La judía Raquel y el rey de Castilla

ENLACE JUDÍO MÉXICO: -Historia que Alfonso X El Sabio dejó por escrita, contando los amores y consecuencias de su bisabuelo, Alfonso VIII y su hermosa amante judía, Raquel.


La Península Ibérica, en el S XII d.e.c. , había sido divida entre Castilla y Portugal por el Tratado de Zamora -Alfonso I de Portugal y Alfonso VII, Emperador de Todas las Hispanias, que reinaba desde la antigua capital visigoda de Toledo.   Además, seguía el curso de lo que llamamos Reconquista. Alfonso VII casó con Berenguela de Barcelona, y de ahí nació el rey Sancho III, que sólo reinó durante un año, falleciendo en Toledo el 31 de agosto de 1158. Fue sucedido por su hijo, de tres años de edad, que reinó con el nombre de Alfonos VIII.

A los 13 años fue proclamado rey y , al año siguiente, lo casaron en Tarazona con Leonor de Plantagenet,   princesa inglesa, hija de Enrique II y Leonor de Aquitania. Por este matrimonio él se convertía en cuñado de Ricardo Corazón de León, que batallaba en La Cruzada en Tierra Santa; ella, por la misma razón matrimonial, se convertía en dueña y Señora  de media Castilla. Pero ella nunca tendría el corazón de Alfonso.

El rey estaba ocupadísimo en su mundo guerrero, reconquistando territorios y firmando fueros;  pero también se preocupó de la cultura: instauró el Studium Generale , en Palencia, génesis de lo que es hoy su universidad;  sin olvidar que en su corte abundaba la vida cultural internacional, ya que  su esposa Leonor permanecía rodeada de  trovadores y sabios en palacio. Su esposo permanecía poco en palacio, aunque sí lo suficiente  para concebir con ella diez hijos. Pero ella nunca tuvo el corazón de Alfonso.

Toledo, en esa época medieval,   tenía unos   20.ooo  telares de seda;  se vendía en un gran zoco donde también era muy preciada la forja de espadas , templadas en el Tajo en manos de los mudéjares. En la Plaza Mayor, junto a la catedral, estaba la Alcaná, donde los judíos , cambistas y prestamistas, se juntaban con los  panaderos, que vendían mazapán, mientras que  los orfebres hacían lo mismo con  su platería. Se calcula que un octavo de la población toledana era judía;  la mayor aljama de todas en esta época, pues el rey Alfonso VIII dispensaba gran socorro y otorgaba no menor privilegio a los hebreos.

Y todo porque el monarca, Alfonso VIII,  tenía una amante hebrea, conocida con el nombre  de Raquel la judía, Rajel La Fermosa. Pero se llamaba Rajel Bat Ezra. El rey se encerró con ella durante siete años en el castillo de La Galiana, también conocido como la Huerta del Rey.

La reina consorte se subía por las almenas;  y con mucha maña urdió entre nobles y clérigos una confabulación para poner fin a esos amores adúlteros que además tenían lugar con una mujer que ni siquiera era cristiana. Además del papa Inocencio, la jerarquía eclesiástica de la corte alfonsina protestaba porque,  tras los amores con Raquel,  algunos judíos medraban de forma inaudita:  Al-Fakkar , que era médico,   oficiaba como visir y embajador del rey, algo así como primer ministro y,  además,  ministro de exteriores; y por si fuera poco ,  llegó a ser además Rabino Mayor de Castilla. Sus familiares, viajaban con escolta real ;  tal amalgama de poder producía recelos.

Y Rajel es asesinada. Degollada.

Palacio de La Galiana

Alfonso VIII no recuperó relaciones con su esposa sino muchos años después. Había triunfado en la batalla de Alarcos, contra los almohades, pero dicen que su desprecio a la vida tras la desaparición de Raquel le hacían ir a la guerra con una valentía sobrenatural, como si quisiera morir más que ganar. Quizás por eso pasa a la historia como triunfador de la significativa batalla de Las Navas de Tolosa, freno total al avance musulmán.

Las relaciones entre Alfonso y Leonor se sellan construyendo el Convento de Las Huelgas , en Burgos, donde ambos yacen hasta el día de hoy en sendos sarcófagos. Alfonso VIII falleció del domingo 5 al lunes 6 de octubre de 1214. Ella el 31 de octubre del mismo mes y año.

Inocencio III , papa de Roma, no sólo detestaba el adulterio real sino que además le espantaba  que,  de dicho contubernio carnal,  surgieran tantos privilegios y prebendas para los judíos toledanos. No hay que olvidar que Alfonso morirá en 1214, un año antes del ominoso Concilio Letrán IV, que marcó el que los judíos tuvieran que señalar en sus indumentarias la pertenencia a la fe mosaica o se les prohibiera a los clérigos ayuntar con barraganas y tomar esposa (para quedarse la Iglesia con sus herencias)

El biznieto de Alfonso VIII, Alfonso X,  El Sabio, al escribir la Crónica General -de 1270- (aunque según su editor de  1906, Menéndez Pidal, hubo  hasta seis talleres en la  composición de la Estoria de España) contó la historia de amor de su bisabuelo. Y de aquí, de ese texto, surge una no pequeña tradición literaria que comienza con Lorenzo de Sepúlveda, poeta sevillano del S XVI, que cantaba en un romance popular :

A Toledo fue Alfonso
Con la reina joven y bella
Pero el amor lo cegó
Y se engañó por amor
Se prendó de una judía
cuyo nombre era Fermosa
Si, Fermosa se llamaba
Y la llamaban así con justicia
Y por ella olvidó él a su reina

Más tarde, en 1617, Lope de Vega,  siempre dado a la peripecia de capa, espada y faldas,  escribe  “La Judía de Toledo”.  Y en esta obra del Fénix  se inspiraron después otras glorias de la dramaturgia española : Mira de Amescua, “La desdichada Raquel”, 1635. Juan Bautista Diamante, “la judía de Toledo”, 1667. Vicente de la Huerta, “Raquel”, 1778, la preferida de los públicos románticos cuando en plena efervescencia del gusto afrancesado triunfa un drama netamente español y semítico en verso heroico.

De aquellos dramas exitosos , en  el S XIX el hispanista y  dramaturgo austriaco Franz Grillparzer hizo una versión que  estrenó en Praga en  1872.  Poco después, pero ya en el S XX, Lion Feuchtwanger, novelista alemán, y judío, también escribió en 1955 sobre Rajel,  La judía de Toledo (Die Jüdin von Toledo)  También en en prosa,  ya en nuestro tiempo, se ocupó de esta historia el judío gibraltareño, Abraham S. Marrache, novela presentada  en el Instituto  Cervantes de Londres,  en 2009.

 

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Pedro Huergo Caso: