Las cuatro matriarcas del pueblo de Israel, y dos más

Enlace Judío México.- La historia de las cuatro esposas de los tres patriarcas: Sara, Rebeca, Raquel y Lea, más Bilha y Zilpa, se encuentra en el Libro de Génesis: La Biblia refiere los nobles rasgos de su carácter, su belleza (Sara y Raquel), su amabilidad y hospitalidad para con los extraños, pero también sus defectos. Las cuatro primeras estaban emparentadas con sus esposos, y a excepción de Lea, tuvieron sus hijos a edad avanzada.

ELBA SZCLAR

SARA, esposa de Abraham, es la primera matriarca del pueblo de Israel que al no poder tener hijos por mucho tiempo  decide poner a disposición del su esposo su esclava Hagar; a fin de que le dé un heredero pese a la amargura y a la humillación que le significaban.

Cuándo Sara tenía 90 años, concibió a Isaac (Yitzjak, que viene-de la raíz rio). El nombre de Isaac puede relacionarse con “ella se rio incrédula cuando los ángeles le anunciaron que tendría un hijo  “en su vejez”, aunque ella negó haber reído, o porque al nacer Isaac, éste le devuelve la alegría  y la a risa de su vida.

“Sara fue un factor de equilibrio importante en la vida de Abraham-menciona el erudito profesor Abraham Paskan (q.e.p.d) en su libro Fuentes y Raíces-. Ambos no sólo  eran un matrimonio sino una sociedad: dos personas trabajando en armonía a pesar de lo cual Sara sabía actuar independientemente cuando las circunstancias lo requerían, ya que tenía fuerza de carácter y contaba con un gran discernimiento.

“Sara y Abraham son los padres históricos — ideológicos- espirituales- de la nación judía, padres de una nación, y hasta el día de ahora, los que se convierten a la fe judía son llamados hijos de Abraham, y las mujeres, hijas de Sara, ya que uno y otra son forjadores de un nuevo camino; de un nuevo culto al Señor, guías de una nación dispersa y, con todo, unida”.

Cuenta el Midrash, que durante la ausencia de Abraham (cuando el “sacrificio” de Isaac), el Satán, frustrado porque había fallado en obtener la victoria sobre Abraham o Isaac, se le apareció a Sara y le preguntó por su hijo.

-Se fue con su padre a estudiar las leyes de los sacrificios- contestó Sara.

-Eso no es verdad, Itzjak mismo es el sacrificio-contradijo el Satán.

-No te creo- exclamó Sara.

Si bien Sara trató de no creerle al Satán, ella estaba de alguna forma afectada por sus palabras. Por lo tanto, dejó su casa y se apuró para ir a la vivienda de Ajimai, Sheishai y Talmai. Tres gigantes que vivían en Jevrón y les pidió: -Por favor, miren a distancia, tan lejos como puedan. ¿Ven en alguna parte a un hombre viejo en compañía de su hijo y dos sirvientes? Los gigantes se elevaron a su máxima altura y miraron tan lejos como pudieron ver.

-Sí, contestaron- vemos a un hombre viejo en la cima de una montaña. Su hijo está atado a un altar y el hombre viejo sostiene un cuchillo en su mano. Sara gritó seis veces y su alma partió. Correspondiendo a los seis gritos de Sara, se nos ordena soplar seis tekiot —sonidos- ininterrumpidamente del shofar en Rosh Hashaná.

Según otra versión del Midrash, el Satán apareció disfrazado de Yitzjak diciéndole a su madre: -Papá me llevó a la montaña para sacrificarme- y Sara murió de la conmoción por el sacrificio casi consumado.

Tanto Abraham como Sara —continúa el Midrash-vivieron sus vidas enteras con el único objetivo de servir a Hashem. No hubo un solo momento en sus vidas en el cual no sintieran que estaban en presencia de su Creador. Cuando el Ángel de la Muerte se aproximó a Sara para llevarse su alma, encontró su mente morando sobre la shejiná (Divinidad) con tal intensidad que no pudo concretar su misión. Entonces tuvo que idear un plan para sobresaltarla con la verdad acerca de Ytzjak y distraer sus pensamientos por un momento. Sólo así pudo cumplir con su tarea.

Además de ser una de las fundadoras de la nación judía, también Sara era una de las siete profetisas conocidas (las otras eran: Miriam, Débora, Jana, Abigail —esposa del Rey David-, Gulda —quien profetizó a las mujeres en los tiempos en que Jeremías profetizó a los hombres-, y la Reina Esther.

Sara era tan importante que Hashem le habló directamente (Génesis 18,15) mientras que a las otras profetisas les habló a través de un mensajero. Ella era una tzadeket (mujer justa) de semejante talla, que hasta los ángeles estaban a sus órdenes.

