Enlace Judío México.- Continuando el viaje por Tlaxcala y Puebla
A la mañana siguiente de nuestra experiencia en el Santuario de las Luciérnagas; visitamos la Basílica de Ocotlán, en el municipio del mismo nombre conurbado al de Tlaxcala, (a un kilómetro de esa ciudad) que fue construida entre 1687 y 1790, de estilo churrigueresco; aunque lo visitamos hace varios años, no dejó de impresionarnos nuevamente este conjunto arquitectónico de color blanco por fuera, emplazado sobre una colina.
LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Debido a que el pueblo de Ocotlán era un lugar abundante de ocotes frondosos, su nombre se compone de dos palabras en náhuatl: ocotl, ocote y tatla, arder, de las que resulta Ocotlán y que significa “el ocote que arde”. Dice la leyenda que los franciscanos fueron al lugar donde encontraron un corpulento ocote ardiendo sin consumirse, después a golpe de hacha lo abrieron para descubrir la imagen de la Virgen María; la llevaron a la capilla y la situaron en el lugar del titular, se dice que el sacristán la bajó 3 veces y que “los ángeles la regresaron 3 veces al lugar”.
La imagen de la Virgen es una magnifica talla vestida, en madera policromada y estofada; se encuentra de pie en un pedestal de plata repujada, cubierta con manto aterciopelado y vestida con delicados adornos que simula que se le cae en pliegues rectos. Es notable en ella el acento gótico del que llegó a México en el siglo XVI, es de madera de ocote maciza, toda de una pieza.
La fachada del conjunto arquitectónico de Ocotlán, y el conjunto con sus torres, llama mucho la atención desde lejos; entorno a él se abre el Valle de Tlaxcala con sus impresionantes montañas como son la Malintzi y hacia el poniente, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. El conjunto se complementa con dos edificaciones: la capilla de Guadalupe, que hoy día se ocupa como baptisterio y en la que se pueden apreciar cuatro vitrales alemanes y al extremo opuesto el portal de peregrinos.
El Atrio, enmarcando la fachada, conforma una amplia explanada de 50 por 70 metros, circunscripta por un muro cubierto de ladrillos rojos hexagonales con ensambles blancos. Consta de 28 arcos invertidos entre pilastras enfloradas y con una crestería de 48 agujas que corona gallardamente y se comunica por sus entradas cada una con su respectiva reja, faroles artísticos y ángeles de medio cuerpo.
La fachada asemeja un retablo cubierto por una concha. Como todas las fachadas de arte sacro, cumple una función didáctica para que el pueblo, a través de símbolos y figuras, entienda los misterios de la fe que profesa. El punto de convergencia de la fachada es la ventana -coral en forma de estrella- en la que destaca la figura aérea de la Virgen. La fachada se considera como la cumbre del barroco churrigueresco, el cual de acuerdo a Manuel Toussaint, (1890-1955, historiador mexicano) llegó a México hacia 1718 con el arquitecto Jerónimo Balbas, que pierde la lógica del arte clásico y lo recarga todo a base de motivos vegetales en una remembranza del viejo arte indígena, además de labrar la piedra como si fuera madera y viceversa. Lo más característico de este estilo es que cambia la columna salomónica cilíndrica por el estepite que es un soporte rectangular en forma de pirámide invertida.
Las torres gemelas del conjunto tienen una altura de 33 metros y encuadran la gran fachada, ambas culminan en lo alto con una cupulita con linternilla, en donde se anclan respectivamente dos magníficas cruces de hierro forjado, su ornamentación se produce en ambos campanarios ambientado con un fuerte y cálido colorido. El total de las columnas en ambas torres es de cuarenta, más 24 florones (adorno hecho a modo de flor) o remates, su construcción data del último tercio del siglo XVIII.
La entrada principal a la nave del templo es a través de un cancel de cedro neobarroco. La bóveda es de lunetas (forma de luna), seccionada por arcos fajones (que sirven para reforzar la bóveda) que se apoyan en pilastras (columnas de base), sobre las cuales corre una cornisa. Para el cuarto centenario se realizó la decoración con diseños de yesería dorada que resplandecen el lugar. Los retablos realizados magníficamente, reproducen escenas bíblicas.
El cuidador de la Basílica nos abrió el Camerin que está en la parte posterior del altar principal, que es el lugar donde se prepara la imagen de la Virgen para las fiestas religiosas del primero de enero y el tercer lunes de cada mes de mayo, principalmente. El Camerin es un octágono perfecto lleno de colorido, el inicio de su decoración data hacia 1715 para ser concluido en 1740. También nos abrió la sacristía, donde los sacerdotes guardan su vestimenta y diferentes objetos de culto, tiene 5 magníficos lienzos pintados por el artista Miguel Caro en 1781 que relatan la historia de la aparición de la Virgen; igual está un San José del pintor Joaquín Magón.
