al menos un destacado crítico del islam nacido en el país, Tommy Robinson, lo ha atosigado la policía varias veces, lo han obligado a comparecer en los tribunales y los funcionarios de prisiones lo han desprotegido, permitiendo que otros presos musulmanes le propinaran una brutal paliza. Sin duda, las autoridades ven a Robinson como una fuente de problemas y nada les gustaría más que éste renunciara a su lucha, abandonara el país (como Ayaan Hirsi Ali abandonó los Países Bajos) o que lo mataran los yihadistas (como le ocurrió al cineasta holandés Theo van Gogh).

El viernes, como informó aquí un periodista, se abrió un nuevo capítulo en la saga de Tommy Robinson. Unos policías lo sacaron de una calle en Leeds, donde, haciendo su labor de periodista ciudadano, estaba emitiendo en directo un vídeo por Facebook a las puertas de un tribunal. En su interior, varios acusados estaban siendo juzgados por pertenecer presuntamente a una “banda de abusadores sexuales”; un grupo de hombres, casi todos musulmanes, que han violado sistemáticamente a menores no musulmanes, en algunos casos a cientos, durante un periodo de años o décadas. Unos diez mil espectadores de Facebook de todo el mundo pudieron ver la detención de Robinson en directo.

La policía llevó rápidamente a Robinson ante el juez, donde, sin poder tener acceso a su propio abogado, fue juzgado sumariamente y sentenciado a pasar trece años entre rejas. Después fue trasladado al centro penitenciario de Hull.

Mientras, el juez que lo sentenciaba también ordenó a los medios británicos que no informaran sobre el caso. Los periódicos que ya habían publicado noticias sobre su arresto las eliminaron rápidamente. Incluso ciudadanos de a pie que habían escrito sobre la detención en las redes sociales eliminaron sus publicaciones, por temor a correr la misma suerte que Robinson. Todo esto ocurrió el mismo día.

Un tribunal irregular, después una orden mordaza. En Reino Unido, donde los violadores disfrutan del derecho a un juicio justo y completo, del derecho a elegir representante legal, del derecho a tener suficiente tiempo para preparar sus casos, y del derecho a irse a casa bajo fianza entre las sesiones de su juicio. Sin embargo, a Tommy Robinson no se le ofrecieron ninguno de esos derechos.

La rapidez con la que se le impartió injusticia a Robinson es impresionante. No, más que eso: es aterradora. En varias ocasiones durante años, he estado sometido personalmente a la amenaza inmediata de la violencia islámica. Un joven de una pandilla de delincuentes me clavó un cuchillo, me he visto acorralado por una multitud de hombres beligerantes, vestidos con chilabas, delante de una mezquita radical. Pero eso no da miedo. Lo que sí da miedo es esto: esta total vulneración de las libertades básicas británicas.

Desde cierto punto de vista, sin duda, la detención y el juicio a la velocidad de la luz de Robinson no debería resultar sorprendente. “Ha habido una campaña para ‘ir a por Tommy’, o algo que se parece mucho a eso”, me dijo una fuente en el Reino Unido, a la que llamaré “L”, el sábado por la mañana.

La aparente justificación para la detención de Robinson es que se había dictado una sentencia suspendida contra él. En mayo del año pasado, fue retenido en custodia cuando informaba desde delante de un tribunal en Kent, donde otro grupo de acusados musulmanes estaban siendo juzgados, también por acoso sexual. El arresto fue también injustificado. Pero, al menos, dictaron una sentencia suspendida. Esta vez, presumiblemente, se determinó que el simple acto de reportar, otra vez, desde el exterior de un tribunal suponía una vulneración de las cláusulas de su sentencia suspendida.

Aquí el cinismo oficial es evidente. L dijo algo crucial: que, a menudo, cuando se están celebrando estos juicios a “pandillas de delincuentes” los familiares lejanos y los amigos de los acusados se quedan fuera del juzgado y “hostigan e intimidan” a las víctimas de las violaciones y a sus familiares y defensores. “Me han llegado informaciones de niños de tan sólo cinco años que tiran piedras a las familias de las víctimas”, dijo L.

En esta intimidación que llevan a cabo los grupos de la comunidad también se dedican a ir por las casas hostigando a la gente“. Ella incluso ha oído hablar a testigos de cargo que han necesitado protección policial para ir al baño dentro de un juzgado. Ni que decir tiene, este hostigamiento y acoso rara vez se reporta y casi nunca se castiga.

Un aspecto potencialmente positivo de este desagradable giro de los acontecimientos es que llamará la atención sobre algo que debería haberse señalado hace mucho tiempo. L dijo que muchos de sus contactos de Twitter “estaban tuiteando que no necesariamente están a favor de Tommy en general, pero les entristecía que alguien que estaba reportando estos delitos [de abuso] fuese detenido”. Algunos de sus conocidos, dijo, “están impresionados y desolados”. El sábado, miles de personas se manifestaron en Westminster en apoyo de Robinson. ¿Pero cambiarán algo esas protestas públicas? Un ex policía británico reaccionó al encarcelamiento de Robinson con un vídeo en el que urgía a sus compatriotas a no sólo marchar o manifestarse, sino a unirse al partido Por Gran Bretaña de Ann Marie Waters y hacer por la libertad de expresión en Gran Bretaña lo que el UKIP hizo por sacar a Gran Bretaña de la UE.

L tenía más información interesante. Aunque se está castigando a Robinson por llamar la atención sobre las bandas de violadores musulmanes, la Sikh Awareness Society, que también informó de estos juicios sobre “abusos”, está sola. “Son un regalo del cielo —dijo L— porque no se andan con chiquitas, pero no parece que sufran las intimidaciones que sufren personas como Tommy”. Por supuesto, la policía británica no se atrevería a detener a un barbudo con turbante. L también habló de un imán que había sido detenido hace poco, al que la policía dejó marchar “después de que un numeroso grupo exigiera su puesta en libertad”. Al menos un policía reconoció que el imán había sido liberado porque de lo contrario “habrían tenido que enfrentarse a disturbios por todo el país”. L resumió así el actual modo de proceder de las autoridades británicas sobre el problema islámico: “Han perdido el control… y simplemente están yendo a por quienes creen que les armará menos jaleo. El abusón de la clase ha amedrentado al profesor para que castigue a los niños que sufren el maltrato”.

Uno asume que los funcionarios creen que perpetrar este tipo de injusticia traerá de algún modo la paz. Si yo fuese uno de ellos, no estaría tan seguro.

La gente que había en esa manifestación del sábado en Westminster estaba enfadada. ¿Cuántos otros ciudadanos británicos comparten su enfado? L expresó su preocupación por que este verano en Gran Bretaña pueda ser bastante intranquilo. Bueno, quizá todo esto sea para bien.

Por mi parte, no puedo entender por qué ni una sola persona destacada o poderosa en todo Reino Unido ha salido al frente para denunciar el maltrato de Tommy Robinson, y por lo tanto defender la libertad de expresión.

¿Es todo el establishment británico un hatajo de cobardes? Supongo que sabremos la respuesta a esa pregunta muy pronto, si no la sabemos ya.

 

 

Fuente: es.gatestoneinstitute.org

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