Enlace Judío México.- La reciente noticia de que un general iraní acusó a Israel de robarse las nubes –y por eso la sequía en la nación persa– me mató de risa. Fue una penosa declaración ridícula que exhibe el nivel de la política del régimen de los Ayatolas. Pero me puso a pensar también en algo terrible y odioso: que Irán se puede dar el lujo de caer tan bajo en sus declaraciones, justo porque la humanidad lo ha solapado demasiado. Y eso no está bien.
IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Los equilibrios de poder en Medio Oriente han variado mucho en los últimos cinco años, principalmente gracias a la torpe política exterior de Barack Obama.
Las mayores transformaciones las podemos ver en las relaciones entre Israel y Arabia Saudita. Durante décadas, la política oficial saudí fue la misma que se determinó durante los años de auge del baasismo, concretamente inspirada por Gamal Abdel Nasser desde Egipto: el origen de todos los problemas en Medio Oriente es la existencia de Israel.
Esta irracional idea se estableció como tautología y verdad incuestionable en muchos ambientes políticos, sobre todo en Europa y en el ex-bloque soviético. Sus ecos todavía se resienten. En pleno siglo XXI, no falta algún despistado que afirme que “para que se resuelvan los conflictos en Medio Oriente es indispensable que se resuelva el conflicto palestino-israelí”, o incluso no falta quien diga verdaderas tonterías. Margot Wallstrom, la Canciller sueca, es de las que más gustan de decir ridiculeces, como eso de que los terroristas del Estado Islámico atacan Europa “porque están frustrados por las injusticias contra los palestinos”.
La famosa “primavera árabe” vino a darle un baño de realidad a todos estos ingenuos politiquillos anti-israelíes. Puso en evidencia que los países árabes tenían una gran cantidad de problemas internos, severos y complejos, que nada tenían que ver con la existencia de Israel o con el conflicto israelí-palestino.
Arabia Saudita, por su parte, ya reaccionó. Ya admitió como hecho inobjetable algo que de todos modos era evidente: que Israel nunca fue una amenaza para ningún país árabe. En sus 70 años de existencia, nunca amenazó ni atacó a nadie salvo en los casos en los que era una cuestión de defensa y sobrevivencia (como la Guerra de los Seis Días).
Poco a poco se ha hecho evidente que el problema es y seguirá siendo Irán.
El régimen de los Ayatolas es el único que mantiene una descarada política expansionista y colonialista. Sus deseos de imponer su control más allá de sus fronteras –como en Yemen– no son ocultos. Su obsesión por mantener su dominio en Siria y Líbano es evidente.
Irán es el país que más dinero ha invertido en guerras más allá de sus fronteras. Es quien más ha gastado en mantener y financiar grupos y operaciones terroristas en todo el mundo. Es el único país que ha repetido, incluso en la Asamblea General de la ONU, que otra nación –Israel– debe ser destruida. Es el responsable directo de que la Guerra Civil en Siria se haya extendido durante ya más de 7 años, y causado centenas de miles de muertos. Si los ayatolas no se hubieran obstinado en mantener a Bashar el Assad en el poder, esa guerra monstruosa habría acabado hace 4 o 5 años.
El resultado, por supuesto, ha sido contraproducente y desastroso para el propio Irán. Todo ese gasto excesivo lo ha hecho guiado por el fanatismo religioso, fórmula perfecta para perder el contacto con la realidad. Irán es un país en crisis económica, y su población cada vez es más explícita en el rechazo a la política de los ayatolas. Han llegado al extremo antes inimaginable de gritar “muerte a Palestina” en las calles, hartos de ver cómo el gobierno gasta mucho dinero en una causa que no les incumbe, salvo en el insano e irracional posicionamiento ideológico de que hay que intentar destruir a Israel.
Conforme se van viendo los efectos de la Primavera Árabe, y las consecuencias de la política exterior de Obama, se va haciendo más evidente la torpeza del ex-mandatario estadounidense.
