Enlace Judío México.- Los palestinos jamás han puesto la vista en el plan del presidente estadounidense, Donald Trump, para la paz en Oriente Medio. Los palestinos no saben nada sobre el plan, que todavía no se ha hecho público.
BASSAM TAWIL
Sin embargo, esto no les ha impedido rechazarlo categóricamente, como hicieron en fechas recientes cuando los enviados estadounidenses para Oriente Medio, Jared Kushner y Jason Greenblatt, visitaron Israel y una serie de países árabes para discutirlo.
El plan de Trump ni siquiera está completado y, por tanto, no ha sido presentado oficialmente a ninguna de las partes del conflicto árabe-israelí. Kushner y Greenblatt han estado trabajando en él durante meses.
Los palestinos son los únicos que están boicoteando a la Administración estadounidense. En los últimos seis meses, los líderes de la Autoridad Palestina (AP) se han negado a tener el menor contacto con la Administración estadounidense, excepto, por supuesto, para recibir ayuda económica. El presidente de la AP, Mahmud Abás, y sus principales socios en Ramala no sólo se han negado a reunirse con cualquier miembro de la Administración estadounidense, también han llevado a cabo una campaña difamatoria de odio e incitación contra el presidente Trump y los altos representantes y funcionarios de EEUU.
La mayoría de los ataques palestinos tienen por objetivo a los asesores “judíos y sionistas” de Trump, como Kushner, Greenblatt y el embajador de EEUU en Israel, David Friedman.
En sus declaraciones, los palestinos no sólo expresan su rechazo al plan nonato, sino que lo tachan de “conspiración” concebida para acabar con los derechos de los palestinos. Los cabecillas de la AP andan afirmando que en realidad está dirigido a “dividir al pueblo palestino” mediante el establecimiento dos entidades separadas: una en la Margen Occidental y la otra en la Franja de Gaza.
La posición palestina respecto a este plan no desvelado de Trump se basa mayormente en rumores y especulaciones mediáticas. De hecho, los funcionarios palestinos han admitido que obtienen la mayor parte de la información de los medios.
Así que los palestinos han rechazado algo que no conocen. ¿Qué es, entonces, lo que les molesta del plan de Trump o de cualquier otra iniciativa por la paz? Los intentos de la Administración estadounidense de fijar reuniones con los líderes de la AP en Ramala han caído en saco roto. Los palestinos no han expresado el menor interés, aun cuando pudieran encontrar algo bueno al plan.
Los palestinos no quieren tener nada que ver con el plan de Trump porque saben que jamás satisfará sus demandas. No lo rechazan por tal o cual límite fronterizo o puesto de control, por un asentamiento aquí o allá o por el estatus de Jerusalén. Están en contra del plan de Trump –y de cualquier otra iniciativa para la paz– porque tienen otra cosa en mente.
La clase de paz que buscan no la podrá recoger iniciativa alguna. Y es que quieren una paz sin, no con, Israel. La razón por la que los palestinos tienen un problema con el plan de Trump es que lo ven como un obstáculo en su plan para acabar con Israel. Los palestinos saben que el plan de Trump no facilitará su misión de destruir Israel. De hecho, consideran cualquier plan que se les presente –por Trump o cualquier otra personalidad– un obstáculo que dificulta su empeño de librar la yihad (guerra santa) contra Israel y los judíos. No quieren tener que decir “no” a Trump; es más seguro eludir el asunto, postergarlo y ganar tiempo hasta que llegue una Administración estadounidense más amigable.
Cuando los palestinos denuncian que el plan de Trump es una “conspiración”, lo que quieren decir es que trata de desbaratar sus intentos de aniquilar Israel. Lo que los palestinos están diciendo es: “¿Quiénes son estos americanos para venir y sermonearnos sobre la paz con los judíos que viven aquí, cuando nuestro verdadero objetivo es expulsarlos de esta tierra?”.
En verano de 2000, Yaser Arafat abandonó la cumbre de Camp David (a la que asistía junto con el presidente norteamericano William Jefferson Clinton y el entonces primer ministro israelí Ehud Barak) después de constatar que las propuestas que estaban sobre la mesa no satisfacían las aspiraciones y sueños palestinos… de destruir Israel. Lo que Arafat quería era que Israel le diese el control sobre toda la Margen Occidental, la Franja de Gaza y el este de Jerusalén para un Estado palestino en esos territorios, de modo que los palestinos pudieran utilizarlos como lanzadera para “liberar el resto de Palestina”; es decir, para destruir Israel. Cuando un enfurecido Arafat comprendió que no iba a obtener lo que quería, regresó a Ramala e incitó a los palestinos a lanzar otra oleada de terrorismo contra Israel, la Segunda Intifada.
