Enlace Judío México.- El anuncio de Donald Trump de deshacer lo firmado por Barack Obama creó un nuevo escenario para la teocracia persa.
GEORGE CHAYA
En los círculos políticos y académicos de Occidente, el discurso sobre la salida del presidente Donald Trump del acuerdo firmado con Irán por su antecesor, Barack Obama, se ha centrado exclusivamente sobre el tema nuclear. Sin embargo, tal percepción refleja un malentendido fundamental sobre el nuevo enfoque en las relaciones entre los EE.UU. e Irán.
El asunto ya no es solo el acuerdo en materia nuclear; el problema actual excede eso y tiene que ver con el tratamiento integral de una nueva estrategia para con Irán, considerándolo un estado revolucionario, algo que los EEUU desea hacer con el acompañamiento conjunto de sus aliados en la región.
El retiro de Washington del acuerdo es solo un elemento en la nueva estrategia integral de la administración Trump contra la Revolución Islámica de Irán con todos sus elementos: políticos, militares, económicos y regionales. La restitución por parte de los Washington de las sanciones económicas a Irán después de este retiro comprende el elemento económico en su lucha contra el régimen islámico. Esto llega junto con otros elementos de esta nueva estrategia estadounidense: los elementos políticos, militares y regionales.
Irán se enfrenta ahora a un escenario de condicionantes mucho más amplio en el que EE.UU. lidera la lucha política y económica contra el régimen. Al mismo tiempo que Israel, con el apoyo estadounidense, encabeza la lucha militar contra la expansión regional de Irán en Siria, y Arabia Saudita hace lo propio en el convulsionado terreno yemenita.
Sin embargo, Washington también afirma que no busca un cambio de régimen en Irán, sino solo “un cambio en el comportamiento de Irán”. El presidente Trump afirma que está listo para un nuevo acuerdo con el régimen iraní. No obstante, todos entienden que no existe ninguna posibilidad de cambiar el comportamiento iraní o de realizar cualquier nuevo acuerdo con el régimen. Por lo tanto, existe la necesidad de una nueva estrategia integral para tratar con ese régimen, según lo explicó el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo en sus declaraciones el 21 de mayo pasado.
El elemento central de la nueva estrategia estadounidense apunta a un principio fundamental: la deslegitimación del comportamiento de Irán. Este aspecto de la política de Washington respecto a Irán había sido totalmente erradicado por la administración Obama, que había otorgado al régimen iraní legitimidad ideológica y política.
El ex presidente Obama transformó al régimen iraní de un régimen deshonesto y excluido de la comunidad internacional desde su Revolución Islámica de 1979 en un régimen legítimo, un socio igualitario y un negociador confiable que fue aceptado por la comunidad internacional, Obama hizo que la palabra de los khomeinistas fuese creíble y favoreció la idea de que con ellos se podía celebrar y alcanzar acuerdos. En ese momento, bajo presión del ex presidente Obama, los países europeos adaptaron sus enfoques sobre Irán borrando su historial como Estado terrorista y violador de los derechos humanos.
En la nueva estrategia presentada por el secretario de Estado, Pompeo, los EE.UU. vuelven a adoptar una postura firme en su política para Oriente Medio y se esfuerzan por incorporar a los países europeos, pero en esta etapa los últimos se niegan a aceptarla. La negativa europea no se refiere únicamente a la cancelación del acuerdo, sino que es una negativa en el trato a Irán tal como de hecho lo tratan los EEUU, es decir, como un Estado terrorista que viola los derechos humanos, se expande violentamente en la región, amenaza a sus vecinos con misiles y otros medios militares y que continúa trabajando para obtener armas atómicas a pesar de la firma del acuerdo celebrado en su tiempo.
Europa ahora tiene otra visión del régimen iraní, y la revolución islámica, al igual que otros Estados considerados por los EE.UU. como totalitarios (Rusia y China) y abiertamente contrarios a los intereses de los EEUU y sus aliados en la región. Esta política europea tiene paralelos y antecedentes históricos claramente similares al enfoque de políticas europeas del siglo pasado, especialmente de los años del ascenso al poder de los fascismos que pavimentaron el camino a la Segunda Guerra Mundial.
Por otro lado, el liderazgo iraní muestra su respuesta a Washington negándose a dejar el acuerdo porque le sirve estratégicamente, y se aferra a Europa, cuya respuesta en esta etapa es apoyar a Irán y oponerse a los EE.UU. El liderazgo iraní muestra con ello una estrategia primaria y básica esperando que el aferrarse a Europa le permitirá adquirir protección frente a las estrategias estadounidenses a una confrontación total con Irán.
Aunque Europa ha declarado que se opone al desarrollo del programa de misiles balísticos por parte de Irán, así como también a su expansión regional, tales declaraciones son desdeñadas porque Europa no está dispuesta a presionar a Irán para que las detenga. Al contrario, incluso está tratando de elaborar un plan de ayuda para Irán en contra de las sanciones estadounidenses. Esto a pesar de que Irán ha declarado públicamente que en sus negociaciones actuales con Europa -luego de las declaraciones del Secretario de Estado Pompeo- no discutirá en lo absoluto sus misiles o su expansión regional, que dice necesitar, esgrimiendo motivos de profundidad estratégica.
Las declaraciones del Líder Supremo Ali Khamenei del pasado 23 de mayo, junto con declaraciones de otros altos funcionarios del régimen khomeinista, expresan la impotencia de Irán frente a las nuevas estrategias estadounidenses. Al establecer una serie de condiciones poco claras para Europa, condiciones que no puede cumplir, Khamenei permitió que el presidente Hasan Rohani y el canciller iraní Javad Zarif iniciaran negociaciones abiertas con Europa sobre estas condiciones, pero sin comprometerse a una retirada explícita del acuerdo y sin establecer una fecha de finalización. En relación con el tema de renovar el enriquecimiento de uranio, Khamenei se ha abstenido de emitir directrices concretas para hacerlo. El Líder Supremo ha dejado las cosas en el aire, mientras que por otro lado se refirió al enriquecimiento de uranio como un “derecho adquirido por Irán”.
En estos días, en que Irán muestra las escasas cartas que dispone para responder a las nuevas políticas estadounidenses, el régimen se vio obligado -en contra de su voluntad- a aprobar las recomendaciones de los proyectos de leyes reguladoras del GAFI para el combate del lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Este hecho, que claramente perjudicara al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) era impensado un año atrás y muestra una preocupación nunca antes vista en el régimen frente a las implicancias de las políticas norteamericanas, y es que esas medidas, fueron aprobadas nada menos que por el Líder Supremo Ali Khamenei y por el Majlis (Parlamento) iraní.
Fuente:infobae.com
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