Enlace Judío México.-México, ciudad de contrastes, triste y bella, mi ciudad; moderna y a la vez antigua. Estás a la moda, pero conservas también tu estilo colonial. En ti se entremezclan lo magnífico y lo desolador, porque tus grandes y lujosas mansiones contrastan con la tristeza de tus jacales y tus paupérrimas chozas.
ELBA SZCLAR
Porque junto al coche último modelo, uno encuentra al mendigo pidiendo limosna y ofreciendo sus variadas mercancías. Porque tus días de calor y tus bellos atardeceres cobijan y alegran el espíritu; porque tus días grises y tristes invitan a la reflexión.
Porque todavía tienes aire provinciano mezclado con los desplantes de la gran ciudad. Tus calles empedradas aún conservan su sabor pueblerino. Te quiero porque aquí di los primeros pasos que me hicieron caminar y, posteriormente, los que me llevaron a explorar las vicisitudes de la vida.
Porque, aquí, en este clima de libertad con que has acogido a tantos extranjeros, se ha desarrollado mi existencia toda. Porque en ti veo todavía al indígena ofreciendo sus prendas y hablando sus diferentes y númerosos dialectos y lenguajes.
Por tu música y tus mariachis — tan reconocidos y apreciados en todo el mundo — que regocijan de gran manera el corazón del hombre. Porque todavía se escucha al cilindrero entonar antiguas y bellas melodías.
Por tus refranes y dichos populares llenos de ingenio y picardía. Por tus sabrosos platillos que satisfacen cualquier paladar. Por tu diversidad de frutas y flores que deleitan gustos y sabores.
Por tus aguas frescas de variadas degustaciones y múltiple colorido. Por la amabilidad de tus habitantes que te hicieran famosa. Por tus volcanes, playas y paisajes que han llenado de inspiración a tantos artistas nacionales y extranjeros.
Por tus canales de Xochimilco donde se deslizan las trajineras en medio de música, comida y flores que tanto atraen al turista. Por tu parque Chapultepec, en donde disfruté gran parte de mi infancia.
Por tu bello himno nacional que me llena de orgullo y tanto me conmueve cuando lo escucho y lo canto emocionada. Por las regias y espléndidas construcciones antiguas que le dan cabida a tu esplendor de antaño y los novedosos edificios que te colocan a la altura de cualquier ciudad moderna.
Por tu acervo histórico, artístico y cultural en el que se entrelazan elementos indígenas y españoles, riqueza que produce esparcimiento. Por tus museos, donde se puede ver y aprender una gran parte de tu glorioso pasado—esplendorosa tradición prehispánica- que junto a lo colonial y aunados a tu rico presente han impregnado el folclor y el arte con su sabor y sello característicos.
Porque eres cuna de múltiples virtuosos en todas las áreas del saber y del quehacer humano, que te dan fama internacional y aumentan con el tiempo.
Hasta por la lotería que al “cómpreme un cachito” llena de ilusiones a tantos ingenuos. Me siento orgullosa de que algunas de tus ciudades, ruinas precolombinas, música y comida estén reconocidas actualmente como patrimonio de la humanidad (este párrafo lo añadí: noviembre, 2012).
México, mi gran cuidad, te quiero por todo esto y por tantas cosas más. Sin embargo a la vez me decepciona el que has crecido demasiado, que no puedas resolver tus problemas, tu extrema violencia, que pretendas asfixiar a tus habitantes del tráfico terrible y desesperante, la contaminación con la que estás envenenando a tus moradores, esa carrera frenética que se corre y recorre diariamente y la tensión en la que vive el hombre ahora, falto de tiempo y víctima del tinte negativo de la civilización actual.
México, no puedo visualizarte como eras antes porque no estás exenta de permanecer rezagada al pase de la modernidad, porque no sólo de cosas buenas y bonitas está hecha la vida del hombre y tampoco la de la gran ciudad.
En el desarrollo que la historia te ha impuesto, has estado dejando parte de tu brillante pasado para sobrellevar el cambio enriqueciéndote, al mismo tiempo, de los nuevos adelantos para alinearte en el presente, ya que en cada muerte hay un renacer, y cada nacimiento desgraciadamente se apareja con la muerte.
Pero aun con todas tus disparidades, te quiero. Fuiste el suelo que me ha cobijado, en el que he vivido tantos años y en el que moriré, ya que al igual que en ti, algo tiene que desaparecer para dar paso a lo nuevo y así como el hombre es perecedero, tú también has sepultado en gran parte tu aspecto primitivo y tu ingenuidad que antes te caracterizaban.
Porque esa suma de contrastes, a pesar de que te deslucen, al igual te enriquecen y yo, como tú, soy parte del tráfico, del estrés, de los diversos y numerosos problemas de la vida moderna y juntas caminamos en nuestro pasó por la historia.
Y así, sin podernos desligar, ambas vamos transformándonos un poco cada día; tú, mi cuidad, para una renovación constante y yo, si acaso, quedaré sólo como un recuerdo que será borrado en el trascurrir del tiempo.
Mi inquietud ahora que has cambiado tanto, que te has vuelto tan problemática y te has afeado de cierta manera, ¿podré seguir queriéndote como antes?… No sabría qué contestar.
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