Cuando el Rey Salomón compuso la canción de Eshet Jail, describiendo las alabanzas de la Mujer  Virtuosa, hacía referencia a Sara. Ella cumplió con la Torá desde “la primera y hasta la última letra del alfabeto hebreo”. Los Benei Jet (descendientes de Jet), quienes estaban de duelo por la muerte de Sara, sabían que todo su éxito en el mundo material se lo debían al mérito de esta mujer justa.

Sara murió a los 127 años y fue enterrada por Abraham en Kiryat-Arba (Hebrón), en la cueva de Majpelá, que el patriarca había adquirido como tumba familiar. La leyenda relaciona la muerte de la matriarca con el sacrificio de Isaac. El Corán no menciona a Sara por su nombre, aunque sí se refiere a ella, y ocupa un lugar importante en la leyenda musulmana.

REBECA, esposa de Isaac, dio a luz a los mellizos Jacobo y Esaú. Lo más predominante en ella es su carácter de absoluta seguridad en todo lo que hacía, y su convicción y absoluta dedicación a lo que consideraba que era justo. Ella era todo lo contrario a su esposo Isaac, quien no tomaba decisiones. Era Rebeca quien actuaba, y pese a su fuerza de voluntad, no trató de dominar a su marido ni de aplastar su personalidad.

Rebeca tuvo en todos los momentos importantes de su vida una claridad de visión superior a quienes la rodeaban. Al estar consciente de las cualidades superiores de su hijo Jacob, manipuló a su esposo a fin de que bendijera a este hijo en vez de Esaú (de quien vio su maldad). Ya que era a éste a quien le correspondía por ser el mayor.

LEA, no era bella, como su hermana Raquel. “Sus Ojos eran tiernos”. Al no sentirse amada ni deseada, trata de ganar el afecto de su marido a través de la fidelidad y la dedicación. Lea fue, en muchos sentidos, la más infortunada de las matriarcas. A ella le fue negada la belleza y el amor romántico que Jacob sentía por su hermana Raquel y “Jacob la contempló durante muchos años como el producto del engaño y del embuste” a los cuales la indujo su padre Labán para que se casara primero que Raquel, porque era la mayor. Ella llevaba la cara tapada a la hora de la boda, como era la costumbre.

Sin embargo, fue ella, más que Raquel, quien deseaba y amaba entrañablemente a Jacob. La tristeza de Lea nunca se disipó por completo. Siempre fue una mujer fiel que permaneció junto a su marido y lo acompañó en sus trabajos y sus luchas. Le dio la mayor parte de sus hijos y su amor era constante, estable y real.

Hijos de Lea: RUBEN, porque Lea dijo: “Ya que ha mirado D ‘os mi aflicción, ahora por tanto me amará mi marido. Nació después SIMEON: “Por cuanto oyó D ‘os que yo era aborrecida me ha dado a este hijo también”. Y concibió otra vez, y parió un hijo y dijo: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo porque le he parido tres hijos, por tanto llamó su nombre LEVI. Y concibió nuevamente y parió un hijo y dijo: “Esta vez alabaré a D ‘os, por eso lo llamó JUDA, y dejó de parir (Génesis 29, 32-35).

Cuando Lea se dio cuenta que no estaba engendrando más hijos, entregó a ZILPA —su sierva- a Jacob en matrimonio con la esperanza de obtener más hijos a través de ella. Zilpa dio a luz un hijo. Ella lo llamó GAD diciendo: “la buena fortuna llegó al mundo” (Gadk significa mazal, buena suerte). Lea proféticamente vio que Gad triunfaría en la guerra y sería de utilidad a las demás tribus.

Zilpa dio a luz a otro hijo a quien Lea llamó ASHER exclamando: “Afortunado es quien tiene un hijo como éste (Asher, de la raíz ashrei, afortunado). Lea proféticamente presagió que la tierra de Asher sería bendecida con aceite, y que sus hijas se casarían con kohanim gedolim (cohanim importante) y reyes.

Después Lea tuvo un varón y lo llamó ISAAJAR diciendo: “Hashem me ha recompensado por haber entregado mi sirvienta a mi esposo” (Issajar, de s’jar, recompensa).

Siguió un sexto hijo y lo llamó ZEVULUN, que significa: “De ahora en adelante mi esposo vivirá en mi hogar, pues yo tuve tantos hijos como sus otras esposas juntas (Zebulun deriva de zebul, morada).

Lea estaba embarazada con su séptimo hijo, y tuvo una hija a quien llamó DINA, haciendo referencia al hecho que al pronunciarse se juzgara a sí misma (Dina, de din, juicio). Otra interpretación del nombre de Dina es la exclamación de todas las hermanas de Raquel que dijeron a Hashem: “Suficientes hijos para nosotras. Dale hijos a Raquel (también se relaciona el nombre Dina con el vocablo suficiente).

