Enlace Judío México.- Durante el asedio de los nazis a San Petersburgo, en aquel momento llamada Leningrado, se organizó un encuentro entre el Dinamo y el Nevsky Zavod para dar moral a los habitantes del lugar.
EUGENIO BLANCO
Era habitual durante el cerco que los ciudadanos de Leningrado (hoy San Petersburgo) deslizaran en trineos los cuerpos sin vida de sus seres queridos por las veredas congeladas adyacentes al río Neva para llevarlos al dispensario de cadáveres. Cuentan algunas crónicas que lo más terrible no era la imagen en sí, sino la normalidad con la que esa estampa fantasmagórica era recibida por los viandantes. Es una de las muchas metáforas que describen el severo cerco que sufrió Leningrado por parte el ejército nazi, desde 1941 hasta 1944, y donde más de un millón de personas perecieron de hambre y frío en uno de los capítulos más estremecedores de la II Guerra Mundial.
En ese contexto de guerra despiadada, donde la falta de alimento sumió en la hambruna a Leningrado, los habitantes de la ciudad del norte de Rusia jugaron una intensa partida de ajedrez psicológica con el ejército captor. Los soviéticos querían dar la impresión de que la moral era indestructible y usaban los altavoces de la ciudad para reproducir piezas musicales y sonidos del tranvía. Los nazis contraatacaban prendiendo las cocinillas del perímetro de la ciudad para que la brisa hiciera llegar el olor de alimentos cocinados a los hambrientos habitantes de la ciudad.
En esa desesperada dialéctica por mantener la moral a flote, el futbol también jugó un papel importante. Con los campeonatos nacionales parados por la guerra, el 10 de octubre de 1942 (otras crónicas hablan del 31 de mayo) las autoridades soviéticas organizaron un partido de futbol con los dos equipos más potentes de la ciudad, el Dinamo y el Nevsky Zavod, proveniente de la metalurgia de la ciudad y base del actual Zenit. Querían incluir el partido en su catálogo de actividades lúdicas (junto con conciertos y obras de teatro), a fin de mantener un hilo de esperanza en la población. Tal vez por eso todavía muchos habitantes de San Petersburgo recuerdan el encuentro como el Partido de la Vida. Sin embargo, el historiador Yury Lukosyak, cronista oficial de la Federación Rusa y memoria viva del futbol soviético, usa un término más seco, que dicho en ruso adquiere un aire duro y épico: el Partido del Bloqueo.
Un partido envuelto en la leyenda
Todo lo relativo al encuentro está envuelto en un halo místico y, como pasa con las buenas historias, la realidad y la ficción se han fundido y es muy difícil extraer los hechos comprobados de la leyenda generada. A Lukosyak le sucede lo que a todos los habitantes de San Petersburgo cuando se les pregunta por el cerco a Leningrado: su voz y su gesto adquieren un tono grave, hay muchas pausas en el discurso, como si los recuerdos o las memorias ajenas rebobinaran lentamente en silencio.
“Esos hombres no sabían que hoy día la memoria de su gesto iba a ser tan recordada; simplemente les dijeron que tenían que jugar un partido de futbol, y lo jugaron”, dice mirando un puñado de fotos donde forman equipos de futbolistas con rostros severos y afilados, “muchos de ellos llegaron directamente del frente, ya que había muchos policías, soldados e incluso agentes de la KGB en el equipo del Dinamo”. Al Nevsky, por su parte, más asolado por las bajas en combate, le costó juntar a 11 jugadores, por lo que tuvieron que invitar a atletas de fondo y jugadores de hockey para poder completar su alineación.
Lo que sí está comprobado es que el partido no se pudo disputar en el campo principal del Dinamo, en la Isla de Kretovski (a escasos cuatro kilómetros del estadio de San Petersburgo donde este martes se juega la semifinal del Mundial entre Francia-Bélgica), sino en un campo de entrenamiento, ya que el terreno de juego principal había sido dañado por los insistentes bombardeos a la ciudad.
