Enlace Judío México.- “Cuando me despierto me siento feliz. He pasado toda la noche en el campo [de concentración] y la alegría llega cuando me levanto por la mañana y veo que no estoy allí”.
La vida de José Marfil Peralta quedó para siempre marcada por la Guerra Civil, por la Batalla de Dunquerque y, especialmente, por Mauthausen, en plena Segunda Guerra Mundial. Allí fue el prisionero 3787, tal y como refleja la marca con la que fue señalado tras ingresar en el siniestro enclave nazi, lugar en el que permaneció cautivo durante más de cuatro años hasta su liberación por las tropas estadounidenses en 1945. Nacido en Rincón de la Victoria (Málaga) el 9 de febrero de 1921, a sus 97 años dijo adiós el pasado jueves 7 de junio en Perpiñán, localidad francesa en donde vivió exiliado y en la que ahora yacen sus cenizas.Su vida siempre estuvo marcada por la guerra. Combatiente en la Guerra Civil por los republicanos, el triunfo del bando franquista motivó su exilio a Francia con su familia.
Fue allí donde, años después, formó parte de una de las seis Compañías de Trabajadores Españoles (CTE) del Ejército galo, compuestas por 1.500 compatriotas -entre quienes también se encontraba su padre, José Marfil Escalona- que acabaron luchando en Dunkerque junto a 225.000 británicos y 100.000 franceses contra las tropas nazis. Sin embargo, las cosas se torcieron y el ejército de Hitler acabó asediando el lugar, lo que unido a la negativa de los soldados británicos a dejar embarcar a los españoles convirtió la zona en una trampa mortal.El 4 de junio de 1940 miles de aliados supervivientes fueron capturados por las tropas alemanas. José Marfil Escalona fue subido a un camión que le deportó al campo de concentración de Mauthausen (Austria), en donde llegó el 6 de agosto y, veinte días después, se convirtió en el primer español en morir en un lugar en el que fueron asesinados unos 5,000 compatriotas durante un lustro.
Pero su hijo, José Marfil Peralta, corrió distinta suerte. Trasladado al campo de prisioneros polaco de Sagan junto a 750 españoles, mantuvo su estatus de ‘prisionero de guerra’ gracias a sus dotes como carpintero, si bien una petición del régimen franquista a sus aliados alemanes revocó tal condición, lo que hizo que su destino fuese Mauthausen, el 25 de enero de 1941.Allí, Marfil descubrió el fatal destino de su padre y basó en correr sus posibilidades de supervivencia. Pese a enfermar con la sarna y ser enviado a Gusen, un subcampo a cinco kilómetros de Mauthausen conocido como ‘El Matadero’, logró regresar al campo de concentración, en donde fue liberado el 5 de mayo de 1945 por el ejército estadounidense cuando se encontraba en condiciones límites.Exiliado desde entonces en Perpiñán, José Marfil se convirtió en viva voz de la barbarie nazi, dando constancia de su testimonio en el libro ‘Yo sobreviví al infierno nazi’.
Obstinado en recordar esa cruenta realidad que le tocó vivir, regresó a su pueblo natal, Rincón de la Victoria, en 2010, en donde fue homenajeado con una rotonda que lleva su nombre. Asimismo, se iniciaron los trámites para nombrarle ‘hijo predilecto de la localidad’, paralizada por el PP al tomar el control del municipio fruto de una moción de censura. Incinerado en Francia, se apagó uno de los últimos testimonios españoles de uno los episodios más oscuros de la humanidad.
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