Obama apostó por un equilibrio de poderes en Medio Oriente que pasaba, obligadamente, por fortalecer a Irán. En su lógica, ese era el modo de pacificar esa zona tan conflictiva durante tanto tiempo. Si Irán podía posicionarse en el mismo nivel de poder militar que Israel –con mucho, la mayor potencia local desde hace tiempo–, tal vez las cosas tenderían hacia un equilibrio similar al que hubo entre Estados Unidos durante la Guerra Fría, cuando se evitó una guerra nuclear gracias al miedo mutuo que se tenían las súper potencias.
Fue un fallo desastroso. Obama fue incapaz de entender que la única solución necesaria era aplastar a los ayatolas (algo que estaba en proceso gracias a las sanciones económicas que Obama se encargó de anular). Es lógico: si ellos son los que están causando los problemas, la solución era frenarlos e incluso eliminarlos.
Pero no. A Obama le ganó su clara tendencia anti-israelí. Sus emisarios hicieron todo lo posible por lograr la rendición incondicional de Israel, y lanzaron cualquier cantidad de campañas diplomáticas para encargarse de que el mundo condenara al Estado judío por no rendirse.
La de Obama era la lógica del antisemitismo europeo clásico: aniquilar a los judíos es una medida desagradable, pero es una buena solución.
¿Solución a qué? A un problema inventado, inexistente, presente sólo en las cabecitas de esas personas. El príncipe Mohamed ibn Salman lo tiene bien claro ahora, y entiende que Israel puede ser un magnífico socio para muchas cosas. No sólo para crear un frente común de defensa contra Irán.
El pragmatismo se está imponiendo en Medio Oriente, mientras Irán sigue su ruta hacia el colapso interno.
¿Qué es lo que se resolverá cuando el régimen iraní colapse?
En primer lugar, que el dinero que Irán malgasta en conflictos exteriores y por objetivos colonialistas podrá ser destinado a la sociedad iraní. Que buena falta le hace.
En segundo lugar, que se comenzará a implementar el verdadero final de la Guerra Civil en Siria y se detendrá el monstruoso baño de sangre que está sucediendo allí.
En tercer lugar, que el régimen de Bashar el Assad colapsará también y tendrá que dar paso a una verdadera oportunidad de reconstruir Siria. Será indispensable la ayuda y la supervisión internacional, pero sin el estorbo de un tirano como Assad, por primera vez en más de medio siglo los sirios tendrán la oportunidad de reconstruir su país y su economía.
En cuarto lugar, el grupo terrorista más poderoso, fanático y peligroso del mundo –Hezbolá– perderá su fuente de financiamiento y dejará de ser un riesgo para la estabilidad regional. En el mejor de los panoramas, llegará el momento en que quede desmantelado.
En quinto lugar y como consecuencia de lo anterior, Líbano será capaz de recuperar su soberanía y deshacerse de la nefasta influencia del chiísmo extremista.
En sexto lugar, las guerrillas chiítas en Yemen también quedarán sin soporte y se podrá buscar una solución política a los conflictos locales.
En séptimo lugar, el grupo terrorista Hamás perderá su principal fuente de apoyo y sólo tendrá dos opciones: renunciar a la violencia e iniciar una etapa de transición para convertirse en una fuerza exclusivamente política, o hundirse en su extremismo y perder el control de Gaza. En un caso extremo, podría incluso quedar desmantelado.
En octavo lugar, Irak se verá liberado de la influencia de Irán sobre su población chiíta y podrá concentrarse en un proyecto más razonable para continuar su reconstrucción como país.
Esa es apenas una lista compacta de todos los problemas en los que está involucrado Irán. Incluso, problemas que se generan o se complican por culpa directa de la política iraní.
¿Qué están intentando los ayatolas como alternativa para buscar una solución?
No parece que estén buscando algo inteligente. Por lo pronto, ante el severo problema de la sequía que está azotando buena parte del territorio iraní, sólo atinan a decir que Israel se roba las nubes.
La única buena noticia es que con semejante nivel de inteligencia, no pueden sobrevivir demasiado tiempo en el poder. Y eso es algo que van a celebrar mucho los iraníes, un pueblo con una historia y una cultura riquísima y fascinante.
Se merecen algo mejor.
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