(JTA) – Cuando las antiguas sinagogas se están convirtiendo en puntos de moda, los defensores alaban la preservación histórica mientras que los críticos condenan la falta de respeto
Cnaan Liphshiz/Traducción: Silvia Schnessel
Robert Sajtlava recuerda haber jugado de niño cerca de lo que solía ser la sinagoga ortodoxa de su ciudad natal.
Una estructura rectangular con una fachada engañosamente poco impresionante, su techo adornado y paredes interiores sufrieron grandes daños por las precipitaciones que se filtraban a través del techo y, ocasionalmente, por intrusos que entraban por la desvencijada valla.
“Era una ruina“, dijo Sajtlava, un profesional de la restauración de 28 años, que no es judío.
Desde 2016, sin embargo, Sajtlava acude a ese edificio todos los días como gerente del Synagogue Cafe, un elegante establecimiento que un contratista local abrió ese año en el espacio de la antigua sinagoga. El lanzamiento siguió a un complicado y costoso proyecto de renovación que retuvo y conservó gran parte de lo que quedaba de la estructura de 187 años de antigüedad.
En un desarrollo reciente y controvertido en Europa del Este, las antiguas casas de culto judías que quedaron abandonadas después del Holocausto fueron renovadas con fines comerciales por contratistas que capitalizan su historia judía y la incorporan a una marca.
Los críticos ven a las empresas como una apropiación cultural explotadora de una tragedia. Los defensores sostienen que refleja respeto y nostalgia por los judíos, además de proporcionar un vehículo para al menos preservar algunos sitios patrimoniales.
La tendencia es especialmente visible en la última década con la comercialización de varias antiguas sinagogas y lugares de culto. En 2013, Chewra Thilim de Cracovia se convirtió en discoteca y, en 2016, en el bar Hevre, cuyo diseño interior destaca su pasado judío.
En 2012, Varsovia vio la apertura de Mykwa Bar, un establecimiento de bebidas con un piso translúcido sobre lo que solía ser una mikve, o baño ritual.
Ocurre también en Europa occidental: una sinagoga de 207 años de antigüedad en la ciudad de Deventer, en el este de los Países Bajos, está en proceso de convertirse en un restaurante cuyo diseño hará referencia a su función anterior, según los nuevos propietarios.
En el Synagogue Cafe, clientes yuppies beben caros cappuccinos en las mesas alineadas con una plataforma a la que los fieles subían para abrir el arca de madera de la Torá.
Flanqueado por columnas de mármol que los renovadores trajeron para reemplazar las que fueron saqueadas hace décadas, el arca se eleva sobre los clientes, con sus relieves de las tablas de los Diez Mandamientos en hebreo y la palabra Jehová.
En lo alto, lo que solía ser la sección femenina ahora es una segunda barra, complementando la que está cerca de la entrada principal y la fachada, con su Estrella de David encerrada dentro de una ventana redonda. Los renovadores acabaron con la entrada independiente que una vez llevaba al piso superior de acuerdo con los requisitos ortodoxos para la separación de sexos. Pero mantuvieron las escaleras de piedra originales, que ahora conducen desde la entrada principal del café, con capacidad para 80 clientes.
Incluso la caja de recolección, con la palabra hebrea caridad estampada sobre su ranura, se ha mantenido intacta.
Europa tenía unas 17,000 sinagogas antes de la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la investigación pionera publicada este año por la Fundación para el Patrimonio Judío con sede en Londres. Pero la fundación ha podido localizar en todo el continente solo 3,318 estructuras que se sabe que funcionaron como sinagogas, y solo 762 se usan como tales hoy en día.
Algunas de las estructuras mapeadas por la fundación, especialmente en los antiguos países comunistas, se han convertido en hogares residenciales; un ejemplo notable es la shul de Rusne en el oeste de Lituania. Otros, como la sinagoga Krośniewice en el centro de Polonia, se convirtieron en funerarias. Poznan en el oeste del país incluso tiene una piscina que solía ser una sinagoga. En muchos casos, las comunidades judías vendieron los edificios o recibieron una compensación por ellos. En otros, las comunidades judías aún son propietarias de los antiguos shuls y los están alquilando a terceros.