Según el Midrash, si bien todas nuestras matriarcas vivieron con el objetivo de construir el pueblo de Israel, Lea demostró un entusiasmo particular contribuyendo y esforzándose en aumentar el número de hijos que engendraría.

RAQUEL era de “lindo semblante y de hermoso parecer”. Es el prototipo de la mujer amante y amada que despierta admiración apasionada y devoción constante y por quien Jacob tuvo que trabajar 14 años para Labán, su suegro, para ganarla como esposa.

Mientras que Lea, su hermana había dado a luz a cuatro hijos varones, Raquel no había podido concebir, y aceptó entregarle” a Jacob a BILHA (su sirvienta e hija de Laván con una concubina) por esposa y “ella sería bendecida con hijos en su mérito”. Bilha dio a luz a un hijo y Raquel lo llamó DAN, que significa juzgar: “D ‘os me juzgó y no me encontró merecedora de tener hijos, pero ahora me escuchó y me dio un hijo por intermedio de mi sirviente. Cuando Bilha concibió un segundo hijo, Raquel lo llamó NAFTALI, diciendo: “Ofrecí plegarias a D ‘os (Nafatli tiene su raíz en tefilá-plegaria-) que le fueron agradables. Mis plegarias fueron aceptadas y contestadas 1 como las de mi hermana. Por mérito a mi silencio, se me concedió este hijo.

Raquel había implorado ininterrumpidamente a Hashem que le concediera hijos. “Hashem juzgó a Rajel y la consideró merecedora de un hijo”. Quedó embarazada y tuvo un varón, entonces Rajel exclamó: “Hashem me ha quitado mi desgracia. Hasta ahora la gente me insultaba diciendo “Si fuera justa tendría hijos” y lo llamó JOSEF, pues sabía por una profecía que nacería un hijo más para completar el número de tribus. Entonces exclamó: “Que el último que se agregue sea mío” (Yosef tiene su raíz en hosif, agregar). En cuanto nació Yosef, Jacob se preparó para volver a Eretz Israel.

Según el Midrash, Rajel robó los terafim (objetos antiguos de idolatría por medio de los cuales los creyentes adivinaban el futuro) a Laván porque tenía dos objetivos en su mente, diciendo: “¿Cómo pued irme y dejar al anciano rendir culto a esta abominación?  y/o quiso evitar que los terafim revelaran a su padre acerca de su escape.

Si bien las motivaciones de Rajel en robar los ídolos eran halagadoras, sin embargo fue castigada por la aflicción que provocó en su padre. Como consecuencia de sus acciones, Jacob, sin saber que ella los tenía —maldijo diciendo que todos aquellos que se hubieran llevado los ídolos morirían y por eso, ella murió al nacer BENJAMIN, en el camino y no tuvo el privilegio de criar a su hijo.

Como las bendiciones o maldiciones formuladas por un tzadik se cumplen y Jacob dijo: -Quien quiera que haya tomado los terafim, no vivirá —menciona el Midrash-, Rajel por ello fue condenada a morir. Sin embargo, Hashem esperó hasta que diera a luz a Benjamín, antes de cumplir con las palabras de Jacob.

Raquel murió y fue enterrada en Ephrata, la cual es Bet-Lehem. Raquel es la imagen materna del pueblo, y la Biblia la considera como la verdadera esposa de Jacob.

La tumba de Raquel (quien no está en Hebrón junto con los demás patriarcas y matriarcas), constituye un objeto de peregrinaje para todos aquellos que sufren y lloran a sus seres queridos, y el pueblo acude a ella para desahogar sus penas.

“Vemos así, escribe el profesor Abraham Paskán-que las veneradas matriarcas de la nación judía sabían cómo hacer uso de su poder e influencia, especialmente las cuatro más importantes: Sara, Rebeca, Lea y Raquel, quienes cuentan con una gran fuerza detrás de las acciones de sus esposos, respaldando o frustrando sus intenciones. En muchas instancias son ellas, quienes tienen una percepción más clara de la voluntad de D ‘os y están en condiciones de invalidar las decisiones tomadas por ellos.

“Estas mujeres, así como en general el retrato de la mujer en la Biblia, lograban sus propósitos mediante la presión moral, la seducción, la amenaza, o por la simple fuerza de la personalidad; pero por regla general su influencia era de tipo sutil y persuasivo que se hacía sentir inconscientemente en el momento crítico de la toma de las decisiones”.

Las matriarcas se mencionan en la bendición personal a las hijas, y en algunas ocasiones para la noche del Séder.

Así, de estas seis mujeres matriarcas, con sus virtudes y defectos como seres humanos afines a nosotras, y no como personas perfectas y difíciles de emular —un gran acierto de la Biblia en lo que respecta a lo humano de sus personajes- nacieron las doce tribus del pueblo de Israel.

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