Enlace Judío México e Israel.- Veinticinco años después de los acuerdos de Oslo, dos negociadores israelíes rompen su silencio y revelan los entresijos.
HENRIQUE CYMERMAN
Veinticinco años después de los históricos y polémicos acuerdos de paz de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), algunos de los protagonistas, que hasta la fecha habían evitado revelar los secretos de la negociación y del duelo en torno a la mesa de negociaciones, han decidido romper el silencio y contarlo todo.
Yosi Beilin, impulsor de las negociaciones secretas con los palestinos, reveló que cinco días antes del asesinato del general de la paz y primer ministro laborista Yitzhak Rabin, llegó a un acuerdo con el dirigente palestino Mahmud Abas, en el que se resolvían “todos los problemas” del conflicto. En un acuerdo histórico de intercambio de territorios, Israel se anexionaría el 4,5% del territorio palestino (especialmente tres grandes bloques de asentamientos judíos en Cisjordania), y a cambio, agrandaría el territorio de la franja de Gaza, que incluiría la zona de Jalutsa.
Una comisión especial debatiría sobre un acuerdo definitivo para Jerusalén, en el que Al Quds (nombre de la ciudad santa en árabe) sería la capital del Estado palestino. Abas, que entonces era el número dos del liderazgo palestino y reemplazó a Yasir Arafat en el 2004, aceptó entonces que el nuevo Estado no tendría ejército y sería totalmente desmilitarizado.
“Los acuerdos de seguridad fueron el tema más claro y simple, y no hubo ninguna polémica en torno a ellos”, ha revelado Beilin. Respecto a los refugiados palestinos, ambas partes aceptaron que Israel permitiría su retorno a territorio israelí sólo en base a un acuerdo humanitario o de reunificación de familias. “El 31 de octubre de 1995 encontramos soluciones para todos los problemas, y tenía programada una reunión con el primer ministro Rabin de dos horas de duración para el 11 de noviembre. Pero fue demasiado tarde”, contó Beilin.
Una semana después del asesinato de Rabin a manos del radical judío Yigal Amir, la reunión de Beilin fue con su sustituto, Shimon Peres, que estaba con él en la plaza de los Reyes de Israel en los minutos precedentes al magnicidio y que vio como el asesino pasó a su lado antes de dirigirse hacia Rabin. “Shimon estaba totalmente roto. Roto y traumatizado. Le dije que teníamos mayoría en la opinión pública para aprobar el histórico acuerdo, pero Peres prefirió ir primero a elecciones generales, hizo todos los errores políticos posibles y, un año después del asesinato, perdió ante Beniamin Netanyahu por 30.000 votos”, recuerda el exnegociador.
Este borrador de acuerdo de 1995 fue posible gracias a lo ocurrido dos años antes, en las negociaciones secretas de Oslo que durante nueve meses mantuvieron el equipo de Beilin y el de Abas. El hombre de Rabin en las negociaciones fue el abogado Israel Zinger, asesor legal que después del magnicidio se fue a Estados Unidos y ha hablado recientemente por primera vez sobre el asunto al rotativo israelí Haaretz, donde ha contado lo que en su opinión fueron los grandes fracasos y los logros de la negociación.
Rabin envió al abogado a Oslo para que “devolviese a la tierra a los arquitectos de una paz que hasta entonces parecía imposible”. Un día, Beilin, entonces viceministro de Exteriores, le pidió que volviese a Israel, ya que Rabin le quería mostrar un documento ultrasecreto. Se trataba de todo el contenido pactado en Oslo: “Me pareció como una tarta a media cocción, y Rabin me pidió que me desplazase a Oslo para hablar con los representantes de la OLP”.
Según Zinger, uno de los grandes errores fue el rechazo israelí a congelar los asentamientos en Cisjordania, ya que en ese momento había en la zona cerca de 100.000 colonos israelíes, y hoy son 400.000. “Uno de los problemas fue que los acuerdos de Oslo crearon la dinámica en la que movimientos israelíes sintieron la necesidad de asentarse rápidamente en Judea y Samaria (nombre bíblico de Cisjordania), ya que en un máximo de cinco años, según lo pactado, las fronteras se fijarían definitivamente”. Hubo propuestas de dejar parte de los colonos en territorio palestino, de la misma manera que un 20% de la población de Israel son ciudadanos árabes palestinos. Zinger se opuso, ya que en su criterio “sería como crear cantones con una guerra civil eterna”.
En su opinión, el segundo gran error fue entregar de inmediato la responsabilidad de la seguridad interna a la recién creada Autoridad Nacional Palestina (ANP): “Propuse a Rabin que los primeros años la seguridad quedase en manos de Israel, ya que no creía que Arafat fuese capaz o quisiese luchar contra Hamas y la Yihad Islámica”. Rabin pensó que era importante que los propios palestinos luchasen contra Hamas, pero luego se comprobó que no tenían motivación para ello.
El tercer gran error para el abogado enviado a Oslo fue lo que define como “una confianza exagerada en Arafat”. Y recuerda Israel Zinger: “Pensábamos que había cambiado totalmente, y que lucharía contra los radicales. Pero realmente no lo hizo. Una vez me encontré en una habitación de hotel con Arafat, sentado en su cama junto a él y rodeado de altos cargos de la OLP, siendo yo el único israelí. En otra ocasión, viajé al entonces Estado Mayor de la OLP en Túnez, y Abas me dijo: ‘Esta es mi silla, y aquí vuestros servicios de inteligencia me colocaron un micrófono’”.
Según Zinger hubo tres grandes logros en Oslo de los que se habla menos, y que “es importante salvaguardar”: el reconocimiento mutuo sin precedentes entre la OLP e Israel; la apertura de un proceso de normalización diplomática entre Israel y el mundo árabe; y el despliegue de los cimientos de un futuro acuerdo de paz. “Oslo tuvo logros y tuvo fracasos, pero no creo que tenga alternativas. Hay que seguir construyendo nuevos pisos en este edificio de la paz, después de que las circunstancias cambien. No hay que darle un martillazo desde arriba para que todo se derrumbe. Debemos mantenerlo vigente, para mantener la discreta cooperación en seguridad y seguir avanzando”.
El hombre de Rabin, que mantuvo un silencio de 25 años y que dice estar aún en un estado “postraumático” por el asesinato de su líder a manos de un judío, reconoce algo que le puede costar fuertes críticas en el sector más nacionalista israelí: “Me reuní tantas horas con palestinos de la OLP, viajamos a Oslo, Londres, París o El Cairo, y descubrí que nos reímos de los mismos chistes, comemos la misma comida y cotilleamos sobre nuestros jefes del mismo modo. En algún momento pensé que, a lo mejor, hace 2.000 años éramos el mismo pueblo. Y me sentía más en casa con ellos que cuando estaba con norteamericanos y noruegos”. Y terminó: “En este momento somos enemigos, pero somos tan parecidos… A lo mejor algunos israelíes me tacharán de traidor, pero en calidad de abogado puedo afirmar que entre hermanos, las disputas son las más terribles”.
Fuente:lavanguardia.com
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