¿Qué es una Melajá?

Enlace Judío México.- ¿Qué es una Melajá? la Torá comprende bajo este término, las limitaciones a nuestra actividad del sábado para de esta manera traducir el carácter sublime de aquello que está representado en la noción del Shabat – a la vida práctica de nuestra actividad corriente.

RAB DANIEL OPPENHEIMER

“Melajá” es la condición fundamental para todo aquello relacionado con el observar del Shabbat: “No harás ningún tipo de trabajo…”

Sin, embargo, melajá y trabajo no son sinónimos. Esto lo podemos demostrar con un ejemplo muy simple: si una persona decide levantar objetos muy pesados dentro de su casa, por más esfuerzo que aplique y cansancio que cause – esto no se denomina “melajá”; mientras que, al transportar tan solo una cajita de fósforos desde su casa a la calle puede llamarse melajá, o sea violar el Shabbat. Sería incorrecto afirmar que Shabbát restringe todas las actividades diarias. ¿Cuál es, entonces, el criterio que usamos para definir qué clase de actividades están incluidas?

Estudiemos, ante todo, las fuentes originales de la ley. La Torá nos enseña que melajá son aquellas labores que fueron necesarias para la construcción del Mishkán (santuario), las cuales debían interrumpirse al comenzar cada Shabbat. (Exodo 31:13)

He aquí el inventario de esas labores derivadas de la Mishná (Shabbat 7:2):

Arar
Sembrar
Cosechar
Unir
trillar
Seleccionar
Airear
Tamizar
Moler
Amasar
Hornear
Esquilar
Emblanquecer
Peinar
Teñir
Hilar
Urdir
Ligar
Cortar el tejido
Tejer
Atar
Desatar
Coser
Desgarrar
Cazar
Faenar
Desollar
Curtir
Raspar/allanar
Marcar
Cortar a medida
Escribir
Borrar
Construir
Demoler
Dar ultimo toque
Encender
Extinguir
Acarrear

Al examinar esta lista detenidamente, veremos que se extiende sobre toda la esfera de acción productiva e innovativa humana. No sería muy objetivo considerarlo una mera casualidad. Las leyes del Shabat serían entonces simplemente una masa de prohibiciones sin orden alguno. Mas, según la interpretación del Rav Samson R. Hirsch, obtendremos una visión más clara y profunda de este tema.

El Shabat, como lo expresáramos en el capítulo anterior, declara el testimonio que D-s es el único Creador de este mundo y todo su contenido. El hombre dedica su vida y tiempo con su esfuerzo mediante la inteligencia, la energía y la destreza – en fin- todos los dones con los cuales fue bendecido por D-s, para conquistar sus fines. En, este proceso, el hombre – lamentablemente – tiende a olvidar cuál es la fuente genuina de sus “habilidades” y “proezas”. En este mundo – tan olvidadizo – le fue entregado al pueblo de Israel la tarea de recordar y proclamar esta verdad fundamental, la procedencia del “poder humano” de dominar la naturaleza. Al cesar sus actividades en sábado, el judío reconoce y muestra que reconoce, que sus poderes proceden únicamente de D-s.

La definición de Melajá es entonces:

“Una acción que muestra al hombre como dominante sobre el mundo, al emplear constructivamente su inteligencia y habilidad”

Habiendo iluminado y comprendido el vocablo “Melajá”, podemos comprobar qué insensatez representa la teoría – si es que merece llamarse así – que “mover el interruptor de la luz eléctrica o escribir una palabra no puede ser una transgresión porque no causan cansancio o trabajo …” ¿acaso la electricidad no es una innovación humana? ¿Acaso – porque sea tan simple – no es un poder creativo del hombre, el de escribir? Todo movimiento nuestro, grande o pequeño, está controlado por el Creador.

Avot Melajoe

De la lista de actividades prohibidas enunciada anteriormente se derivan muchas actividades de carácter y propósito similares a ella si – cada una perteneciendo a una Melajá dentro del sistema de Melajot. Éstas actividades derívadas se llaman “Toladot” y, en la práctica, no hay diferencia entre las “(Avot) Melajot, y las “Toladot”.

Melejet Majshevet:

Mediante las aclaraciones anteriormente expuestas, podemos explicar una regla del Talmud: “Col Hamekalkelim P-turim ” toda actividad destructivo, deja a quien la concretó libre de castigo, por ej. si una persona decidiera demoler una casa únicamente para destruirla, no estaría cometiendo una Melajá (si bien no sería recomendable como pasatiempo aparte de estar prohibido por un decreto rabínico), mientras que, si causa el derrumbe al preparar el sitio para una construcción, estaría profanando el Shabbat.

¿Por qué? Pues sólo en el segundo caso su actividad tiene como propósito un fin constructivo y creativo.

Transportar

Si contemplamos detenidamente la lista de actividades prohibidas en Shabbat, observaremos que todas ellas están relacionadas con la conquista del hombre sobre la naturaleza; todas – menos una.

Esta última se diferencia de las de las demás Melajot. No es productivo ni innovativo transportar objetos de la casa a la calle, o viceversa. ¿Por qué entonces, nos preguntamos, está incluida dentro de las Melajot?

Tratemos de aclarar también esto. La casa, la calle, la ciudad, todos éstos, no pertenecen al reino de la naturaleza, sino al dominio de la sociedad humana. Mientras las otras Melajot nos muestran al hombre como dueño de la naturaleza, esta melajá nos lo muestra en su rol de constructor y forjador de la sociedad junto a sus semejantes – haciendo circular sus bienes materiales de la casa a la calle y de la calle a la casa, no sólo con intereses comerciales, sino también para lograr todos sus objetivos sociales en general.

Al suspender las demás Melajot, coronamos a D-s como Creador y Causante del mundo natural. Al cesar de transportar, reconocemos a D-s como Dueño de la esfera de acción social y santificamos y dedicamos todo nuestro movimiento humano para hacerle honra a Él.

Si bien, en su mayoría, las leyes relacionadas con las actividades prohibidas en Iom Tov son idénticas a las leyes del Shabat, la Torá excluyó ciertas tareas relacionadas con la preparación de la comida y con el transportar objetos entre los dominios. En todos los casos que se permite algo en Iom Tov es para su uso en el mismo día y no como preparativo para el día siguiente de Iom Tov, ni para los días hábiles posteriores.

Selección extraída del libro “Jemdat Iamim”, por Rab Daniel Oppenheimer

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