Ahora, el puesto de Arafat lo ocupa Mahmud Abás. A Abás no le gusta el plan de Trump, del que nada ha visto, pero sabe que no facilitará su objetivo de desarrollar la solución por fases, por la que los palestinos se apoderarían poco a poco del territorio y lo utilizarían como lanzadera para la yihad contra Israel.
La posición palestina es y ha sido muy clara: Israel debe ceder el mayor territorio posible para que podamos seguir consolidando nuestro poder y luchando en pro de nuestro objetivo final: la erradicación de Israel. Para Abás y sus socios, el plan de Trump es un mal acuerdo porque no exige que Israel se rinda completamente y abandone los territorios que podrían ocupar después Hamás, el Estado Islámico, Irán y la Yihad Islámica Palestina.
Sólo hay un plan que los palestinos aceptarán; el que les permita eliminar a Israel de la faz de la Tierra.
Abás se opone al plan de Trump porque quiere un Estado palestino temporal que sirva como plataforma a los ejércitos árabes y las organizaciones terroristas palestinas e islámicas para el lanzamiento de ataques contra Israel. El plan de Trump no tiene en consideración el sueño palestino de eliminar Israel, y esa omisión traspasa con creces sus líneas rojas.
El mundo ya vio lo que ocurrió la última vez que Israel concedió territorio a Abás. Fue en 2005, cuando Israel se retiró de Gaza y se la entregó a Abás y a sus fuerzas de seguridad. Al cabo de pocos meses, Abás y sus secuaces huyeron de la Franja después de que Hamás lanzara desde las azoteas de altos edificios a miembros de la AP y se quedara con todo el poder. El resto, como se dice, es historia. Si Israel se retira de la Margen Occidental, probablemente se repetiría la escena allí. Ahora bien, Hamás no se haría con la Margen en meses, sino en semanas o días.
Por otro lado, ningún líder palestino está en condiciones de aceptar acuerdo alguno de paz con Israel, sobre todo después de que Abás en la Margen Occidental y Hamás en la Franja de Gaza se hayan volcado en la radicalización antiisraelí de su pueblo.
Décadas de incitación en las mezquitas y en los medios han convertido Israel, a ojos de la mayoría de los palestinos, en un gran asentamiento que hay que erradicar. En consecuencia, la opinión pública palestina no está preparada para oír hablar de ningún plan de paz, ni de Trump ni del mismísimo Mahoma.
Los palestinos tienen un problema con Israel: la mayoría no ha aceptado el derecho de los judíos a vivir en un Estado seguro y soberano en lugar alguno de Oriente Medio.
Sin duda, Trump y sus enviados acuden a nuestra parte del mundo con las mejores intenciones. Sin embargo, lo que no parecen ver es que, tal y como están las cosas, no hay socio palestino para un acuerdo de paz con Israel.
Los palestinos están divididos en campos: uno que declara abiertamente que no quiere hacer la paz con Israel porque su objetivo es destruirlo y sustituirlo por un Estado islámico y otro que, aunque quisiera la paz con Israel –y no quiere–, no podría firmarla porque ha adiestrado a su pueblo para que sólo dé su consentimiento al crimen. Al primero se le denomina “campo radical”. Es el que se opone a la presencia de Israel en Oriente Medio. El segundo es lo que los palestinos llaman el “campo Abás”, que es corrupto y débil, manda mensajes contradictorios a su pueblo y maneja discursos distintos en función del destinatario.
Los dos actores palestinos –la AP y Hamás– pueden discrepar en todo, excepto en la eliminación de Israel. El único plan de paz aceptable para los actuales líderes palestinos sería uno que facilitara su misión de proseguir la yihad contra Israel hasta hacerlo desaparecer.
Si Kushner y Greenblatt quieren aprender algo más sobre las verdaderas ambiciones de los palestinos, harían bien en escuchar un sermón de los viernes en una mezquita o visitar alguna escuela de la Margen Occidental o de Gaza. Tal vez entonces vieran que, por el momento, ningún plan de paz puede contrarrestar el veneno que se inyecta a diario en los corazones y las mentes de los palestinos.
Fuente: Gatestone Institute
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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