El custodio de Nisman que no dice toda la verdad

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Enlace Judío México.- Cruces de llamadas telefónicas revelaron que el suboficial Benítez mantenía contacto con un espía de la SIDE.

HÉCTOR GAMBINI

Hay un custodio de Nisman que no dice toda la verdad.

Uno de los 10 que tenían que cuidarlo para que no le pasara nada el fin de semana en que lo encontraron muerto. No es cualquiera de ellos sino el que tenía más confianza con el fiscal.

Rubén Fabián Benítez, suboficial de la Federal en disponibilidad y procesado por encubrimiento, alias El Chino, nacido el 19 de agosto de 1963 en Morón y domiciliado en El Palomar, donde al momento del crimen de Nisman vivía con su madre.

El hombre de quien Lagomarsino dijo: “Alberto siempre nombraba a Benítez. Para mí, todos los custodios de Nisman eran Benítez”. El anteúltimo de los custodios en ver a Nisman con vida, el sábado 17 de enero de 2015.

Benítez declaró tres veces, pero nunca dijo lo que ahora se descubrió por un cruce de llamadas telefónicas.

Primero dijo una cosa. Luego otra, con más detalles. Pero sólo durante una tercera declaración mencionó a un agente de Inteligencia que alguna vez trabajó en la custodia de Nisman. Aseguró que nunca más tuvo contacto con él, pero no es cierto.

Ahora se sabe que Benítez volvió a hablar con aquel agente durante la tarde del lunes 19 de enero de 2015, cuando el país se conmovía con la noticia de Nisman muerto. Benítez habló con el espía por teléfono -fue una comunicación de dos minutos, cerca de las seis de la tarde- pero nunca lo declaró.

Es uno de los primeros resultados de los cruces de llamadas telefónicas sobre el caso que pidió el fiscal Taiano, ordenó el juez Ercolini y está haciendo la Policía Federal.

Cuando termine la feria judicial que empieza este lunes, esos cruces podrían arrojar aún más sorpresas.

Al día siguiente de su llamada hasta ahora secreta con aquel espía, Benítez fue a declarar en el caso por primera vez.

Conocía a Nisman desde hacía más de 15 años, cuando él trabajaba en Drogas Peligrosas de la Federal y lo asignaron a la custodia del fiscal. Benítez dijo que aquel sábado 17 de enero al mediodía -el día anterior a que lo hallaran muerto- Nisman lo mandó a comprar sushi. Que cuando subió al departamento vio en una mesa un ejemplar de la revista Noticias con el fiscal en la tapa y que Nisman le dijo: “Vio todo esto, vio todo lo que me está pasando… les voy a romper el culo, los hago mierda”, en alusión a su denuncia contra Cristina Kirchner por encubrir el atentado de la AMIA.

Que lo hizo sentar en un sillón y le dijo que se quería comprar un arma para llevarla arriba del coche cuando fuera con sus hijas.

 

Benítez dijo que le sugirió una Bersa Thunder que valía más o menos 7.000 pesos, que Nisman le pidió que le averiguara y él le dijo que sí, aunque recordó que pensó para sí mismo: “No sé si a éste le da para sacar un fierro”.

A las siete de la tarde, Nisman lo llamó y lo mandó a la casa de Soledad Castro, la secretaria letrada de la AMIA, para que le buscara unos papeles. Benítez se los llevó y se fue a su casa. En la custodia quedó solamente el policía Durán, que después subió al departamento acompañando a Lagomarsino. Durán fue el último custodio en ver con vida a Nisman, unos minutos después que Benítez.

En ese momento, Lagomarsino estaba subiendo el arma que luego apareció en la escena del crimen. La pistola con la cual según la Justicia asesinaron a Nisman fue subida por un empleado del fiscal acompañado en el ascensor por uno de sus custodios.

Benítez dijo que se enteró de lo ocurrido a la medianoche del domingo, cuando otro sargento lo llamó y le dijo: “Chino, nos quedamos sin jefe, está muerto en la casa”. Y que él, desde ese momento, siguió el caso “por los medios”.

Y describió a Nisman: “En la faz laboral era un tipo ansioso y autoritario, pero en lo personal era bastante humano”. Y contó que no había notado cambios en él últimamente.

Tres meses después, el 21 de abril de 2015, Benítez declaró por segunda vez y relató la misma secuencia de entrada al departamento de Nisman aquel sábado de enero. Agregó que el sillón donde se sentó era “blanco” pero advirtió esta vez que el fiscal le pidió si él le podía comprar el arma y registrarla a su nombre. A nombre de Benítez. Que él se negó terminantemente, que Nisman insistió porque “no va a pasar nada” y que él volvió a negarse: “No doctor, yo no me arriesgo. Si quiere le averiguo el precio”.

Ahí ya no dijo que Nisman era “humano” en su trato con él, sino que “había que manejarse con mucha cintura porque le saltaba la térmica”. Que ellos (los custodios) eran “sumisos” y que una vez que Nisman lo maltrató él le dijo: “Si usted está disconforme con mi trabajo hágame sacar, pero ésta es la última puteada que me aguanto”.

¿Era sumiso o se le plantaba? ¿Le tenía miedo o lo enfrentaba cuando sentía que su jefe se excedía en el trato? El tono exacto de la relación entre Nisman y su principal custodio durante más de 15 años nunca queda claro en las contradicciones de Benítez.