Ocotlán es uno de los centros religiosos más importantes de México que ha sido visitado cada año por millones de peregrinos desde el siglo XVI. Emocionados y conmovidos por la belleza arquitectónica de la Basílica de Ocotlán salimos rumbo a Puebla, distante a 41 km. El acceso a Puebla ha cambiado significativamente, ahora desde la gigantesca planta de la automotriz Volkswagen, a la entrada propiamente de Puebla, hay varios hoteles, seguramente para albergar a ejecutivos y empleados de la planta y de sus proveedores, asimismo, existen bodegas ligadas a la planta o para otros fines. Lo cierto es que nos costó trabajo encontrar la desviación propiamente dicha para Puebla. Las indicaciones para el centro de Puebla nos condujeron por un camino largo, de construcciones feas, en vez de tomar la tradicional y bella avenida Hermanos Serdán. Por lo demás, la línea del metrobus que existe desde hace varios años, hace que el acceso al centro de la ciudad no sea fácil; ya propiamente en el centro de la ciudad el tránsito es pesado por que ha crecido el parque vehicular y porque en varias calles se ha reservado un carril para bicicletas. La división de este carril del resto, es verdaderamente espantosa, son unos bloques de cemento con un pequeño mosaico de cerámica de talavera, emblemática de Puebla. Llegamos al Hotel Colonial, a dos cuadras de la Catedral.
La construcción original del Hotel probablemente data del siglo XVIII. Existe el registro de una propiedad perteneciente a las religiosas del Convento de San Juan Jerónimo, el cual se encontraba a unas cuadras al sur del Hotel Jardín, después llamado Hotel Colonial, esto hace suponer que el edificio del hotel sí tuvo un uso religioso en sus principios.
El edificio del Hotel Colonial consta de cinco plantas completas y un entrepiso que solo ocupa parte del edificio, entre los niveles segundo y tercero. Tiene un elevador manual que ha estado en operación desde la última década del siglo XIX.
En la planta baja, la más antigua del inmueble, está el comedor; hasta donde recuerdo, había varias habitaciones en esta planta, se remodelaron para convertirlas en oficinas, solo dejaron una, la cual nos fue asignada con vista a la calle, tiene vidrios especiales para que no se escuchen los ruidos de esta última. Incrustada en el muro del lado oriente del comedor hay una fuente de piedra con una cabeza de león por cuyas fauces mana agua. Existe otro comedor, en uso sábados y domingos cuando hay más gente que viene a comer al hotel, llamado Salón de los Virreyes, debido a que en sus paredes cuelga una colección completa de retratos de los Virreyes de la Nueva España.
En virtud de los temblores del pasado septiembre se reforzó la estructura del hotel, fenómeno que se observa en muchas construcciones de la Ciudad. Por otra parte, ha aumentado la seguridad para el acceso del hotel, para las escaleras y para el garaje con dispositivos electrónicos, en virtud de que empezaron a haber robos. El hotel cuenta con 76 habitaciones.
En cuanto nos instalamos en el hotel, inmediatamente fuimos al comedor del mismo a disfrutar del exquisito menú que ofrece diariamente, y que invariablemente incluye el mole con pollo como una opción de plato fuerte. Considero que el mole de la mayora (cocinera) del Colonial es el mejor que he comido; los moles de Oaxaca, también deliciosos, son “harina de otro costal”. Después de comer paseamos por la “plaza de los sapos”, años atrás repleta de antigüedades, hoy día quedan pocas tiendas y puestos con piezas antiguas. Con los “chachareros” de esta plaza y de calles contiguas a la misma; en el pasado adquirimos diferentes antigüedades, principalmente obras de arte religioso popular, “bodegones” lámparas y platos decorativos.
Más tarde visitamos la monumental Catedral de Puebla cuya construcción tardó casi dos siglos. La torre norte iniciada a principios del siglo XVII, se terminó de construir en 1678 y la torre sur se concluyó 90 años más tarde. Estas torres son las más altas de las catedrales de Latinoamérica, con más de 70 metros. En la Catedral había un gran número de visitantes, debido al periodo vacacional de verano. Percibimos cierto descuido en su mantenimiento. Mis comentarios sobre esta Catedral ya fueron mencionadas en una Crónica previa.
Posteriormente caminamos 3 cuadras por una calle peatonal, repleta de vendedores ambulantes, puestos y de indigentes a la Capilla del Rosario, anexa al templo de Santo Domingo. Obra del siglo XVII, cumbre del barroco novohispano, La Casa de Oro, la octava maravilla del mundo calificada así en su época por Diego de Gorozpe. Representa una de las mayores realizaciones artístico religiosas de México. También en una Crónica anterior hice comentarios sobre la Capilla, que quizá es la que ha tenido en mí el mayor impacto de todas mis visitas a iglesias o sitios religiosos católicos. La Capilla estaba colmada de ruidosos visitantes. Dos guías turísticos hicieron excelentes explicaciones sobre la Obra. Los oyentes, al final de su exposición, les dieron una exigua propina; verdaderamente vergonzosa.
El día culminó en el Hotel Colonial, subimos a la azotea del mismo, desde la cual tuvimos un espectáculo maravilloso; la Catedral iluminada, al igual que la Iglesia del Espíritu Santo, la compañía, edificada a un costado del Hotel.
Con la venia de los lectores de Crónicas, en la próxima concluiré mi visita por esta ciudad y por Calpan, la capital de los “chiles en nogada”.
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