ENLACE JUDÍO :-Conoce la historia de la reina que murió devorada por los perros salvajes cuando sus sirvientes la tiraron por una ventana.
P HUERGO CASO: En el texto hebreo original del Libro de Los Reyes, Izebel era una princesa de Tiro, que en hebreo es Tzur: cananeos ( que luego los griegos llamarán Fenicios, “los de lo rojo, en relación a su internacional industria del tinte púrpura a partir del interior de ciertas caracolas mediterráneas).
Jezebel -que parece un nombre formado a partir de “zebel”, basura) era hija del rey de Tiro, Itobaal I, que reinó entre el 878 y el 849 antes de la era común; su sarcófago se exhibe en el Museo Nacional de Beirut.
Desconocemos todo de ella hasta que se casa con el Rey Ajab, hijo de Omrí, que reinó sobre el reino de Israel, o del norte, después de que el Reino Unido -de David, primero, y de Salomón, después- acabara por ser dividido en dos: al norte, Israel, con capital en Samaria, y al sur, Judea, con capital en Jerusalén. Ajab reinó entre el 871 y 852 a.e.c. Los Libros de los Reyes, en el Tana´j, al hablar de él se centran más en su relación con el profeta Elías que con la política de su reino, pero llegó a detener el avance de los asirios en alguna ocasión. Al casar a su hijo Yehoram con la reina Atalía , hija de Yosafat de Judea, afianzó las alianzas ente el reino del norte y el del sur; al casarse con la hija de Itobaal, las afianzó con los cananeos de la costa. Todo para estar pertrechado ante su enemigo, el rey de Damasco.
Jezabel dejó el mundo cananeo de Tiro pero se llevó consigo sus dioses -sus pequeños ídolos paganos- haciendo que su marido permitiera de forma legal en Israel el culto a El, a Ba´al y a Astarté; según los monoteístas hebreos de Judea, este paganismo politeísta lleva a la corrupción y el vicio, y hace degenerar el poder real en absolutismo tiránico.
Ante semejante situación se alzó la voz terrible de Elías el profeta, el único que se atrevió a señalar con su dedo acusador el mal que provenía de aquella reina cananea que provocaba la ira de Adonai. Elías se convirtió para ella en su principal enemigo, en su más complejo escollo, y tanto es así que juró darle muerte , por lo cual Elías tuvo que irse por sí mismo al exilio. Fue entonces cuando persiguió también a los otros profetas de aquel tiempo, ordenando asesinarles. Sólo Elías quedó con vida, escondido en su voluntario destierro.
Otro asunto que fue motivo de acrecentar las diferencias entre la reina y el profeta fue el episodio de las viñas de Nabot, el del valle de Jezrael. (Ser propietario de viñedos, en aquella época, era ser muy rico, y aún más si eras propietario de olivares) Ajab codiciaba las viñas de Nabot; le propuso darle una mejor tierra si le daba en propiedad aquellos viñedos que rodeaban el palacio real. Nabot fue muy sincero: “Dios no permita que destruya la herencia de mis antepasados dándotela a ti.” Jezabel, que no comprendía cómo su esposo -aun siendo rey- estaba triste por no poder tener esos terrenos, decidió actuar por cuenta propia: envió una misiva al regente de la ciudad en que vivía Nebot solicitando dos testigos falsos que atestiguaran que Nabot había insultado tanto al rey como a Dios. Y el castigo a esa osadía era la ejecución.
Elías, por mandadto divino, fue enviado al rey Ajab para comunicarle la siguiente profecía: “Donde los perros lamieron la sangre de Nabot, habrá más perros y mñas sangre, porque asesinaste y heredaste.” Pero Ajab se arrepintió de todo y Elías dijo que la profecía a él no le atañerá. De hecho , Ajab pereció en combate contra el rey de Damasco. Le sucedió su hijo, Ocozías, pero quien en realidad mandaba era ella, y cuando éste muere en batalla, lo mismo con su otro hijo, Yehorám, el que se había casado con Atalía de Judea.
Pero a Elías le sucedió Eliseo, que designó como nuevo monarca a Yehú. Su entronización provocó una rebelión que terminó con las alianzas cananeas y judaítas, pero también con el inapropiado culto pagano de los dioses paganos y todos los miembros de la Casa de Omrí. Cuando se enfrenta a la reina Jezabel conmina a sus eunucos que la lancen por la ventana. Y allí, abandonado su cadáver a la intemperie, los perros salvajes devoraron su cuerpo , excepto el cráneo y las manos, que de tan manchados de mal estaban que ni los perros quisieron comerlo.
No obstane, Yehú ordenó enterrarla como reina que fuera.
En el 740 a.e.c., cien años después de estos hechos, el Reino de Israel, o del norte, sucumbió a los asirios, llevándose a los israelitas al Cautiverio de Nínive.
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