Helena de Adiabene, la reina conversa

ENLACE JUDÍO :-Historia de una aristócrata convertida al judaísmo en el S I. d.e.c. que edificó su palacio en la misma Ciudad de David.

Heleni Ha´Malká , la reina Helena -como se la conoce en hebreo y a cuyo nombre proliferan calles por todo Israel- fue reina de Adiabene, un antiguo reino helenístico que ocupaba los territorios de la antigua Asiria. Su capital, Arbil, hoy es una ciudad de Irak. Aunque era dependiente del Imperio Parto -temidísimo por los romanos- en el S I d.e.c. fue un reino independiente y así se le menciona en el Talmud (con el nombre de Jaydab, que es como se le conoce también hoy) pues allí había una conocida academia talmúdica, dirigida por Mar Ukba, el señor Ukba. Flavio Josefo, contemporáneo de la propia reina Helena, dice en sus Antigüedades que en Adiabene, y concretamente en su capital, era numerosa la población judía.

Según la tradición judía, Helena, la reina de Adiab, que profesaba el paganismo, se convirtió al judaísmo y  se mudó a Jerusalén,  donde construyó palacios para ella y sus hijos -Izates bar Monobaz y Monobaz II-  en la parte norte de la Ciudad de David, al sur del Monte del Templo. Esa misma tradición dice que , hasta donde le fue posible,  ayudó a los  judios en su guerra contra  Roma.

El sarcófago de la reina Helena fue descubierto en 1863 y se conserva en el Museo de Israel.  Según Josefo, “la reina se convirtió  al judaísmo ( c. año 30 d.e. c.) junto con su hijo Monobaz II, bajo la influencia de dos judíos; pero otra tradición cuenta que conoció a un comerciante de joyas en Adiabene, un judío  llamado Ananías o Eliezer, quien le contó sobre la gente de Israel y la persuadió para unirse a ellos.

Todos los vestigios históricos de la realeza judía en Adiabne desaparecen para la arqueología alrededor del  año 115 d.e.c, pero estas historias tuvieron un gran impacto en la literatura rabínica y el Talmud.  El pueblo de Adiabne era tolerante con el Judaísmo y permitió el establecimiento de comunidades judías allí; los judíos de Edesa, Nisibis y Adiabene contaban con ellos por estar entre los oponentes más enérgicos  a  Trajano.

Helena de Adiabene fue también conocida  por su generosidad; durante una hambruna en Jerusalén en 45-46 d.e.c., envió a Alejandría  una embajada para llevar  hasta la ciudad de David el maíz (grano) y  lo mismo hizo con Chipre, que envió por mediación de ella higos secos para la distribución entre los enfermos . En el Talmud, sin embargo (Bava Batra 11a), esto se atribuye al mérito de Monobaz I, su hijo ;  el Talmud habla también de los regalos importantes que la reina le dio al Templo en Jerusalén. “Helena tenía un candelabro dorado sobre la puerta del Templo”,  y por lo que se cuenta,  cuando amanecía, los rayos  del sol se reflejaban en el candelabro y ese momento marcaba el tiempo para  recitar  el Shema .  Ella también ordenó fabricar  un plato de oro en el cual se escribió el pasaje del Pentateuco que el sacerdote leía cuando una esposa sospechosa de infidelidad era llevada ante él.

Su palacio real  fue descubierto por el arqueólogo Doron Ben-Ami durante las excavaciones en la Ciudad de David en 2007. Según Josefo, el palacio fue construido por  “Grapte, un pariente” de Izates. Era un edificio monumental ubicado en la Ciudad de David, justo al sur del Monte del Templo, y fue destruido por los romanos en el 70 d.e.c.  Las ruinas ofrecieron a los arqueólogos monedas , vasijas de piedra y cerámica, así como remanentes de frescos antiguos. En el  nivel del sótano  se encontraron los restos de  un mikveh (baño ritual).

Fuera de las murallas de Jerusalén, no lejos de la Puerta de Damasco, puede hoy visitarse el lugar de las Tumbas de los Reyes, que alberga las tumbas de la reina y familiares.  La identificación  de este sitio arqueológico se hizo sobre la base de un sarcófago descubierto por Felician de Soussi  en 1863. Pausanias, el geógrafo griego del S. II,que visitó el lugar en su tiempo, hace mención del lugar en su obra porque al parecer la tumba poseía un sofisticado sistema de puertas que el griego dice superior a la impresión que le había causado el mausoleo de Halicarnaso.

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