Enlace Judío México / Aranza Gleason – Al final del libro de “Devarim” (Deuteronimo) Moisés nos ordena escoger la vida. “He puesto frente a ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escojan la vida” (30:19). Antes de esta orden el profeta nos pide “amar a D-os, [nuestro] D-os caminar en Sus vías y obedecer Sus mandamientos, Sus leyes [y] Sus normas” (30:16). En estos párrafos se resume toda la perspectiva judía sobre el libre albedrío y la recompensa divina.
Libre albedrío
A diferencia de otras religiones y filosofías en el judaísmo no creemos en determinismo. No creemos que las cosas ya están decididas por nosotros antes de que hayamos tomado la decisión. El libre albedrío es uno de los principios básicos de nuestra fe porque es lo que permite que seamos juzgados y recompensados por nuestras acciones. Si alguien no decide sus acciones no puede ser responsable éticamente del resultado de las mismas y por ende, no puede recibir un castigo. Por ello en leyes actuales globales, no se hace jurídicamente responsables ni a niños ni a locos. Porque se considera que los niños al carecer de madurez no son responsables de sus acciones, mientras que los locos entran en la misma categoría al carecer de razón. Alguien que actúa bajo amenaza tangible de muerte, tampoco es responsable.
A nivel teológico lo que el libre albedrío propone es que D-os pese a que es absoluto, pese a que nos creó y tiene todo el poder de los mundos, no ejerce coerción sobre nosotros para que lo obedezcamos. Es decir, a través de Sus mandamientos nos ordena obedecer, pero nosotros tomamos la decisión de escucharlo o no. Por ello es que podemos ser juzgados en base a nuestras acciones.
D-os nos ordena cuidar el Shabat, pero nosotros decidimos si prendemos fuego o no. No va a quemar la casa en donde vivimos, ni el encendedor con el que prendimos el fuego, ni nos va a quitar la vida inmediatamente. Nos pide respetar a los ancianos, cuidar de los huérfanos y proveer a las viudas, sin embargo no hay ni una fuerza externa a la moral y Su juicio divino que nos obligue a cumplir esa orden.
En ello consiste el libre albedrío. Es básico porque sin él no seríamos hombres, no tendríamos voluntad, ni objetivo espiritual, ni forma de superarnos. Los ángeles por ejemplo, tienen inteligencia pero no tienen voluntad propia son mensajeros de D-os. Ellos no pueden escoger, actúan y cumplen el único objetivo que D-os les dio y lo mismo sucede con todos los otros seres de la Creación, los animales actúan por instinto, las plantas por sobrevivencia, la materia por inercia. Sólo nosotros escogemos, por ello sólo nosotros actuamos éticamente.
A veces, el concepto de libre albedrío entra en conflicto con el concepto de atemporalidad divina. Es segundo pilar del pensamiento judío.
Atemporalidad divina
El fundamento básico del judaísmo aquello que repetimos numerosas veces en nuestros rezos es que “D-os es Ejad y es Emet”. Ambas características implican que D-os es Uno y es Eterno, pero además nos hablan de nuestra creencia sobre D-os.
Nosotros creemos que todo lo que existe fue creado y proviene de una fuente primigenia que lo mantiene vivo y en existencia. Esa fuente primigenia tiene inteligencia, gobierna sobre las cosas que creó y no depende de ellas. Si dependiera de ellas querría decir que existían antes que Él y por ende no las podría haber creado. A esta fuente primigenia llamamos D-os y nada en el mundo se compara con Él.
Creemos que D-os creó el tiempo y por ende existe fuera del tiempo. Como existe fuera del tiempo conoce lo que va a ser, lo que fue y lo que es. Eso quiere decir la palabra “Emet” está construida por la alef, por la mem y por la taf que son la primer letra del abecedario, la letra de en medio y la última. Es la totalidad de las cosas.