En esta segunda declaración agregó que cuando lo llamaron para decirle que Nisman estaba muerto él estaba trabajando como custodio en la Embajada de Cuba. Y aclaró esta vez: “Yo lo conocía a Lagomarsino con un hola y chau”. Al final admitió que la primera vez no contó que Nisman le había pedido a él que comprara el arma a nombre suyo “por miedo a quedar perjudicado yo”.

Recién en su tercera declaración, en noviembre pasado, Benítez contó que un día Nisman le presentó a un espía a quien llamaban Cato. Y que él no hablaba mucho “porque yo le esquivo a esa clase de personas”. Dijo que Cato se sumó a reforzar la custodia junto con otro hombre de la SIDE apodado “Chiquito”, y que ellos siempre viajaban en el asiento de atrás.

Que todo esto fue después del juicio de la AMIA, que terminó en 2004, que Benítez no hablaba mucho con ellos y que un día, en la puerta de la fiscalía de Nisman, éste le dijo a Cato que se volviera a su destino y no lo vio nunca más.

Que después de eso Cato lo llamó “un par de veces” para ir a tomar un café pero que él, insistió, nunca más tuvo contacto con él. Se desprende del relato que eso debió ocurrir en 2005, a lo sumo 2006. Si interrumpieron todo contacto, ¿por qué hay un llamado entre los dos al día siguiente de la muerte de Nisman, en 2015?

Si el asesinato de Nisman pudo ser un crimen organizado y ejecutado en algún estamento de los servicios de Inteligencia porque había denunciado a la ex presidenta Cristina Kirchner -como ordenó la Cámara Federal que se investigue-, el llamado oculto entre un espía y el custodio de Nisman que salió a decir rápidamente que el fiscal le había pedido un arma el día anterior puede ser una pista relevante.

En la fiscalía de Taiano ya habrían decidido ubicar y citar al agente Cato -su nombre no se revela por razones legales- entre las próximas medidas del caso, aunque aún no se resolvió la fecha.

Benítez contó de nuevo, en su tercera declaración, cómo fue que Nisman le pidió un arma, pero esta vez dijo: “La sensación que me dio es que él era muy impulsivo y que en el caso de una discusión en la calle él le podía pegar un tiro a alguien”. No se parece en nada a su pensamiento anterior: “No sé si a éste le da para sacar un fierro”.

Luego dijo que el domingo “no recuerdo si hice el servicio de Policía Adicional en la Embajada de Cuba”, lo que en su segunda declaración había afirmado sin dudar.

Y aseguró esta vez que “diez y media u once de la noche” del domingo 18 de enero de 2015 recibió un llamado donde le dijeron: “Encontramos al doctor muerto en el baño”. Dijo que no recordaba si el que lo llamó fue Miño o Niz, dos de sus colegas en la custodia.

Esta duda es insólita para sus dos declaraciones anteriores, donde afirmó sin dudar que el que le había dado la noticia de Nisman muerto no habían sido ni Miño ni Niz sino otro sargento llamado De Ferraris. La tercera declaración cambia completamente lo dicho en las dos primeras.

Hay más: Benítez había dicho que tras la muerte de Nisman siguió el caso “por los medios” y ahora afirmaba que a las 6 de la mañana se fue para Puerto Madero y “me puse a disposición para ver si alguien necesitaba algo”. En ese preciso instante, en el departamento de Nisman había alrededor de 50 personas haciendo todo lo que no hay que hacer en una escena del crimen.

Entonces, ¿lo siguió por los medios o fue personalmente?

Benítez dice allí mismo que sólo reportaba a Nisman y a nadie más. Y que sus jefes de la Policía Federal no tenían idea de lo que él hacía en su tarea como custodio.

“Reportes sobre dónde me moví y demás nunca le di a nadie. Nos manejábamos directo con Nisman y nuestros superiores no tenían que enterarse de nada. En ese tiempo mi jefe era el comisario Soto, pero nosotros le hacíamos caso a Nisman y no al jefe”, amplió.

También contó que, si Nisman se descompensaba, sus custodios no podían hacer nada más que llamar al 911. “Nadie había hecho cursos de RCP (reanimación cardiopulmonar) o algo parecido”, dijo. Y se sinceró: para ser el principal custodio de Nisman, su entrenamiento fue “un curso de chofer custodio de sólo dos días”.

Además de Lagomarsino, Benítez termina siendo el único que dice que Nisman estaba pidiendo un arma el día antes de morir. No reportaba a sus jefes pero habló tras el crimen -y un día antes de presentarse a declarar por primera vez- con un agente de la ex SIDE con quien había dicho no tener contacto durante años. También fue él quien llevó hasta el aeropuerto de Ezeiza a Nisman y Lagomarsino el día en que el fiscal y su empleado informático hicieron un todavía enigmático viaje a Chile.

¿Su trato con Lagomarsino era un hola y chau, como él dice?

Benítez admite que el mismo lunes a la mañana, cuando la noticia de Nisman muerto conmocionaba al país, él se apuró a avisarles a su jefe Soto -a quien según él mismo no reportaba- y a “un comisario de Homicidios” que Nisman le había pedido un arma.

Ahí mismo quedó instalada la hipótesis del suicidio que a la Justicia le llevó más de dos años desmontar.

 

 

 

Fuente:clarin.com

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