Turquía y el genocidio armenio: sigue la represión

Enlace Judío México.- El acto conmemorativo del genocidio armenio que –como todos los años desde 2005– la delegación estambulita de la Asociación por los Derechos Humanos de Turquía (IHD) y el European Grassroots Antiracist Movement (EGAM) tenían previsto celebrar el 24 de abril fue impedido por la Policía, que confiscó carteles y pancartas sobre el genocidio y comprobó si los participantes estaban fichados. Tres activistas por los derechos humanos fueron detenidos y posteriormente puestos en libertad.

UZAY BULUT

En una entrevista exclusiva con Gatestone, Ayşe Günaysu, activista del Comité contra el Racismo y la Discriminación de IHD, declaró: “De camino a la comisaría, los detenidos fueron obligados a escuchar canciones racistas con palabras hostiles hacia los armenios”.

Ese acto anual conmemora la persecución, encarcelamiento y posterior matanza de más de doscientos intelectuales y líderes de la comunidad armenia de Estambul por orden de las autoridades otomanas, así como el desencadenamiento del genocidio armenio. Las víctimas fueron conducidas a prisión, un edificio que hoy alberga el Museo de Arte Islámico Turco, y posteriormente a la estación ferroviaria de Haydarpaşa, desde donde fueron trasladadas a Anatolia para su exterminio. Al habla Günaysu:

En nuestras conmemoraciones mostramos los escenarios del crimen (…) Leemos en voz alta y recordamos los nombres de las más de 2.000 ciudades y aldeas armenias destruidas durante el genocidio. Escribimos sus nombres y los exponemos en tablones. Así que no sólo conmemoramos las muertes, también intentamos dar a conocer la verdad sobre el genocidio al pueblo de Turquía.

IHD viene concentrándose por tal motivo en la estación de Haydarpaşa desde 2010. Este año se preveía celebrar el acto en la plaza de Sultanahmet. De nuevo Günaysu:

No pedimos permiso a la oficina del gobernador de Estambul para conmemorar el genocidio. Simplemente les llamamos por teléfono y les informamos de la hora y el lugar del acto. Nuestras pancartas decían “¡Genocidio! ¡Reconocimiento! ¡Petición de perdón! ¡Compensación!”, en inglés y turco. La Policía nos dijo que podíamos celebrar el acto con la condición de que no usáramos la palabra ‘genocidio’. Pero dijimos que no podíamos censurarnos y nos reunimos en la plaza de Sultanahmet para recordar a las víctimas. También habíamos preparado una nota de prensa, pero no pudimos leerla ni distribuirla. La Policía también nos confiscó los carteles y las fotos de los intelectuales armenios detenidos el 24 de abril de 1915.

En la nota de prensa de IHD cuya distribución impidió la Policía se decía:

En el origen de todos los males de este país se halla el genocidio cometido contra los pueblos cristianos de Asia Menor y el norte de Mesopotamia, contra los armenios, los asirios y los griegos.

Ahora, nos inclinamos con respeto ante la memoria de las víctimas armenias, asirias/siríacas y griegas del genocidio. Y nosotros, descendientes de los perpetradores del genocidio, reiteramos nuestro sentimiento de vergüenza por no ser capaces de impedir la continuación del mismo mediante su negación y las sucesivas olas de destrucción a lo largo de las distintas generaciones.

Lamentablemente, la agresión turca contra los armenios continúa. El 28 de diciembre de 2012, una armenia de 85 años llamada Maritsa Küçük recibió una paliza y fue asesinada a puñaladas en su casa en el barrio de Samatya, una de las mayores comunidades armenias de Estambul. Günaysu:

Durante la intervención policial y las detenciones por la conmemoración del genocidio en Sultanahmet, la hija de Küçük, Baydzar Midilli, gritó: “Mi madre es una víctima del genocidio, ¡¿y seguís diciendo que no hay genocidio?!”. Cuando los agentes se dirigieron hacia ella, aparentemente para detenerla por protestar, Eren Keskin, abogado pro derechos humanos, los detuvo y les dijo que su madre había sido asesinada por ser armenia. Entonces, un jefe de policía evitó la detención.

El 24 de abril de 2011 –96º aniversario del genocidio–, Sevag Balıkçı, un armenio que estaba realizando el servicio militar obligatorio, fue asesinado a tiros por un nacionalista turco. Su asesino aún no ha sido llevado ante la Justicia. En la conmemoración del mes pasado, siete años después de su asesinato, los familiares y amigos de Balıkçı se reunieron junto a su tumba para rendirle homenaje. Según Günaysu, los agentes dijeron a los congregados que no tenían permiso para decir la palabra genocidio en sus discursos:

Había muchos policías armados en el cementerio. La Policía estuvo a punto de intervenir cuando la gente rezaba. Dos activistas pidieron a la Policía que respetara las oraciones y el luto. Por fortuna, los agentes atendieron la petición y se apartaron un poco.

El genocidio cristiano en la Turquía otomana se prolongó por espacio de diez años, desde 1913 hasta 1923, y tuvo por objetivo a armenios, griegos, asirios y otros cristianos. El resultado fue la aniquilación de alrededor de tres millones de personas. Aunque ha pasado un siglo, sigue siendo una herida abierta para las víctimas y sus descendientes. El periódico digital Artı Gerçek informó hace poco de que aún se podían ver huesos de víctimas en un lago del este del país.

Los lugareños llamaron al lago Gvalé Arminu (el “lago armenio”) tras la matanza de un millar de hombres, mujeres y niños que tuvo lugar allí hace 103 años. Según el reportaje, sólo dos niños, a los que habían escondido los vecinos, sobrevivieron. Ni siquiera los huesos que aparecen cuando se seca el lago en verano han provocado una investigación del Gobierno, que sigue negando el genocidio y trata de silenciar agresivamente a quienes intentan hablar de él.

El 24 de abril, la gubernamental Agencia Anadolu (AA) publicó una noticia titulada “La industria del genocidio, fuente de ingresos de los grupos de presión armenios” y en la cual se afirmaba que la diáspora y la República armenias hacen falsas acusaciones sobre “la mentira del genocidio armenio” para lucrarse. El mismo día, la AA publicó esta otra información: “Los turcos recuerdan cómo escaparon de la opresión armenia”. Según el mito turco, fueron en realidad los “traicioneros” armenios quienes persiguieron a los turcos, que no hicieron sino actuar en defensa propia para librarse de esos asesinos. Una afirmación muy extendida es: “Se lo merecían”.

Las mentiras y la propaganda del Estado, que hace a las víctimas responsables de su aniquilación, es lo que facilita la persecución de los armenios que quedan en el país, que comprende también la conversión de sus iglesias en mezquitas y las excavaciones en tumbas y templos armenios por cazatesoros.

El Gobierno turco debe parar.

 

Fuente: es.gatestoneinstitute.org

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