Es un principio básico del judaísmo porque es la forma en que entendemos a D-os. De ella dependen todos nuestros rezos, prácticas religiosas y filosofías judías. Sin ella ni una premisa judía se sostiene. Sin embargo, hay quien ha señalado que la premisa de la atemporalidad y omnipresencia divina es contradictoria a la premisa del libre albedrío. ¿Cómo puede ser que si D-os conoce todo lo que va suceder digamos que escogimos? ¿Qué no acaso en eso se basa el determinismo que tanto negamos? ¿Por qué las dos premisas principales del judaísmo son contrapuestas? Trataremos de explorar y hacerle justicia a la pregunta.
Paradoja entre ambas y respuesta de rab. Saadia Gaon
La pregunta es una paradoja que ha existido a lo largo de milenios en la cultura occidental. Ya sea que hablemos de Hashem, de Cristo o de Alá, todas las religiones monoteístas llegan a la misma paradoja y cada una ha dado una respuesta distinta. Nosotros nos limitaremos a dar la respuesta del gran rabino y exegeta rab. Saadia Gaón, uno de los pensadores más importantes en la Edad Media y básico para el desarrollo del pensamiento judío.
En su libro Emunot Ve Deot, (en el cuarto tratado donde habla de obediencia y rebelión) menciona la misma pregunta y nos dice que está mal formulada. Plantea un efecto de causalidad entre dos cosas que no tienen esa relación. Es decir, la pregunta plantea que las cosas o los eventos dentro del tiempo existen como consecuencia de que D-os las conoce o que D-os conoce los eventos como consecuencia de que ocurrieron. En ambos casos ese supuesto efecto de causalidad es erróneo.
Exploremos el primer error: las cosas existen porque D-os las creó. Nuestras acciones y las consecuencias de las mismas existen porque nosotros decidimos actuar de determinada manera. Es decir, nuestro cuarto, nuestra cama, nuestro closet existen porque nosotros los construimos. Nos caemos porque corremos con las agujetas desamarradas, reprobamos el examen porque no estudiamos, rompemos relaciones porque decidimos pelearnos con nuestros amigos, etc. En este plano de la existencia todos los resultados de nuestras acciones son consecuencia de las mismas. Es decir, existe una relación de causalidad.
En este plano de la existencia, los eventos históricos, el desarrollo tecnológico, urbano, racional o de cualquier tipo dependen de nuestras acciones. En este plano de la existencia el tiempo depende de nosotros y nosotros del tiempo.
Sin embargo, las leyes de este mundo no determinan a D-os. D-os creó el tiempo, por ende no depende del tiempo, D-os nos creó por ende no depende de nuestras acciones. Él conoce lo que va a suceder no porque ya esté determinado lo que va suceder. Sino porque existe fuera del tiempo y Su conocimiento es eterno y atemporal, para que Él lo sepa no es necesario que ya haya sucedido, que esté ya en el pasado y se haya terminado. Él puede saberlo porque el tiempo no domina Su conocimiento.
Ahora lo que resuelve realmente el conflicto es que su conocimiento no determina el resultado de nuestras acciones. La existencia de las cosas no depende de Su conocimiento sino de Su creación. En otras palabras, las cosas no existen porque Él las conozca, sino porque Él las crea. El conocimiento de las mismas es resultado de Su atemporalidad ¿Cómo lo sabemos? Pregunta rab. Saadia Gaón. Contesta: “Si el conocimiento de D-os fuera la causa por la cual las cosas existen, entonces todas las cosas serían eternas, habiendo existido desde siempre, ya que siempre las ha conocido D-os” (Emunot ve Deot Tratado 4 capítulo 2) (1).
Finalmente el gran problema de la pregunta es que está tratando de unir dos planos de la existencia que son en esencia distintos como si fueran el mismo. Es decir, quiere poner a D-os al nivel del hombre o al hombre a nivel de D-os.
Notas:
(1) Saadia Gaon. The Book of Beliefs and Opinios. traducción Sammuel Rosenblatt. editorial Yale University Press
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