Pero estas conversiones difieren de proyectos como el Synagogue Cafe y el Mykwa Bar, ya que casi ninguno de ellos presenta un esfuerzo consciente por conmemorar el pasado judío del edificio, y mucho menos capitalizarlo.
Al igual que con establecimientos similares en la región, la escena en el Synagogue Cafe atrae reacciones mixtas de los judíos.
“Sin duda es una experiencia discordante con emociones encontradas“, dice en Facebook Meir Davidson, un turista israelí del área de Tel Aviv que por casualidad encontró el café un viernes por la tarde en febrero. “Quiero decir, no fue que la comunidad judía local empacó y se fue“.
Trnava, una ciudad de 65,000 con tantas iglesias a la que a veces se llama “la Roma de Eslovaquia”, contaba con una comunidad judía de unos 3,000 antes del Holocausto. Unos 2.500 fueron deportados a Auschwitz, dejando una congregación de solo 100 en la década de 1960.
Incluso los sobrevivientes se fueron gradualmente, dejando sin uso la Sinagoga Ortodoxa y la vecina sinagoga Status Quo. Esta última fue reabierta en 2016 después de renovaciones y ahora funciona como galería de arte y sala de conciertos con un espacio conmemorativo.
Pero el destino trágico de los feligreses no se menciona en ningún lugar del Synagogue Café.
La publicación de Davidson en hebreo en Facebook provocó un torrente de reacciones indignadas.
“Deshonroso“, escribió Shani Luvaton de Jerusalén. “Nunca lo harían en una iglesia o mezquita“. Quitar los motivos judíos habría sido “en realidad menos chocante. Esta mezcla de espresso, pastel de queso y Arca de la Torá no funciona“.
Algunos señalaron que Israel y Estados Unidos tienen su buena parte de sinagogas abandonadas o desaparecidas que se han convertido en otra cosa. La antigua sinagoga de Ansche Chesed en el Lower East Side de Nueva York es ahora un centro de arte. La sinagoga Beth Abraham en Auburn, Maine, se vendió el año pasado a un desarrollador para convertirla en apartamentos.
Pero Sara Ben Michael de Haifa se opuso a la comparación.
“Chocante“, publicó en Facebook. “Los judíos no abandonaron esta sinagoga. Fueron enviados a campos de concentración y exterminados“.
La sombra del Holocausto y la ausencia de un reconocimiento completo e informado del genocidio se encuentran en el corazón de la resistencia al fenómeno, dijo Richard Schofield, un artista británico residente en Lituania. Él publicará este año un libro titulado “Back to Shul”, con fotografías de casi 100 antiguas sinagogas que realizó en agosto pasado.
“El asesinato de la gente que solían frecuentar el shul, la destrucción de sus comunidades centenarias, crea una actitud y una realidad diferentes“, dijo.
En este contexto, dijo Schofield, “es difícil mantener una actitud racional“. Y sin embargo, tiende a apoyar proyectos que resultan en la preservación de las sinagogas en desuso y en descomposición que de otro modo serían destruidas, aunque se haga con fines de lucro.
De los 2.556 edificios que solían ser sinagogas en Europa pero que ya no funcionan como tales, al menos un tercio se encuentran en una condición que va de mala a insalvable. Entre las sinagogas que funcionan, menos del 10 por ciento están en tan malas condiciones.
Sajtlava, el gerente del Synagogue Cafe, argumenta que la decisión de renovar la sinagoga y retener parte de su herencia judía proviene de un sentido de compromiso.
“Habría sido mucho más fácil y más barato para mi jefe encontrar un edificio agradable diferente, que no estuviera en ruinas ni incluido en la lista de preservación como este, y abrir un hermoso café en él“, dijo.
Pero su empleador, Simon Stefunko, en su lugar gastó millones de dólares en una renovación que llevó años en completarse, “para que algo quede de la comunidad judía aquí. Creo que es hermosa“.
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