Debido a la debilidad en que se encontraban los futbolistas se acordó que el partido tuviera una duración menor: “La ciudad ya llevaba casi un año sitiada y las fuerzas estaban muy mermadas”, recuerda el historiador, “no había lugar para el deporte en aquella ciudad, únicamente para la supervivencia, así que el partido se alargó durante dos partes de 30 minutos cada una”. En total, 60 minutos de danza futbolística, “donde los jugadores de élite de aquel tiempo se midieron en un contexto de terror”, afirma Lukosyak, en un partido cuya banda sonora podría ser la célebre Sinfonía nº 7 que Shostakovich le dedicó a Leningrado.
El portero que defendió los palos de la portería del Dinamo en el Partido del Bloqueo fue Viktor Sergeevich Nabutov, quien sobrevivió al sitio de Leningrado y se convertiría en uno de los comentaristas deportivos más importantes de la URSS. “Hablé muchas veces con él de deporte”, recuerda Lukosyak, “pero no le gustaba recordar aquel partido, me decía que apenas hubo público porque nadie se pudo enterar, ya que la prensa salía dos o tres días más tarde”. Las crónicas cuentan que el único público que pudo asistir al partido fueron los soldados internados en un hospital cercano. “Ni siquiera hay fotos del partido, las fotos testimoniales que han quedado del encuentro fueron tomadas dos días después, cuando los jugadores se volvieron a juntar para posar para una foto inicial”.
Fútbol americano en el mismo campo
En la entrada principal del estadio del Dinamo, pintada de un amarillo crema, hay una placa que recuerda el evento. Cincelados sobre una placa de mármol, que evoca un nicho, se disponen las dos alineaciones que formaron en el famoso partido. Separada por una cornisa blanca, está la otra placa donde dos relieves de metal disponen la imagen de dos jugadores pugnando por un balón. Ambos jugadores están rodeados por un círculo, que parece emular la imagen de la mirilla de un rifle. En el interior del recinto hay un nuevo monumento algo más moderno: dos esculturas de dos futbolistas en un extremo, un uniforme militar en el otro, y en el centro un azulejo a tamaño real que vuelve a presentar una imagen bucólica del partido, donde dos pájaros sobrevuelan la escena del encuentro.
El estadio del Dinamo se usa actualmente para actividades recreativas y entrenamientos de equipos deportivos juveniles. Aunque lo más sorprendente es que durante los fines de semana alberga los partidos de los Griffins de San Petersburgo, el equipo de futbol americano de la ciudad, que congrega en cada encuentro alrededor de 300 espectadores. “En Rusia, por razones obvias, el fútbol americano todavía no es muy popular”, dice Vasily, uno de los administradores del club, “pero poco a poco se va haciendo un hueco”. La cuenta de Instagram de los Griffins tiene 8.620 ‘followers’, y ver sus partidos cuesta 250 rublos, aproximadamente tres euros al cambio.
Las fachadas del estadio del Dinamo tienen todavía vestigios de ornamentación soviética y un innegable halo decadente. Pero mientras juegan los Griffins, los altavoces reproducen música hip-hop, los jugadores beben bebidas isotónicas de colores fosforitos mientras miran la colección de jugadas del entrenador y hay cascos con rejilla por el césped. La estética soviética empaquetando un espectáculo netamente americano. “Para nosotros, la memoria del Partido del Bloqueo sigue muy viva”, comenta Vasily, “te puedo asegurar que todos estos jugadores”, se gira y apunta al partido en juego, “saben perfectamente dónde están jugando; saben que este campo una vez fue el escenario donde un grupo de futbolistas le quisieron decir al mundo: aquí estamos vivos”. Hay un silencio grave después de la frase de Vasily. Un silencio que es interrumpido por la celebración del público en los graderíos: los Griffins acaban de anotar el primer ‘touchdown’ del encuentro.
Fuente:elconfidencial.com
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